Vladimir se levantó muy temprano para beber del café de Isabella antes de irse, pues quería ponerla nerviosa de nuevo con su presencia luego de lo ocurrido durante la noche, ella se disponía a ingerir su bebida en ese momento.
— Buenos días, Isabella — interrumpió el rey tomando un lugar en la mesa de la cocina
— Buenos días, su majestad — respondió ella
— Por favor, sirv... — en ese momento, Isabella ya tenía su taza servida antes de que él terminara la oración se la dió — Gracias
— ¿Hoy también tiene reunión con el parlamento, señor?
— Así es, y debo irme pronto
— Ayer llegó hasta la hora de la comida, debería almorzar algo o regresará nuevamente con mucha hambre
— Sí, es lo que estaba pensando
Isabella comenzó a cocinar algunos huevos y luego le sirvió a él, quien se sentía tan bien siendo atendido por ella. Ambos bebían su bebida cuando la voz de Miguelina se aproximaba hasta ellos.
— Pase, don Abraham, por aquí
— Buenos días a todos. — Saludaba el hombre. — Espero no les incomode que haya venido tan temprano sólo para beber del delicioso café de Isabella
— Por favor, usted es mi invitado — respondió Valdimir
Isabella sirvió dos tazas más de café
— Aquí tiene don Abraham, espero sea como usted lo recuerda
— No lo creo, porque estoy seguro que es mejor
— Le agradezco el cumplido
Miguelina se disponía a abandonar la cocina cuando Isabella le dió una taza con café, obligándola a beber también
— Ándale Miguelina, es hora de almorzar
— Pero tengo mucho que hacer, hija, y luego no alcanzaré a hacer todo — replicaba
— Miguelina — dijo el rey — Por favor, acompáñenos a almorzar, ya después reorganizaremos las tareas
— Pero su majestad
— Señor, Miguelina, Alaisa y Esperanza nunca quieren almorzar debidamente, — explicaba Isabella — si un día de enfermaran por ello sería...
— Sería algo terrible, — interrumpió el rey — todo mundo me culparía y no queremos eso, ¿verdad, Miguelina?
— De ninguna manera, su majestad — accedió Miguelina tomando un lugar en la mesa
Isabella cocinó más huevos para las personas que los acompañaban y sirvió dos platos más y uno extra para el rey, quien se notaba que aún tenía hambre.
— Isabella — cuestionó el rey — ¿y tú no vas a almorzar cpn nosotros?
— No serían bien visto que la persona que les sirve se sentara en su mesa, su majestad
— De ninguna, manera lo permitiré
— Pero no queremos incomodar a la visita
— ¿Pero qué cosas dices, muchacha? — Replicó Abraham — Anda, acompáñanos a almorzar también
Ella sonrió y obedeció. Miguelina, Estratégicamente se había sentado en la orilla, dejando a Isabella sentarse junto al rey.
— Ésto está delicioso — expresó Abraham
— La niña Isabella tiene un excelente sazón — explicó Miguelina
— Bueno, tampoco es la gran cosa — respondió Isabella
El rey la admiraba cada vez más, la humildad y modestia que demostraba le hacían engrandecer todo ese amor que sentía por ella. Abraham (Josué) y Miguelina notaban cómo la miraba con tanta ternura y casi sin parpadear, hipnotizado por su voz y su belleza natural. Pero Abraham quería saber lo que Isabella sentía por el rey para salir de dudas y poner en marcha un buen plan para separar a Vladimir de Alondra.
— Isabella — comenzó Abraham la conversación — Ayer mencioné que me gustabas como futura nuera y me gustaría saber qué es lo que piensas
— Yo... creo que no estoy lista para una relación, aunque mi memoria es ausente, sé que estuve recientemente comprometida
— Entiendo, pero no te preocupes, mi hijo ni siquiera está aquí, anda de viaje y ni siquiera él sabe cuándo regresará
— ¿Qué edad tiene su hijo? — preguntó el rey
— Veinte años, justo en la edad casadera
— Es muy joven aún, quizá, él quisiera conocer más el mundo
— Justo es lo que hace, pero me prometió que a su regreso sentaría cabeza y si no me trae a una novia a casa, yo se la he de encontrar. Por eso pensé en tí, Isabella
Isabella se sintió incomoda con la insistencia de Abraham y se levantó de la silla con el pretexto de recoger las tortillas que había puesto al fuego y así, dando la espalda dijo lo siguiente
— Para serle sincera, no creo que yo sea una buena elección, con tantas habladurías y desgracias que han llegado a mi vida, seguramente sólo atraería desdicha a su vida
El comentario de Isabella dejó atónitos a todos los presentes, pues era evidente la opinión negativa que tenía de ella misma. Cuando ella volvió a la mesa, el rey trató de consolarla amablemente.
— El hombre que no te sepa valorar, perderá el cielo y será el más grande idiota de la historia, pues una mujer no vale menos que otra debido a las circunstancias de la vida
Ella lo miraba cuando él hablada y sus ojos se llenaban de luz, se notaba que lo amaba, pero esa sombra que oscurecía sus pensamientos no le permitía hacérselo saber con libertad.
— Josué, — Dijo el rey — Alondra no se despertara hasta el medio día, podríamos aprovechar el tiempo para ir al despacho
— Yo no estaría tan seguro de que tu futura esposa...
— Créeme — interrumpió el rey — Alondra suele dormir hasta nueve horas y como anoche... — él observaba la reacción de Isabella — nos desvelamos, aún le faltan algunas horas más. Cuando ella se despierta antes, créeme que todo el palacio se dará cuenta de inmediato — dijo, recordando los gritos que su prometida por no dormir sus horas
Cuando todos terminaron de almorzar, el rey y Abraham se reunieron en el despacho para tratar el tema que se vería en el parlamento y posteriormente, el rey se fue para cumplir con sus deberes en el parlamento. Mientras se llegaba el medio día, Isabella acompañaba a Abraham.