Miguelina explicaba a Isabella con mucha paciencia los temas de intimidad entre un hombre y una mujer, ella sabía lo que se le había enseñado en sus clases sobre las obligaciones de una esposa, pero nadie le había explicado jamás sobre si era doloroso o no y como no se había sentido en confianza para preguntarle a alguien, por eso no lo había hecho, además, el pensar en que estuvo a punto de contraer matrimonio con un hombre al q no amaba a quien realmente no conocía, le hacía pensar que tal vez y en su momento, había sido presionada por su ex novio para tal acto.
Vladimir espiaba la conversación de Isabella y Miguelina desde afuera de la habitación, nadie se podría imaginar que a él le encantaba espiar conversaciones ajenas. Él se daba cuenta de cuán aterrada estaba Isabella respecto al tema y percibía en ella un intenso miedo al dolor. "Si supiera lo mucho que le gustará estar así con un hombre", pensaba y por su cabeza volvía la idea de hacerla sólo suya, pero la culpa continuaba acechándolo y eso no le permitía siquiera intentar algo con ella, con quitar su cuerpo, pero sobre todo su corazón era lo que más deseaba en ese momento, pero estaba convencido de que debía resignarse a nunca conseguir los anhelos de su alma.
Continuó espiando hasta que fue el momento preciso de retirarse para no ser descubierto, su habitación era el lugar más seguro para continuar pensando en esa mujer, esa única mujer que era capaz de inspirarle confianza, ternura, frustración, culpa, pasión, lujuria, inseguridad, pero sobre todo, amor, y todo esto en el mismo tiempo. Se dormía con la imagen del rostro de Isabella en su cabeza, fingiendo que tocaba su cabello y recordando el aroma que emana de él, podía imaginar, también sus labios tocando los suyos, recordar ese primer beso entre los dos le hacía explotar todos sus sentidos... y así llegaba pronto de nuevo la luz del día.
Mientras tanto, Isabella, seguía con sus miedos por el tema de la intimidad, en su diario podía escribir por largo rato todo los sentimientos que le ocasionaba el sólo pensar en ello, se sentía tan temerosa, pero a la vez tenía tanta curiosidad por saber más, pues cada noche, el rey llevaba a su alcoba a una mujer y ninguna se había quejado hasta el momento, lo cual hacía que su mente permaneciera abierta en todo momento.
El rey debía acudir de nuevo a otra reunión en la cual el rey Alberto y él, tratarían de llegar a un acuerdo para evitar una guerra entre sus preciados reinos. Por lo que salió desde muy temprano para llegar con toda su energía. Su astucia estaba siendo puesta en prueba y tantos años siendo irresponsable le estaban pasando la factura, pero al haber actuado como malvado por tanto tiempo le hacía pensar como su enemigo y no estaba dispuesto a perder.
Como era de esperarse, Alondra llegó al día siguiente, sola, pues su padre no había podido acompañarla en esta ocasión, nadie podía quitarle de la cabeza la idea de que Vladimir, su prometido, le estaba ocultando algo muy importante, tan importante que podría terminar con su relación. Ni Vladimir ni nadie en el palacio esperaba esa visita, así que no había nada preparado para su llegada y desafortunadamente, Isabella fue quien la recibió.
— Buenos días, Isabella — ella hizo una reverencia para recibirla
— Buenos días, señorita. — al verla tan bien vestida, pensó que buscaba a la máxima autoridad — Busca al rey Vladimir II, supongo
— Por supuesto, ¿a quién más? — Alondra percibía muy diferente a Isabella y no dudó en sacar provecho
— Por favor, pase a la sala de espera, enseguida le traeré una bebida de su preferencia
— Un jugo de fruta fresca está bien
— Regreso en un momento, si necesita algo más, no dude en llamar
Alondra no podía dejar de mirar a Isabella, estana impaciente por escuchar la explicación de su prometido, pues esa nueva actitud de la mujer a la que tanto odiaba, no le daba buena espina. Cuando Isabella regresó con su bebida, no dudó en cuestionarla.
— Creí que a estas alturas ya estarías casada
— No, señorita, él no era hombre para mí
— Parecía un buen hombre
Alondra dejó caer el vaso que contenía su bebida para ver la reacción de Isabella, ya que actuaba como la servidumbre siendo la hermanastra de su prometido.
— Perdón, querida, se me resbaló, pero qué torpe soy
— Pierda cuidado, señorita — Respondió Isabella tratando de recordar a esa mujer, pero no lo conseguía. — El rey no tarda en regresar, ¿desea pasar al jardín o algo de comer?
— No te preocupes, querida, lo esperaré en su habitación
— ¿En su habitación?
— Claro, como siempre lo hago, ¿recuerdas?
— No, señorita, usted me disculpará
— ¿Acaso me recuerdas, Isabella?
Isabella agachó la cabeza sintiendose mal por no poder recordarla
— Lo lamento, tuve un accidente y perdí la memoria
— ¿Entonces, no recuerdas nada?
— Nada, señorita
— Es una pena, pero por algo Dios lo quiso así. Bien, subiré entonces, cuando esté lista la comida me avisas, por favor.
— Con gusto, señorita
Alondra pensaba que era una ventaja que Isabella no recordara nada, pensaba que quizá, su flamante novio estaba usando eso a su favor para despojarla de los privilegios de haber sido criada por el rey Vladimir I y eso le complacía en lo absoluto, se burlba de la suerte de esa sirvienta y no desaprovecharía ninguna oportunidad para humillarla. Ahora sólo debía esperar a que el rey regresara de sus deberes para darle una grata sorpresa en la alcoba, por mientras, se recostó en la cama para descansar del viaje, quedándose profundamente dormida.
Cuando el rey regresó ya era la hora de la comida, solamente entró directo al comedor sin subir a su habitación, Isabella, recordó que él tenía una visita muy importante, pero lo vió comiendo con tanta necesidad que no quiso interrumpirlo, entonces, solamente se dispuso a subir por Alondra.