Medellín. La mejor ciudad de Colombia por lejos ─lo siento, Bogotá, pero es la verdad ─, aunque ya cansa un poco el hecho de que los turistas ─en su mayoría, gringos ─ vengan a hacer de las suyas, como, por ejemplo, dejar apestando a droga las calles más concurridas de la ciudad, y contratar prostitutas como si eso fuera lo único interesante que hay por estos lares.
La cultura del reggaetón y las series de narcos han dado una imagen errónea de Medellín al mundo, aunque no voy a negar que mis primas están involucradas en el mundo de la prostitución. Cinco de ellas son modelos webcam, y las demás son damas de compañía. Dicen que prefieren hacer dinero de esa forma, aprovechando que es la ciudad más visitada por los gringos que vienen a buscar una noche de pasión con las mujeres más bellas del mundo, que matarse trabajando por un salario nefasto hasta que cumplan la edad de jubilación.
Y lamento tener que admitir que mi familia salió de la pobreza gracias a la prostitución, pero es la verdad. Mis primas hicieron el dinero suficiente para sacar a mis tíos de la pobreza, siendo yo la única que tuve un trabajo un poco menos...polémico.
─¡Eh ave maría hombe! ¡Tulio! ─amonesta mi madre a mi padre desde la cocina. Mi viejo está viendo un partido de fútbol en la sala con Nicolás ─. ¿Ya se te olvidó lo que te dije que hicieras por estar pendiente de esos idiotas que solo se dedican a patear un balón?
─Ya voy, mi cielo ─dice papá, y sale a la tienda a comprar la bebida gaseosa.
Estamos preparando bandeja paisa para la cena, por supuesto. Este es mi último día en Medellín. Estuve toda una semana visitando familia y enseñándole a Nicolás los principales sitios turísticos. Se podría decir que él hasta ahora se está tomando unas vacaciones de verdad, ya que mientras estuvimos en el ejército él aprovechaba los días libres para ir a Cali con sus padres.
─Nico, ¿puedes poner la mesa? ─le pido a Nicolás mientras yo le ayudo a mamá en la cocina.
Mis padres, aunque ya no tienen ninguna necesidad y ganan el suficiente dinero con el restaurante para tener una vida cómoda, se han negado a irse del vecindario que me vio nacer.
Nací y crecí en la comuna de La Candelaria. Una de las 16 comunas que tiene Medellín y la más peligrosa de todas, pero los residentes se terminan acostumbrando y saben a qué horas no deben salir y por cuáles calles no deben transitar.
Nicolás pone la mesa, y mi padre no tarda en llegar con una botella dos litros de Coca-Cola. En mi casa tenemos la costumbre de brindarle bandeja paisa con Coca-Cola y un buen guaro a nuestros invitados.
─Y bueno...¿Cuándo se van a casar ustedes dos? ─pregunta papá unos minutos después de que nos sentamos a cenar, y Nicolás se atora.
Esta es la cuestión: les estoy ocultando a mis padres que me gustan las mujeres, y Nicolás es mi perfecta tapadera, y ya que vivimos juntos en Bogotá para compartir gastos, pues se han creído muy bien el cuento de que Nico es mi novio; y más que eso, mi mamá se refiere a él como mi marido, ya que en Latinoamérica es lo más común que dos personas que se quieren se vayan a vivir juntas y se comporten como un matrimonio, tengan hijos y toda la cuestión, sin que tengan que ir ante un altar o ante un notario para formalizar su unión. Aquí en Colombia le llamamos unión marital de hecho, y tiene los mismos efectos que un matrimonio civil o religioso. Si yo quisiera robarle a Nicolás parte de su fortuna, muy bien podría decirle a un juez que nosotros fuimos un matrimonio de hecho, pero por supuesto que no haré eso.
─¡Papá! ─lo amonesto.
─¡Tulio! ─me acompaña mi mamá.
─¿Qué? Solo estaba preguntando ─se defiende mi papá ─. Pero nada de hijos todavía, ¿eh? Que Caro todavía es una niña.
─Tiene 27 ─le recuerda Nicolás, pero mi papá lo mira con esa cara de típico suegro gruñón, y Nicolás se calla y sigue comiendo.
─¿Para qué casarnos, papá? Estamos perfectamente bien así. Estamos en el siglo 21. La gente ya no se casa ─digo, y Nicolás hace cara de querer que se lo trague la tierra y lo escupa en Narnia.
─Esta juventud de ahora ─refunfuña mi padre, y sirve el aguardiente antioqueño. Nuestro guaro local y el más famoso del país.
Nicolás no está acostumbrado a beber como lo hacemos los paisas, así que después de la cena termina acostado sobre el sofá, hablando incoherencias como típico borracho.
─Ese muchacho ya se acerca a los 40, Carolina ─dice mamá mientras lavamos los trastes ─. Apuesto a que ya quiere tener hijos.
Nicolás no es tan muchacho. Es el más viejo de la cuadrilla de la muerte con 36 años de edad, y ya su familia lo está apurando para que se case y tenga hijos, no queriendo aceptar el hecho de que es gay.
Desde la cocina tenemos vista a la sala, ya que esta es una casa muy pequeña, así que puedo ver a mi amigo mientras lavo los trastes. Es objetivamente muy atractivo. Si yo llego a tener hijos con él, serían unas hermosuras, y de hecho él y yo ya hemos hablado sobre la posibilidad de tener hijos juntos para que él se ahorre la cuestión del vientre de alquiler, pero todavía lo considero muy pronto.
─Ten un poco de paciencia, mamá. Más adelante te vendrán los nietos ─digo, y ella suspira. Solo yo puedo darle nietos.
Mis papás fueron inteligentes y, en vistas de que eran un matrimonio de escasos recursos, solo me tuvieron a mí, pero no crecí sintiéndome sola. Mis primos fueron una gran compañía y los quiero como si fueran mis hermanos. Solamente a uno de ellos lo odio con toda el alma, porque fue el que me arruinó la vida al tocarme y tratarme de una manera en que no debía hacerlo.
─Y ahora que te retiraste del ejército, ¿qué será de tu vida, mijita? ─me pregunta ella para cambiar de tema.
─Precisamente de eso quería hablarte.
Soy de las que no toma una decisión sin antes consultarle a su madre. Las madres son sabias, y yo siempre le hago caso a la mía, así que quiero consultarle sobre esa importante propuesta laboral que he recibido.
─Carlos está contratando nuevo personal para que haga parte del esquema de seguridad de su familia ─le comento, y ella de inmediato hace una mueca al escuchar el nombre de ese sinvergüenza, aunque sé que muy en el fondo lo aprecia ─, y quiere que yo sea la escolta de su primo Gustavo.
Mi mamá por poco y deja caer el plato que estaba secando.
Gustavo Bustamante es más conocido por su polémica vida de vicios, mujeres y escándalos, que por el hecho de ser un Bustamante.
Hijo del multimillonario cafetero Ricardo Bustamante y la famosa actriz estadounidense Olivia Johnson, Gustavo Nathaniel Bustamante nació siendo el heredero del emporio del café, y tal vez fue esa presión que sintió desde pequeño lo que lo hizo ser la oveja negra de la familia y abandonó la universidad a eso de los 22 años y se dedicó a vivir la vida loca.
Mujeres, bebida y drogas. Esa fue su santísima trinidad durante su veintena, hasta que decidió sentar cabeza a sus 30 años, cuando su hermana Chloe quedó embarazada siendo una mujer soltera. Él quiso entonces ocupar el rol de padre, regresó la universidad, se graduó con honores de la prestigiosa universidad de Harvard, y hace un par de meses llegó a Colombia para hacerse cargo del negocio familiar, y la semana pasada fue nombrado oficialmente como el CEO de Café Bustamante, y está necesitando un jefe de seguridad, y Carlos quiere que yo ocupe ese puesto.
El salario es atractivo, por supuesto, pero es aún más atractivo el que me lo va a pagar, y aunque soy una mujer muy profesional, quisiera evitar problemas.
─¿De cuánto será el salario? ─es lo primero que pregunta mi madre antes de darme a conocer su posición.
─Diez millones de pesos ─le digo, y ella se atora con su propia saliva.
El salario mínimo en Colombia está en un millón de pesos, así que diez millones es bastante dinero para nosotros, mucho más de lo que ganaba en el ejército, así que mi madre, importándole poco que vaya a ser la escolta de un completo hijo de puta, salta de la emoción y me da su visto bueno.
─¡Acepta ese trabajo ahora mismo, mijita! ─exclama mi mamá, y va a por el guaro ─. ¡Tulio! ¡Ven! ¡Hay que celebrar que la niña va a ganar lo mismo que un gerente!
Apenas mi mamá saca lo poco que quedó del aguardiente para celebrar por mi nuevo trabajo, me doy cuenta de que ya no hay vuelta atrás, y tengo que meterme en la cabeza que soy la nueva escolta del polémico y muy sensual Gustavo Bustamante.
Protégeme señor con tu espíritu.