13. Miedo prematrimonial

1180 Words
Luego del buffet de bienvenida, Isabella se refugió en su habitación intentando reflexionar sobre lo ocurrido, en cuestión de minutos, Miguelina le llevó un té para tratar de apaciguar sus nervios y aconsejarla, mientras el rey mantenía ocupados al gran duque y a la duquesa. — ¿Pero cómo se le ocurre presentarme como su hermanastra? — cuestionaba Isabella — ¿en qué estaba pensando el rey, Miguelina? — Isabella, hija, no deberías estar tan molesta, el rey sólo te hizo un favor — ¿Un favor? ¿De verdad lo crees? Si sólo han estado tratando de humillarme — ¡Eso no hubiera sido necesario si tú hubieras hecho la reverencia como todos los demás! — interrumpió el rey — ¡y si portaras el uniforme como el resto del personal! Isabella lo miraba asustada por sus palabras, pues seguía sin comprender la intención sus acciones — No comprendo, su majestad — Miguelina, por favor, lléveles un poco de jugo al jardín — ordenó el rey — Sí, mi señor — El gran duque oscuro y toda su familia son muy conservadores, si se percataran que te he permitido comportarte de esa manera siendo una simple sirvienta, ¡me acusarían de adulterio! — Pero aún no está casado — No, pero me tendría que olvidar de mi compromiso con Alondra de inmediato, ¿eso es lo que quieres, Isabella? ¿Verme infeliz y envuelto en más habladurías? — No, su majestad, me disculpo por mis errores — dijo Isabella tratando de imaginar a un rey más gruñón que de costumbre — De nada sirven tus disculpas, mejor prepárate para el evento de mañana, ya que tienes que causar una gran impresión, una muy buena impresión en ellos, y explícale a Enrique cuál será tu posición durante el evento — ¿Eso quiere decir que puedo salir a verlo? — Sí, pero sólo unos minutos para informarle y que Alaisa te acompañe — Sí, señor, gracias El rey regresó al jardín para acompañar a sus visitantes, mientras que Isabella y Alaisa salían del palacio. — Querido, ¿dónde está tu hermanastra? — preguntó Alondra con curiosidad — Le dí permiso de salir un momento, debía comprar unas cosas para mañana — Es una lástima que no esté por aquí — dijo con ironía — Debes tener mucho cuidado con ella, — injirió Sebastián — aunque esté comprometida, sus acciones pueden dar mucho de qué hablar y dañar, no sólo su propia reputación, sino la de todo el palacio, incluyéndote a tí, Vladimir — Lo sé, Sebastián, pero no hay nada de qué preocuparse, Isabella es inteligente y sabe lo que hace — Creo que confías demasiado en ella, querido — insinuó Alondra — Sólo lo necesario, querida, por favor, no te pongas celosa de ella, nunca podría verla como mujer ni como nada — Te creo, querido, te creo — mencionó ella incrédula Luego de informar a Enrique sobre la situación que vivirían al día siguiente, Isabella y Alaisa regresaron al palacio manteniendo una conversación amistosa como de costumbre. — Eres muy afortunada, — expresó Alaisa — mira que casarte con tu primer amor y sin ningún inconveniente de por medio, es como un sueño hecho realidad — Lo sé, Alaisa, y me siento dichosa con ello — Se te ve desde lejos la felicidad, ¿sabes? eso nos da esperanza a las demás, crecí creyendo que ese tipo de cosas sólo le sucedían a las princesas — Pues yo no soy una princesa, como sabes bien, y sí, es es como un hermoso sueño de amor del que no espero nunca despertar — Y Enrique es tan guapo, tan caballeroso, el hombre perfecto, se ve que te adora y te respeta — Eso fue lo que más me gustó de él, que me respeta y me valora — Lástima que no se puede decir lo mismo de la duquesa — dijo con voz de susurro — Siempre hay un roto para un descosido — aclaró Isabella — Ya lo veo, — dijo en tono de burla — aunque creo que no le caíste nada bien — Sí, me dí cuenta desde un principio — Por suerte, el rey te presentó como su hermanastra y de seguro, eso te salvó de un castigo — Sé que inspira miedo, pero dudo mucho que sea así — Por favor, se le nota la maldad en los ojos — Bueno, debo admitir que también ví eso en su mirada, aunque creí que eran ideas mías — Para nada y te sugiero tener mucho cuidado con ella — Lo tendré muy en cuenta, pero ahora debe hablar de otra cosa — ¿Hay algo que quieras contarme? — Bueno, ya casi me caso, y como sabes, yo no tengo ninguna experiencia con los hombres — ¿Así que estás nerviosa por tu noche de bodas? No te preocupes, es algo de lo más normal — ¿En serio? Pero tengo miedo, he escuchado que la primera vez duele horrible — De verdad que es algo muy normal, y sí duele, pero depende mucho también del trato que te de tu hombre y estoy segura que con Enrique no tendrás ningún problema con eso — ¿Pero entiendo, sí duele? — Sí, pero re gustará — No entiendo como puede ser un dolor que me guste — No es que siempre te vayana doler, sólo la primera vez, algunas la segunda también, pero como dije, depende del trato que te de tu hombre — También tengo miedo a no ser lo que él espera — Aprenderás de él, te lo aseguro — ¿De verdad? — Sí, y para eso debo haber mucha, pero mucha comunicación entre ustedes — ¿Comunicación? — Sí y sin que te de pena porque de eso dependen todas las relaciones — Pensé que dependían del amor — Sí, pero no, verás, luego le preguntamos a Miguelina, seguro que ella nos puede dar una mejor información al respecto — Tienes razón, aunque nunca escuché que se casara o algo así — Bueno, realmente no se necesita un esposo para esas cosas — Eso es algo... promiscuo — dijo Isabella tapando su boca de inmediato para evitar que se sintiera como una ofensa — Descuida, no me ofendes y sí, suena promiscuo, pero ya me cansé de la doble moral — ¿Doble moral? — Sí, ¿porqué a los hombres sí se les permite tener a michas mujeres antes del matrimonio y a las mujeres no se les permite teker experiencia? ¿Entonces con quién van a tener esa experiencia los hombres? ¿Si entiendes mi punto, no? — Creo que sí, un poco — Y si resultará que te casas y tu hombre no sabe cómo hacerte sentir en las nubes, nunca sabrás lo que es una verdadera... — ¡No lo digas! — Bien, me guardaré mis comentarios para cuando Miguelina nos ilumine con su experiencia — Gracias, Alaisa, de verdad es que me ayudas mucho — Anda, ya estamos cerca, será mejor que hablemos de otra cosa
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