Mientras Isabella escuchaba las palabras entre Miguelina y el rey, algo en su corazón se removía como una esperanza de que ese hombre algún día pudiera mostrarse ante el mundo como lo que realmente es, un joven ansioso de afecto y comprensión. Para no descubrir que los escuchaba, tocó a la puerta antes de entrar, como normalmente lo hace, al escuchar ésto, el rey y Miguelina pronto tomaron una posición normal de rey y empleada, en la que ella recibía ciertas órdenes.
— ¡Adelante! — exclamó el rey dejando pasar a Isabella
— Sí, señor, yo me encargo de supervisar todo en la fiesta — mencionó Miguelina
— Buenas noches, señor, vine a informarle que la cena está lista, ¿desea que le sirva en el comedor o aquí, en su habitación?
— Bajaré al comedor en un momento — indicó el rey
— Excelente, con su permiso
Isabella sale de la habitación cerrando la puerta nuevamente, sabe que falta aún la bendición de Miguelina hacia su querido rey, ese niño al que tanto disfruta consentir. Su sonrisa es genuina y cuando el rey llega al comedor, ella no puede evitar sentir ternura, aunque sabe que para compensar esa escena en su habitación, ahora se mostrará aún más gruñón.
Isabella lo miraba sintiendo que el cielo era tocado por sus pies, ese nuevo nuevo sentimiento que empezaba a surgir en ella le atemorizaba, pues creía que sólo le traería tristeza y dolor el verlo casarse con su duquesa, la misma de la que casi nunca le escuchaba hablar.
El día anterior a la fiesta, Alaisa vió acercarse la carreta de la duquesa oscura, corrió a informarle a los demás para que estuvieran preparados. El rey, quien se preparaba en su habitación, fue interrumpido por Esperanza.
— Su majestad, vengo a informarle que su prometida viene llegando, Alaisa acaba de ver la carreta de la duquesa oscura aproximándose al palacio, por lo que necesito sus indicaciones para recibirla adecuadamente
— Solamente deben hacer una reverencia frente a ella y yo me encargaré de lo demás.
Esperanza avisó a todo el personal las órdenes del rey, y todos esperaban en la puerta principal del palacio para recibirla, incluyendo al rey Vladimir, en cuanto la duquesa y su padre bajaron de la carreta, todo el personal hizo la reverencia, todos excepto Isabella, quien no se enteró nunca de esa indicación. El rey la observó mientras intentaba contener la reacción de su prometida.
— ¡Alondra, querida! Al fin llegan. Ella es mi prometida, la duquesa oscura Alondra de Álamo y su padre, el gran duque Sebastián de Álamo, bienvenidos sean
— Gracias por tan grato recibimiento, futuro yerno — pronunció el duque mientras su hija observaba aIsabella de pies a cabeza con desprecio
— Te extrañé, querido y tú de seguro contaste los días para volver a verme
— Uno a uno, sin duda
— Quiero presentar mis condolencias por su reciente pérdida, — expresó el duque — debe haber sido un golpe muy duro para usted, su majestad
— Por favor, suegro, estamos en confianza y no necesitamos tanta formalidad
— Pero es tu reino, debo inspirar respeto si queremos que los demás lo hagan
— Te aseguro que así es
— Yo no estaría tan segura de eso — mencionó Alondra refiriéndose a Isabella
— Permítanme presentarles a Isabella, mi hermanastra
— ¿Tu hermanastra? — cuestionó Alondra
— Así es — mi padre bondadosamente la adoptó desde niña al morir su madre
Nadie que viviera en el palacio esperaba esa declaración, mucho menos Isabella, pero ella sabía que no debía contradecir las palabras del rey frente a sus visitantes, por lo que continuó con el juego del rey pacientemente.
— Ah, una recogida, entonces — expresó Alondra — Vladimir, eres tan compasivo, querido, por eso te amo tanto — dijo queriendo causar una buena impresión
Isabella en silencio ocultaba el rechazo proveniente de esa mujer, podía sentir su mirada sobre ella y el desprecio que le expresaba, pero no podía hacer nada al respecto.
Vladimir también sentía que su novia despreciaba a Isabella y no estaba dispuesto a permitir que le faltaran al respeto, aunque para ello debería actuar de manera autoritaria para hacer respetar su voluntad.
— Miguelina, por favor que sirvan el buffet de bienvenida
— Sí, señor
— Isabella, por favor, acompaña a Miguelina
— Desde luego — respondió ella y se dispuso a seguir las órdenes
A escondidas, Miguelina le dijo a Isabella todo lo que debía hacer durante el buffet, pues debería acompañarlos como la hermanastra del rey, parte de la familia. Afortunadamente, Isabella sabía perfecto cómo comportarse en sociedad, por lo que no tuvo problema con ello, lo único que no le agradaba era tener que soportar el desprecio de la duquesa.
— Y dime, Isabella, ¿tienes algún talento? — preguntó el gran duque
— Solamente me gusta tocar el piano
— Isabella es muy modesta, toca el piano y canta hermoso, su dulce voz es la alegría del palacio — expresó el rey
— Siendo así, deberías demostrarnos tu talento en el evento de mañana — injirió Alondra con recelo
— Para mí sería un gran placer
— Entonces no se diga más, mañana contaremos con tu talento
El rey sabía que Alondra no tenía otras intenciones más que las de dejar en ridículo a Isabella, lo que ella no sabía, es que realmente era una joven muy talentosa
— ¿Y tienes planes a futuro, Isabella? — cuestionó el duque tratando de entablar una conversación más profunda
— Casarme y agrandar la familia
— Isabella está comprometida — intervino el rey
— Debe ser un buen moso — mencionó Alondra intentando humillarla
— Es un gran comerciante, el mejor del reino
— Muy bien por tí, esperamos conocerlo pronto
— Sabía que dirías eso, querida, — comentó el rey — por ello, lo invité a la fiesta de mañana
— Querido, tú siempre adivinasmi pensar, por eso somos tal para cual