Isabella recordaba las palabras que la gente del mercado había dicho sobre ella, todas esas barbaridades le hicieron ver su triste realidad. Aunque no podía recordar nada, algo en su interior le decía que todo lo que había escuchado era cierta, o gran parte de ello, haciendo eco en su cabeza todas la habladurías de la gente.
" — El novio la dejó porque perdió su pureza
— Enrique no merecía esa deshonra
— Ni la protegida del rey se salvó de caer tan bajo
— Pobrecita, pero ¿qué se podía esperar de una huérfana?
— En su mirada se nota que no es la misma chica inocente
— Escuché que fue ultrajada aquella noche..."
Pensaba en esa última frase intentando recordar algo, peeo su mente seguía borrada y sólo lograba un fuerte dolor de cabeza, así que decidió armarse de valor y acudir con el rey para tener todas las explicaciones que necesitaba.
Era de noche cuando se dispuso a visitar al rey en su alcoba, él estaba sorprendido de que ella lo buscara a esas horas, en ese momento, él estaba por empezar con su actividad de cada noche cuando fue interrumpido, pies Isabella llamaba a su puerta. Esperanza, quien era la chica en turno, abrió la puerta y al percatarse de la seriedad de la situación, decidió dejarlos a solas prometiendo regresar más tarde a cumplir con si obligación con el rey.
— Disculpe que lo haya interrumpido, su majestad, no ha sido mi intención, — el rey no dijo nada, solamente la miraba — hay algo que no me he atrevido a preguntarle
— Te noto preocupada, así que realmente debe ser algo muy importante
— Lo es para mí
— Adelante
El rey imaginaba cuál sería el tema de conversación y aunque no le agrabada la idea, estaba dispuesto a decirle toda la verdad, pues comsideraba que ella merecía saberla y estaba en su derecho.
— La gente en el reino dice cosas sobre mí que no logro entender
— ¿Te refieres a los chismosos del reino?
— Así es y yo presiento lo peor
— ¿Presientes?
— Sí, todos dicen o hacen referencia a lo mismo y hoy alguien dijo con exactitud las palabras que me quitaron la tranquilidad por completo
— ¿Puedo saber lo que dijeron?
— Que... que fui... ultrajada — Isabella agachó la mirada con pudor
— Levanta la cabeza y mírame bien, Isabella, la gente del reino es anticuada, prejuiciosa y no tienen ningún derecho a juzgar a nadie
— ¿Eso quiere decir que es verdad? — preguntó ella asustada
— Desafortunadamente, sí
— ¿Pero cómo fue? ¿Porqué alguien me haría algo así?
— Tú debes saber que tú no tienes la culpa de lo sucedido, un infeliz es que debería cargar con todo el peso de la ley y de las habladurías
— ¿Quién es? ¿Cómo fue que me expuse a tanto? — Isabella tenía tantas preguntas que el rey no quería responder, pero debía hacerlo
— Huiste del palacio una noche y cuando te encontré, estabas tan golpeada que no despertaste en un día entero, tu ropa estaba destrozada y el médico me confirmó lo que tanto me temía
— Supongo que... — Isabella lloraba cubriéndose el rostro con ambas manos como si quisiera ocultar su vergüenza
— Mis hombres estado buscando al hombre que te hizo daño, pero no hemos tenido el éxito esperado
— ¿Y Enrique?
— Él era tu prometido, pero luego de esa noche se fue de la ciudad
— Entiendo, él jamás me amó de verdad
— Si te hace sentir mejor, siempre desconfíe de él, pero lo acepté porque pensé que él te hacía feliz
Vladimir se atrevió a abrazar a Isabella luego de verla empapada en llanto, unos minutos después ella le agraeecio y regresó a su habitación.
Sintiéndose culpable por toda la desdicha de Isabella, Vladimir se encerró en su habitación sin requerir de la compañía de Esperanza, quien se quedó esperando a que su rey le abriera la puerta.
A la mañana siguiente cambia las cortinas de su recámara, las únicas que habían permanecido de color en todo el palacio, ahora se vestían también de luto representando el enorme dolor que la abordaba al descubrir su propio infierno.
El rey Vladimir cada día la veía menos sonriente y son ganas de vivir, pero no había nada que él pudiera hacer para ayudarle, era como si poco a poco esa joven se fuera apagando volviéndose gris como las tonalidades de su palacio, el mismo que ahora se sentía tan callado y vacío sin la alegrían a la que Isabella les tenía tan acostumbrados.
Por momentos, Isabella permanecía encerrada en su habitación, sumida en la tristeza y la soledad, añoraba tener algún recuerdo que le diera la fortaleza que tanto necesitaba en esos momentos y buscaba en su diario algo que le sirviera, pero este nuevo diario no tenía nada de lo que había sido su vida anterior y no había ni señales del viejo diario ni nada sobre su pasado, solamente la medalla que portaba en su pecho. Cuando se percató del objeto, vió que se podía abrir y en él encontró uns hermosa foto de la boda de sus padres, supuso que eran ellos, pues su parecido con su madre era realmente impactante, podría hacerse pasar por ella y nadid lo notaría. La sonrisa de su padre le inspiraba tanta ternura y podía percibir el amor que ellos se tenían uno al otro y pensó que quizá así la habían amado también y que probablemente no les gustaría verla así, pero no sabía cómo continuar exactamente.
Vladimir seguía siendo presionado por Alondra para comenzar los preparativos de la boda, él no quería apresurarse, pero no tenía otra opción ya que ella amenazaba con su regreso, y lo único que le pasaba por ls mente era cómo explicaría la situación actual de Isabella sin afectarla, se sabía que la familia del duque oscuro era muy peculiar con los desprotegidos.