Al amanecer, el rey se percata que se ha quedado dormido al lado de Isabella, se levanta bruscamente recordando que olvidó devolver la medalla, observa en el objeto una especie de símbolo que debe tener algún significado, pero al desconocerlo decide no seguir explorándolo más, aunque le causa curiosidad lo que lleva dentro, puede imaginar que porta la foto de los padres de Isabella, pero no se atreve a más, solamente quiere que Isabella lo use como de costumbre y con mucha cautela, lo coloca en su pecho e intenta abrocharlo sin molestarla, pero, al sentir que alguien la tocándola sin su consentimiento, Isabella despierta reaccionando abruptamente y apartándolo de inmediato demostrando un miedo intenso.
— ¡Suéltame, no me toques! — grita ella
— Isabella, calma, soy yo
— ¡Déjame!
El rey se coloca en el rincón de la habitación para apartarse de ella, lo que menos desea es causarle más daño por lo que prolonga el silencio hasta que llega Miguelina, quien al escuchar los gritos de Isabella corre en su auxilio y logra percatarse de la escena, Vladimir al ver la reacción de Isabella, decide salir de la habitación sin tener tiempo siquiera de explicarle que él no fue quien la atacó durante aquella noche.
Miguelina se queda con Isabella tratando de tranquilizarla, pero ella solamente llora amargamente durante horas, se rehúsa a comer y a salir de su habitación sintiendo vergüenza de su cuerpo y de toda su existencia. Miguelina cuida de ella y le habla tratando de hacerla sentir mejor, pronto descubre que Isabella no recuerda nada ni su nombre siquiera.
— Muchacha, ¿sabes cómo te llamas?
— Isabella
— ¿Y cómo te apellidas?
— No lo sé
— ¿Entonces, cómo es que sí sabes tu nombre?
— Porque él lo dijo
— ¿Él? ¿Te refieres a Vladimir? ¿O al rey?
— Al hombre que estaba aquí
— ¿Y sabes quién soy yo?
— No, pero...
— No te esfuerces, muchacha, yo te voy a ayudar. Tú eres Isabella y yo soy Miguelina, debes quedarte aquí mientras yo mando a traer al médico, ¿de acuerdo?
— Pero...
— Pero nada, ésta es tu habitación, siempre has vivido aquí, así que puedes estar en calma y sentirte a salvo aquí.
Miguelina hace llamar al médico y corre a buscar al rey para informarle lo que estaba sucediendo.
— ¿Estás segura de que no recuerda nada, Miguelina?
— Completamente segura
— ¿Entonces, no me culpa de lo sucedido?
— Ni siquiera sabe quién eres
Eso le daba la oportunidad de enmendar todos su erros para ganarse su confianza y cariño, y quizá, algún día, su corazón. Con la memoria perdida, no le preocupaba mucho la decepción amorosa que sufriría al enterarse de que Enrique se había ido del reino al saber su desgracia, pero sí le mortificaba que su salud se viera afectada ppr esa pérdida de memoria.
Cuando el médico regresa al palacio para revisarla, ella no permite que él la toque, permanece a la defensiva y el médico logra comprender la situación, Miguelina no se aparta de ella ni por un segundo para hacerla sentir segura, luego, el médico se dirige al rey para confirmar que Isabella tiene amnesia, además de los daños psicológicos por lo que vivió.
Isabella es acompañada por Miguelina, Alaisa y Esperanza preocupadas por su amiga, les llevan la cena y un poco de agua hasta la habitación para que prontp recupere su salud por completo, pero Isabella tampoco logra reconocerlas y ellas salen de allí cabizbajas. Miguelina le explica quiénes son y lo mucho que han vivio juntas, todas ellas desde muy jóvenes, le cuenta también que cuando ella llegó, ella ya estaba allí siendo una huérfana. El rey había dado órdenes estrictas de no decirle a Isabella lo ocurrido esa noche y todo se le manejó como un accidente en caballo, incluso, Miguelina al encontrar el preciado diario de Isabella, decidió guardarlo hasta que el médico y el rey aprobaran que era buena idea regresarlo a su legítima dueña, pero no la dejaron sin nada, por el contrario, Vladimir le compró uno nuevo para que comenzara a contar su historia a partir de ese punto de su vida, ya que al médico le parecía terapéutico y no se había opuesto a ello.
A pesar de no saber lo ocurrido, Isabella sabe que algo malo le pasó, sabe que su vida cambió radicalmente y que nada volverá a ser como era antes, su tristeza es profunda a pesar de todos sus esfuerzos por volver a ser quien era, el llanto reaparece una y otra vez como advirtiéndole de su desgracia. Ella no ha querido salir de su habitación durante días, días en los que el rey Vladimir no se ha atrevido a verla de nuevo por temor a que lo rechace o que reaccione mal, días en los que el reino entero se ha llenado de habladurías al respecto de Isabella y su desgracia, y el rey se ha llenado de odio por toda esa gente ignorante y chismosa, como él los llama, días en los que Enrique y su familia no han regresado dejando en gran duda el amor que le profesaba a Isabella, días en los que el rey no ha dejado de buscar al infeliz que le arrebató la felicidad a la mujer que tanto ama en silencio.
A la par de la desgracia de Isabella, Vladimir recibe carta de su prometida para presionarlo a dar inicio a los preparativos de la tan esperada boda, pero él no estaba de humor para prestarle atención a los caprichos de su novia y ni siquiera se había dado el tiempo para pensar en ello, sólo quería permanecer al pendiente de Isabella y ahora menos que nunca deseaba atar su vida a alguien más, pero no podía romper su compromiso con Alondra, pues sabía que no debía provocar la ira del Gran Duque Oscuro o tendría que atenerse a las consecuencias de su rechazo, consecuencias tan desconocidas y tan oscuras como su título y su vestimenta de costumbre.