32. El despertar de la lujuria

1061 Words
Al terminar la cena, Abraham solicitó al rey conocer el espacio donde se llevaría a cabo la recepción de la boda para ir viendo detalles. — Miguelina, por favor traiga las llaves mientras hablo con Isabella en el despacho — ordenó el rey Alondra estaba deseosa de escuchar lo que su prometido haría con su rival, "ojalá la abofeteara como se lo merece", pensaba. — ¡Lo que hiciste fue una grosería! — gritaba el rey — ¡Te he tendio mucha consideración a cusa de tu accidente, pero de verdad, ya no puedo dejsr pasar este tipo de situaciones! ¡Y mucho menos delante de mis invitados! — Le juro que... — ¡No me jures nada, Isabella! — los ojos del rey parecían que pronto saldrían de sus órbitas y lo que para él era una actuación, para ella era algo real y estaba muy asustada ya que él había tomado un fuete y temía que lo usars en su contra — ¡Estarás castigada otra semana sin salir del palacio! Isabella comenzababa comprender que todo era una fachada para hacer valer su autoridad frente a Alondra — Pero, señor... El rey golpeó la pared con el fuete y desde afuera parecía que el golpe había sido para callar a Isabella, quien se soltó llorando al ver que el golpe no había sido para ella en realidad. — ¡Dos semanas de castigo! ¡Y vuelve a provocar mi ira y será de por vida! ¡Y ahora retírate de mi vista porque no quiero verte! Isabella salió con lágrimas en los ojos y casi corriendo del despacho, Abraham se preguntaba si la escena había sido real o no, pero debía continuar en su papel. — Una disculpa por lo ocurrido, por favor continuemos — dijo el rey El rey, Alondra, Abraham y Miguelina paseaban por el salón de fiestas, en cierto momento, Alondra y el rey se alejaron para besarse y Abraham aprovechó para preguntarle a Miguelina por Isabella en tono de susurro. — ¿El rey sí le pegó? — No, después de explico Sintiéndose aliviado, Abraham continuó con sus tareas como organizador. Luego se retiró. — Señorita Alondra, mañana regresaré para continuar con mi trabajo — Por favor, que sea después del mediodía, ya que odio levantarme temprano — Será como usted prefiera — Por favor, Miguelina, acompañe al señor a la salida — Sí, su majestad Alondra y el rey se dirigían a su habitación, mientras Miguelina despedía Josué. — Ahora si explíqueme lo que sucedió realmente con ls muchacha — Por supuesto, pero primero el recado del rey — Escucho — Me pidió que le dijera que puede venir mañana temprano a beber el delicioso café que prepara Isabella, la señorita Alondra nunca se levanta a esas horas y así podrán platicar como su consejero — Perfecto — Le aseguro que mi niña Isabella jamás fue golpeada por el rey, ni lo será jamás, eso del castigo fue un invento ya que después del accidente, Isabella no desea salir del palacio — Debe ser muy difícil para ella — Bastante — Pero dígame, Miguelina, ¿verdad que el rey se ha enamorado de ella? — Shhhh, no puede decírselo a nadie — Lo sabía, no se preocupe. Aunque ahora mi pregunta es, ¿Isabella sentirá lo mismo por el rey? — Yo no puedo decírselo, pero venga mañana temprano, Isabella siempre se levanta junto con el sol — Por aquí estaré, entonces. Josué se marchó con ls esperanza de poder ayudar al rey a tomar una mejor decisión en cuanto a su próxima boda y Miguelina ahora sabía que podía contar con la complicidad de él para reunir a ese par de enamorados testarudos y obstinados que se rehusaban a reconocer y luchar por sus sentimientos. Luego de cerrar el palacio, Miguelina se fue a descansar, pero no sin antes visitar a Isabella en su habitación. — ¿Estás bien, mi niña? — Sí, Miguelina — Cuando te vi salir del despacho, llorabas. — Sólo me asusté con el golpe — ¿El rey se atrevió a golpearte de verdad? — No, Miguelina, él golpeó la pared, pero ya me conoces como soy — Bueno, creo que él solo intenta protegerte — No lo supe hasta que me extendió el "castigo" — Él sabe que tú no deseas salir de aquí — Me alegra contar con su apoyo — Te lo dije, él es bueno, pero debe fingir que no lo es, sobre todos delante de su prometida — Ahora lo sé — Te dejo para que descanses — Tú también descansa, Miguelina, y muchas gracias por todo Como de costumbre, Isabella se preparó para dormir, se puso su ropa cómoda, apagó las luces y bajó a la cocina a tomar agua, cuando volvía a su habitación, se vió tentada a espiar al rey nuevamente, el rey ya esperaba que Isabella lo hiciera y solamente miraba el reloj despitadamente, esperando el momento justo para hacer una de sus artimañas. ”Creo que Isabella ya debe estar afuera ", pensaba. — ¿Te gustó? — le preguntó a Alondra — ¿Pero porqué me preguntas eso? Su ya sabes que tú siempre me llenas — respondía ella — Quiero escucharlo de tus labios — ¿Qué más quieres escuchar? — preguntaba ells traviesamente — ¿Qué es lo que más te gusta de mi cuerpo? — Tus ojos tan lindos, eres tan guapo, pero tus brazos son tan fuertes y tonificados, tu pecho duro y tu parte más amajo es tan perfecta y siempre me da placer — ¿Mi ombligo? — Oh, no, yo no hablo de tu ombligo — ¿Entonces de qué? — Ya sabes, hablo de tu pene — ¿Te gusta cómo te lo hago? — Me encanta Isabella se sentía apenada por escuchar todo eso y decidió retirarse, Vladimir estaba seguro de que ella había escuchado todo eso y lo disfrutaba. Cuando ella regresó a su habitación, se recostó en la cama para intentar dormir, pero algo en ella se empezaba a sentir diferente, en su mente estaban las imágenes del rey y trataba de imaginar cómo sería que él la abrazaba con esos brazos fuertes y tonificados como Alondra había mencionado, y así, pensando en todo lo que había escuchado e imaginando situaciones con él, se quedó dormida...
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