Capítulo II

3672 Words
Camille Dos horas más tarde, dejo escapar un suspiro de alivio al terminar de editar la última foto que formará parte de mi nueva colección. Pronto se llevará a acabo mi primera exposición de fotografía fuera de Francia. Participé en varias exposiciones antes de tomar la decisión de hacer una por mi cuenta, empecé desde abajo y mostré mi trabajo en diversas galerías que me ayudaron a catalogarme como una de las mejores fotógrafas en el mundo. He conocido a varias personas en este medio y me he abierto camino para poder seguir creciendo. Desde la última vez que expuse mis fotografías sobre los paisajes de Italia se me han presentado varias invitaciones en las cuales se me solicita nuevas colecciones para sus galerías, pero he rechazado todas las oportunidades, ya que en este momento de mi vida estoy interesada en crear mi propia exposición de arte. Sé que puedo hacerlo, soy reconocida a nivel mundial, además de que he tenido la oportunidad de conocer a varios fotógrafos y patrocinadores que me han dado el impulso para seguir por mi cuenta. También debo admitir que parte de mi fama se la debo a la prensa, siempre están al pendiente de cada paso que doy por ser la ex esposa de cierta persona que no logra desaparecer por completo de mi vida. Hay muchas opiniones tanto negativas como positivas respecto a mi trabajo y a mi fama. A pesar de toda la controversia que conlleva mi nombre y persona, no permito que eso me haga sentir inferior, no me interesa vivir bajo la sombra del gran magnate. He luchado mucho durante dos años, pero me he encargado de que me conozcan por lo que soy; Camille Brown, una fotógrafa profesional. Con mi esfuerzo y también determinación sigo demostrando que toda mi fama únicamente se debe a mi esfuerzo y, aunque la prensa sigue buscando entrevistas para hablar de mi divorcio y mi situación actual, solo me enfoco en mis nuevos proyectos. He estado trabajando en este proyecto por meses y por fin podré llevarlo a cabo y adquirir más beneficios directos que me ayudarán en un futuro. La nueva colección está inspirada en distintos paisajes que he visitado en los últimos meses, todos dentro de Francia. Tomé la decisión hace meses, aunque debo admitir que al principio me negaba a hacerlo, porque hacerlo regresaría todo lo que he tratado de enterrar durante tres años, pero ya no soy una cobarde y me debo esto a mi misma. La nueva exposición de arte se llevará a cabo en Seattle, es momento de regresar y enfrentar eso que aún me carcome el alma. Tengo que saber que ya todo está superado y seguir con mi vida como lo he hecho hasta esta hora. Aarón y Sam están en contra de que la galería de arte se lleve a cabo en Seattle, según ellos eso reabrirá viejas heridas, pero yo sí me siento lista y, además, necesito dejar de esconderme, porque siento que eso he estado haciendo. Una parte de mí necesita saber que ya todo lo que sentía por él está muerto y no hay mejor manera de demostrarlo que regresar a Seattle y dejar volver todos esos recuerdos que en su momento me atormentaron. No pienso verlo porque simplemente no me interesa hacerlo, llevo un año intentando ir a Seattle, pero siempre algo dentro de mí me lo impedía, sentía que no era el momento y ahora es diferente porque estoy dispuesta a hacerlo. Ya estoy lista para volver a donde algún día sufrí. Todo mi dolor ha sido enterrado al igual que todos esos sentimientos que no hicieron más que dañarme y llevarse una parte de mí que jamás regresará. ******* —Sabes que no hay ninguna necesidad de que te vayas cada que él venga. Te puedo asegurar que el no representa ningún peligro para Ellie, no tienes porque irte —le insisto por enésima vez, a lo cual ella me observa irritada. Hemos hablado de esto varias veces, sin embargo, siempre llegamos a la misma conclusión. Ellie está de pie cerca de la puerta a lado de Sam, esperándola para irse como siempre lo hacen. —Camille, hemos hablado de esto antes y créeme que nada ha cambiado desde la última vez. Nos iremos por unos días y estaremos de vuelta cuando se haya ido —dice mientras le coloca el abrigo a Ellie y lo abrocha—, ya te he dicho que no me interesa estar aquí cuando él venga y sabes perfectamente que no me gusta que vea a Ellie. No considero que sea un peligro, pero tampoco quiero y esa mi última palabra —suelta con ese timbre de fastidio. Esa es mi señal para dejar de insistir en el tema, siempre tenemos la misma acalorada conversación. Aún sigo sin entender cuál es el problema entre ellos, no entiendo qué fue lo qué pasó para que ni siquiera soporten estar en la misma casa. La miro con decepción y suelto un suspiro resignada. No cambiará de opinión. Nunca lo hace. Debería empezar a acostumbrarme. —Está bien, sabes que respeto tu decisión —susurro un tanto desganada, ella percibe mi tristeza pero agradece con un gesto de cabeza mi comprensión—. Te avisaré cuando se vaya para que puedan regresar —resuelvo triste—. Aunque ya sabes que siempre se queda dos días como máximo —me acerco a la puerta y me agacho para estar a la altura de Ellie que me mira contenta, abriendo más esos hermosos ojos azules que se me hacen tan familiares, pero no consigo recordar de dónde. Y no puedo negar que a veces tengo curiosidad por saber de quién los ha sacado, ya que claramente no proceden de Sam, mi amiga tiene unos preciosos ojos avellana y mi sobrina-hija unos hermosos ojos azules. Pero ese es otro tema en el que tampoco puedo insistir o siquiera tocar porque Sam se ha negado a hablar de eso y en parte la entiendo. —Adiós, mi amor —me despido, depositando un beso en su mejilla—, nos vemos en unos días, pequeña. Pórtate muy bien y cuida mucho a tu mami por mí. La abrazo con fuerza y ella me rodea el cuello con sus pequeñas manitas, compartiéndome de ese inmenso cariño que me llena de una paz que jamás había sentido. —Adiós, mami —susurra y vuelvo a besarla, no me gusta alejarme de ella por tanto tiempo. Estoy acostumbrada a tenerla conmigo todo el tiempo. Ellie se aleja para tomar la mano de Sam. —Me hablas por cualquier cosa, no estaremos lejos. Te veo en unos días —interrumpe Sam—, te quiero, Cami. Me levanto del suelo y le doy un abrazo corto a Sam, ella hace lo mismo pero sin soltar la mano de la pequeña. —Yo también te quiero tonta —respondo, ya más calmada—, cuídense. No olvides llamar en cuanto llegues. Ambas me observan unos segundos y después salen por la puerta dejándome sola en la casa. Después de escuchar el motor del auto marchándose, me quedo observando la puerta por lo que parece mucho tiempo. No me gusta estar separada de ellas, me he acostumbrado a tenerlas conmigo a todas horas. Pero es imposible convencer a Sam de que se quede, no le gusta estar aquí cuando viene Aarón. Meneo la cabeza, intentando disipar mi tristeza, mientras hago mi camino hacía la cocina dispuesta a preparar la merienda. Saco algunos de los ingredientes necesarios del refrigerador y sin más preámbulos comienzo a cocinar. Pasan unas cuantas horas en las invierto mi tiempo tratando de hacer algo digno de probar, termino de cocinar la lasaña que tenía en mente, orgullosamente puedo admitir que he mejorado mis habilidades culinarias en los últimos años. El sonido del horno me deja saber que ya está lista. Sonrío satisfecha mientras acerco nuevamente y me coloco los guantes de cocina para evitar quemaduras. Abro el horno y saco la lasaña, tiene buen aspecto y eso me hace sonreír al saber que he mejorado bastante. La vierto en un recipiente de cristal para que sea más fácil agarrarla al momento de servir. Comienzo a llevar dos platos, dos cubiertos, sirvo una jarra de agua y me pongo a ordenar todo en la mesa para recibir a Aarón. Luego de unos minutos la mesa queda lista. Me alejo unos pasos y con la mirada reparo hasta el último detalle para cerciorarme que todo esté perfecto. Se ve bien. Reviso una última vez, dejo todo lo demás listo y subo a mi habitación para cambiarme de ropa, la que tenía se ha manchado mientras cocinaba. Abro mi armario y sin tener ganas de complicarme la vida, saco un vestido azul marino holgado y un conjunto de lenceria negra. Me cambio rápidamente, arreglo mi melena castaña en una coleta alta, ya que ahora está muy larga, no me he cortado el cabello desde hace tres años. Me doy un último vistazo en el espejo, sonriendo complacida con mi aspecto, decido no aplicar nada de maquillaje y vuelvo a bajar a la cocina. Estoy a punto de llamar a Aarón para preguntarle dónde está, debió llegar hace dos horas y todavía no está aquí. Comienzo a marcar los números en mi móvil cuando el timbre de la casa me interrumpe. ¡Ha llegado! Camino hacia la puerta demasiado emocionada y con una sonrisa radiante por volver a verlo, ha pasado menos de un mes desde la última vez que nos vimos y aún así lo extraño demasiado. Abro la puerta y me encuentro con mi novio, tan guapo como siempre, sus ojos azules me observan llenos de felicidad, su cabello rubio está arreglado hacía un costado y lo hace lucir más elegante. Ya no tiene esa fachada de adolescente rebelde. Lleva una camisa de algodón color crema con unos vaqueros negros y ajustados. Se acerca decidido y me toma por la cintura para unir nuestros labios en un casto y tierno beso. Lo rodeo del cuello con ambas manos, atrayéndolo más a mí para profundizar el beso que me hace suspirar como siempre. Pasan unos segundos y me alejo de él para poder recuperar un poco de oxígeno. —Hola, mi amor —me saluda con una sonrisa que me cosquillea el estómago—, te extrañé como no tienes una idea, muñeca —vuelve a depositar un beso fugaz en mis labios y me abraza de manera efusiva. Sin hacer amagos de soltarme. —Yo también te extrañé, amor —le soy sincera, acariciando sus musculosos brazos con las yemas de mis dedos. —Moría de ganas de verte —suspira vagamente, adentrándose a la casa. Deja sus maletas en el rincón, a lado de la chimenea. Mientras lo hace no pierdo la oportunidad de detallar su físico. Se ve estupendo—. Debo admitir que estos días no han ido nada bien, te necesitaba a mi lado o de la contrario me volvería loco —espeta, acercándose a mí. Me quedo postrada enfrente de él, mostrándole una sonrisa sincera sin dejar de verlo. Por alguna razón, no puedo despegar mis ojos de él. —Bueno, ya me tienes aquí —le aseguro mordiendo mi labio inferior—, te ayudaré a relajarte —le susurro al oído y una sonrisa coqueta se zanja en sus labios haciéndome reír divertida. Me toma del mentón con delicadeza y me hace verlo fijamente a los ojos. —Créeme, no voy a desaprovechar ni un segundo a tu lado, muñeca —sin más vuelve a apoderarse de mis labios y en respuesta, enrosco mis manos alrededor de su cuello, buscando conectar más con él. Lo necesito—. Me haces feliz, me haces muy feliz... —murmura en medio del beso y me separo de él lentamente, para vislumbrar su mirada llena de emociones. Mi corazón comienza a latir desbocado y no dudo en responderle. —Tú también, me haces muy feliz —no le digo nada que no sea verdad. Aarón me hace feliz. Después de todo lo que ha pasado, él me da la paz que nunca tuve. Esa tranquilidad. La sonrisa dibujada en sus rostro me da a entender que mis palabras lo complacen, con un brazo me acerca a su pecho y hace que recueste mi cabeza sobre el, los latidos de su corazón impactan frenéticamente con mis oídos y por alguna razón siento el estómago vacío pero no de mala manera porque mi cuerpo no está tenso, es sólo como si las emociones fueran demasiadas y me dejaran sin poder hablar. Con gran dificultad tomo una bocanada de aire y me obligo a salir de mi trance. —Preparé una cena de bienvenida, sólo para ti —le dejo saber, intentando desviar las sensaciones dentro de mí. Su rostro se ilumina por lo que acabo de decir. —Que bueno, vengo hambriento —comenta con una sonrisa maliciosa mientras me observa con fijeza y comienzo a reír. Olvidando todo el desorden de mi cabeza. Tomo su mano, la entrelazo con la mía y lo guío hasta la cocina, no me quita la vista de encima y siento que me desnuda con la mirada. Nerviosa, carraspeo para atraer de nuevo su atención antes de sonrojarme, se sienta en una de las sillas y yo tomo asiento a un lado de él. Después de unos minutos comenzamos a comer lo que preparé, la atmósfera se siente pesada, él me observa con una preocupación que no puede ocultar, desde que llegó ha estado tenso y sospecho que quiere decirme algo, cada vez que doy un bocado entreabre los labios para hablar pero se queda callado, como si no se atreviera a decirme lo que pasa. La incertidumbre me puede más. Así que decido dar el primer paso. —Suéltalo, Aarón —le pido, calmada—, dime qué es lo qué sucede. Él me mira con un deje de sorpresa e intenta sonreír pero solo sale una mueca de sus labios, confirmando mi teoría de que algo me está ocultando. —Camille… —dice mi nombre con vacilación. Algo definitivamente anda mal. Ahora lo sé. —Acordamos no guardar secretos, ¿recuerdas? Asiente lentamente. —Es acerca de tú padre —mi cuerpo se tensa enseguida con la mención de mi padre, porque es un tema que no me interesa conversar ni hoy ni nunca. Él sabe muy bien la razón. Paso saliva mientras aprieto el tenedor en mis manos, intentado enmascarar la oleada de nerviosismo que me sacude. —Siendo así, détente, tú mejor que nadie sabes que no me gusta hablar de él —le recuerdo en un susurro, sin embargo, en su rostro sigue plasmada la misma expresión preocupada desde que llegó. No me interesa. No tiene porqué interesarme. —Es importante que hablemos de esto, Camille —espeta en un tono áspero. Lo miro de mala gana, pero igual no sé abstiene de decir algo más—. Tú padre ha estado... —¡No quiero hablar de él, Aarón! —lo interrumpo antes de que comience a hablar de temas que dejaron de importarme hace años. Sus ojos me miran enojados por mi actitud, pero sinceramente no me importa. No quiero hablar sobre mi padre. Y lo que más me molesta es su insistencia. —Mi amor, es importante —insiste, incluso suavizando su voz—, sé que es un tema delicado para ti pero ya han pasado tres años, es demasiado tiempo, deberías considerar la posibilidad de perdonarlo —dice mientras alarga su mano para tomar la mía, pero la quito con brusquedad cuando proceso lo que acaba de decir. Mi acción le disgusta y puedo ver como vuelve a tensarse. —No pienso perdonarle lo que me hizo, ni hoy ni nunca —le recuerdo—. Entiéndelo de una vez por todas —empiezo a perder los estribos, no puedo evitar sentir un dolor punzante en mi pecho al recordar todo lo sucedido. Aarón toma una bocanada de aire y vuelve a hablar, esta vez siendo más cuidadoso con lo que dice. —Camille, creo que deberías dejar el pasado atrás, tú padre te necesita más que nunca —sigue con lo mismo, causando una profunda irritación en mí. No puedo dejar el pasado atrás, al menos no con mi padre. Y por eso exploto sin medir las consecuencias. —Y yo necesito a mi madre, Aarón, pero no siempre puedes tener todo lo que quieres en la vida, ¿verdad? —No puedo evitar ser hiriente y soltar mi veneno contra él. Que no se lo merece en absoluto. Aarón me observa dolido, incluso con un atisbo de lastima, lo cual odio con todo mi ser, pero sé que mis palabras solo provocaron ese sentimiento dentro de él. No debí mencionar a mi madre, pero no lo pude evitar. Mi padre es un recordatorio constante de que ya no tengo a mi madre junto a mí. —Sólo escúchame —pide en tono bajo y me debato a mí misma en si debo escucharlo o no—, por favor, mi amor. Es necesario que lo hagas —ruega. Mi relación con mi padre es un completo desastre y no me interesa repararla, si algo malo le está sucediendo en este momento, estoy segura que es por su culpa y no debe importarme en absoluto, pero algo muy dentro de mí no me deja seguir. —Está bien —musito rendida. Noto la manera en que rostro se relaja, pero su cuerpo permanece tenso. —Alexander ha decidido deshacer la asociación que tenía con tu padre y prácticamente lo ha dejado en bancarrota —explica con un deje de rencor y, al escuchar ese maldito nombre mi corazón se acelera sin que pueda evitarlo, haciendo imposible la tarea de enfocarme en lo importante. Ha dejado a mi padre en la quiebra. La cabeza me da miles de vueltas, siento que me están comprimiendo el aire, no puedo respirar. Tomo un sin fin de bocanadas de aire y todavía así, no consigo aplacar los latidos desbocados de mi corazón. Presiono una mano contra mí pecho en un intento de controlar las emociones que me avasallan de un solo golpe. —¿Amor, te encuentras bien? —inquiere Aarón, sonando asustado. No, no lo estoy. —Lo estaba, estaba muy bien antes de que nombraras esas dos personas que he tratado de enterrar los últimos años de mi vida —escupo furiosa, rebasada por todo lo que implica revolver el pasado. Él me mira con incredulidad por mi inesperada reacción. Necesito salir de aquí, no puedo seguir escuchando esto. Aprieta la mandíbula y resopla cansado, como si no quisiera seguir insistiendo pero fuera necesario y eso me confunde más. —Camille, esto es importante —por alguna razón me siento regañada, como si fuese una niña pequeña—, tú padre te necesita. Alexander le ha quitado sus acciones en una de las empresas y no piensa darle el dinero que le corresponde. Tú padre está en la quiebra —su tono me preocupa. Y es imposible que mi furia y mi rencor por dicha persona no incrementa en maneras que no puedo explicarme. No entiendo nada. Maldición. ¿Cómo se atreve a hacer eso? ¿En serio fue capaz de hacerlo? —¿Cómo sabes eso? —pregunto en un hilo de voz, intentando que me explique todo porque no entiendo nada. Juzgando por su expresión, mi pregunta lo toma desprevenido. Su rostro palidece unos cuantos segundos en el que hace un pésimo intento de arreglarlo, pero no lo logra. —¿Aarón…? —insisto ante su silencio. —He estado en contacto con tu padre —admite cabizbajo, sin atravesarse a mirarme mientras reconoce la verdad. La decepción vuelve a embargarme como una sólida navaja que se entierra en mi espalda. Me es imposible no sentirme traicionada. —¿Cómo pudiste hacerme esto? —cuestiono sonando dolida, patética—. Tú mejor que nadie sabe todo lo que he sufrido en estos años, sabes todo lo que he pasado por su culpa y te pedí que nunca volvieras a cruzar palabra con él —sollozo al tiempo que me levanto de la mesa decepcionada por todo. Hasta de él, esa persona que nunca más pienso volver a nombrar. Rodeo la mesa y atravieso la puerta de la cocina furiosa, porque no entiendo como puede hacerme esto. Estoy a punto de subir a mi habitación, pero Aarón es más rápido y tira de mi brazo evitando que pueda irme. Escapar. Lo observo con los ojos llorosos, me molesta que me vea así, ya no quiero llorar. Me prometí a mi misma no volver a hacerlo. —Camille, mi amor —susurra abrazándome, pero no siento nada más que coraje—, entiéndeme —pide y lo aparto de mí. Atónita por lo que acaba de decir. —¡¿Entenderte?! —increpo sin poder creerlo. —¡Han pasado tres jodidos años! ¡Deberías perdonar a tu padre, Camille! —se exalta y alza la voz. Lo observo con rencor por lo que acaba de decir. No entiende cómo puede pedirme eso cuando él estuvo conmigo y me vió derrumbarme por todo el dolor que me consumía. Cierro los ojos para apaciguar mi llanto y tratar de contener mi furia. Y cuando los vuelvo a abrir, no puedo reprimir más lo que tengo atascado en mi garganta. —¡Jamás le perdonaré que mi madre se estuviera muriendo y que no me avisara solo porque estaba enojado conmigo por haberme divorciado! —confieso alterada, reviviendo la herida que me sigue partiendo el alma cada día. Él se queda inmóvil, desequilibrado, parece genuinamente arrepentido, pero sabe que no hay vuelta atrás a lo que ha dicho. Ha vuelto a abrir esa dolorosa grieta que tengo en el corazón y que todavía sigue sangrando; la muerte de mi madre.
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