Ajusto mi vestido mientras me miro en el espejo. Un hermoso vestido corto n***o adorna mi curvilíneo cuerpo. Me encanta como se me ve y mucho más como me queda. Amarro mi cabello en una coleta alta dejando pequeños flecos que hagan que mi rostro se vea aún más exótico. Me maquillo natural a excepción de mis labios los cuales pinto de un rojo tan fuerte que los hace muy llamativos.
Me doy vuelta viendo si tengo algún defecto o algo. Pero nada. Parezco princesa sacada de cuento. Sonrío mientras bajo donde deben estar mis cómplices y amigos esperándome. Mis ojos captan a Sango que se encuentra molestando a Koga, algo habitual en ella.
—El día que ustedes dos dejen de pelear tanto haré una fiesta a sus nombres—ambos miran en mi dirección.
—Parece que princesa de cuento—halaga Koga a lo cual le respondo con una linda sonrisa.
—Deja que Inuyasha te vea, estará babeando más de lo que ya hace—niego riendo por las ocurrencias de Sango, aunque sé muy bien que solo dice la verdad.
—Ese estúpido solo es una marioneta para mis planes—aseguro mientras que, en un bolso de mano, el cual usaré hoy llevo maquillaje, celular, dinero, entre otras cosas.
—Entonces creo que deberíamos marcharnos porque vamos un poco tarde—asiento de acuerdo a lo que dice Koga y salimos de la casa para subirnos en el coche.
—Kagome, ¿estás segura de esto?—pregunta Sango sin dejar de mirarme preocupada.
—Si—le doy una sonrisa de boca cerrada para que crea más en mis palabras.
La verdad es que cada minuto que pasa siento más miedo y pánico. Nunca pensé que este día llegaría tan pronto pero ya no hay marcha atrás. Los Taisho quisieron guerra pensando que no habría soldado que defienda y eso es todo lo que le estoy dando. Un poco de su propia medicina. Estoy cansada de todo esto y no lo niego, pero no estaré en paz hasta ver como cae cada uno de los miembros de esa maldita familia. El auto se detiene y es entonces que me doy cuenta de que acabamos de llegar a la mansión Taisho. Apuesto a que construyeron todo este palacio de ensueño a costa de sufrimiento y el dolor de otras personas.
—Buenas noches señoritas—saluda el mayordomo de la familia. Su sonrisa amable hace que le devuelva el saludo.
—Buenas noches señor—él me mira sorprendido, al parecer en esta casa no hay muchas personas amables con él.
—La esperan en la sala de estar—asiento.
—Muchas gracias—susurro caminando en dirección a la sala de estar.
—Que pase una amena noche—y no se imagina cuánto. Quería decir eso, pero opto por quedarme en silencio.
Escucho risas y más risas, al parecer la están pasando muy bien porque las risas es lo único que llena el lugar.
—Buenas noches—mi voz hace que toda la sala quede en silencio.
—¡Kagome!—grita eufórica pero de manera sofisticada Izayoi.
—Hola Izayoi—saludo abrazándola de manera amigable.
—Estás hermosa—me hago la estúpida y le regalo una deslumbrante sonrisa.
—Muchas gracias, tú también—ella me guiña un ojo de manera cómplice y se da la vuelta.
Hay que ser realistas y es que esa mujer para su edad tiene un cuerpo estupendo. Un vestido color turquesa marca su cuerpo a la perfección y este acompañado de su hermoso cabello el cual lo lleva suelto y caen como cascadas por su espalda.
—Qué bueno tenerte aquí Kagome—saluda Inu No Taisho sonriente.
—El placer es mío señor—él besa mi mano y luego se aleja para acercarse hasta su esposa.
—Hola—es el saludo que me da el idiota y arrogante de Sesshomaru.
—Hola—me limito a decir.
—¡Que linda!—la voz de Izayoi me hace verla y miro como contempla a Sango.
—Estás deslumbrante—la inconfundible voz para mis oídos de Inuyasha me hace sentir un cosquilleo en la piel. Me giro para verle y está muy guapo en saco.
—Creo que me haces competencia—comento divertida.
—No es de menos—miro a la prometida de Sesshomaru, la muy maleducada no me mira ni saluda. La ignoro por completo.
—Inuyasha ¿y Kikyo?—pregunta Inu No Taisho mirando a su hijo en espera de una respuesta.
—Inuyasha y mi hermana terminaron—la estúpida de Kagura abre la boca y muchos pares de ojos miran a Inuyasha.
—¿Por qué hijo?—pregunta confundida Izayoi.
—Qué tal si vamos a la mesa y allí les cuento la historia—todos asienten conformes a las palabras de Inuyasha.
Nos vamos sentando. Izayoi e Inu No Taisho en las cabeceras de la mesa. Yo al lado de Izayoi, Inuyasha a mi lado y Sango siguiendo a Inuyasha. Sesshomaru y Kagura se sientan enfrente, quedando Kagura de frente a mí.
—Mami—la voz angelical de una pequeña hace la mire. Una preciosa niña se acerca a la mesa y la reconozco de inmediato. Se trata de Rin, la pequeña huerfanita.
—Rin cariño, está cena es para personas grandes—comenta su madre postiza de manera muy dulce.
—Lo sé, pero no encuentro mi sirenita—su madre sonríe.
—Está en el armario, ahora sube a dormir—besa su cabeza y ella muy obediente se aleja de la mesa.
—Muy bien, queremos una explicación Inuyasha—espera intranquilo su padre.
—Kikyo y yo terminamos porque de nuestra parte, ya no hay amor. Ella ama a otro hombre y yo me he enamorado de otra mujer. Quedamos en buenos términos para no hacer la cosa dramática—miente Inuyasha mientras bebe un poco de vino.
—Ustedes se veían muy bien juntos—comenta su madre.
—Pero ya no hay amor de por medio—responde Inuyasha encogiéndose de hombros.
—¿Y quién es la mujer que amas?—pregunta su padre mientras come de su plato.
—No sé cómo pasó ni mucho menos en que momento. Solo sé que ya no sale de mi cabeza y mi corazón late de manera rápida y loco al verla. Su sonrisa es mi tranquilizante. Su voz. Su carisma y lo dulce que es. Sé muy bien que es un poco precipitado, pero—se levanta y se arrodilla frente a mi—Kagome es la mujer que amo y con quien quiero compartir mi vida, Kagome, ¿aceptas casarte conmigo?—y saca un hermoso anillo que queda frente a mis ojos.