Sus labios se mueven tranquilos, pero apasionados sobre los míos. Me acerca más a él mientras mis manos se enredan en su cuello de manera audaz. Sus grandes manos, pero suaves a la vez, abrazan mi cintura y me aprieta más a él. Sus carnosos labios muerden los míos provocando un pequeño jadeo que queda atrapado en mi boca cuando su lengua entra a juguetear con la mía. Nuestros labios se mueven en coordinación como las alas de un ave al volar. Tengo que admitir que Inuyasha sabe besar bien, él sabe perfectamente lo que hace con esa boca. De pronto siento que me hace falta oxígeno y lentamente me separo de el para encontrarme sus ojos brillando como oro recién pulidos.
—Tengo que admitir algo—susurra cerca de mi boca—besas como los ángeles—dice en un pequeño susurro sin apartar sus dorados de mis chocolates.
—¿Y cómo sabes cómo besan los ángeles?—pregunto confundida con una pequeña sonrisa.
—Cómo tú lo haces—susurra acariciando mis labios con los suyos.
—Eso no es válido—murmuro sonriendo.
—Te propongo la noche más loca que vas a tener por mucho tiempo—dice separándose de mi un rato.
—¿Sexo salvaje?—pregunto.
—No tonta—responde riendo—dije loca no magnifica—me guiña un ojo y mis mejillas se tornan un poco rosadas al ruborizarme y sentir pena por la mente un poco perversa que tengo.
—Está bien—no sé si es el alcohol quien habla, pero por hoy me voy a olvidar de la jodida venganza que me destroza cada día.
—No te arrepentirás—asegura sonriendo y solo espero que tenga razón.
***
—Estás loco—aseguro riendo lentamente.
—Recuerda correr hacia la salida que está en la segunda puerta del pasillo derecho—asiento no muy convencida.
—Lista—él asiente mientras entramos a la amplia "iglesia mormona", es extraño porque hasta ahora vengo a saber que algo como esto existe aquí.
Caminamos en silencio y el guardia a cargo del turno de la noche tiene unos audífonos puestos y los ojos cerrados. Inuyasha toma las llaves en silencio que se encuentran al lado del guardia y logramos entrar.
—No te asustes, este lugar es grande—dice él mientras caminamos.
—¿Qué vamos hacer aquí?—pregunto mirando algunos salones que parecen un colegio.
—Aquí imparten algunos cursos, podemos hacer desastres—dice y entra rompiendo todo.
Yo también comienzo hacer lo mismo, en un momento me encuentro con el baño de las mujeres y una divertida idea surge en mi mente.
—¿Quieres crear una piscina aquí?—propongo mirando todos los grifos el asiente y entra al de los hombres. Abro los siete grifos del lava manos y el agua empieza a caer por el suelto como loco ya que tape todo que pueda interferir.
—Esto será divertido—entramos a un salón y me doy cuenta que es agua bendita que hay.
—Yo, Kagome Higurashi te bautizo a ti Inuyasha Taisho—y entonces lo empujo y él cae en el agua bendita. Mis carcajadas retumban en el lugar y salgo corriendo, pero el agua en el suelo me lo dificulta.
—Ven aquí pequeña demonia—grita Inuyasha riendo.
—Alcánzame si puedes—grito, pero como era de suponer me alcanzó y me elevó en el aire.
—¿Qué decías?—susurra cerca de mis labios.
Los besa esta vez con mucha pasión, mis piernas rodean su cintura mientras que él me pega a la pared. Hasta ahora me doy el lujo de probar a pensar su adictivo sabor de labios. Él succiona mis labios con deleite mientras me acerca más a él.
—¡Hey!, ¿ustedes dos que hacen aquí?—ambos nos separamos bruscamente y vemos al guardia venir a nosotros.
—Creo que es momento de huir—él asiente y me deja caer en el suelo para luego ambos correr riendo del guardia quien nos persigue pidiendo ayuda por su radio. Tal y como Inuyasha dijo, encontramos la salida y corremos sin más miramiento.
—Creo.. Que... Lo... Perdimos—murmura Inuyasha jadeando por el recorrido y yo río.
—Te invito a una ronda de chupitos—él asiente y más tarde nos encontramos bebiendo como locos.
—Siempre pensé que eras de esas mujeres amargadas que no disfrutan de la vida—murmura Inuyasha arrastrando un poco las palabras.
—¿Por qué?—pregunto bebiendo.
—Porque tus ojos fríos siempre me muestran un dolor que tratas de disfrazar—me quedo callada.
—Creo que voy a tomar aire porque me siento un poco borracha—digo levantándome.
—Te acompaño—asiento y empezamos nuestro caminar un poco raro porque ambos estamos borrachos y nos tambaleamos un poco.
Un rato más tarde las olas del mar se escuchan tan serenas que me dan una paz infinita por ese momento. Camino y me quito las botas y luego toda la ropa quedando en solo la interior.
—¿Qué haces?—pregunta Inuyasha, pero yo ya estoy corriendo hacia el agua que me espera tan fría que un grito sale de mis labios. Siento como mi piel se pone de gallina y mis pezones despiertan.
—El agua está rica—comento e Inuyasha se lanza a ella solo en bóxer.
Me río como loca al ver su mirada que no esperaba más que agua muy fría. Él se estremece y yo sonrío, pero mi sonrisa se desvanece cuando me carga y me lanza al agua de manera violenta.
—¿Está rica?—pregunta irónico.
—¡Eres un estúpido salvaje!—le grito sintiendo arder mis ojos por el agua salada del mar.
—Y tu una niña mimada—responde él y de la nada empezamos a reír como locos. Literalmente esta noche estamos más bipolares que de costumbre.
—Tengo frío—confieso y cuando él se acerca lleno su cara de agua y nado tu riendo.
—Eso es trampa hermosa—murmura y yo río. Él me atrapa y se abalanza hacia mi boca. Debo de estar muy borracha como para permitirle eso.
—Ya me quiero ir—hablo mimosa.
—Vámonos entonces—dice saliendo del agua conmigo entre sus brazos.
***
Piiiiiii
Maldito ruido.
Piiiiiii
Maldición callen eso.
Piiiiii
Mi cabeza duele.
Piiii
Lanzo lo que sea que suena al suelo y gruño molesta. Esto es lo malo de beber. El problema no es todo el alcohol en tu cuerpo, más bien es la resaca que mata.
Miro mi cuerpo, estoy desnuda completamente y miro al lado de mí. Oh no, maldición. Inuyasha en todo su esplendor y gloria descansa plácidamente dormido. Mierda, todo se salió de control anoche.