No sé cuánto tiempo dormí. Lo que, sí sé. Es que estoy acostada en una gran y cómoda cama.
Anoche después de que Arslan se fuera, me quede un poco nerviosa. No sabia si en verdad el lugar era seguro, recorrí la casa y encontré todas las habitaciones vacías, a excepción de la principal. Era de un tamaño decente.
La habitación era como el resto de la casa. Sus paredes eran blanco y tenía dos ventanas desde el piso al techo que dejaba entrar mucha luz. Frente a la cama había un sillón gris y al pie un pequeño banco. Encima del sofá, colgado, Un cuadro abstracto y las mesas de noche solo una lámpara. Los cajones estaban limpios no encontré nada que me dijera algo de Arslan.
El vestidor era grande, al igual que el baño principal. Sin embargo, el vestidor y los cajones de este si tenían ropa. Al darme cuenta que nadie volvería, decidí darme un baño y tomar prestada una camiseta gris de uno de los cajones.
Con cautela, salgo de la cama. Afinó el oído y escucho pasos en la planta baja. Sin hacer ruido salgo de la habitación.
—Pero, en que pensabas al traerla aquí—escucho cuando me detengo en el relleno de la escalera.
—¿Dónde más la podría mantener a salvo?
—No sé, ¿en el club? ¿El ático? —la voz de Eros desborda ironía —Yannick ya sabe que está con nosotros y la usará para llegar a ti ¿No lo entiendes?
Bajo las escaleras y me detengo en la mitad. Ambos están en medio de la cocina discutiendo
—Te recuerdo que fueron tú y tu hermano los que me metieron en este problema—mi voz es severa.
Los dos me miran en silencio.
—No estoy aquí, por que sí.
—Tienes puerta franca—dice Eros frunciendo el ceño. Asiento antes de subir de nuevo las escaleras.
Escucho como Arslan dice algo, pero no presto atención. Miro alrededor de la habitación buscando mis cosas. Mi vestido algo arrugado descansa en el sofá.
—Edén—Arslan entra a la habitación. Lleva ropa similar a la de anoche.
—Solo dame cinco minutos y saldré de tu casa.
—Tu no irás a ninguna parte —gruñe—Eros tiene la boca muy grande y no sabe cuándo parar.
—No puedes retenerme.
—¿Quién dice que no? —camina hasta mi lentamente— Que harás ¿Ir a tu departamento y esperar a que Esteban y Yannick te encuentren? ¿Qué asesinen a tu madre?
Resoplo.
—Te recuerdo que tu amenazaste a mi familia—lo enfrento—Me pusiste en esta situación.
Chasquea los labios.
—Tu entraste a la boca del lobo cuando nos acostamos esa primera noche.
—Mi error—lo fulmino con la mirada.
—¿Así es como quieres limpiar tu conciencia? —se burla—Dime Edén, dime a la cara que no te gusta mi toque, mis labios sobre ti, mi pene dentro de ti.
—¡Jodete! —Murmuro removiéndome.
—Mírate—dice con los ojos encendidos—Estás excitada, tus pezones están duros.
—Te odio —mi respiración es algo superficial.
—Di lo que quieras—sonríe—Pero estoy seguro, que podría hacer que te corrieras en menos de un minuto.
—¡Que te follen! —digo tratando de ignorar sus palabras.
—No Edén. La única que quiero follar es a ti—anuncia.
En un rápido movimiento me pega a su cuerpo aferrándose a mi cadera, mientras que con la mano libre, sube la camisa dejando al descubierto mis bragas.
Sus labios rozan mi cuello. Espero que su mano me toque, pero solo acaricia el interior de mis muslos.
—Apuesto que si subo mi mano un poco te voy a encontrar mojada—susurra en voz ronca. Su mano juega con el borde de mis bragas y sus labios dejan besos húmedos en mi cuello.
Dejo escapar un suspiro.
Arslan me levanta y camina hasta la cama donde pase la noche. Me deja y se mete entre mis piernas restringido mis movimientos.
—Solo tienes que decir que si—murmura. Su mano sube con lentitud por el interior de mis muslos y acaricia mi centro por encima de la de la fina tela.
Echo mi cabeza hacia atrás y gimo.
—Abre los ojos y mírame—ordena.
Lo hago y veo su mirada triunfal. Me acaricia con más intensidad y siento que estoy al borde del clímax.
—¿Quieres que te folle?—inquiere— solo dime lo que quieres—murmura apartando mis bragas y acariciarme con más facilidad.
—¡Joder! —susurro en medio del deseo.
—¿Si o no? dime Edén—insiste en voz ronca.
Mis pezones están duros y pelean contra la suave tela. Mi respiración es pesada.
¡Dios! Es como si Arslan tuviera el manual de mi cuerpo y supiera el punto exacto de mis sensaciones.
Estoy por correrme cuando se detiene.
—¿¡Qué coño!?
—No vas a correrte a menos que lo hagas cuando esté dentro de ti o yo lo decida. Tus orgasmos son míos ¿Entiendes?
—Mamón insufrible —digo cabreada.
—Di lo que quieras, pero sabes que te gusta —rosa de nuevo mi clítoris.
—Arslan —mi voz sale como una especie de lamento.
—¿Si o no? Edén.
—¡Follame de una vez! ¡Cabrón arrogante! —exclamo con dificultad— ¡Mierda! —grito de placer cuando siento que mete dos dedos en mi interior y me corro.
Monto la ola de placer hasta exprimir la última gota de la deliciosa sensación que me produce su toque.
Apenas soy consciente de que Arslan se desnuda. Peleó con la camiseta quedando solo en bragas, que él se encarga de quitar.
Arslan me mira desde el final de la cama, está desnudo. Parece un conquistador mientras sus ojos me recorren con hambre.
Me toma de las piernas y me lleva al borde antes de caer de rodillas y continuar su asalto.
Y yo solo me entrego al placer.
Nos tocamos con codicia.
Ambos somos fuego.
Soy una mujer sin tabús que le gusta el sexo. Así que, lo hago suplicar también cuando es mi turno de darle placer.
La sensación de desarmarlo me hace sentir poderosa.
⭐?⭐
—¿Qué va a pasar conmigo? —pregunto mirando a Arslan que se está vistiendo después de nuestro encuentro.
—Vamos al club y allí podrás estar más segura—dice sin mirarme.
—Pensé que aquí era seguro.
—Esta es mi lugar personal. No traigo problemas aquí.
Lo miro incrédula
—Eres un maldito cabrón—rio sin humor—¿Sabes qué? no me interesa si algo pasa—digo poniéndome de pie— dijiste que tu hermano no sabía cuándo callar. ¿Adivina qué? ¡Es genético pendejo! —hablo poniéndome de pie sin importar mi desnudes. Me pongo por encima el vestido que está en el sofá.
—Deja el drama—dice mirándome serio—Te estas comportando como la mujer que dice que dejara al marido y nunca lo hace.
—Lo dicho. Eres un cabronazo—me pongo los zapatos.
—Si sales por esa puerta, no me hago responsable de lo que te pueda pasar.
—Vete. A. La. Mierda—digo con toda la mala leche. Tomo mi bolso y paso la mano por el cabello tratando de aplacar un poco el desastre.
Salgo de la habitación y saco una goma para el cabello. Me lo recojo. Cuando llego a la cocina todo esta en silencio.
Abro la puerta y salgo dando un portazo. Bajo las escaleras y me detengo en la acera.
—Ahora ¿A dónde? —susurro.
Siento la mirada de Arslan a mi espalda, pero no volteo. De verdad me deje follar por semejante cabronazo.
—Tienes que elegir mejor tus compañeros de cama Edén—murmuro.
Avanzo por la acera alejándome de la casa en busca de un taxi. Al llegar a la esquina tengo la suerte de detener uno.
Me subo sin mirar atrás.
Le doy la dirección de una cafetería cerca de mi departamento.
Estoy a mitad de camino cuando mi móvil suena.
Ryan.
¡Mi trabajo!
—Ryan. Hoy no voy a poder ir a la oficina—digo disculpándome.
—Edén—suena preocupado— Pensé que ya te habían dicho.
—¿No se de que hablas? —frunzo el ceño mirando a través de la ventana del taxi.
—Logan ha llegado esta semana y a pasado todos tus casos a Torres.
—¿¡Que!? —grito.
—Dijo que ya no formas parte de la firma de abogados.
Solo hay una persona con el poder de hacer eso.
¡Yannick!
—Es un atropello— murmuro.
—Lo siento. Pensé que lo sabias. Llame para saber cómo estas.
—Estoy bien y si te preguntan si has hablado conmigo, diles que no.
—Está bien—dice después de un momento.
Cuelgo y miro el tráfico infernal de Nueva York
Acabo de perder el trabajo de mis sueños. Cierro los ojos y respiro profundo. Cuando el taxi se detiene p**o la tarifa y bajo. Siempre mirando alrededor en busca de Yannick o Esteban.
Entro a la cafetería y tomo un desayuno americano. Lo devoro sin pensarlo, estoy famélica.
Miro alrededor y solo veo a personas desayunando y charlado. Resignada emprendo el camino a mi departamento.
Cuando llego al edificio donde vivo, nada parece fuera de lo normal. Cuando llego a mi piso, saco de mi bolso las llaves y la introduzco en mi puerta. Sin embargo, esta cede sin problemas.
—Yo recuerdo haberla cerrado—susurro a nadie en específico.
Abro con cautela y jadeo de horror al ver el lugar. Con lentitud entro al departamento y observo todo el desastre.
Mis muebles están rasgados y manchados, las plantas del balcón volcadas y rotas en medio del salón. La cocina no está mejor.
Dejo la puerta abierta y avanzo por el lugar. No sin antes, de la cocina tomar uno de los cuchillos carnicero.
Camino por el pasillo y miro la habitación de Niki que esta irreconocible. La cama esta destruida al igual que el mobiliario. Cierro la puerta y sigo avanzando.
Cuando entro a mi habitación es el mismo escenario. Mis cosas están regadas en el piso, los gabinetes de mis cómodas están destruidos. La cama esta rasgada y tiene manchas de pintura roja.
Ruego que sea pintura.
Lo que me deja sin aliento es lo que está escrito en la pared detrás de la cama.
Perra traidora.
Es claro quien es el responsable.
El mismo que acaba de quitarme el trabajo.
Las piernas me fallan, me dejo caer sobre la alfombra y mis cosas.
Una maldición me pone en alerta, levanto la cabeza y preparo el cuchillo para defenderme.
—¡Edén! —Me quedo sorprendida cuando Arslan entra a mi habitación de forma apresurada con un arma lista en su mano.
Al verme sentada en el piso se me acerca a mí.
—¿Estas bien? —parece preocupado.
—¿Qué haces aquí? —digo en cambio.
—Bueno. Yo también soy muy propenso a no escuchar en ocasiones—dice como si nada.
Niego.
—No puedes quedarte aquí.
—aquí es donde vivo Arslan. Es mi casa. Ya Yannick me quito mi empleo, no voy a dejar que me quite mi casa.
—No estas segura aquí —insiste.
—Dejaste claro que, si me iba no te harías responsable de lo que me pasara—me encojo de hombros—¿Qué más te da?
—Tenemos que irnos ya—Eros entra a la habitación y me mira serio—No tenemos tiempo princesa.
—Mueve el culo Edén. Te prometo que te regresare tu vida perfecta. Pero, para eso debo primero terminar con Yannick y Esteban.
—¿Lo juras? —susurro.
—Te doy mi palabra—murmura tendiéndome su mano para ponerme de pie.
Lo miro a los ojos antes de tomar su mano y levantarme.
¿Puedo creer en su promesa?
No me quedan muchas opciones.