—¿Entonces no tienes experiencia alguna? —la rubia que la estaba entrevistando desde hacía media hora, le dio una mirada inquisitiva.
—No señora, por el momento no, pero espero…
—No me respondas con evasivas, te falta una sola prueba. Debes subir al piso 33, pedir estos documentos a la asistente del jefe, si te los entrega vienes, de lo contrario no vuelvas.
Camila subió hasta el piso indicado, había dos oficinas, se dirigió a la que no tenía puerta y se percató de encontrar a una mujer allí.
—Hola, soy…
—No me interesa niña linda, tengo un jefe nuevo en la otra oficina y me está volviendo loca, es mi último año aquí, así que ¿Quién te envió? y ¿A que te envío?
—Ana, me entregó esta carpeta y solicita que le envies esos documentos.
—Deja la carpeta a un lado, se los enviaré mañana, hoy no tengo tiempo.
—Lo siento, lamento molestarla, pero ella de verdad los necesita y me pidió que…
—No me interesa que te pidió Anita, puedes irte, mañana se los hago llegar.
Camila, se giró sobre sus talones y estaba dispuesta a irse, cuando recordó que un bastardo hacía pocos días casi abusa de ella y su vulnerabilidad, recordó también a su padre y esa mirada que le daba, cada vez que la ofrecía a sus amigos, pero que les negaba la posibilidad de estar con ella, porque ofrecían muy poco.
—Yo los busco, digame en donde se encuentran y yo hago el trabajo, después de todo, para eso estoy aquí, para trabajar.
—No tengo tiempo.
—Lo sé, por eso me gustaría ayudarle, yo busco los documentos y la dejo en paz.
La mujer la miró una y otra vez, Camila no se movió ni por un segundo de su lugar y el silencio reinó entre las dos. La joven tomó una decisión bastante arriesgada, pero quería el trabajo y la vida le había enseñado a luchar desde muy joven, así que no iba a ser una tarea difícil para ella.
Una hora después, la mujer le entregó en las manos una carpeta roja.
—Debes entregarla a Ana, ella te dirá el paso a seguir.
—Gracias, no tengo como…
—Corre, has hecho esperar demasiado a la jefa y ella no tolera eso.
Camila, bajó corriendo hasta el piso 27 donde se encontraba Ana, tenía nervios y una expectativa muy alta, pues había logrado conseguir su tarea luego de una hora.
—Señorita Ana, acá está lo que solicito.
Ana la observó completamente y sonrió de medio lado, la chica había pasado la prueba, la mayoría de las mujeres que había asistido a la entrevista se marchaban del lugar, tan pronto como recibían la respuesta negativa de la asistente de Cristóbal. Así que la persistencia de Camila había hecho que superara la prueba más fácil de todas las que una exigente Ana ponía a las entrevistadas.
—Debes entregar esa carpeta en el piso doce, busca al jefe de sistemas y regresas, debes llenar unos formularios y debo explicarte el funcionamiento de nuestro sistema.
—Señorita Ana, yo debo…
—No me interesa que debas o tengas que hacer, empiezas hoy, tu horario es de ocho de la mañana a cinco de la tarde, por lo general no viajo con mi asistente, pero si debo viajar, debes estar lista.
Camila dudo en responder de forma negativa a lo que acababa de decir, necesitaba el trabajo, el sueldo era una maravilla y los beneficios para ella y su hijo también, así que tuvo que salir corriendo a obedecer las órdenes de su nueva jefa, depositó su bolso en un sencillo escritorio que estaba afuera de la elegante oficina de Ana.
—Hola, Caro, necesito que me ayudes, obtuve el trabajo…
—¡Te felicito demasiado! ¡Estoy feliz por ti! Ahora serás una mujer de oficina —su mejor amiga la interrumpió.
—¡Caro, Caro! Necesito que me escuches, la señorita AnA quiere que empiece hoy a trabajar, salgo a las cinco de la tarde y necesito que lo cuides, por favor.
Camila sabía que pedirle eso a Carolina era más que demasiado, pues la joven debía estar en el club a las cinco en punto, para vestirse y maquillarse, pues su turno comenzaba a las 6 en punto.
—Cami, sabes que…
—Caro, lo sé. Pero necesito este trabajo, te prometo que conseguiré una guardería, es solo por hoy.
—Cami, ya sabes donde recogerlo.
La joven se temía esa respuesta, pero no podía negarse, su amiga lo llevaría hasta el “Cherry Pie” y allí permanecería con el bebé, hasta que ella llegara por él.
—Gracias Caro, te debo demasiado.
—Cami, deja de decir eso, ya te explique que lo importante es que salgas adelante, mereces más que todas nosotras juntas, estás destinada a grandes cosas.
Con esas palabras en su cabeza, colgó la llamada y se quedó trabajando hasta que las 5 marcaron en el reloj, se acercó a Ana y le agradeció por la enorme oportunidad. La rubia aún no sabía que estaba ayudando a alguien en miles de formas.
—Camila, mañana tienes la mañana libre, quería probar tu tenacidad y me has sorprendido, espero que puedas organizar tu vida, para que empieces nuevamente a las 12 del día.
—Gracias señorita, Ana.
—Sólo Ana, gracias.
Al salir, corrió a la estación de buses y esperó hasta que llegó aquel que la llevaría al club donde su amiga bailaba y tenía a su pequeño al cuidado. Estaba estrujando los dedos por la angustia de sentir que llegaría demasiado tarde, pues Carolina, debía empezar a recibir a los clientes desde las seis en punto.
—Así que aceptaste trabajar conmigo todos los días —la voz ronca del dueño del lugar, la tomó por sorpresa.
—No, sólo vine a recoger a mi hijo y me voy.
—Camila, ¿no quieres más dinero extra? —el hombre no era malo, era un gordo que protegía a las chicas que llegaban a su lugar y sabía muy bien de la situación de la morena.
—Ya te dije que no voy a bailar.
—Antes de decirme que no, escucha. El otro día hiciste un reemplazo en aquel lugar, ya sabes el de…
—El de los fanáticos por el sexo.
—Si, ese mismo. Bueno después de todo, parece que tu trabajo gusto bastante, porque me han llamado para que hagas un par de turnos más. Sabes que allí solo abren los sábados y la paga fue muy buena, considerando lo que puedo pagarte aquí.
La oferta fue tentadora, pero Camila decidió negarse mientras que no fuese necesario, pues aquella noche estuvo intimidada por aquel joven que incansablemente intentó seducirla.
Se iba a concentrar en conseguir una guardería y en mantener su trabajo, quería salir adelante y mantenerse alejada lo más posible de ese ambiente que no era muy propio para un niño.