El rey y Josué ya habían conversado de lo que les concernía y ahora hablaban de otros temas, del difunto rey y de la próxima boda real, pero a Josué le interesaba más el tema del amor secreto de su majestad, esa que no era su prometida y encontraba la manera de hablarlo sin invadir la privacidad del rey.
— Como siempre, ha sido un placer tratar asuntos con su majestad — expresó Josué haciendo una pequeña reverencia
— Por favor, Josue, no hagas eso, al menos no cuando estemos a solas
— Pero usted es el rey
— Y tú el mejor amigo de mi difunto padre, me conoces desde niño y no me siento cómodo con tanta formalidad
— Eres igual a él
— Lo dudo mucho
— Él siempre fue así, a solas el mejor amigo que se pudiera tener, siempre hablando de todo y a veces, hasta olvidaba que el consejero era yo y me daba los mejores consejos en cuanto a mujeres
— No me imagino a mi padre siendo tan informal
— Era como un chiquillo rebelde, así como tú
— ¿De verdad?
— Por supuesto, incluso Miguelina te lo podría confirmar
— ¡Vaya! Nunca me lo imaginé de él
— Recuerdo que él se hizo cargo de una chiquilla...
— Isabella
— Ella se volvió la hija que siempre quiso y que tus padres no pudieron tener
— Sí, la amó
— Pero no te sientas desplazado, que te amaba más que a cualquier cosa en el mundo
— La verdad, es u tema del que no quisiera hablar en este momento
— Comprendo... Pero, ¿sabes? Recuerdo que Isabella solía deleitarnos con su gran talento — dijo mientras se sentaba junto al piano — Te agradecería mucho si pudiera volver a escucharla de vez en cuando
— La mandaré a llamar, pero debes saber una cosa sobre ella — el rey hacía una campana para que alguien del servicio les atendiera, siendo Esperanza quien atendía al llamado de su amo.
— Dígame, señor
— Esperanza, por favor dígale a Isabella que venga
— Enseguida, señor. ¿Les ofrezco algo de beber?
— Josué, ¿deseas beber algo?
— Un té estaría perfecto — respondió Josué
— Que sean dos, entonces
Esperanza se fue para cumplir los encargos del rey, mientras tanto, el rey le explicaba a Josué sobre el accidente y la pérdida de memoria de Isabella.
— ... Es algo lamentable — expresó Josué luego de escuchar lo que relató Vladimir
— Pero por favor, no le menciones nada de ello, podría alterarse
— No tienes ni qué pedirlo
Después de un corto momento, Esperanza regresó con la jarra de té y dos tazas siendo acompañada por Isabella.
— ¿Me mandó a llamar, su majestad?
— Isabella, sigues siendo la misma muchacha que conocí — expresó Josué
— Lo siento, señor, pero yo no tengo memoria
— Ya su majestad me lo dijo y lo lamento mucho
Esperanza se retiró luego de servir el té.
— Isabella, el señor Josué, además de ser mi consejero y anteriormente, consejero de mi padre, era su mejor amigo
— ¿Entonces, usted sabe cómo llegué a este reino?
— Lo siento, pero en eso, mi querido amogo Vladimir, que en paz descanse, siempre fue muy reservado, aunque conociéndolo tan bien como lo conocí, estoy seguro de que en algún lugar escondió algo referente a ello, si buscan bien, podrán encontrarlo
— Le agradezco mucho, señor — dijo Isabella
— Tenía la esperanza de volver a escucharte tocar el piano, Isabella
— También olvidé cómo hacerlo
— Al menos deberías intentarlo, — mencionó mientras la invitaba a acomodarse para tocar el piano, a lo cual ella accedió — Sólo haz cualquier movimiento
Isabella lo intentó, pero eso no salió bien, Vladimir la observaba detenidamente y Josué se percataba de ello, confirmando que el amor secreto del rey era nada más y nada menos que Isabella.
— Creo que no es correcto que siga intentando — expresó Isabella, luego de fallar en repetidas ocasiones
— Cierra tus ojos — le solicitó Josué, pero Isabella miraba al rey como pidiendo permiso para obedecer a alguien más
— Él ha sido el consejero del rey por muchos años, creo que también pondrías seguir sus consejos — explicó el rey
— Cierra tus ojos y coloca tus manos en posición, respira profundo, Isabella, profundo y toca cualquier cosa.
Isabella obedecía a cada indicación de Josué con la esperanza de lograr recordar aunque fuera, alguna melodía, no le estaba resultando como tal, pero los sonidos del piano comenzaban a relajar su alma poco a poco y aunque no había logrado tocar ninguna melodía, estaba satisfecha con lo que sentía en ese momento.
— Lo estás haciendo muy bien y, si su majestad te lo permite, creo que si lo sigues intentando cuando estés a solas, tendrás los resultados que buscas
— Puedes tocar el piano cuando gustes — accedió el rey
— Gracias su majestad, y muchas gracias también a usted Josué
— No me agradezcas, ha sido todo un placer brindarte mi ayuda.
— Su majestad, perdón que interrumpa, pero su prometida no tarda en regresar y aún no nos ha dado las indicaciones para la cena de esta noche, ya que supongo, deberá ser un menú especial.
— Tienes razón, Isabella, prepapra mi comida favorita y cuando ella regrese, solamente le pregujtas si desea algo en específico
— Sí, señor.
— Su majestad, si me permite acompañarlos esta noche, — solicitó Josué — ya que quisiera conocer s su distinguida prometida
— Desde luego, — aceptó el rey — por favor, Isabella, que agreguen otro lugar en la mesa
— Sólo tengo una pequeña petición más
— Tú dirás
— No quiero que su prometida me conozca como el consejero del rey, ya que supongo que me darías un trato especial y yo quiero ser tratado como ella lo haría con cualquier otra persona del reino , si no es mucho pedir
— Me sorprende tu petición, Josué, pero si eso es lo que deseas
— Sé que es extraño, pero créeme que sólo así se conoce a las personas de verdad...