[Ana Lago]
…cinco meses después…
—¿Estás segura Lily? —le pregunté a mi amiga quien hace unos minutos nos había reunido a Arturo y a mi en la sala de la casa para notificarnos la decisión que había tomado.
Ella asintió con una sonrisa.
—Ana y yo nos sentimos cómodos con tu presencia, eres una gran amiga y te estimamos mucho, has llegado a formar parte de nuestra familia en esta casa, puedes quedarte el tiempo que quieras —dijo Arturo mientras me rodeaba por los hombros, era su manera de mostrar su apoyo a mi deseo de que Lily se quedará a vivir un poco más con nosotros, era como una hermana para mí, me preocupaba que se fuera a vivir sola.
—Gracias en verdad chicos, yo también los quiero mucho y me han hecho sentir bienvenida en su casa, pero la realidad es que yo debo regresar a mi departamento —soltó una risita —habíamos dicho que sería solo durante el tiempo del postparto, pero me quede varios meses más, ahora me siento más segura y su compañía me ha hecho olvidar en gran parte la razón de mis tristezas. No se preocupen los visitare seguido y espero que ustedes también, además ya saben que puedo ayudar a cuidarles a los niños, cuando Arturo tengas que salir de viaje y quieras llevar a Ana o quieran ir con Lisa, con confianza me pueden decir yo gustosa, amo a estos niños.
Era verdad Lily se había encariñado con Lisa este tiempo, pasaban mucho tiempo jugando y hasta a veces en su día de descanso la llevaba a algún parque a pasear, ya que por un tiempo yo estuve en reposo por la gravedad de mi cirugía y Arturo estuvo ese tiempo pendiente de mí y de nuestro bebé. Le agradecíamos mucho toda su ayuda, que de pronto me sentí culpable el haberle ocultado algo que Arturo me confeso hace unas semanas. Lo miré con suplica, él sabía que yo no podía ocultarle nada a mi amiga. Al ver mi rostro sonrío con ternura. Movió su cabeza con afirmación.
—Lily hay algo que Arturo tiene que decirte, es sobre Miguel —ella frunció el ceño.
Arturo carraspeo.
—Discúlpame por no habértelo mencionado antes, pero Miguel me hizo prometerle que tu no sabrías…
—¿Qué cosa? —pregunto Lily algo nerviosa.
—He mantenido comunicación con Miguel desde que se fue a Alemania —el rostro de Lily se descompuso, estaba en shock, sabía que la noticia le caería como balde de agua pero nosotros éramos sus amigos y como tales no deberíamos ocultarle cosas —le prometí que no te lo diría, el quiere que tu vivas tu vida como antes, no que te la pases encerrada esperando su regreso por eso es que nunca te contesto los mails que le enviaste, si en algún momento el regresa y tu no estas con alguien tal vez puedan hablar y regresar, pero ahora piensa que lo más sano es la separación, si me preguntas creo que eso demuestra todo el amor que siente por ti, por que a pesar de amarte te esta dejando libre para que tu puedas salir, divertirte, conocer otras personas incluso conocer a alguien más, el esta consciente pero lo que busca antes que nada es tu felicidad.
Lily no se movía, me estaba preocupando su reacción.
—¿Él leyó todos los mails que yo le envíe? —cuestionó al fin, Arturo asintió —no puedo creerlo, cree que seré más feliz sin él, por favor —soltó con sorna, estaba enfadada —no te preocupes Arturo, cuando te llame y pregunte por mi dile que estoy bien, yo ya no quiero saber más de él.
Se levantó del sillón y subió las escaleras a su habitación.
—¿Crees que estuvo bien decirle? —susurró a mi oído mientras me hacía cosquillas con el roce de su nariz en mi piel.
—Es mejor para ella, la conozco, Lily es fuerte sabrá superar a Miguel cuatro años son demasiados —dije con pesadez.
—¿Tú no me esperarías cuatro años? Si tuviera que irme —me sorprendió su pregunta.
Lo besé en los labios.
—Arturo te conozco y si tuvieras que irte a trabajar lejos no lo dudarías y nos llevarías contigo, por que eso hacen las personas que se aman luchan por estar juntos, Lily me platico que le propuso muchas soluciones a Miguel, pero el las negó todas, incluso ella estaba dispuesta a irse a vivir a Alemania solo por él, creo que Miguel no tomó la mejor decisión y te llama para preguntar por ella porque ahora se arrepiente.
—Muy en el fondo concuerdo contigo, amor —se puso de pie y me tomo de la mano —vamos a ver como están nuestros hijos y subamos a descansar hoy tuve mucho trabajo y quiero pasar el resto de la tarde contigo antes de dormir.
Un cosquilleo recorrió mi espalda.
—Arturo…
—Dime.
Me mordí el labio inferior, sentí como mi espalda se tensó, pero mi mirada brillo de deseo. Rodeó mi cintura pegándome a su cuerpo tratando de adivinar mis pensamientos. Dibujo una sonrisa tremendamente sexy en su rostro, no me aguante y me abalancé a besarlo, mantuve mi mano en su mentón y su nuca, mi cuerpo reaccionó ante su beso, él se apartó un poco para recuperar la respiración.
—Amor si me besas así, no me ayudas mucho, la abstinencia es muy difícil ¿sabes?
Asentí con una sonrisita.
—Hace unos días Lily me dijo que podemos tener intimidad de nuevo, yo ya me siento bien y por lo que he estado examinando la herida ya esta completamente cerrada, si aprieto en la zona de la cicatriz no me duele, es una buena señal, sólo que tendremos que ir despacio, nada de sexo rudo.
Arturo río.
—¿Entonces que estamos esperando señora Abad? —de repente me alzó en peso completo, caminó a pasos agigantados rumbo a las escaleras, me sujete de su cuello. Al vernos tan sonrientes, vi que Juventina me saludó desde el comedor donde estaba limpiando la mesa, agite mi mano también.
—Amor, ¿pero no íbamos a ver a los niños? —pregunté, no estaba tan preocupada por que habíamos contratado una niñera para cada uno durante mi convalecencia.
Arturo subió rápidamente las escaleras, ahora íbamos rumbo a nuestra alcoba.
—No pasa nada si nos desaparecemos una hora, tu y yo tenemos un asunto muy urgente que tratar —espetó de manera sensual.
—¿Urgente?
Reí.
—Urgentísimo.
Cerró la puerta con el pie y me pidió que le pusiera seguro. Obediente lo hice.
—Puedes bajarme amor, no estoy discapacitada —bromeé.
Me bajo con cuidado.
Se acercó juntando su nariz con la mía, nuestros labios se rozaron y sentí como el calor invadió todo mi cuerpo.
—Te deseo tanto amor… —musitó, mientras nuestro aliento se cruzaba haciendo cosquillas en nuestros labios.
—Te extraño, te amo, anhelo sentirte en mí —no tuve que decir más, el pronto comenzó a quitarse la ropa al igual que yo hice con la mía. Pronto quedamos desnudos frente a frente. Arturo pasó su mano por mi cicatriz tocándola con delicadeza. Cerré los ojos, sentía extraño el roce de sus dedos en la herida.
—No quiero que vuelvas a sufrir, te quiero sana y feliz —musitó.
Descansé mis manos en su pecho.
—Lo hemos hablado y estamos completos, por eso es que me he puesto el dispositivo, no hay nada de qué preocuparse.
El sonrío desviando la mirada.
—¿Qué sucede? —pregunté desconcertada.
—Recuerdas el día que bromeamos sobre hacerme la vasectomía —asentí recordando, eso fue hace unas semanas —bueno, yo me la he hecho estaba esperando el momento oportuno para decírtelo, no sabía como reaccionarias o si te enfadarías, cuando estuviste en coma Lily me confesó que sería muy peligroso si te volvieras a embarazar y yo lo que menos quiero es poner en riesgo tu vida, estamos completos, tenemos una familia unida.
Lo callé con un beso.
—Tampoco quiero poner en riesgo mi vida ahora que tres personas dependen de mí —sonreí, aunque me lo hubiera dicho antes como doctora comprendía las consecuencias de un nuevo embarazo, estaba consciente de su sacrificio.
Los dos sonreímos al mismo tiempo.
—¿Y entonces que espera señor Abad? Nos quedaremos aquí charlando toda la tarde o me hará el amor —solté con sarcasmo, sus ojos se iluminaron de lujuria.
—Tú y yo hoy tocaremos el cielo, mi vida —se acercó acechante delineando con su dedo pulgar mis labios, ese acto me encendió al instante. Cuando menos lo pensé estábamos en la cama haciendo el amor. Disfrutando cada caricia, cada beso, cada rocé. Jadeé como nunca de placer al sentir sus besos por todo mi cuerpo, Arturo era mi hombre perfecto, era adicta a su cuerpo, a sentirlo dentro. Entrelazamos nuestras manos, se posicionó y comenzó a moverse con avidez, en cada empuje los dos emitíamos sonidos, gruñidos que después silenciábamos con besos ardientes y necesitados. Recibimos al mismo tiempo el placer culminante del orgasmo con deleite. Pero aún no era suficiente deseábamos más, seguimos besándonos así fundidos en uno solo. Esa noche lo hicimos varias veces hasta que llegó la oscuridad de la noche y nos quedamos dormidos de tanto cansancio. Esa noche dormimos desnudos y con una sonrisa que no se borraría jamás, se llamaba felicidad.