No soy de hierro

1101 Words
He comenzado a hacerlo y ya siento el cansancio en todo mi cuerpo. Me siento en mi silla ejecutiva y miro varias veces la puerta. Es tan extraño que Inuyasha no haya venido a darme los buenos días como siempre lo hace. Me encojo de hombros restándole importancia y me dispongo a hacer todo esto. Pasan alrededor de una hora y alguien toca la puerta. —Adelante—medio grito para que escuchen. —Buenos días señorita Higurashi—Hoyo, el chico tímido y gran empleado mantiene sus ojos en el piso y nunca que me ha hablado se ha dignado en mirarme a los ojos. —Buenos días Hoyo, ¿qué te trae por aquí?—pregunto haciendo a un lado todo el papeleo que tengo. —Bueno... Lo que pasa es que.... Llego esto para usted señorita—me pasa un sobre sin emisor. —¿Quién envió esto Hoyo?—pregunto confusa al no ver quien lo envía. —No lo sé, el señor llego, dio el sobre y se marchó enseguida—comenta y yo asiento un poco distraída. —Bueno. ¿Algo más?—pregunto mirándolo. —No señorita, con su permiso me retiro—asiento y cuando él está cerca de la puerta lo llamo. —Hoyo—él da la vuelta y me levanto de mi silla—¿puedo hacerte una pregunta?—él me mira y asiente lentamente, pero nunca deja que nuestros ojos conecten. —Sí, claro que puede señorita—responde. —¿Por qué nunca me miras a los ojos cuando me hablas?—pregunto mientras que él se sonroja levemente. —Porque usted es mi superior y debo de guardar respeto—responde dejándome sorprendida. —Aún sea tu superior nunca bajes el rostro por nadie—tomo su barbilla y la levanto—nadie es superior a ti, el respeto no se mide por humillación y encuentro que al hacer eso te humillas frente a mí—comento mientras me acerco y él se sonroja. —Discúlpeme señorita—sonrío y él también. La puerta abriéndose y mostrando la figura de Inuyasha me sorprende. Su cara muestra confusión, enfado y más que nada, celos. —Inuyasha—me acerco a él y le abrazo. —Hola amor—murmura mientras me besa de manera posesiva frente a nuestro empleado. —Bueno... Me retiro—murmura Hoyo. —Muchas gracias por todo Hoyo—él se pierde entre los pasillos y mi atención se fija en el hombre frente a mí. —¿Qué hacías tan cerca de ese fulano?—pregunto molesto. —¿Estás celoso?—respondo con otra pregunta mientras sonrío. —No me respondas con otra pregunta Higurashi—camina de lado a lado y yo solo lo sigo con la vista. —Lo siento, pero no tienes que estar celoso—murmuro. —¡No estoy celoso!—ladra enojado. —Oh, ¡claro que lo estás!—respondo en carcajada. —Yo... Kagome, ¡ah! No me gusta que nadie esté tan cerca de ti, eso me pone...me deja la mente en blanco—dice, pero yo quiero divertirme. —Pero si Hoyo solo fue alguien me que hacia un encarguito—respondo para fastidiarlo. —¿Qué encarguito Kagome?—sonrío mientras me paso los dedos por los labios y su cara enfurecida me hace templar. Si darme siquiera cuenta tengo mi espalda pegada a la puerta mientras mis piernas enrolladas en la cintura de Inuyasha. Él me besa con fervor y maldad. Su beso posesivo me tiene adicta, por lo que lo acerco más a mi cuerpo y a mis labios de manera escandalosa. De repente lo siento moverse y escuché ruidos que en este momento no me importan ya que la boca de Inuyasha bloqueaba mi razón. Mi espalda choca con algo frío que deduje es mi escritorio. Los besos salvajes de Inuyasha bajan por mi cuello. Mi punto débil. Me retuerzo de placer al sentir su cálida lengua jugar con esta parte de mi cuerpo. Gemidos bajos se escapan de mi garganta mientras él besa, lame y muerde mi cuello. La puerta se abre y una muy sorprendida Sango nos mira a ambos ruborizada por encontrarnos en esta situación. —Yo... Lo siento, debí tocar—Inuyasha se levanta y me deja escapar lejos de él. —Descuida Sango—respondo con el pecho acelerado. —Me retiro—y se marcha dejándome sola, ¡cobarde! —Cierra la maldita puerta—respondo con un humor de perros. —Wao—es todo lo que se atreve a decir mientras yo miro mi despacho, da pena, todos los papeles tirados por todos lados. —Mierda, ¿cómo pude perder el control?—me recrimino a mí misma. —Te está gustando Inuyasha—responde y una fuerte carcajada resuena en el lugar. —Ya hay que internarte en un psiquiatra porque estas delirando—le digo mientras me arreglo el vestido que llevo que gracias al salvajismo de Inuyasha está todo arrugado. Mi coleta ni se diga. —Entonces explícame—me dice después de un rato en silencio—explícame porque yo no entiendo como casi dejas que Inuyasha te coja en la oficina donde trabajas. Donde los empleados están cercas y tú en esas fachadas—termina señalándome. —Sango, también tengo deseos carnales, no soy de hierro y hay que admitir que él puede muy bien apagar ese fuego—contesto como si nada. —Solo te digo, Kagome. Ten mucho cuidado. Si te enamoras pierdes, vas a perder mucho más que disfrutar tu venganza, porque ¿de qué vale todo lo que has hecho para al final salir con el corazón roto?, solo recuerda eso—y sale de la oficina. Maldición, en parte tiene razón, me estoy dejando llevar, lo que nunca puedo hacer... Tengo que acabar más rápido con todo esto. *** —Buenos días—saludo a la chica de recepción—vengo a buscar a Shippo—digo quitando mis lentes de sol y dejando a la vista mis ojos chocolates. —¿Quién es usted?—pregunta la señorita. —Soy Kagome Higurashi, su madre—respondo cansada, no estoy de un buen humor que digamos. —Espere un segundo señorita, déjeme confirmar—asiento mientras que ella teclea en la laptop. —Kagome, ¿tienes un hijo?—me friso en mi lugar y luego doy vuelta para encontrarme con la cara desencajada de Inuyasha. Un montón de trabajo espera en mi oficina por mí. Suspiro derrotada, no
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