Un simple beso

1708 Words
Los labios de Inuyasha están rígidos por mi acción, sin embargo, no me dejo quedar así, invado su boca con mi lengua haciendo que coloque sus grandes manos en mi pequeña, pero atractiva cintura. Acerco su boca más a la mía tragándome todos los insultos que quiero soltar. Debo de admitir que tiene unos labios deliciosamente dulces y suaves, sin embargo, los recuerdos me atacan. Recuerdos que llevan tatuados a mi madre, a mi hermano… al maldito de Miki que creí que era el amor de mi vida y fue la persona que me hizo la traición más dolorosa, porque cuando él me atacó me dejó con el corazón roto. Todo por algo que ellos querían, todo por algo tan material. Todo eso para destrozarme de la peor manera que tenían, dañando a quienes más amaba en esta vida. Destruyendo a mi familia. —Mamá—la miro furiosa por no quererme dejar salir con Miki este sábado. —Tu hermano tiene partido de fútbol y prometí que iríamos todos—sonrío al pensar en Sota. —Bueno, pero me dejaras el domingo, ¿cierto?—sus ojos me miran feliz y yo la miro como un cachorro cuando tiene hambre y necesita comer. —Está bien, tú  ganas—salto sobre ella y la lleno de besos. —Eres la mejor madre de todas—besa mi cabeza y me da un abrazo maternal de esos que te llenan de calidez el corazón. Me aparto de Inuyasha cómo si sus labios quemaran los míos, siento mis ojos cristalinos, pero no me atrevo a soltar una sola lágrima. Esto no puede estar pasando ahora, Inuyasha me mira confundido, pero estoy demasiado ocupada en mi debate mental que opto por quedarme en silencio. Quiero llorar de la rabia que siento, quiero gritarle que lo odio, a él y a toda su maldita familia, quiero gritarle asesino, pero mejor me quedo callada si no quiero dejar en claro mi plan. Todo era tan perfecto cuando no tenía que pensar en vengarme, cuando mi familia se encontraba conmigo, pero ahora ya no están aquí, se han marchado lejos de mí. Pero lograré que se haga justicia, todos y cada uno de ellos pagarán por lo que le han hecho a mi familia y a mi alma que está más muerta que ellos. —Ya descubrí a qué saben—decido hablar con esa seguridad que aparento, los ojos de Inuyasha me observaron curiosos y molestos. —No debió de hacer eso—sus ojos lanzan llamaradas que yo provoqué—¡NO DEBIÓ BESARME!—grita furioso aparatándose de mi cuerpo con mucha rabia en la mirada. —Deje el drama por un simple beso—hablo con simpleza y él se acerca de manera intimidante. Sus ojos dorados parecen dos pozos de furia contenida. Levanto la mirada desafiante enfocándome en él y la manera en la debo comenzar a manejarlo. Sé que él quería besarme, pero no se atrevía. Ahora tengo un punto a mi favor y es que él ya no dejará de pensar en el beso que le di, n podrá por dos razones: porque sé que le gustó hacerlo y porque siente que traicionó a la novia. Cual sea la razón la cuestión es que él lo pensará y mientras más lo haga más ganas tendrá de volver a sentirme contra él. Sentir mi cuerpo adherido al suyo, sentir mi sabor con fervor, sentir a qué punto puedo llegar para hacerlo perder la razón. Porque no fue él quien terminó el beso, fui yo quien lo hizo y eso es una de las cosas que lo tendrán pensativo. Que no fue él quien me apartó. —Usted no es nadie para besarme—se acerca a centímetros de mi por lo que levanto la mirada desafiante y me lamo los labios con sensualidad viendo cómo se contiene de no bajar la mirada para poder observarlos a mayor gusto—y mucho menos para querer hacerme un maldito traidor, porque recuerde que tengo una prometida a la cuál amo y además sé muy bien el termino de fidelidad, algo que usted parece no saber—ahora soy yo la que me enojo, sin embargo, me muestro inexpresiva. —Si amará tanto a su prometida me hubiera apartado de inmediato, pero usted dejó que lo besara, así que no quiera verse cómo un santo porque no lo es—se aparta de mí y me mira con algo que no se descifrar—no me apartó y me siguió el beso con muchas ganas señor Taisho, así que no hablemos de fidelidad cuando usted fue quien más me acercó, porque quería besarme desde el baile que tuvimos. Solo que no se atrevía a confesarlo—comento con mucha tranquilidad. —Señorita Higurashi, tal vez si tenga razón, usted tiene la mayor parte de la empresa en su poder, pero eso no le permite que este besándome como si de un cachorro habláramos. Cachorro... Pestañeo varias veces para que más recuerdos no lleguen a mí, le doy la espalda a Inuyasha y camino hasta servirme una copa de whisky, le doy un trago y siento como el alcohol quema mi garganta. —Señor Taisho, olvide ese beso y ya—digo con simpleza y eso al parecer lo hace enojar más—deje el drama que no estamos hablando de su primer beso, así que ya deje el tema donde está—él camina hasta mí y golpea mi escritorio haciendo que me sobresalte. —No se meta conmigo señorita Higurashi, puedo ser su peor pesadilla—sonrío, al fin estás dando la cara maldito—no soy una jodido títere y no sé con qué tipo de hombres suele frecuentar, pero yo no soy de esa clase—susurra con mucho rencor. —Ya lo eres—respondo y su cara muestra la confusión—me encantaría seguir con la charla, pero tenemos trabajo que hacer, si no es mucho pedir, retírese—él me mira por última vez antes de salir por la puerta. Suspiro al oír como se cierra la puerta y me restriego la cara con el dorso de mis manos. —Control Kagome, control—me susurro para mí misma, la puerta se abre y Sango entra por ella. —¿Cómo te fue en tu primer día?—pregunta al sentarse frente a mí con unos documentos en manos. —Te lo resumo—ella asiente—una discusión con la prometida de Inuyasha, yo besando a Inuyasha y discutiendo con él—sus ojos se abren más de lo normal y pasa sus manos por su melena marrón. —¡Estás loca!—susurra y ruedo los ojos—lo acabas de conocer, mierda debiste esperar más tiempo, ahora él no te querrá cerca, según lo que escuche es demasiado fiel a su prometida—asiento incómoda. —Me lo hizo saber después del beso—le contesto. —Bueno, cambiando de tema te traigo esto—me pasa los documentos que trae en mano—me lo envió Koga está mañana y creo que deberías saber—abro el documento muerta de curiosidad. Nombre: Shippo. Edad: 6 años Vivencia: Orfanato de San Valentín Tokanyan. La miro confundida sin entender que tiene que ver ese niño con mis planes, no hay nada más, sólo eso y una foto de un pequeño cabello naranja y muy bonito, la ternura que transmite es impresionante. —¿Qué tiene que ver esto con mis planes?—pregunto confundida mirando la fotografía del pequeño. —Shippo, es un niño adorable según las mujeres del orfanato, hace 3 años su hermana lo dejó abandonado en ese lugar—responde con una mirada que me dice que lo que dirá a continuación es algo que me gustará o algo que me va a favorecer. —Sigo confundida—sonríe. —Shippo Hoyo, hermano bastardo de Kagura Hoyo y Kikyo Hoyo—la miro sorprendida, más de lo que estoy. —¿Por qué está en un orfanato?—pregunto más interesada. —Shippo es el heredero de la fortuna que tienen esas dos, el padre de Shippo dejó todo a nombre de su único hijo varón cuando murió. Como él cobraría la herencia a la edad de 18 años ellas simplemente quisieron desaparecerlo del mapa. La madre de Shippo murió de cáncer cuándo el pequeño tenía la edad de 2 años, su padre la llevó con sus hijas y medio año pasó antes que muriera de un paro cardíaco—la miro asombrada por toda la información que me ha otorgado, este podría ser el fin de esas dos. Unos toques en la puerta hacen que salga de mis pensamientos. —Adelante—un chico de algunos 24 años, muy guapo por cierto aparece frente a mí. —Disculpe señorita Higurashi—hago un además para que termine de entrar—soy el chico que defendió en recepción—lo miro y descanso mi espalda. —Si ya recuerdo—le sonrío cómplice. —Quería agradecerle por todo lo que hizo por mí el día de hoy—me levanto y camino hasta él—nadie le pone un paro a la señorita Kikyo y el que usted dijera todas esas palabras me hizo sentir muy feliz, muchas gracias por todo señorita Higurashi—dice sin mirarme a los ojos—y me disculpo si por defenderme le causo problemas, eso es lo que menos quiero luego de lo que hizo—susurra. —No hay porque agradecer—sonrío y él se sonroja—todos merecemos ser tratados iguales—él asiente—y tranquilo, no causaste ningún problema—él suspira aliviado. —Bueno me retiro, con permiso señorita—asiento y lo veo marcharse. —Alguien tiene un enamorado—murmura Sango y yo la fulmino. —Porque mejor no vamos a conocer a mi nuevo hijo—Sango se levanta y camina hasta la puerta. —¿Por qué no me sorprende que hayas dicho eso?—pregunto sonriendo. —Tal vez porque me conoces mejor que nadie—contesto caminado hasta el ascensor y sin quererlo mi mirada se cruza con una dorada...  
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