Antes de que Isabella pudiera ser vista por el rey Alberto, el rey Vladimir lo hizo pasar a su despacho, ya que debía conocer el motivo de su inesperada visita.
— Pero por favor, dígame ¿a qué debemos su grata sorpresa? — cuestionó el rey
— Creo que llegué en un mal momento, ya que está en medio de una fiesta, será mejor que espere para hablar con usted y regrese en otra ocasión
— Tiene razón, hoy es mi noche de despedida de soltero
— ¡No sabía que estaba comprometido! Me siento tan avergonzado con usted
— Por favor, no sienta pena, ¿por qué no se queda a la fiesta?
— No podría, mi hija me espera en la carreta
— ¿Pero cómo es posible? Debió hacerla bajar con usted
— Créame, de verdad no quisimos causar inconvenientes
— De ninguna manera, por favor permítame ofrecerles hospedaje aunque sea sólo por esta noche.
Gerardo, quien acompañaba al rey en este recibimiento, sólo podía pensar en una cosa, encontrar la manera de que Isabella no fuera vista por el malvado rey, así que tendría que plantearle al rey Vladimir el problema si acaso no había otra opción, pues estaba seguro que su padre, Vladimir I, jamás le había contado la verdadera historia de la niña que llegó a su palacio en medio de una madrugada, Isabella.
— Gerardo, traiga a mi hija hasta aquí para presentarla a nuestro anfitrión — solicitó el rey Alberto
— Enseguida, su majestad — hizo una reverencia y se retiró a cumplir la orden
Mientras Gerardo salió del despacho, Isabella fue llamada para traer bebidas, grande fue el impacto de Gerardo al verla allí, frente a frente con el hombre que la creía muerta.
— Su majestad, — dijo dirigiéndose al rey Alberto y disimulando su impresión — su hija
— Vladimir, permítame presentarle a mi hija, la princesa Victoria — la joven se acercó al rey y le ofreció una reverencia
— Un placer, señorita — Vladimir besó su mano galantemente
— El rey Vladimir nos ha ofrecido quedarnos a su fiesta de despedida de soltero esta noche y además, hospedaje en su hermoso palacio
— Es usted muy amable — respondió la princesa.
Gerardo podía darse cuenta que el rey Alberto ni siquiera volteaba a ver a Isabella, era tan orgulloso y soberbio que a ningún sirviente le dirigía la mirada, pues según él, ninguno se la merecía, una suerte para ella.
— Sólo tengo un pequeño inconveniente, padre — murmuró la princesa Victoria — No vine preparada para una fiesta de disfraces
— Por favor, pierda cuidado que yo me encargo — injirió Vladimir, quien había alcanzado a escuchar — Isabella, por favor, que preparen las habitaciones y dile a Miguelina que se encargue de los disfraces de nuestros invitados
— Enseguida, señor
— Puedes retirarte
Luego que Isabella salió del lugar, el rey Alberto hizo comentarios que a nuestro buen rey no le parecieron correctos.
— Es usted muy amable con la servidumbre, Vladimir
— Mi padre decía que se consigue más con miel que con hiel
— Su padre debió ser un hombre muy sabio
— ¡Vaya que lo era!
— Estoy ansioso por conocer a su futura reina, debe ser una princesa, supongo
— En realidad ella es una Duquesa, hija del Gran Duque Oscuro
— ¿De verdad? Nunca creí que un hombre como usted pudiera rebajarse tanto, aunque he escuchado mucho acerca de ellos
— Nunca demasiado, se lo aseguro — respondió el rey disimulando su molestia.
Vladimir no era tonto y sabía que cualquiera se podía impresionar de saber que contaba con el apoyo del Duque, pues eran bien conocida su fama de ser vengativo y despiadado, pero no el rey Alberto, quien pretendía hacerse de tan buenas y poderosas amistades.
Durante la recepción de la fiesta, Gerardo pensó que quizá Isabella usaría disfraz como todos, haciendo difícil la tarea de que el rey Alberto la reconociera, pero no era de ese modo, por suerte, ella parecía tener muchos ángeles de la guarda alrededor, pues Abraham llevaría a cabo su plan.
— ¡Su majestad! — interrumpió Abraham
— Dígame, Abraham — respondió Vladimir amablemente a pesar de estar en medio de una conversación con el rey Alberto y con su prometida Alondra
— ¿Me permite hablar con usted en privado?
— Desde luego que sí. Regresaré en un minuto, pero se quedan en la excelente compañía de mi prometida — dijo dirigiéndose a su visita
— Espero no haya ningún inconveniente, Abraham — injirió Alondra molesta por la interrupción
— Pierda cuidado, señorita
Ya estando a solas
— ¡Ha sucedido una desgracia, su majestad! Y yo sé que nunca me lo va a perdonar — expresaba Abraham
— Pues explíqueme, ¿cuál es esa desgracia que tan mortificado lo tiene?
— Contraté unos músicos para esta noche, — explicaba — pero la damisela, que es el centro de atención del espectáculo, tuvo un accidente y no podrá llegar a tiempo
— ¿Y los músicos no podrían sólo tocar?
— No, mi señor, ella es la pieza clave de todo
— A mis invitados no les gustara mucho estar sin música, pero no lo considero tan grave si no le damos importancia al asunto
— Yo estaba pensando en solucionar mi error de alguna manera
— No sabía que usted cantara
— ¡No, no! De ninguna manera, pero sé de alguien que sí — dijo
— De acuerdo
— ¿De verdad estaría de acuerdo en que la señorita Isabella se hiciera cargo de tan valiosa tarea?
— ¿Isabella? No pensé que se refiriera a ella
— Usted sabe lo talentosa que es ella y además, ha avanzado mucho desde que le dije cómo podría recordar tocar el piano
— Cierto, la he escuchado algunas veces y es maravillosa
— ¿Entonces, tenemos su permiso, mi señor?
— Por completo
Luego de ello, Gerardo, que aún espiaba, se percató que Isabella estaría totalmente expuesta y en el centro de atención, lo que podría provocar que el rey Alberto la reconociera, pues su parecido con su difunta madre era excepcional y nadie tendría duda de que se tratara de la misma niña, hija de la que fue su esposa hace años, esa que intentó asesinar en aquél cumpleaños.