37. Los celos de Alondra

1062 Words
Alondra estaba atónita con el actuar del rey, oues nunca antes le había gritado ni la había tratado de esa manera y no tenía otra opción que tragarse su orgullo y retirarse, estaba tan molesta con Isabella y con Vladimir que podría irse del palacio en ese mismo instante, pero en la distancia lograba escuchar cómo su novio se hacía cargo de la situación haciéndola recapacitar un poco. — ¡Creo que ya has ido demasiado lejos, Isabella! — él, obviamente, gritaba para asegurarse de que Alondra lo escuchara — ¡así que a partir de este momento estarás castigada sin salir de tu habitación! ¿Escuchaste? — Alondra imaginaba la escena de él gritandole e intimidándola y ella al borde del llanto, asustada y denigrada — Le juro que... — Isabella intentaba darle una explicación sobre lo ocurrido, pero al rey poco le importaba escucharla — ¡Hasta nuevo aviso! ¡Hasta que aprendas a comportarte bajo mi autoridad! — Pero... — ¡Ya lárgate de mi vista porque no quiero verte más por aquí! — Isabella intentaba levantarse, pero el golpe había logrado marearla un poco, él se dió cuenta y la cargó hasta llegar a su habitación, en silencio para que Alondra no se diera cuenta. Alondra había escuchado hasta donde quiso y no tuvo la oportunidad de asomarse para ver si el rey había entrado a la habitación de la Isabella, pues no lo había considerado siquiera al considerarla tan poca cosa, gozaba tanto que el rey la regañara y la castigara que ello se había convertido en su diversión, pobre Isabella, ahora sólo podrían esperarle más momentos como ese a propósito y al entretenimiento de la Duquesa. Cuando Isabella y Vladimir estuvieron a solas en la habitación, él le dió una breve explicación de lo ocurrido mientras revisaba el golpe. — Perdóname por haberte gritado, pero era necesario, ¿duele? — preguntó refiriéndose a la pequeña herida en la frente — Un poco — Le pediré a Miguelina que venga a curarte — Estoy bien, sólo no entiendo porqué me castigó — El golpe logró marearte, debes tener cuidado. Y respecto al castigo, si sales de tu habitación, Alondra buscará desquitarse contigo de cualquier manera y en cualquier oportunidad, por eso es mejor que te quedes aquí y la mejor forma de justificarlo es aparentando un castigo. ¿De acuerdo? — Está bien, señor — Miguelina te subirá la comida y no te faltará nada, incluso, puedes pedirle cualquier cosa para entretenerte — Gracias, señor. Vladimir se retiró cuidando que nadie lo viera salir de allí, pronto buscó a Miguelina para que acudiera a auxiliar a Isabella y le explicó la situación. El rey Alberto y la Princesa Victoria se habían entretenido un largo tiempo conociendo el hermoso jardín del palacio, por lo cual no se habían dado cuenta de nada. — Su majestad, disculpe la interrupción, — se dirigió Gerardo con su amo — Ya que es tarde, quisiera ssber ¿cuáles serán las indicaciones para mañana — Mañana partiremos después del almuerzo — Me encargaré de todo, que pasen buena noche. Gerardo se retiró muy seguro de que Vladimir había hecho lo sugerido, este rey era tan buena persona que le había dado la habitación frente a la de Isabella para que pudiera seguir al pendiente de ella, no era nada fácil fingir ser quien no es, alguien frío y calculador, él lo entendía a la perfección, pues por tantos años él mismo ha tenido que actuar como tal por mero acto de supervivencia. Alberto y Victoria pronto subieron a su habitación para descansar, el siguiente día había que partir y no era un viaje corto, por lo que necesitarían de toda su energía. Alondra estaba tan molesta que pensaba dormir en otra habitación para darle una lección a su prometido, pero Vladimir sabía cómo encontentarla forzosamente. — ¿Así que te irás a dormir sin mí? — cuestionó con seriedad — Después de restarme toda autoridad en tu reino, es lo correcto — Pensé que te gustaba ser dominada — esas palabras eran pronunciadas con doble sentido, a lo que Alondra sonrió sutilmente. — Es diferente si no puedo corregir a la servidumbre — explicó Alondra acercándose un poco — Pensé que había quedado claro que en mi reino mando yo, — Replicó Vladímir alejándose y tomando una postura orgullosa, — Que pases una excelente noche sin mí — Tú también — respondió ella de manera cortante Vladimir no pretendía dejarse manipular por su novia, pues sus razones eran poderosas y dejó que ella saliera de la habitación, a lo que él la siguió, pero no para impedirlo. — Creí que ya ibas a dormir — repuso Alondra — Sí, pero antes debo darle las buenas noches a mis invitados especiales El rey entró en la habitación del rey Alberto para cerciorarse de que todo estuviera bien. — Agradezco sus atenciones, su majestad — alcanzaba a escuchar Alondra, previendo que Victoria sería el siguiente punto de visita, ella sólo lo dejó cumplir con su obligación de anfitrión escuchando por el otro lado de la puerta. — Señorita Victoria, espero que haya disfrutado la celebración — Fue una gran fiesta, su majestad — Recuerde que si necesita algo, puede pedírmelo con toda confianza sin importar la hora — Es usted muy amable — Pero, por favor, creo que somos casi de la misma edad como para continuar con tanta cordialidad, ¿porqué no me tutea? — Sólo si usted también lo hace. Alondra sentía tremendos celos y no tenía más opción que reunirse con su amado en la alcoba para evitar que éste encontrara en otra lo que sólo ella quería darle. — Que pases una excelente noche, Victoria — dijo el rey despidiéndose mientras besaba la mano de ella — Tú también, Vladimir Alondra decidió entrar a la habitación para ver lo que allí ocurría. — Princesa Victoria, no podía irme a dormir sin antes darte las buenas noches — Tú también eres muy amable, que descansen. Alondra y Vladimir regresaron juntos a la alcoba para la reconciliación, él sabía que esa técnica no fallaría y ahora sólo debía cumplir en la intimidad, haciendo lo que ambos tanto disfrutaban. Alondra estaba convencida de que a esa tal Victoria le gustaba su novio y deseaba con todas sus fuerzas que se fuera pronto del palacio.
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