Deprimente.
Esa sería la palabra que describiera en su totalidad este lugar. No puedo creer que tengan una gran cantidad de niños y adolescentes en un lugar como este. Es algo que no me cabe en la cabeza porque las condiciones de este lugar son horribles. Me trago el sentir algo, pero no puedo dejar de mirar la estructura de este lugar.
Este lugar se ve tan... sin vida, es cómo si careciera de emociones y felicidad, no le desearía a nadie estar en un lugar como este.
Estoy en el orfanato. Desde que puse un pie en este lugar un horrible olor a humedad y sucio invadió mis fosas nasales haciendo que tome una respiración pausada para tratar de ingerir poca cantidad de oxígeno en mis pulmones.
Mis tacones hacen eco en el pasillo donde no se escucha ningún ruido. Por lo normal creo que debería de haber un bullicio, teniendo en cuenta que aquí habitan niños.
Estoy segura de que Sango piensa lo mismo que yo, esto no parece un orfanato más bien parece una horrible cárcel. Creo que ni en la cárcel se ve un lugar tan deprimente como en el que estamos ahora.
Cuándo la chica que nos recibió (no recuerdo su nombre) abre una puerta nos invita a pasar. Ya dentro puedo ver perfectamente la oficina de la directora del orfanato la señora Irasue. La chica nos dice que tomemos asiento a la espera de la señora, aceptamos y esperamos no tan paciente cómo les hago creer.
—Buenos días—la voz de una señora llena el silencio que se había establecido en la oficina. Lentamente me giro hacia la puerta, una señora elegante nos mira cansada y hasta podría decir que hastiada. Pasa y se sienta en su silla—¿quieren adoptar a alguno de nuestros pequeños?—pregunta.
—No, solo vinimos a comprar ropa, pero como se puede dar cuenta nos confundimos de lugar—responde Sango rodando los ojos con fastidio.
—Sí, venimos a eso y le pido que sea rápido porque tengo una junta en dos horas—la señora nos apuñala con la mirada.
—Vamos—la seguimos mientras ella nos muestra el lugar, los niños se ven tristes en este lugar, aunque hasta yo lo estaría, el lugar no tiene vida, las grandes paredes de un gris de lo más deprimente y las columnas blancas. Es extraño que habiendo niños en este lugar no se escuchen ruidos de risas y alegrías como debe de ser, hay un silencio que hasta miedo te puede dar de tan perturbador.
—Entonces con cual niño o niña se piensan quedar—habla la directora del orfanato mirándonos de mala manera. Enarco una ceja y le doy un vistazo rápido a Sango, le envió un mensaje con la mirada y ella sonríe captando rápidamente.
Se supone que hay que hacer trámites para adoptar a un niño, pero aquí no hacen nada de eso, eso me hace sospechar. Nada en este lugar parece ser que haya por la vía legal, lo que me hace estar en alerta absoluta.
—Cariño, ¿quieres un niño o una niña?—pregunto melosa.
—Amor yo quiero una niña—responde Sango mirándome pervertidamente.
—Yo creo que es mejor tener un hombre, corazón—la directora del orfanato nos mira horrorizada.
—Pero quería una niña para peinarla, maquillarla, llevarla de compras—Sango empieza a enumerar las razones por la cual deberíamos tener una niña y yo solo quiero soltar la carcajada que estoy reteniendo cada vez que miro la cara de la directora quien está escuchando conversaciones que no le interesan y de las cuales debería de darnos privacidad.
—Esperen—interrumpe la directora—¿u-usdes son les-lesbianas?—pregunta tartamudeando y son los ojos bien abiertos.
—¿Eh?, pues si—responde Sango.
—¿Tiene algún problema?—pregunto con una sonrisa no muy amigable que digamos.
—Claro...claro que no—se da la vuelta—mejor continuemos—miro a Sango y ella también quiere morir de la risa por escandalizar a la señora esa.
***
Nos hicieron firmar muchos papeles para darnos al niño, no sé porque me siento tan nerviosa por tener un niño cerca de mi espacio personal, jamás he trabajado con niños y tengo miedo. A Sota lo cuidé, pero mamá me ayudaba bastante, pero esta criatura está bajo mi cuidado y de nadie más y tengo miedo de fallarle o que no se pueda acostumbrar a su nueva vida, o que me odie.
Quiero ayudar a ese pequeño, aunque lo busqué y lo use para mis planes también siento compasión por él, no merece estar en este lugar tan deprimente.
—Listo pueden esperar a que le entreguen al niño—avisa la secretaría de la señora chismosa, digo, la directora.
—Gracias—me levanto de la silla y camino con Sango siguiendo mis pasos a esperar a una hermosa criatura.
***
—Shippo ella es tu nueva madre—oigo decir a la directora del orfanato y eso me hace dar la vuelta, veo a un pequeño con cabello hermosamente naranja y unos ojos preciosos. Es tan pequeño. Frunzo el ceño cuando veo la ropa, o la asquerosa ropa que tiene, una camiseta que le queda gigante junto a unos jeans que le quedan grandes, y la ropa está sucia y vieja.
—Hola Shippo—saludo acercándome a él, él me mira y baja el rostro pareciendo asustado.
—Hola—lo oigo musitar bajito.
—Eres un niño muy hermoso—digo levantando su carita.
—Gracias... tú también eres muy linda—dice y se sonroja.
—¿Quieres venir conmigo?—él asiente y agarro su pequeña mano para llevarlo hacia el coche.
—¡Wao!, ¿ese es tu auto?—pregunta dando saltos y muy feliz.
—Sí, pero ahora también es tuyo—el me mira sorprendido.
—¡Gracias!—grita de lo más feliz y dejo que lo toque.
—Es un niño verdaderamente atractivo—dice Sango y río.
—Pedófila—ella ríe conmigo.
—Te queda bien el rol de madre—la miro y ella sonríe—es bueno saber que no estás muerta del todo amiga—me dice.
—Que estupideces dices Sango—ella me mira triste.
—Que mi amiga de toda la vida, la vi regresar hoy, aquella tierna y carismática, la nueva Kagome no hubiera hecho hacerse pasar por lesbiana solo para escandalizar a una señora estirada—una lágrima cae por mi rostro y la limpio rápidamente.
—Creo que deberíamos de irnos—ella asiente y entra a ayudar a Shippo.
—¿Le pusiste el cinturón a Shippo? —pregunto encendiendo el auto.
—Si—responde, mi celular suena y lo tomo.
—Higurashi—saludo manejando.
—Soy Inuyasha, señorita Kagome.
—¿Necesitas algo Inuyasha?—pregunto manejando hacía el Penthouse.
—Necesitamos su presencia urgentemente en la empresa.
—¿Qué pasa?—su tono preocupado enciende las alarmas de mi cabeza.
—Cuando venga le explico... adiós—y cuelga dejándome con la incógnita.
***
Dejo a Sango y a Shippo en casa y manejo a toda prisa hacia la empresa, estoy saltándome los semáforos, pero la voz de Inuyasha me dejo ver que hay problemas. Cuando llego entro a recepción hay un gran alboroto. Subo al ascensor y llego a mi piso donde todos están de aquí para allá y de allá para acá. Sin preguntar nada entro al despacho de Inuyasha sin tocar.
—¿Qué está pasando? Y necesito que me respondas ya—él me mira avergonzados.
—Nos han hecho fraude... Estamos en banca rota... Otra vez—dice y quiero maldecir.