—¿A dónde crees que pudo huir? Ha pasado un año. —No tengo idea, pero debes dejar esa obsesión por ella. Casi te descubren con lo de Felipe. —Lo de Felipe no fue nada, fueron solo sospechas sobre mí. Y me alegra que lo hayan sepultado como el bastardo que era. —Tienes que parar con esa obsesión —Eran palabras sabias, que un viejo terco y cruel como es el padre de Camila no iba a escuchar. —No te metas. —No lo haré más, en eso tienes razón, pero no quiero escuchar una sola palabra sobre aquella niña. —No era una niña, era una mujer y era mía. —No era tuya. Estas mal de esa cabeza. Unas horas después aquel hombre de aspecto sucio y cojo, salió tambaleante del único bar de aquel pueblo. Caminaba a rastras porque su estado de ebriedad era alto, iba por las calles desoladas y poco i