Entre prisas, Isabella bajó al salón, a lo lejos, el rey Vladimir la observaba acercarse, aunque portaba un antifaz del mismo color que su vestido, él podía distinguir su belleza incomparable. Ya estaban algunos invitados presentes, incluyendo a Enrique y su familia, quienes al sentirse fuera de lugar, la esperaban para tomar asiento en alguna mesa, él no pudo evitar admirarla con ese atuendo tan elegante y refinado, aún no sabía que se trataba de su prometida, pero aún así se portó amable cuando llegó hasta él.
Alondra pudo darse cuenta de que la mirada se su amado rey ya no le pertenecía, ¿quién era esa intrusa que le estaba arrebatando la atención de su novio? El gran duque oscuro solamente observaba la escena en la cual su futuro yerno se perdía en la resplandeciente belleza de Isabella pensando en que su adorada hija podría sufrir por un desamor muy pronto, a causa de la debilidad de Vladimir, las mujeres.
Isabella se acercó a Enrique ofreciendo un lugar en la mesa del rey, pero éste se negó al no reconocerla, ella insistió retirándose el antifaz que le cubría el rostro, él estaba atónito por no haberla reconocido, en la distancia, Alondra descubría la identidad de su peor enemiga, pero continuaba mirando solamente, callada y orgullosa.
— Por favor, tomen asiento — insistió Isabella al detener su caminar junto a la mesa del rey
— No creo que sea una buena idea — expresó Enrique
— ¡Enrique! — intervino el rey — Son bienvenidos en esta mesa, le pedí a Isabella que se sentaran con nosotros para comenzar a convivir como la gran familia que pronto seremos
— Le agradezco, pero de verdad, no queremos incomodar
— De ninguna manera, el duque y su hermosa hija estarán muy agradecidos por su compañía, ¿verdad que sí? — preguntó dirigiéndose a ellos con la mirada
— ¡Por supuesto! — respondió el duque
— Siendo así, estaremos honrados de compartir mesa — accedió Enrique
Durante la fiesta, sus hermanas no podían dejar de hablar y admirar todas las riquezas que tenían a la vista, todos se percataban de su imprudencia, incluso Isabella, quien no hacía más de comprender que no estabam acostumbradas a tanto.
El salón estaba casi lleno cuando Alondra le propuso a Vladimir comenzar el baile siendo los primeros en la pista. Ser el centro de atención, le duró unos pocos segundo a Alondra, ya que Isabella y Enrique los siguieron en la pista.
— Debieron esperar otro momento para bailar — expresó Alondra
— Es un baile, la idea ds que la pista se llene pronto — explicó Vladimir
— Lo sé, pero debieron dejarnos ser el centro de atención por unos minutos
— Tú siempre eres el centro de atención, querida, no te sientas opacada por nadie
— Las hermanas de Enrique son muy...
— Jóvenes para todo ésto, debes entender que es algo totalmente nuevo para ellas
— Cariño, tú siempre tan comprensivo
— Anda, demostrémosles a todos cómo se baila
Vladimir y Alondra comenzaron su baile especial, uno que nadie pudo seguirles el paso logrando despejar la pista y volver a ser la admiración de todos.
A diferencia de Alondra, Isabella no se sintió celosa en ningún momento, le parecía tan romántico y no dudó en expresarlo en voz alta.
— Son una hermosa pareja, ¿verdad?
— Claro — respondió el duque
— Ésto es tan romántico
— ¿Estás muy emocionada, Isabella? — preguntó el duque — pareciera que éste es tu primer baile
— No lo puedo disimular, la verdad es que me encantan las historias de amor
— ¿ASI que es por eso?
— Claro, ¿qué más podría ser?
Isabella sentía que el duque sólo buscaba que ella revelara la verdad de su verdadera relación con el rey, pero ella era inteligente y no se dejaría embaucar.
Al terminar la canción que bailaban, Vladimir se arrodilló frente a Alondra y sacó una linda cajita que portaba un anillo con una piedra preciosa en el medio, delante de todos los invitados le pidió a Alondra que fuera su esposa.
— ¿Te casarías conmigo?
— Cariño, ésto significa que no me lo esperaba — respondió con lágrimas en los ojos
— Tomaré eso como un sí
— Desde luego
Él comenzó a colocarle el anillo y luego todos aplaudieron emocionados, el duque se acercó hasta ellos para expresar su felicidad.
— Estoy conmovido por la escena
— Gran Duque, espero que me ceda la mano de su hija por las buenas
— ¡Estás loco! ¿Cómo podría negarme?
— ¡Estoy tan feliz, papá! — expresó Alondra
La alegría de Isabella se expresaba con un par de lágrimas rodando por sus mejillas, las cuales, Enrique se encargó de secar suavemente con un pañuelo que solía guardar en su bolsillo.
— Es hermoso — mencionó él
— ¿Verdad que sí?
— No me refiero a esa escena, hablo de tiempo, de cómo lloras con la alegría de los demás
— No creo que yo sea la única conmovida
— En realidad no, pero yo te miro sólo a tí
— Enrique, gracias por amarme tanto como yo a tí
— Nuestro sueño también se hará realidad muy pronto, de eso no tengas duda
— No la tengo, y sí, espero impaciente ese día
Vladimir, el Duque y Alondra regresaron a la mesa para continuar con la celebración, proseguía el brindis por la pareja al fin comprometida. Luego de las felicitaciones de la mayoría de los invitados, todo volvió a la calma, el banquete fue servido y todos se disponían a cenar.
— Querida, — habló Alondra dirigiéndose a Isabella — ¿Acaso tú no estás feliz por nosotros?
— Por supuesto, Alondra, claro que comparto su felicidad
Isabella y Enrique los felicitaron y justo cuando él intentaba decir unas palabras para pedir formalmente la mano de Isabella, Alondra interrumpió evitando tal suceso.
— ¡Cariño! Creo que Deberíamos premiar al mejor disfraz de la noche, ¿no lo crees?
— Claro, querida, — respondió Vladimir percatándose de lo que ella había evitado — aunque quizá no sea el momento
Isabella tomó la mano de Enrique haciéndole saber que debían retrasar la pedida de mano por respeto a la duquesa.
— De hecho, creo que es un excelente momento, los invitados están un poco aburridos ahora
— Entonces, hagámoslo...