22. Intentando seguir

1086 Words
Habían pasado días desde que Isabella había perdido la memoria, ella se presionaba a sí misma tratando de recordar algo, pero solamente lograna un terrible dolor de cabeza que a veces sólo se le quitaba durmiendo un poco. Durante la mañana de ese día, ella se sueña intentando huir del rey Vladimir II para estar con su prometido, en la escena, la furia del rey es desatada al encontrarla en paños menores siendo atacada por él, por lo cual ella se siente obligada a huir, ella sabe que tiene un prometido, pero no logra ver su rostro en su sueño. Al despertar, Isabella se siente amenazada por el rey y aunque no logra recordar el rostro de su prometido, cree que algo le ha sucedido y que su sueño es en realidad un recuerdo, no está muy segura de ello, pero aún así se dirige a la habitación del rey, abre la puerta y lo observa en poca ropa, pues recientemente ha terminado de bañarse, está tan furiosa que ignora el pudor del rey y el suyo propio, se acerca a él tomando la espada perteneciente al rey y la apunta directo a su cuello mientras lo cuestiona al respecto de su sueño. — ¿Por qué me mintió? — ¡No sé de qué me hablas! El rey estaba admirado por el gran valor de Isabella al atreverse a tal osadía, pero debía mostrarse enfurecido — ¿Dónde está mi prometido? — continuó Isabella con firmeza — ¿Qué te hace pensar que yo sé dónde está? — Porque yo soñé... recordé — corrigió — lo que usted quiso hacerme Vladimir presintió que al haner corregido la oración, sólo había sido un sueño y no un recuerdo de Isabella y evitó prestarse a su juego. — Bien, como ya recuperaste la memoria, recordarás, también, cuál es tu lugar en esta casa y te ordeno que bajes la espada de inmediato — ¡No! Hasta que su majestad me diga la verdad — La única verdad que necesitas saber es que yo te encontré malherida y te salvé la vida — ¿Entonces, realmente no sabes quién me lastimó? — ¡No! A pesar de que todos mis hombres de confianza han estado buscando al culpable de tu... accidente — dijo el rey recordando que Isabella no sabía realmente lo quenle había sucedido — ¿Y tampoco sabes dónde está mi prometido? — ¡No! Tampoco sé dónde está tu valiente enamorado — No te agrada, ¿verdad? — pregunta bajando la espada — Nunca me agradó, alardeaba demasiado sobre el amor que te tenía, pero justo ahora, me pregunto dónde está su gran amor hacia tí Isabella sale de la habitación del rey en silencio, confundida y agobiada por su actuar, regresando a su habitación para escribir en su diario las palabras escuchadas del rey, pues creía que debía escribir toda la información que lograra obtener hasta armar su historia, quizá así conseguiría recordar algo algún día. Más tarde, el rey Vladimir la visitó en su habitación con la intención de saber cómo estaba, pero mostrándose furioso por el episodio anterior entre ambos. — Sólo quería que supieras que no te castigaré por lo sucedido en la mañana, aunque debería — Estoy muy arrepentida por lo que hice, por favor perdóneme — No puedo prometerte nada, pero sí necesito que regreses a tus labores normales, aunque sea poco a poco — Así será, su majestad — Isabella accedió al sentirse culpable por haberlo amenazado de muerte — Y por favor, que no se repita o me veré obligado a tomar cartas en el asunto — Puede quedarse tranquilo, señor, jamás volveré a hacer algo así — En realidad, puedes hacerlo de nuevo, mientras no sea a mí — Gracias, señor A Isabella le extrañaba que el rey le hubiera dado permiso de actuar de esa manera contra alguien más, quizá lo hacía pensando en que sería buena idea que aprendiera a defenderse. El resto de ese día, Isabella permaneció en su habitación, callada y pensante hasta quedarse dormida. A la mañana siguiente, recordó que el rey le había pedido regresar a sus labores normales, aunque no lograba recordar cuáles eran, tenía ganas de beber un delicioso café y como era muy temprano, como solía levantarse, no podía preguntarle a nadie al respecto y decidió preparar el café ella misma mientras esperaba. Vladimir bajó a la cocina con la esperanza de que Isabella estuviera preparando su delicioso café, como cada día, pero al no escuchar la dulce voz de ella, creyó que Miguelina había decidido comenzar con esa labor para tratar de sustituir a Isabella, se llevó una grata sorpresa al verla allí, aunque le causaba un dolor en el corazón el no verla sonreír ni escucharla cantar como lo tenía tan mal acostumbrado, se sintió bien de saber que ella estaba intentando volver a vivir. — Su majestad, no lo escuché entrar — dijo e hizo una reverencia — Por favor, sírveme mi café — evitó sonreír al verla y se tomó un asiento Isabella sirvió la taza de café y la colocó en la mesa o terminar de preparar, se quedó mirando el endulzante tratando de recordar si al rey le gustaba con ese ingrediente y la cantidad exacta que prefería, Vladimir se percató de ello y le ayudó un poco. — Una y media — dijo, refiriéndose a las cucharadas que debía agregar y ella lo hizo sintiéndose aliviada. — Gracias, su majestad — Miguelina podrá decirte cuáles son tus tareas — Sí, señor — Tengo que irme a una reunión con el parlamento, espero regresar para la hora de la comida, Miguelina ya sabe el menú de hoy — Sí, señor, ¿desea comer algo antes de partir? — Por favor, prepara algo rápido, no importa qué Isabella cocinó lo más rápido que pudo, le era difícil al no recordar los gustos del rey, pero aún así hizo lo primero que se le ocurrió, el rey no dijo nada acerca de lo que Isabella había preparado y almorzó sin poner pero alguno, luego de eso, él se fue y ella se quedó bebiendo su café, esperando a que Miguelina bajara para darle indicaciones. Vladimir pudo darse cuenta que aunque el café de Isabella era el mismo que le preparaba siempre, no sabía igual, le faltaba ese toque de su dulce voz y su sonrisa para volver a ser perfecto, pero por ahora tendría que conformarse con la ausencia de esos dos ingredientes.
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