Las semanas pasaron tan rápido que cuando vine a ver ya estábamos empacando para irnos de nuevo a Tokyo. La "relación " que mantenemos Inuyasha y yo está en su mejor etapa, o como suelo pensar "en su mejor mentira ". Todo es tan perfecto entre nosotros que él de verdad cree que es amor lo que siento. Supongo que haber tomado algunas clases de actuación me han servido de maravilla por eso es que adoro el gran cerebro de Koga. Miro todo antes de caminar a la puerta. En este lugar me sentí tranquila como también intranquila. No puedo dejar de sentir un poco de nostalgia porque sé muy bien que voy a seguir mi venganza al pie de la letra.
Avanzo a recepción a esperar a Inuyasha y mi equipaje, pero una persona muy conocida me recibe con una sonrisa en los labios. Me acerco muy rápido y lo abrazo, sin duda lo que más voy a extrañar de este lugar es a Miroku, es un amigo excepcional y hace tanto que no lo veía que no lo quiero dejar ir.
—Preciosa, ¿pensabas irte sin despedirte de mi?—pregunta fingiendo estar muy dolido.
—¿Cómo crees?—ataco con otra pregunta. Sé muy bien que eso siempre lo irrita y como me fascina molestar lo hago casi siempre con él.
—Cuida tus mocos—susurra divertido viendo como mis ojos se cristalizan. Pero Miroku es de las pocas personas que pertenecen a mi pasado y que siguen queriéndome y no juzgan en lo que me he convertido.
—Te voy a extrañar—susurro con mi cabeza enterrada en su cuello.
—Yo también preciosa—murmura y luego siento un pequeño beso en mi coronilla.
—¿Por qué no te vienes conmigo a Tokyo?—pregunto rogando que diga que sí.
—Sabes que me encantaría irme contigo, pero todavía tengo que arreglar muchas cosas aquí—me aparta lentamente de él—espero y me entiendas—asiento en compresión porque yo también vine a este lugar con el mismo propósito—también por favor, cuídate mucho—lo abrazo.
—Estaré bien, te voy a esperar, espero y aparezcas pronto—él ríe.
—Claro que si—responde con entusiasmo.
—Kagome—la voz de Inuyasha me hace despegar de Miroku quien tiene una sonrisa radiante posada en tus labios. Mientras Inuyasha tiene el ceño fruncido y parece bastante celoso. Maldito posesivo.
—¿Ya nos vamos?—pregunto acercándome a él.
—Sí, ¿ya te despediste de tu amigo?—pregunta conteniéndose, ¿cómo lo sé?, muy sencillo. La manera en la que cierra los puños y respira con más rapidez que de costumbre me lo dice todo.
—Si—susurro.
—Adiós preciosa—lo abrazo una última vez.
—Adiós pervertido—él sonríe melancólico y yo avanzo caminando y no tratando de mirar detrás porque dejar amigos lejos de ti duele, duele y mucho.
Miroku es un gran amigo y tanto tiempo sin saber de él para ahora encontrarlo y convivir me trae tantos recuerdos de mi pasado. Tantos dolorosos como todos esos momentos felices donde yo era todo alegría y ser la persona más afortunada del mundo.
Inuyasha solo me mira y sonríe, lo que él no sabe es que nunca volverá a sonreír, de eso me voy a encargar yo, aunque pase toda mi vida persiguiéndolo. Toda su familia sufrirá las consecuencias de dejar un alma muerta deambular por el mundo en busca de venganza.
Él se acerca y me abraza y yo le sonrío tan falsamente que me siento mal conmigo misma. Me acerco y lo beso, suave y despacio, aunque lo deteste disfruto esos segundos en los que sus labios se mueven tranquilos sobre los míos porque así es él: encantador y un maldito bastardo. Espero tranquila a poder abordar.
—Kagome—miro a Inuyasha quien me toma de las manos y hace que lo mire fijamente.
—¿Si?—pregunto inocentemente.
—Te voy a presentar ante todos como la futura señora Taisho—mi estómago se revuelve él sonríe—me encantas—susurra y me besa.
—Estoy nerviosa—admito dentro de mi papel de mosca muerta.
—No tienes por qué estarlo—murmura—todos te amarán porque eres perfecta—asiento feliz.
—Vamos, tenemos que irnos—asiente y camina junto a mí.
***
En todo el viaje estuve pensativa en la idea de ser la esposa de Inuyasha. Ese era el plan, pero ahora me siento tan vacía y tengo miedo, ellos son mis enemigos y el asco y rencor que siento no me dejan pensar con claridad. Mientras tanto Inuyasha no me suelta ni me deja de mirar por un solo segundo poniéndome muy nerviosa.
Cuando llegamos a Tokyo está anocheciendo, el frío ataca mi cuerpo en el momento que salgo fuera.
—Pronto Kagome, pronto todo Tokyo sabrá que te amo como loco—una hipócrita sonrisa aparece en mis labios.
—Y yo solo espero eso feliz... Mi amor.