38. Los recuerdos

1050 Words
El amanecer llegó pronto tras la gran fiesta de la noche anterior, a pesar de la desvelada, Miguelina se había levantado desde temprano para comenzar las labores, preparaba el café del que usualmente Isabella era la encargada, y preparaba el almuerzo para subirlo a la habitación de la protegida del rey, todo eso debía hacerse antes de que los invitados despertaran, por eso su prisa. Poco a poco todos iban despertando y reclamando un lugar en la mesa para almorzar, cuando todos terminaron, el Rey Alberto y su hija se despidiero para partir, en el preciso momento, alguien llegó al palacio, los guardias le invitaron a esperar, Esperanza abrió amablemente y... — Buenos días, caballero, ¿qué se le ofrece por aquí? — preguntó anonadada al ver la cerreta con el símbolo del Duque Oscuro — Es urgente que localice a la señorita Alondra, la Duquesa Oscura, ya que traigo un recado para ella de parte de su padre — Por favor, pase y espere aquí. — indicó ella y se dirigió al comedor para pedir indicaciones al rey Vladimir — Su majestad, hay un caballero que busca con urgencia a la señorita Alondra — ¿Quién podría ser? — interrumpió Alondra extrañada — Dijo que trae un recado urgente por parte del Gran Duque Oscuro — ¡¿Y qué esperas para hacerlo pasar?! — Él está esperando en el recibidor — contestó Esperanza — Por favor, Esperanza, hazlo venir hasta aquí — intervino el rey al ver la actitud de su prometida — Enseguida, su majestad El cabellero llegó hasta donde estaban Alondra y el Rey y... — Señorita Alondra, su padre me ha pedido llevarla a casa de inmediato, pies su madre se encuentra muy delicada de salud y se teme lo peor — ¿Qué? ¿Pero me lo dices tan así? — respondió Alondra — Lo sentimos mucho, señorita — mencionó él — Querida, será mejor que vayas — injirió Vladimir — ¿Pero, tú no vendrás conmigo? — Lo siento, sabes que tengo asuntos demasiado importantes que resolver — Entiendo, cariño, aunque a mi pesar, quizá debamos posponer un poco la boda — Yo me encargo y por favor, no dejes de escribirme para saber de ustedes — Así será Vladimir abrazó muy fuerte a su prometida y la vió partir sintiendo gran pena por ella, pues aún recordaba como si hubiese sido ayer, la muerte de su madre y aunque, sabía que debería acompañarla, realmente no podía, pues el rey Alberto aún lo tenía muy preocupado con sus amenazas. El palacio volvía a la normalidad pronto, ahora sólo le quedaba levantarle el castigo a Isabella, así que no perdió el tiempo y subió a su habitación para hacerlo personalmente. — Buenos Isabella — Buenos días, su majestad — Espero no te hayas aburrido mucho — No aún, estaba aprovechando para hacer limpieza profunda en mi habitación — Eso es muy bueno, pero ya no será necesario — ¿Eso qué quiere decir? — Que ya puedes salir de aquí — Pero usted dijo que... — Lo sé, pero ya todos se fueron, incluyendo a Alondra — ¿Pasó algo? — Por desgracia, mi futura suegra está muy delicada de salud y el Duque mandó por su hija — Lo lamento tanto, la señorita Alondra debe estar muy triste con la noticia — Bastante, se fue muy abrumada — Rezaré por la señora, para que Dios decida lo mejor para ella, y rezaré también para que el Gran Duque y la señorita Alondra pronto tengan consuelo y resignación Vladimir sonrió al escuchar tan noble gesto, no cabía duda que el corazón de Isabella era tan grande que no albergaba rencor alguno después de tan mal trato recibido por parte de Alondra. — Sólo quería que lo supieras por mí, ahora iré a descansar un poco — Su majestad, muchas gracias — No ha sido nada Isabella estaba feliz de poder salir de nuevo de su habitación, aunque sentía que podría haberse quedado varios días más en el encierro con tal de que la señorita Alondra no sufriera tal pena. A pesar de que aún no recordaba sobre su pasado, sabía que el dolor de perder a una madre era de los que no se superaba fácilmente. La noche llegó e Isabella estaba tan agotaba por haber limpiado tanto que se quedó dormida antes de su hora normal de dormir. Miguelina, quien había subido para darle las buenas noches, se percató de que algo no andaba bien, pues Isabella sudaba y repetía algunas palabras que le hacían pensar en que estaba recordando en sueños parte de lo sucedido. La noche oscura y un hombre que la atacaba sin poder defenderse eran la escena dentro de su pesadilla, ella gritaba e intentaba safarse sin lograrlo, mientras Miguelina colocaba trapos húmedos en su frente y daba aviso al rey. — Quizá el golpe en la cabeza es lo que le está devolviendo la memoria — injirió Miguelina — Puede ser, pero hay que saber la opinión del médico — Ya mandé por él, mi señor Isabella no dejaba de balbuecar con la escena que había en su cabeza, los latidos ade su corazón estaban acelerados y su cuerpo no dejaba de temblar. A la mañana siguiente ella estaba mucho mejor, las pesadillas le atormentaban y le hacían sentir un gran temor, su mente no había logrado recordar mucho, pero con ello era suficiente para volver a sumirse en la tristeza. — Isabella, vine a ver cómo sigues — interrumpía sus recuerdos el rey Vladimir — Bien, su majestad — respondió con ojos llorosos — Debió ser un crudo recuerdo — Mucho más crudo de lo que pude imaginar — Supongo... — un breve silencio estuvo a punto de concluir la conversación, pero el rey tenía una duda — Quiza puedas decirme una cosa antes de irme — Dígame, señor, ¿qué desea saber? — Isabella, tú... — el rey respiró profundo y se armó de valor para realizar la pregunta — ¿pudiste recordar el rostro del desgraciado? En ese momento, la mirada de Isabella se transformó en algo profundo y lleno de odio y amargura, haciendo sentir al rey tan incómodo y tan intimidado por ella que evitó su mirada y se dirigió hacia la salida...
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