Cuando Alondra llega hasta el comedor, donde su amado prometido consumía sus alimentos casi de manera desesperada, él sólo se atragantó al mirarla, ya que en ningún momento esperó que ella cumpliera su palabra de regresar. Ella se sorprendió al verlo comer tan apurado y aunque sí lo miró perpleja, lejos de criticarlo por su manera de actuar, se aproximó hasta él para saludarlo debidamente, con un beso tan apasionado que demostraba todo su entusiasmo por volver a estar entre sus brazos. El rey no tuvo más opción que recibirla y exigir una explicación del porqué no se le había avisado a tiempo de la presencia de su novia. Isabella, quien miraba la escena con un poco de distancia, se acercó agachando la cabeza para brindarle una respuesta con un tono de vez casi de susurro.
— Su majestad, pido una disculpa por no haberle informado antes y no trato de justificar mi mal actuar, es sólo que usted llegó tan aprisa y con tanta necesidad de comer que no me dió tiempo y solamente pude pensar en traerla hasta aquí para su recibimiento. — Mientras ella hablaba, el rey pensaba en cómo debería actuar ahora que, seguramente, Alondra sabía que Isabella era una simple sirvienta
— Ya hablaremos luego, Isabella — respondió el rey soberbio
Alondra sólo sonreía, pues disfrutaba verlo maltratar a Isabella, siempre pensó que ella era tratada demasiado bien y que quizá, su prometido hasta tenía sentimientos por ella, pero al verlo de esa manera contra su rival, le daba paz y alegría. Isabella solamente se quedó allí en silencio, esperando a la siguiente orden del rey, mientras Alondra aprovechaba para hacer de las suyas.
— Isabella, ¿porqué no me traes un poco de jugo de naranja? Fresco y recién hecho, querida
— Enseguida, señorita
Cuando Isabella se va a la cocina, Alondra se sienta en el regazo de Vladimir y lo cuestiona por la novedad.
— Pensé que era tu hermanita — dijo en tono burlón
— Pues, ya ves, las vueltas que da la vida
— ¿Quieres contarme lo que sucedió?
— Tuvo un accidente en un caballo y perdió la memoria a causa de ello — explicó
— Qué conveniente
— Bastante, cariño, bastante
— Yo creí que ya se había casado con el tal Enrique
— No, luego del accidente ni siquiera de él se acuerda, así que no habrá boda
— Totalmente a tu merced
— Totalmente bajo mis órdenes, cariño
— Me alegra saber que al fin te liberaste de esa arribista
— A mí más, créeme
Isabella regresaba con el jugo que Alondra le había pedido.
— Su jugo, señorita
— Gracias, querida, — bebió un trago y lo tiró a propósito — pero tardó demasiado y ya no lo quiero. Acompañaré a mi prometido a comer — dijo mientras tomaba un lugar en la mesa
— Enseguida le sirvo, señorita
Isabella sabía que la prometida del rey estaba siendo muy grosera, pero no podía hacer nada más que soportarla, después de todo, algún día ella sería la reina y señora del palacio y debía respetarla.
Vladimir, quien nunca estaba de acuerdo con su novia respecto a los malos tratos hacia el personal de servicio, solamente la observaba y pensaba en la manera de proteger a su gente sin levantar sospechas de que en realidad su maldad sólo había sido una máscara, no estaba en sus planes que fueran lastimados ni denigrados, ni siquiera él se daba el lujo de sabotear sus trabajos y comezaba a tenerle coraje a la duquesa oscura, pues consideraba injusta e intolerable su manera de conducirse frente a quienes mantenían en orden y deslumbrante su hermoso palacio y a quienes les debía la compañía, los alimentos y todos los momentos de alegría y entretenimiento.
— Querida, tengo que tratar asuntos con el consejero, comprenderás que debo quedarme a solas con él, por lo que deberás entretenerte sin mí por un par de horas — explicó el rey
— Querido, no me has dedicado ni un sólo minuto desde que llegué, pero te lo permito sólo porque llegué sin previo aviso
— Isabella, por favor, en cuanto llegue Josué que lo hagan pasar al despacho y me avisan de inmediato
— Como usted diga, su majestad
Alondra hacía caras de repulsión al escuchar a su prometido ser tan amable con la servidumbre, sobre todo con Isabella, ¿será que ha comenzado a sentir remordimiento? Se preguntaba, pero al no poder averiguarlo, debía pretender que sólo era una cordialidad debido a su presencia.
Mientras Vladimir esperaba a Josué, quien era un hombre muy puntual y no tardaría en llegar, llevó a su prometida a la sala para pasar aunque fuera un par de minutos a su lado, fingir que la quería le estaba resultando desagradable, pero disfrutaba ver cómo Isabella no le dirigía la mirada cada vez que besaba a Alondra, deduciendo así, que Isabella estaba celosa, o al menos eso era lo que le gustaba creer, y tarde o temprano confirmaría sus sospechas.
— El señor Josué ha llegado — anunciaba Alaisa — y lo está esperando en el despacho, como su majestad lo solicitó
— No puedo hacerlo esperar, cariño, — indicó a Alondra — pero volveré en cuanto me desocupe para estar contigo
— Quisiera aprovechar para salir del palacio, ¿crees que alguien pudiera acompañarme para ir de compras?
— Miguelina es la indicada
— ¿Isabella no podría...?
— Está castigada — respondió en susurro
— Entiendo, se nota que es una joven rebelde
— Bastante, pero bueno, me tengo que ir
Alondra disfrutaba saber que su rey era un hombre que sí imponía su autoridad frente a quien fuera, incluyéndola a ella, a la que creyó su rival en algún momento.
Cuando Alondra y Miguelina salieron, Isabella volvió a su habitación para refugiarse, nuevamente, ya que no estaba comprendiendo lo que sentía en esos momentos, sabía que tenía coraje por los malos tratos que recibía por parte de Alondra, pero sentía aún más coraje cada vez que veía al rey con esa mujer y comenzaba a sentirse tan poca cosa junto a ella y junto a cualquier mujer. "A fin de cuentas, sólo soy una simple sirvienta, huérfana y desgraciada que nunca será vista ni amada por ningún hombre, muchos por un rey", pensaba.