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EL DESTINO DE CAMILA

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Blurb

Ellos no se conocían, pero aún así ya se pertenecían el uno al otro.

Un joven afortunado y apuesto, con el dinero suficiente para tener a la mujer que desease, demostraba siempre arrogancia y apatía por los demás, pero es el dueño del corazón más noble y bondadoso que jamás se podría imaginar, siempre ponía las necesidades ajenas primero que las suyas.

Ella es una mujer de pocos recursos que la vida le ha jugado de manera amarga y dolorosa, perdió al amor de su vida huyendo de de padre que es su eterno verdugo. Con un hijo a cargo y muy pocos recursos, dedica su vida a luchar y vivir en mejores condiciones.

El destino dicta que deben estar juntos, a pesar de que todo a su alrededor grite que no.

¿Quién definirá el destino de Camila?

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1. ¡CORRE! ¡CORRE! ¡CORRE!
El silencio en la húmeda habitación es sepulcral, el joven Felipe tiene su mano firme sobre los labios de su amada Camila, el miedo invadía el cuerpo del joven, pues sabía que si no la protegía sería vendida por su padre al mejor postor. Y el mejor postor no sería precisamente una buena persona. —Mirame bien, vas a correr tan rápido como puedas, tan rápido como tus piernas te lo permitan —los ojos de la joven estaban llenos de lágrimas, su pecho subía y bajaba con rapidez, pero ella confiaba, confiaba en el hombre que amaba y sabía que la estaba ayudando. Así que no dudaría en lanzarse de un barranco de ser necesario si él se lo pedía. —Prométeme que no nos vamos a separar —los ojos de Felipe no mentían nunca, pero está vez tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano. —Camila… —¡Promételo Felipe! —le gritó. El rubio volvió a tapar la boca de Camila con fuerza y colocó su frente sobre la de ella, anticipándose a dejarla ir y dejando en él un recuerdo, intentando creer dentro de sí, que sería una historia sin final para ellos dos. Su mano libre rozaba la cintura y la mejilla inundada de lágrimas de la joven castaña. —Te amo Camila, te amo más que a nada. Me has hecho muy feliz —las lágrimas de Felipe estaban desbordadas en su rostro. —No hables en pasado Felipe, no te lo permito —la rabia era perceptible en la voz de Camila. —No hablo en pasado amor mío, hoy todo puede pasar. Sin decir nada más, Camila se liberó del agarre de Felipe y lo abrazó, apoyando su rostro en el cuello a modo de protección, se sentía segura así. De repente recordó algo importante. —Debes saber que… Felipe no se contuvo más y la beso, la beso de nuevo y por última vez, algo que no pasó por sus mentes en ese momento. El sonido brutal de un disparo y una puerta siendo abierta de golpe, los interrumpe y los saca de esa nebulosa, los trae de nuevo a la realidad, a su realidad. Felipe se coloca frente a la chica y la protege, sin darse cuenta que su mano va directo a su abdomen y ella enseguida se pone rígida, sabe que debe hablar, debe decir las cosas antes de que algo terrible ocurra. Tal vez si su padre sabe la verdad, que en ella se está engendrando un lindo bebé fruto de su amor con Felipe, desista de venderla, pues no valdrá lo mismo. Ya no es una virgen. —¡Déjenos en paz! —A ti te dejo en paz, maldito bastardo. Vengo por la mocosa que está detrás tuyo, es mía. —Camila no es de nadie. No voy a dejar que… El hombre barrigón y calvo, de aspecto sucio y desagradable, levanta la mano empuñando el arma, quita el seguro y apunta en contra de Felipe. El miedo es casi palpable en el aire y los ojos de la castaña se llenan de lágrimas, intenta zafarse de quién la ha estado protegiendo por varios años, pero su fuerza no es suficiente. —Cuando cuente tres, vas a correr y recuerda lo que te dije. No te detengas —Su voz es casi inaudible La cara de terror de Camila es contagiosa, tiene miedo, lleva una pequeña maleta a cuestas con dinero y algo de comida, debe decirle a Felipe la verdad, pero su padre es más rápido, dando un tiro al aire. —Uno… —¡No! Felipe no, por favor —casi parece que las lagrimas hablaran por ella. —¡Tres! El grito de Felipe resonó por el lugar y Camila, como se había prometido, obedeció, obedeció ciegamente y corrió, corrio tan rápido como pudo, hasta que un segundo estallido y un tercero resonó en el aire y se detuvo, en medio del bosque, sabía perfectamente dónde estaba, había crecido en medio de aquel lugar. Desde donde estaba, logró observar que su padre salía cojo y sosteniéndose el brazo, decidió subir a un árbol y esperar, esperó horas y nunca vio salir a Felipe, en un acto temeroso y rompiendo la promesa que le había hecho a su amor, regresó. El lugar se sentía más pesado y olía peor. De la pequeña maleta, sacó una linterna, pues el rubio siempre pensaba en todo y lo vio en el piso, un balazo en el abdomen y otro en el hombro. Se acercó y besó su frente, se aferró a su cuerpo y lloró, lloró tan fuerte que su cuerpo dolió, lloró tanto que sintió que la vida se iba con él. —Vamos a ser padres —estaba completamente ahogada— Debí decírtelo antes, pero como siempre, estoy arruinando las cosas. Te prometo —suspiro—. Te prometo que tu hijo te amará aún sin conocerte, tu hijo sabrá que tuvo el mejor padre del mundo y te prometo que seré mejor cada día, para que allá arriba en el cielo, te sientas orgulloso de mí —Soltó con cuidado el cuerpo del joven y limpio sus lágrimas— Seré tan fuerte como siempre quisiste que fuera. Camino y una vez estuvo lejos del lugar, volvió a correr, corría y corría tan rápido y tan fuerte en medio de la noche, sin ningún temor, por primera vez Camila no tenía miedo, sabía que ahora no estaba sola, que su hijo y Felipe estaban y estarían con ella siempre. Se detuvo a un lado de la carretera y tomó el primer bus que vio pasar, el destino no lo conocía, pero sabía que las cosas no iban a ser nada fáciles. Le parecía demasiado cruel que la vida, le diera una oportunidad de amar, pero al mismo tiempo le quitara el amor de su vida. Él era la razón por la que respiraba, era la razón por la que permanecía a salvo y seguía viviendo. Pero ahora tenía una razón más fuerte para seguir adelante, esa misma razón le estaba dando fuerza y voluntad, a pesar de sentirse perdida. Su hijo, el fruto del amor que había vivido junto a Felipe. —¡Hemos llegado! —Anunció el auxiliar del bus. Se bajo y miro a todas partes, sin tener la más mínima idea de donde se encontraba, estaba casi cegada por las luces y los grandes letreros de colores. —Debe tener cuidado mija, está ciudad —señaló el joven, un poco mayor que ella— es una jungla, solo sobreviven los más fuertes. —¿Dónde estoy? —Chicago, está en Chicago. Por cierto, no se quede en los hoteles cercanos a esta terminal, están llenos de —hizo mala cara—, cosas feas, ya sabes, drogas y prostitutas —el joven se alejó— —Espere, espere. ¿Dónde me puedo quedar? No tengo mucho dinero. Fue escaneada por completo, el joven le regaló una sonrisa amable y cálida. —La voy a llevar a un refugio, no es mucho, pero es seguro para alguien como usted. Camila confió y llegó a un lugar lleno de solo mujeres, la mayor saludó al joven y le brindó un plato de sopa, ella no sabía si debía comer, pero su estómago rugía y no dudó mucho más que los primeros segundos. Fue allí donde ella recibió una ayuda y una segunda oportunidad, aprendió que no todas las personas son malas y que para sobrevivir en este mundo se debe luchar, pero para vivir, se debe amar.

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