Capítulo 4

1612 Words
— Manuel, no llego a la entrevista. Una imbécil me robó el taxi y tiró todo mi café en la remera — El morocho reía bajito al escuchar el evidente tono enojado de su idéntico —. ¡No te reías también! — gruñó enojado causando una risa aún más sonora en Manuel. — Lo siento, lo siento. Entiendo. ¿En dónde estás? — preguntó terminando de reir. — En el café del parque, hecho un asco y con dinero para comprar otro café y un bollo de chocolate — El tono claramente enojado de su idéntico era hilarante. — Bien, bien. Yo me encargo. Tranquilo. Escuchó la puerta delantera abrirse y la voz de una mujer saludando. Gritó para avisarle a la recién llegada que esperara por él y luego salió. La pequeña mujer que sostenía una caja blanca entre sus manos, lo miraba asombrada, abriendo sus ojos tan grandes que parecía que en cualquier momento se saldrían de sus cuencas. —¿Cómo...? — preguntó ella. —¿Perdón? — dijo él sin comprender. —Yo… ¿Acaso te has teletransportado? ¿Hay formas más rápidas de llegar hasta aquí? Realmente me pierdo mucho en la ciudad. Yo sabía que ese taxista me estaba llevando por un camino más largo para cobrar más por el viaje — susurró mientras miraba al piso. — Creo que… — murmuró mientras la miraba esperando que explicara mejor lo que le quería decir. — Oye, te di dinero, ¿verdad? Asique cumplí mi buena acción por haberte robado el taxi y manchado tu ropa… ¡Llevas otra ropa y todo! ¡Qué rápido!... Bueno, espero que no haya rencores y solo me dejes hacer la entrevista, por favor — Por alguna razón Manuel comprendió que esa chica debía ser la misma que se había encontrado con Javier en el café, la que lo hizo enojar a un nivel que jamás había visto en su hermano. Una sonrisa malvada se instaló en su rostro. — ¿Era eso? — preguntó bastante divertido, tratando de quitar peso a aquel asunto —. No te preocupes, todo está arreglado — agregó. — Ven, vamos a empezar con la entrevista. Eres Abril Kan, ¿verdad? — Ella asintió y luego el hombre le señaló una pequeña mesa que ya tenía dos sillas y algunos papeles sobre ella—. Veamos, aquí dice que has trabajado en varios cafés y pastelerías de la ciudad, bastante buenas la mayoría. He comido sus productos y realmente eran deliciosos — Eso era una verdad absoluta, el hombre tenía una debilidad por las cosas dulces y buscaba con demasiado entusiasmo aquellos locales que ofrecían los mejores a su gusto —. ¿El café que está enfrente del parque fue tu último trabajo? — ella asintió. Manuel solo iba a aquel café por sus preparaciones, no por el café en sí, por ello apenas cambiaron a la persona encargada de preparar aquellos deliciosos bocadillos dejó de ir — ¿Por qué lo dejaste?. — Bueno… — comenzó algo nerviosa — ...fue algo como que me hicieron dejarlo al mismo tiempo que yo lo quise dejar — su voz era suave y sus ojos miraban por todo el lugar. El morocho sonrió ante la actitud de la mujer. — ¿Me podrías explicar mejor? — pidió con un tono de voz muy amable y divertido. — Bien, fué así — se acomodó en la silla para mirarlo de frente y de repente su voz se transformó en una muy segura y decidida —. Pablo, el hijo del dueño, me… acosó — el hombre hizo una mueca tratando de ocultar su evidente irritación por la simple mención de aquel idiota —, entonces le tuve que aclarar de una forma no pacífica que no debía meterse conmigo. — ¿Forma no pacífica? — preguntó, ahora sí, muy curioso. — Tal vez lo golpeé en la nariz y tal vez sangró — El hombre comenzó a reír despacio y pudo notar como ella se ponía nerviosa, pero no lo podía evitar. Abril apenas si superaba el metro y medio y le había roto, por una causa más que justificada, la nariz al imbécil de Pablo —. Es… no sabía que se le quebraría — y al darse cuenta de su error se tapó la boca. El morocho dejó salir una sonora carcajada —. Oye, no es gracioso — Trató de regañarlo—. Tuve que dejar el trabajo allí, pero él dijo que estaba despedida… mejor porque me tuvieron que indemnizar, pero de allí en más ¿quién me iba a contratar? A ver, hay que estar loco para contratar a una tipa que golpeó al hijo de su ex jefe y le quebró la nariz — El morocho levantó una ceja de manera divertida, no podía disimular demasiado lo mucho que le divertía aquella chica —. No digo que tú lo estés — agregó rápido —, solo digo que… Oh Dios, ¿por qué me dejas seguir hablando? — finalizó mientras se tomaba la cara con ambas manos. — Bien — Al fin articuló el hombre tratando de soportar la risa —, conozco a Pablo y seguro lo merecía — agregó poniéndose un poco más serio —. No estoy loco y si te contrato es porque realmente sé que tus preparaciones son las mejores — afirmó con una tierna sonrisa. Ella le devolvió el gesto. — Traje... — dijo aclarando la garganta —... unas para que pruebes — Y colocó la caja blanca delante de él — La mujer no lo notó, pero eso era uno de los más preciados regalos que se le podía hacer al morocho. Él tenía ya su boca llena de agua y aún no veía las preparaciones que contenía aquella caja. Al abrir la tapa había cuatro pequeños pasteles, eran como versiones miniaturas, tan detallados en sus decoraciones que el morocho se preguntaba cómo lo había logrado. Tomó uno de los cuatro, el que parecía ser de limón, y mordió un poco. Recordó ese sabor de una pastelería que estaba a tres cuadras de su departamento, amaba ese lugar hasta que cambiaron a su maestra pastelera por un sujeto que hacía preparaciones demasiado empalagosas para su gusto. — Son los mejores que he probado — dijo él con la boca llena y señalando al pastelito con su mano libre —. Sabía que no me equivocaría al llamarte — Ella sonrió orgullosa. — Bien — volvió a decir aquel sujeto —, ¿cuándo puedes empezar? — ¿En serio? ¿Me darás el trabajo? — Sus ojos brillaban con tanta intensidad demostrando la enorme felicidad que invadía el cuerpo de aquella pequeña mujer. — Por supuesto, jamás dudé de tí, esto solo era una formalidad — Y no esperaba que la chica saltara sobre la mesa para abrazarlo. Eso lo hizo reír aún más fuerte, su nueva pastelera realmente lo tomaba por sorpresa. — Gracias, necesitaba el trabajo — le decía sin soltarlo aún —. Somos muchos en casa, demasiados, y la verdad que solo con mamá trabajando iba a ser un desastre. Mis hermanos comen como cinco, y yo igual, asique imaginate tratar de darnos comida a todos… Vaya, esto es genial — Hablaba tan rápido que el hombre no estaba seguro de que si estaba respirando —. Pero, escucha — le dijo de repente apartándose y señalándolo con el dedo —. Necesitamos un buen chocolatero si lo que quieres es que este café sea el mejor. — Te escucho — le respondió divertido, realmente aquella chica tenía demasiada energía y eso le agradaba. — Conozco a uno y, no solo es el mejor, sino que necesita el trabajo. Si quieres te entrego su número, pero no me nombres — le pidió. Él levantó la ceja a modo de duda, una cosa era contratar a una mujer de la que ya había probado cada preparación y otra muy diferente era llamar a un sujeto del que nada conocía, además aceptando una extraña petición —. No nos llevamos mal, pero solo si está aquí va a aceptar, lo conozco, hazme caso. Si él viene te estarás asegurando tener al mejor maestro chocolatero de la ciudad, y junto conmigo nadie va a salir de tu café — finalizó orgullosa y segura de sus capacidades, eso lo convenció medianamente. — Bien, pero si resulta en desastre no solo se irá él, sino que tú también — amenazó muy seguro de que no iba a arriesgar su nuevo negocio si aquel sujeto resultaba ser un completo desastre. — Vaya, jamás me habían regañado tan rápido en un trabajo, y eso que una vez en mi primer día incendié una cortina — se volvió a interrumpir tapándose la boca con ambas manos. — Dejaré pasar el comentario — dijo el hombre tratando de ser lo más serio posible. La pequeña mujer le resultaba increíble, produciéndole cierta calidez en su pecho —. Te espero mañana a las 9 para entrevistar a este chocolatero que dices y que ambos comiencen a trabajar. Hay que armar menú y comprar todo lo necesario, debemos ponernos a elaborar porque la próxima semana será la gran apertura. — Perfecto. Avísale que traiga sus cosas listas para comenzar a trabajar en caso de que quede seleccionado — dijo ella guiñando un ojo a modo de complicidad. — Bien Abril. Un gusto conocerte y te espero mañana. Al volver a su departamento Manuel dejó la caja sobre la barra, su idéntico no dudó en atacar aquellas preparaciones mientras gemía del placer que le producía lo exquisito que sabía.
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