Capítulo III

3313 Words
Camille Mis palabras hacen eco en las paredes de la casa, retumbando en mis oídos y todo lo que he tratado de guardar en un cofre dentro de mi corazón sale a la superficie de golpe, reviviendo otra vez la herida y el dolor que luché por enterrar hace tres años. —Mi amor, perdóname... —se acerca a mí. Está arrepentido por lo que ha dicho, lo sé, pero no puedo hacer más que retroceder con lágrimas en los ojos, sintiendo como vuelvo a desmoronarme por dentro. Todo el sufrimiento regresa y me deja con el aire atascado en el tórax. —No te atrevas a volver a mencionar a mi padre ni mucho menos a él —le advierto, mi voz impresa en furia; puedo ver cómo las facciones de su rostro se endurecen por la sola mención de "él"—, ¿te queda claro, Aarón? ¡No quiero que los menciones otra vez, maldita sea! Ya te lo dicho varias veces, necesitas empezar a entenderlo —vocifero llena de rabia, que ya no puedo controlar. La ira interrumpe la expresión de su rostro y me mira incrédulo. Paso saliva mientras aparto la mirada. —¿Es eso? —inquiere enojado—, ¿sigues sin superar a ese idiota, Camille? —arremete sin poder creérselo. Pasa su mano por su cabello rubio. Frustrado por la situación en la que él nos ha puesto, jamás debió tocar un tema que yo le he dicho hasta el cansancio que no lo haga, pero por alguna razón lo sigue haciendo. —No tiene nada que ver —me defiendo, queriendo sonar segura de mí misma—, sólo estoy harta de siempre decirte que no los menciones y que tú sigas haciéndolo, no me interesa hablar de ellos. Te lo he dicho hasta el cansancio y no entiendo porque diablos los sigues nombrando —respondo agobiada por todo. No estoy mintiendo y lo sabe. Noto como aprieta los nudillos haciendo que estos se vuelvan blancos por la presión que ejerce. —¡Necesitas olvidar al imbécil de Alexander! —grita bastante exaltado—, ¿acaso no te acuerdas de todo el daño que te hizo? ¿Tan rápido se te olvidó que te dejó cuándo más lo necesitabas? —pregunta con rencor, enfureciéndome aún más porque todo lo que dice es verdad. Todas las palabras que salen de su boca son ciertas. Claro que me acuerdo. Pero simplemente no me importa hablar de él, ya han pasado demasiados años como para recordar a alguien que no vale absolutamente nada. —Te estas pasando de la raya —le advierto, mirándolo fijamente—, estamos hablando de mi padre no de él, no desvíes el tema para intentar enmascarar tus celos que no tienen ningún fundamento —aclaro con desdén. Aunque no me lo diga a la cara, sé muy bien que Aarón sigue creyendo que todavía siento algo por él, pero la realidad es otra, todo el amor que sentía se murió cuando él admitió que jugó conmigo. Mi amor por él se acabó. —¿Estás completamente segura que sólo son celos sin fundamento? —presiona, su respiración agitada. Una oleada de rabia me sacude el cuerpo. —¡Ya te dije que ya no siento nada por él! No me interesa más. Deja de insistir en un tema que ya está cerrado. —No lo está —contraataca con una nota desinteresada que me pone peor; lo miro decepcionada—, tienes que saber que Alexander sigue siendo el mismo hijo de puta de siempre. No ha cambiado en absoluto. Y ahora ha dejado a tu padre en la calle —suelta con rencor, recordándome todo lo que ya sé y no sé me debería olvidar. Algo dentro de mí se remueve por las afirmaciones de Aarón, mi corazón martillea con demasiada intensidad y solo quiero salir corriendo de eso que tanto he evitado. A él y a mi padre. —¿Y eso a mí que me importa? —protesto perdiendo la poca paciencia que reside dentro de mí—, ¡tú eres él que viene aquí a hablar de personas que ya no significan absolutamente nada en mi vida! —lo encaro, necesitando sacar todo lo que me quema. Me observa incrédulo por mis palabras. No puede creer lo que le digo y ese es su problema, no el mío. —¡Es tu padre quieras o no! —vuelve a mencionarlo y toda mi paciencia se esfuma, no pienso seguir escuchando lo mismo. No cuando no me interesa revivir heridas del pasado que están mejor cerradas. —¡Pues si tanto te preocupa mi padre, vete de aquí y ayúdalo por ti mismo! —vocifero cansada, tratando de contener el llanto que amenaza con salir y destruir todo lo que hemos construido—, pero hazlo tú y a mi me dejas de perturbar con personas que ya están muertas y no tengo el mínimo interés en revivir. ¿Lo entiendes? No me interesa en lo más mínimo nada que tenga que ver con ellos —suelto lo último con un amargo sabor de boca, sabiendo que mis palabras son un maldito reflejo de mis emociones. Él se queda paralizado, sin saber que decir y para ser sinceros tampoco hay mucho que pueda hacer, ahora estoy demasiado cabreada con él, con mi padre, con... Mierda. ¿Por qué tenía que nombrarlo? Ya estoy harta de lo mismo, no puedo dejar que esto me afecte, no he pasado por tanto para que vengan a desestabilizarme. Ya no soy la misma y no me voy a permitir pensar en personas que ya no se merecen estar en mi vida. Ellos así lo eligieron y yo elegí mi paz. Es su problema si quieren destruirse ellos mismos, yo no pienso entrometerme en asuntos que no me importan. Estoy harta de que siempre me quieran arrastrar en problemas que no me incumben, quieren embarrarme en su mierda y no lo voy a permitir. Mi padre se buscó su mal, porque si de algo estoy segura es que él es justo y no le quitaría sus acciones así por nomás. Eso es probablemente una mentira que quiero creer para no pensar en ello y evitar sentir culpa. > Mi mente me riñe, pero por los motivos que sean, sigue sin ser mi problema y yo ya no estoy interesada en salir lastimada. —Camille... —suaviza el timbre de su voz, mirándome con cierto aire de culpabilidad que me resulta difícil ignorar. El enojo aún palpita en mi interior y ahorita no pienso soltarlo. Niego con la cabeza mientras aprieto los labios. —Ahora no, Aarón... —lo interrumpo antes de que intente decir algo que me haga flaquear—. Necesito estar sola. Ya hiciste suficiente por hoy —musito cansada y no espero una respuesta de su parte. Sólo subo a mi habitación, dejándolo en medio de la sala con una mirada perdida y llena de arrepentimiento. Los ojos me arden a medida que avanzo y me limito a morder mis labios para retener el llanto que me quema la garganta, sin saber qué más hacer, perdiéndome en los pasillos que me llevan a mi destino. Llego a mi habitación y me recuesto en mi cama, girándome al lado de la ventana que da vista al exterior, quiero olvidar todo lo que Aarón ha dicho acerca de dichas personas. No puedo dedicarles ningún pensamiento. Así que hago mi mejor intento para no pensar en nada más mientras vislumbro el atardecer y, sin siquiera darme cuenta, las lágrimas ya están resbalando por mis mejillas y en contra de mi voluntad, mi mente vuelve a recordar lo que no debería. Siento una opresión en el pecho que me hace sacar sollozos llenos de impotencia y dolor porque aún me sigue afectando. La rabia que siento contra mi padre me está consumiendo y ya no sé cómo deshacerme de tanto dolor. Pero, ¿cómo le perdono después de todo? ¿Cómo le puedo perdonar no avisarme que mi madre tenía una enfermedad terminal? ¿Cómo le perdono no haberme avisado cuando murió? Él sabía que mi madre sufría una aflicción en el corazón que no tenía cura y no me lo dijo, cuando me vine a Francia él y mi madre se enteraron de que ella ya no tenía mucho tiempo de vida. Que sus días estaban contados. E incluso si lo llegaron a sospechar de ello meses antes, nunca me dijeron nada al respecto. Mi madre se murió y ni siquiera pude despedirme de ella, no pude porque estaba lejos tratando de reparar lo que alguien más rompió. Traté de poner tierra de por medio para sanar mi corazón, para pegar los pedazos destrozados y encender esa luz que se apagó en su oscuridad. Me concentré en mí y me olvidé de las personas que me rodeaban. Me olvidé de ella y no supe cuidarla, no le presté la atención que merecía y ahora solo estoy pagando mis golpes de culpa. Cuando la gente se siente herida y enojada no piensa con claridad, ya que estos sentimientos les nubla el razonamiento, mi padre enfureció cuando se enteró que me había divorciado sin obtener nada a cambio, jamás supo que había recibido la mitad de su herencia y yo ni siquiera me molesté en decirle. Tal vez si le hubiera dicho en su momento hubiera tenido la oportunidad de despedirme de ella. Su ambición y coraje lo cegaron hasta el punto de querer castigarme por no haberle dado las suficientes ganancias que él esperaba de mí. Cuando mamá enfermó de gravedad jamás me llamó para avisarme, nunca me dijo que mi madre sufría de una enfermedad terminal, él no lo hizo por una estúpida rabieta. No lo hizo y tal vez siempre lo odiaré por haberme quitado la oportunidad de despedirme de mi madre. No le dije adiós, no le dije cuánto la amaba, no le dije que ella era todo lo que tenía para seguir adelante, no le dije tantas cosas y todo por culpa de mi padre. Así que no, no puedo perdonarlo. No quiero hacerlo y no me importa oscurecer mi alma porque fue él el que me convirtió así al no avisarme cuando mamá me necesitaba a su lado. Pero...mi padre no es el único culpable. Aunque cueste aceptarlo también es culpa mía, si yo hubiera sido lo suficientemente fuerte y no hubiera salido huyendo de Seattle habría compartido los últimos momentos con mi madre. Habría estado para ella cuando más me necesitaba. Yo habría estado a su lado apoyándola. Si no hubiera estado tan ciego me habría dado cuenta de que mi madre se estaba muriendo delante de mis narices, si no hubiera sido egoísta y me hubiera fijado en lo que pasaba a mi alrededor quizás me habría dado cuenta de su enfermedad. Si no hubiera perdido todo mi tiempo persiguiendo a esa persona que nunca me quiso quizás mi madre estaría conmigo, pero no lo está porque él hubiera no existe. Y desgraciadamente ahora mi madre tampoco, se murió y se llevó la poca esperanza que me quedaba en el alma. La rabia es lo único que me queda, rabia contra mi padre, contra él y contra mí. En sí todos jugamos un papel. Mi padre por su falta de empatía al no decirle a su única hija que su madre estaba muriendo, él por haberme hecho perder mi tiempo como una estúpida, tiempo que pude aprovechar con mi madre pero no lo hice. Y yo, por ser una egoísta que solo pensó en su dolor y dejó todo atrás, solo me enfoqué en mí y me olvidé de mi madre. Me olvidé de lo único bueno que tuve en la vida y que ahora ya no está. Todo el dolor me oprime el pecho y por más que intento dejar de llorar, no puedo, son demasiadas emociones al mismo tiempo. Sollozo con amargura. Pensé que ya todo estaba bien, pero la herida aún sigue sangrando y yo ya estoy agotada de sentirme así, pronto tendré que enfrentarme a mi padre, tengo que hacerlo si quiero seguir adelante. Aunque por el momento solo quiero dormir y ya no pensar en todo lo que me aflige, quiero olvidarme del dolor que me acompaña a diario, no voy a permitir que esto me afecte como lo hacía antes, ya no soy la misma ingenua que se enamoró de alguien que no lo merecía. Yo pude superar mi pasado y seguiré adelante como lo he hecho hasta este momento, demostrando que de amor nadie se muere, nadie lo hace y por eso tengo que continuar con mi camino como lo he hecho hasta ahora. No puedo volver al mismo ciclo. No me lo permitiré. ******* Me remuevo incómoda sobre mi cama, mis ojos se abren con lentitud y lucho por acostumbrarme a la luz que se filtra por mi ventana. Me tomo unos minutos para reincorporarme y me levanto directo al baño. Suelto un bostezo mientras me froto los ojos, luego me deshago de la ropa de ayer y entro a la ducha. Dejo el agua fría caer sobre mí y puedo sentir como comienzo a relajarme y libero toda la tensión de anoche. Opto por ya no pensar mas en eso y empiezo a enjabonar mi cuerpo, lo hago con delicadeza tomándome mi tiempo mientras medito sobre lo que debo hacer. Al cabo de unos minutos, salgo de la ducha y me visto rápidamente, llevo unos vaqueros azules y un top blanco, con mi melena suelta ya que aún se encuentra húmeda. Comienzo a caminar dando vueltas en la habitación sin saber qué sucedió con Aarón. Ayer sólo me fui y lo dejé solo. ¿Se habrá ido? ¿Seguirá enojado conmigo? ¿Debería llamarlo? Todos mis pensamientos se ven interrumpidos por un increíble aroma a pancakes recién hechos que proviene de la planta baja de la casa. Mi estómago reacciona y sin pensarlo dos veces, bajo a la cocina para encontrarme a Aarón cocinando. Lleva puesto unos vaqueros negros y una camiseta de algodón blanca. Deambula por la cocina sin darse cuenta de que lo estoy viendo. Una inexplicable sensación de paz, que nunca antes sentí con él, me invade y esbozo una sonrisa al verlo aquí, no se fue. Sigue aquí conmigo y eso me llena de alegría. Lo tengo a él. Se gira de repente, como si sintiera mi mirada sobre él. Se percata de mi presencia, sus ojos se encuentran con los míos y puedo ver cómo está apenado de verme. Me quedo en el mismo lugar mientras lo veo acercarse a mí dando pasos lentos e inseguros. —Hola, mi amor... —murmura mientras posa su mano en mi mejilla y la acaricia. Permito que lo haga y trato de no flaquear—, siento mucho lo que pasó ayer, fue mi culpa. No quiero que estemos así —se disculpa y mi corazón se encoge por verlo de esa manera. Sé que está arrepentido. Y quizás exageré con mi actitud. —Yo tampoco quiero estar así —mi respuesta lo hace sonreír. Me mira fijamente y entonces suelta un suspiro de alivio, como si toda la tensión se hubiera esfumado de la nada. —Preparé el desayuno —augura con emoción mientras deposita un suave beso sobre mis labios—. Te encantará, mi amor —me sonríe y le devuelvo el gesto. —¿Es tú forma de disculparte? —lo provoco con un tono insinuante. El sonríe de manera coqueta. Me encanta verlo así. —¿Está funcionando? —enarca una ceja, divertido. Oh, si que funciona. Mi corazón se acelera cuando vislumbro un brillo de arrepentimiento en su mirada y inevitablemente me recuerda que estos son los pequeños detalles que hicieron que dejara entrar a Aarón en mi vida, lo quiero mucho y me hace feliz. Me hace muy feliz y por primera vez siento una inmensa paz. —Definitivamente —le aseguro. Él me toma por la cintura juntando nuestros cuerpos. Mis mejillas comienzan a calentarse, sentirlo así de cerca me pone nerviosa y él se da cuenta. Con ambas manos acuna mi rostro, es un toque delicado que acelera mis pulsaciones, cuando termina de observarme acerca sus labios a los míos uniéndolos en tierno beso, mis manos rodean su cuello y lo acerco más a mí deseando profundizar el beso y tener mejor acceso a su boca que me deja con ansias de más. Sus manos descienden a mi trasero y lo masajea mientras aferra mis labios a los suyos, algo en mí se enciende y comienzo a acariciarle los pectorales por encima de la camisa, gruñe contra mi boca y el beso sube un poco de tono cuando siento su erección chocar contra mi vientre. La emoción que yace dentro de mi pecho se intensifica y deseo que tome el control de mí pero no lo hace, sigue trazando un camino de besos sobre mi cuello. Intento no impacientarme y dejar que lleve las cosas a su ritmo, pero muy dentro de mí sé que quiero que haga algo más, excitarme, prenderme, deseo sentirme como alguna vez lo hice. Estoy apunto de tomar la iniciativa cuando su móvil comienza a vibrar, él no le hace caso, pero todo el calor que sentía se esfuma por la distracción, como si de repente me hubieran echado un balde de agua fría. Me separo de él tratando de controlar mi respiración que se encuentra agitada, él me observa perplejo y puedo percatarme de que no entiende porque he dado por finalizado nuestro momento. Yo tampoco lo sé, no entiendo porque lo detuve. Pero de igual manera le doy una respuesta. —Deberías atender ahora, parece importante —me excuso tontamente, frunce las cejas en desentendimiento y le doy un beso rápido para después separarme por completo. Él ya no dice nada y si sospecha de mi actitud, tampoco lo menciona. Se acerca a la mesa de madera dónde se encuentra su móvil vibrando sin parar, lo toma y habla por unos segundos, me limito a observarlo ya que no tengo nada mejor que hacer, y mientras hago eso, puedo ver cómo sus músculos se tensan y no deja de mirarme con preocupación. Mi cuerpo se estremece y por más que intento no prestar atención lo hago. Él sigue mirándome atónito, la duda se siembra en mí cuando finaliza la llamada y se queda callado procesando lo que le han dicho. —Camille... —musita mi nombre, genuinamente preocupado—, se trata de tú padre —dice en un hilo de voz. Mi cuerpo se paraliza por completo. Y aunque quiero gritarle que no vuelva a nombrarlo, no lo hago porque la angustia en su rostro me deja saber que esto es serio. —¿Qué hay con él? —pregunto temiendo lo peor. Un escalofrío me recorre de pies a cabeza, el ritmo de mi respiración se desestabiliza y cuando pienso que permanecerá en silencio. Deja escapar una maldición sin apartar sus ojos azules de los míos. —Se encuentra hospitalizado —suelta demasiado rápido que tengo que parpadear para digerir la noticia—, tú padre tuvo un infarto, Camille —no tiene caso obligarme a mantener la calma, mi corazón deja de latir y el aire de mis pulmones es absorbido brutalmente. Todo a mi alrededor tiembla, se desmorona pieza por pieza y siento que ya no puedo respirar con normalidad, mi cuerpo se estremece, me es imposible concentrarme en algo más que no sea lo que ha dicho. La noticia es lo único que se repite en mi cabeza como un cassette y solo alcanzo a ver a Aarón moviendo sus labios, murmurando palabras inteligibles, antes de que todo se vuelva completamente n***o.
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