Capítulo 1
Él no se tomaba a las mujeres tan a la ligera como su hermano. Le gustaba estar en una relación, se sentía tranquilo y le daba seguridad, solo que la fama de su gemelo caía sobre él como si lo que hiciera Javier con cada mujer que se le cruzaba en el camino fuese una acción que él mismo estuviera haciendo. Pero quería a su hermano, asique dejaba que la gente opinara lo que quisiera, realmente no se tomaría la molestia de estar aclarando que los asuntos de su hermanos eran eso, de su hermano.
Uno de los tantos hábitos que sí compartían era ir al gimnasio casi todos los días, un poco por vanidad, un poco porque sentía que tenía más energía. Allí conoció a Zamira, una preciosa entrenadora de cabello castaño muy oscuro y enormes ojos celestes. La mujer, simpática y activa, le llamó automáticamente la atención y no dudó en acercarse a conversar un poco. Las charlas en el gimnasio se volvieron frecuentes y en poco tiempo ya estaban en un bello restaurante cenando comida étnica.
Un mes después de aquella cena llegó el cumpleaños de la castaña. Al parecer lo festejaba siempre a lo grande, en algún bar o disco donde asistían sus muchos amigos. Si bien ellos no estaban en una relación formal, Zamira lo presentaba como "su chico", algo que le daba un poco de gracia, pero seguía el juego. Se sentía de humor ya que estar del otro lado de la barra era algo que rara vez le pasaba. En el bar, donde no solo trabajaba sino que era dueño junto con su hermano, estaba siempre pegado a la barra sirviendo las bebidas a sus clientes. Amaba el bar, pero con Javier tenían la idea de abrir un café en un futuro, mantener ambos negocios y generar un buen ingreso que le permitiera recorrer el mundo sin la necesidad de estar en persona dentro de sus locales.
Llegó a aquel bar bastante lejos de su casa pero muy de moda. Llevaba unos jeans oscuros y una remera negra. Caminaba con las manos dentro de los bolsillos delanteros de su pantalón en dirección a la puerta del lugar, dió el nombre de la reserva y pasó al espacio amplio con música fuerte donde la castaña se levantó apenas lo vió ingresar.
—¡Manuel! — exclamó.
—Hola bella. Feliz cumpleaños — le respondió antes de besarla en los labios. Allí ella lo tomó de la mano para presentarlo como "su chico" a todos los presentes.
La pareja se sentó frente a una mesa donde distintos tipos de pizzas se desparramaban sobre ella. Manuel tomó una porción que estaba cubierta de trozos de tocino y se la llevó a la boca. Mientras masticaba observaba a los presentes. Muchos eran conocidos del gimnasio, pero a un grupo de mujeres, en la otra punta de la mesa, jamás las había visto. Las estudió de a una. Todas llevaban pequeños vestidos muy ajustados y reveladores. Una de esas mujeres lo vio observándola y le guiñó el ojo, el morocho devolvió el gesto con una sonrisa. Algo de esa mujer le resultaba conocido, pero no podía decir qué.
—Manuel — lo llamó la castaña y él se giró para encontrar a la mujer de pie y a su lado una muchacha más pequeña, de pelo oscuro, corto, y enormes ojos celestes iguales a los de Zamira. La morocha llevaba unos pantalones sueltos y una remera blanca de tiras. No parecía estar maquillada, aunque bajó las oscuras luces del bar era difícil asegurarlo —. Te presento a mi hermana Mar — La morocha le sonrió con ternura —. Mar él es Manuel, del que te he estado hablando — le dijo a la mujer que extendió su mano para estrechar la del hombre.
—Un gusto — respondió él mientras sonreía y no era consciente del impacto de aquel gesto en ambas mujeres.
Manuel era un hombre atractivo pero dentro del promedio, su gran atractivo residía en la hermosa y perfecta sonrisa que tenía. Dicho gesto del morocho transmitía ternura y sinceridad, lo que hacía que varias mujeres cayeran a sus pies. Mar no fue la excepción.
—¿Me puedo sentar allí? — preguntó la morocha.
—Ahí estoy yo — respondió rápido la castaña —, pero esa silla de enfrente está vacía. La morocha asintió y se situó frente al hombre.
—¿No quieres comer? — preguntó Manuel a la muchacha al ver que observaba, con demasiado detenimiento, lo que había sobre la mesa pero no tomaba nada.
—Oh, lo siento. Soy vegetariana y bueno... — Hizo una mueca que Manuel no comprendió hasta que estudió los platos sobre la mesa. Si bien era pizza y papas, todos y cada uno de ellos tenía algo de pollo, o jamón, o tocino, o carne picada, algo. Manuel estudió la cara de la chica y no dudó en llamar al mozo para pedir una pizza vegetariana.
—No te hubieras molestado — decía Zamira al ver la pizza que dejaron frente a "su chico" — ella le podría haber sacado la carne y ya — explicó.
—Creo que no funciona así — respondió el hombre.
—Es solo un capricho de ella, por eso en casa nadie le sigue la corriente — le susurró la castaña a lo que el hombre se sorprendió.
Observó a la morocha que tenía enfrente, ajena a aquella acusación, que conversaba con un sujeto. Todos eran adultos, por lo que el decidir algo como tú tipo de alimentación nunca sería un capricho. Además no podía entender aquello, si Camila, su hermana, decidiera ser vegetariana él jamás lo tomaría como un capricho, respetaría su decisión.
—Mar, ya es hora de que tomes las fotos — exclamó, con voz muy chillona, la castaña.
Mar asintió y se giró para tomar algo de su mochila. Apenas había podido probar una porción de su comida y ya Zamira la molestaba con un pedido. La mujer sabía que su hermana solo la quería allí para que tomara fotos de su excelente cumpleaños, luego la escucharía hablar por horas de lo genial que había sido y de lo sexy que era "su chico". Miró al hombre que tenía enfrente y escuchaba algo que Zamira le decía con su rostro muy cerca. Era un sujeto realmente guapo y amable, fué el único que notó lo de la comida, al fin y al cabo era obvio para ella que su hermana había pedido aquellos platillos sabiendo que jamás probaría ninguno, era otra de sus formas de demostrarle lo poco que le importaba. Tampoco su prima, que estaba en el otro extremo de la mesa, se había tomado la molestia de ordenar algo que ella pudiera comer. Suspiró mientras preparaba su cámara. Amaba la fotografía y soñaba con recorrer el mundo, observando todo por su lente y capturando una nueva historia en cada imagen. Cuando estuvo lista se puso de pie apuntando su lente hacia su hermana y aquel atractivo hombre. Ambos sonreían en su dirección. El sonido de la imagen capturada la llevó a bajar la cámara. Odiaba sentir tantas cosas en su pecho por aquel sujeto que estaba junto a su hermana. Apenas si lo conocía, apenas si habían cruzado más de tres palabras y ella ya estaba encantada por él.
Continuó el resto de la noche tomando fotos a los invitados y algunas para su colección personal. Quería realizar una muestra dentro de poco donde contara algo de la vida diaria de los habitantes de aquella ciudad, ya tenía varias listas y tal vez incluiría alguna de esta noche.
—¿Fotógrafa? — Se giró para encontrar a un hombre casi de su altura que le sonreía. Había hablado con él en la mesa y le resultó interesante. Hablaba suave y seguro mientras la miraba con unos bellos ojos marrones.
—Sí. O eso trato — le dijo riendo.
—¿Vives de eso? — preguntó.
—Algo así. Todavía no al 100%, pero algún día lo haré. Por ahora trabajo de esto y en una casa de ropa medio día. ¿Julián, verdad? — El hombre asintió —. Bueno, si necesitas una buena fotógrafa, o ropa, ya sabes a quién buscar —dijo y ambos rieron.
El resto de la noche se mantuvo acompañada de aquel sujeto que trabajaba en algo relacionado al multimedia, por lo que tenían varios temas en común como el manejo de programas y las mejores versiones de computadoras o programas para las actividades de cada uno. Al finalizar la noche se fue acompañada por aquel muchacho con el que terminó enredada en el departamento del hombre. Sabía que al día siguiente su hermana y prima la criticarían por irse con alguien que apenas conocía. No le importaba, solo quería disfrutar de algo de compañía.