Ya habiendo aceptado que Isabella ayudara con el show, Abraham sugirió algo que Gerardo agradecía sumamente, pues eso evitaría que el rey Alberto pusiera su atención en ella.
— Otra cosa, creo que sería muy conveniente que usara un disfraz para que todos crean que se trata de la misma persona que forma parte del grupo
— Que Miguelina le ayude con eso
— Le agradezco tanto, mi señor
— Por favor, Josué, — respondió el rey en todo de susurro — me está agobiando con tanta formalidad
— Lo sé, pero estamos en público — respondió Josué también en susurro
— Que empiece el show pronto
— Así será
Abraham corrió a decirle a Miguelina sobre el disfraz, quien ya tenía todo ingeniosamente preparado para que Isabella luciera espectacular. Gerardo, quien continuaba espiando por la seguridad de Isabella, se dió cuenta de que ella ya tenía la ayuda que necesitaba y se relajó un poco.
El hermoso vestido blanco y el antifaz que Miguelina había preparado especialmente para Isabella, en conjunto con el peinado y el maquillaje, realmente le hacían resaltar su belleza, ella parecía una princesa y esos dos cómplices estaban seguros de que el rey Vladimir I no podría quitar su vista de ella, haciéndolo dudar de su compromiso con la duquesa.
Mientras tanto, Alondra y sus acompañantes se conocían.
— Ha sido un placer coincidir con usted, señorita — inició la conversación el rey Alberto
— Lo mismo digo, su majestad — respondió ella
— Aunque me hubiera encantado conocer también a su padre
— Él no pudo venir, mi madre ha estado enferma y no quiso apartarse de ella
— Entiendo. La viudez es un trago muy amargo
— Lamento escuchar eso, pensé que un hombre tan galante nunca podría estar sólo
— Por su propio gusto, — injirió Victoria — ya que mi padre siendo quien es, podría tener a su lado a cualquier mujer
— Basta, ambas me incomodan con sus comentarios
— No tiene porqué, su majestad
— Por favor, Alondra, puede ahorrarse tanta formalidad, usted es una Duquesa y no tiene porqué barbear a nadie
— Muchas gracias por la confianza, Alberto, estoy segura de que a mi padre le encantará conocerlo, porque es obvio que vendrá a mi boda con el rey Vladimir, ¿cierto?
— Desde luego — intervino Victoria
— Siempre y cuando recibamos la invitación — aclara Alberto
— Cuenten con ello
Alondra y Victoria no congeniaban del todo, pero a ambas les convenía tratarse con cordialidad, a Alondra por no perjudicar a su prometido aunado a los beneficios que la amistad con Alberto le podrían atraer, y a Victoria por seguir siendo la hija buena y perfecta frente a su padre y los demás.
Vladimir volvía a la mesa y para su fortuna todo marchaba bien, sus invitados se estaban divirtiendo, su prometida y él eran el centro de atención y sus inquilinos disfrutaban enormemente, además, así se estaba dando la oportunidad de conocer al rey Alberto, estaba seguro que si surgía una buena amistad entre ellos, la idea de una próxima guerra sería descartada com el tiempo.
La pareja próxima a casarse había sido solicitada en la pista de baile para dar comienzo al baile, una joven hermosa de vestido y antifaz blanco les recibía con una linda melodía de piano que todo el mundo disfrutaba, el romanticismo se hacía presente aún más cuando las luces se redujeron creando un ambiente pasional y digno para bailar en pareja. El rey Alberto y su hija Victoria gustaban de acompañarlos en la pista de baile que poco a poco se fue llenando, Victoria no apartaba la mirada del rey Vladimir, le gustaba y Alondra se daba cuenta de ello, aunque si le daba importancia solamente crearía un conflicto con su prometido.
Aunque la Duquesa y el Rey continuaban siendo el centro de atención, la belleza y el talento de Isabella la convertía en un foco de atención, el mundo hablaba de ella y para Alondra era como ser desplazada en su propio evento, así que pese a lo sus impulsos le dictaran en ese momento, debería esperar para lo que sea que fuera hacer en contra de la artista.
Ya muy tarde y poco a poco los invitados se iban despidiendo, pues era momento de dar por terminada la fiesta, el rey Vladimir estaba ausente en ese momento, pues Gerardo lo había interceptado para hablar con él en privado, a lo cual el rey aceptó llevándolo a su alcoba.
— Perdone que lo haya interrumpido en su evento, pero es mi deber hacerle una advertencia — Vladimir pensó que se trataba sobre la posible guerra
— Lo escucho
— La joven Isabella debe permanecer lejos de la vista del rey Alberto
— No entiendo
— Su vida corre peligro estando cerca de él, sé que tendrá miles de preguntas por hacer, pero créame que no tengo tiempo para explicaciones en este momento, sólo aléjela de él y trate averiguar el pasado de la joven.
— Mi padre nunca tocó ese tema conmigo
— El rey Vladimir I era un hombre inteligente y generoso, lo conocí en persona y sé que jamás dejaría un cabo sin atar, así que estoy completamente seguro de que en algún rincón de este palacio él le dejó algún escrito que habla sobre ella.
Isabella había terminado ya su presentación y se disponía a regresar a su habitación evitando ser vista, pero para su desgracia, antes de entrar en su habitación, Alondra fue tras ella, jaloneándola y maltratándola, el ruido ocasionado por ésto, interrumpía la conversación entre Gerardo y el rey Vladimir.
— ¿Con el permiso de quién me arrebataste la atención de mis invitados?
— Señorita, yooo — Alondra le arrebató el antifaz descubriendo su identidad
— ¡Maldita! — la abofetea y la empuja haciéndola chocar contra la pared — Dime, ¿quién te dió la autorización de hacer ésto? — Alondra intentaba seguir lastimándola cuando el rey Vladimir lo evitó tomándola del brazo.
— ¡Basta, Alondra!
— ¿La defiendes? — Gerardo cuidaba que el rey Alberto y su hija no vinieran aún
— Solamente yo puedo castigar a mi servidumbre, ¿entendiste?
— ¡Pero...! — intentaba replicar Alondra
— ¡Yo soy el rey, este es mi palacio y yo impongo la única autoridad, así que vete acostumbrando porque así será aunque nos casemos!