Primer día como CEO, Parte 2

2089 Words
Gustavo Salgo de mi recamara y la empleada doméstica que contratamos, Lucila, ya está en la cocina terminando de preparar mi desayuno. Aunque en Estados Unidos lo común sea que la gente no desayune, o que si lo hace sea en la calle comprándose algo ultra procesado, mi papá siempre mantuvo su costumbre latina de preparar un buen desayuno para empezar el día con pie derecho, y siempre contrató en casa cocineras de origen latinoamericano para que nos prepararan los platos que nos gustan. Mi paladar es 100% colombiano. No me gusta desayunar pancakes. Yo solo los cocino por Justin, ya que a él sí le gustan, pero yo por lo general desayuno con arepa de queso, huevos revueltos y una buena taza de café, o como le decimos aquí en Colombia, “tinto”. Aquí, si quieres referirte al café n***o, debes decir “tinto”, y si quieres referirte al café con leche, dices simplemente “café” o “perico”. Lo sé, cualquier extranjero quedaría perdido al llegar a Colombia y pedir un café, pero son cosas que Chloe y yo ya sabemos por haber crecido con papá colombiano. —Tu horario laboral inicia a las 8:00, Lucila. No tienes por qué madrugar a las 5:30 a hacerme el desayuno —le digo a la mujer, ya que a esa hora fue que se levantó para prepararme el desayuno y poder tenerlo listo a las 6:00. —¿Y entonces quién le iba a hacer el desayuno al señor? —replica la mujer, sirviéndome el plato de caldo de carne con arepa y café endulzado con panela —. La señorita Chloe no se despierta sino hasta las 7:00 para ir a llevar al niño Justin al kínder. Sí, Chloe se ha venido a vivir conmigo a Bogotá, y aunque este apartamento nos parece pequeño para vivir los tres—aunque en realidad es muy grande, y está ubicado en la zona más inasequible de la ciudad —, ya iremos a mirar este fin de semana una mansión a las afueras de la ciudad que será lo suficientemente grande para que Justin pueda correr con libertad, y que tal vez podamos tener uno o dos perritos. Yo tuve una mascota cuando pequeño, pero se murió y papá no me quiso comprar más. —Eso que acabas de decir lo has dicho como si hermana tuviera la obligación de levantarse a atenderme —le digo, sintiéndome un poco molesto, y Lucila se arrepiente de inmediato y se encoge de hombros de tal manera que me da a entender que la he intimidado. Yo no tengo una cara temible como mis primos, así que no intimido a la gente con los ojos, pero sí con mi tono de voz. Tengo una voz muy gruesa —. Lo siento, no pretendía hablarte de esa manera, así es mi tono de voz. —No, discúlpeme usted a mí, don Gustavo. Fui una impertinente con mi comentario —se excusa —. Es...simplemente que aquí crecimos en una cultura en donde las mujeres atendemos a nuestros hombres, ya sean esposos, papás, hermanos, tíos... Yo nunca vi que mi madre atendiera a mi padre. Nunca le sirvió siquiera un vaso de agua. Mi papá tuvo que contratar su propio personal de servicio para que lo atendieran, y los fines de semana cuando estaban en su día libre, pues pedía comida a domicilio, y yo hago lo mismo. Prefiero contratar empleados domésticos, a quedarme esperando que algún día una esposa me atienda. Es algo cultural. En Estados Unidos cada quien ve por lo suyo, y las relaciones tienden a ser 50-50. Los dos trabajan, los dos aportan económicamente, y los dos se reparten los quehaceres del hogar. Allí no se ve eso que todavía se ve en Latinoamérica de que, aparte de que la mujer tiene que salir a trabajar, debe llegar cansada a atender al marido. —Entiendo. Son diferencias culturales —digo, y mientras termino mi desayuno, me llega un mensaje de mi asistente personal, Fabio, pero al que le solemos decir por el apellido, “Lleras”, avisándome que ya ha sido contratado mi guardaespaldas personal. Yo en Estados Unidos no tenía que andar con guardaespaldas, ya que la famosa era mi madre, y de todas formas allí los famosos no son tan asediados, pero aquí sí que tendré que cuidarme la espalda. En Latinoamérica el crimen está a la orden del día, y los de la élite siempre estaremos en constante peligro. Lleras me envía el CV de mi nuevo escolta, y escupo el café cuando veo de quién se trata. Es Carolina, la amiga buenona de Carlos. Vaya, vaya. Esto va a estar muy interesante. Distingo a ese mujerón desde hace unos años, ¿y cómo no? Si es la compinche de Carlos. Hace parte de su séquito de militares idiotas. Ni siquiera sé cómo un mujerón como ese pudo haber resultado siendo amiga de Carlos y los otros dos idiotas. Recuerdo que Carlos, cuando recién empezó su amistad con ese bombón, la presumía ante sus amigos como su novia, el muy idiota, pero luego me terminé enterando de que en realidad ella es lesbiana. Qué desperdicio, pero debo admitir que eso solo la hace más excitante. Y hablando de mi primo el troglodita, me acaba de enviar un mensaje. > Sí. Así de cariñosos somos entre primos. ¿Y en serio Carlos cree que voy a ser un indecente con Carolina? Eso jamás. No soy ese tipo de hombre. Bueno, sí lo soy, pero soy un hombre muy profesional, y sé que, por más exóticamente hermosa que sea mi guardaespaldas, podré pasar esa belleza por alto y tener una relación estrictamente profesional con ella. Total, ella es lesbiana, y yo solo tengo ojos para una mujer en estos momentos. Termino de desayunar y mientras alisto mi portafolio para irme con toda la disposición a trabajar en mi primer día como CEO, veo a Chloe salir de su habitación, recién levantada, con el rubio cabello enmarañado y pasándose las manos por los ojos, quitándose las legañas que hayan quedado en ellos tras una noche de buen sueño. El corazón me late con fuerza, como siempre ocurre cuando la veo. Sé que lo nuestro está mal, muy mal, pero nadie tiene por qué saber que bajo nuestra fachada de hermanos muy unidos que viven juntos para compartir gastos, somos lo más parecido a un matrimonio, con la única diferencia de que no podemos casarnos porque aquí y en gran parte del mundo, el incesto es un delito. Tenemos que ser muy cuidadosos aun dentro de nuestra propia casa, ya que, si Lucila se llega a dar cuenta de algo y abre la boca, Chloe y yo estaríamos en un problema muy gordo, así que ni siquiera podemos amanecer en la misma cama. Tenemos que limitarnos a amarnos durante unas cuantas horas en la noche, y que cada uno se regrese a su cama. Esto es muy injusto. Nosotros no deberíamos estarnos ocultando. El amor es amor, por muy pecaminoso que sea. Y lo sé. Sé que lo que tengo con Chloe es antinatural, inmoral y todo lo que termine en al, pero en cuestiones del corazón no manda la razón, y mi corazón escogió, desgraciadamente, a mi medio hermana. Camino por el pasillo de habitaciones hasta encontrarme con Chloe. Desde donde Lucila está, no puede vernos debido a la penumbra que todavía hay a estas horas, así que arrincono a Chloe contra la pared y le doy un dulce beso. Ella me lo corresponde mientras pasa su mano por mi cabeza castaña. Yo antes solía ser rubio, pero por cuestiones de la edad y malos hábitos, se me ha vuelto castaño claro. Paso a besarle el cuello, el valle entre sus pechos, y le bajo un poco la camisa del pijama junto a su sostén para poder probar sus exquisitos senos, y me estoy un buen rato así, simplemente mamándole el pecho. Tengo una especie de complejo de Edipo con Chloe. Ante la ausencia de mamá, fue Chloe la que me cuidó y me hizo sentir seguro, así que desarrollé un fuerte apego, y eso implica también sentir la necesidad de mamar sus senos, como cual bebé hambriento y que quiere unos minutos de conexión con su madre. A veces me pregunto si lo que siento por Chloe en realidad es amor. La quiero, por supuesto que lo hago, pero como nunca he estado seriamente con una mujer en una relación, no sé si lo que siento por Chloe es amor. Nunca he experimentado el amor, ni siquiera por parte de mi madre. —Gus...vas a llegar tarde —dice Chloe, excitada por tanta succión, y yo me tengo que apartar a regañadientes. Me miro los pantalones para asegurarme de que no haya ningún problema. Hace años que dejé de excitarme como un puberto. Tengo 35 años, ya no se me para por tan solo unos besos, pero no está de más revisar. —Que te vaya super en tu primer día como CEO —me dice mi hermana, dándome un casto beso en la frente —. Vas a arrasar con todo, y vas a callar muchas bocas. Callar muchas bocas. Sí. Eso es lo que quiero hacer. Nadie, ni mi propia familia cree que lograré continuar con el legado de mi tía Lina. Ella fue una de las mejores empresarias de su época. Fue la que logró que Café Bustamante se convirtiera en una marca internacional y que hoy día muchas personas relacionen a Colombia no solamente con la droga sino con el café. Fue ella la que llevó el café colombiano a las alacenas de millones de personas alrededor del mundo, y no nos podemos dejar ganar de otras cadenas de café famosas como Starcoffee. Alonso no fue capaz de diseñar una estrategia comercial para lograr superar a nuestra mayor competencia, pero es porque él no estudió negocios internacionales, yo sí. Él se limitó a estudiar el mercado nacional, mientras que yo sé cómo funciona el mercado internacional, y viví en el país dueño de esa otra importante compañía de cafeterías, y sé por dónde atacarlos. Me subo en mi camioneta BMW y conduzco hacia la Torre Colpatria. Es ahí en donde funcionarán las oficinas de Café Bustamante. Es el rascacielos más alto de Bogotá con 50 pisos, y el más representativo de Colombia. Es lo que en su momento fue para Estados Unidos las Torres Gemelas. Es un rascacielos hermoso, y en la noche tiene una iluminación espectacular. Se pueden proyectar mensajes e incluso imágenes. Una total maravilla arquitectónica. Y esta es quizá la última ocasión en la que podré conducir solo hacia el trabajo, ya que a partir de mañana andaré para lado y lado con mi esquema de seguridad y esa bonita morena de ojos verde esmeralda pisándome los talones. Hoy salí temprano precisamente para evitar que la empresa me estuviera esperando en la entrada del edifico, y, de todas formas, ellos están muy ocupados durante estas semanas cubriendo todo lo relacionado con la posesión de la nueva presidente de la República. Patricia Arenas, la que fue novia de mi tío Carlos antes de que él muriera vilmente asesinado, fue escogida como la primera presidente mujer en toda la historia de Colombia, y aunque yo no voté por ella, agradezco en parte que esa noticia se esté llevando toda la atención de la prensa para que a mí me dejen en paz, pero, por otro lado, eso no es tan bueno según mi publicista. Necesitábamos a la prensa nacional para que le informara al país y al mundo entero que oficialmente Café Bustamante tiene un nuevo CEO. Una publicación en redes s0ciales no será suficiente para llamar la atención. Las oficinas de Café Bustamante están en el piso 30. El ascensor no se demora mucho, y cuando llego al piso en donde deberé estar enclaustrado desde hoy hasta la edad en que quiera jubilarme, la veo a ella. Carolina está esperando pacientemente en la sala de espera, leyendo una revista, vestida con un traje formal oscuro como el de todos los guardaespaldas, con su melena azabache recogida en el peinado militar, y aunque no tiene ni pizca de maquillaje, quedo hipnotizado al ver esa belleza que no parece humana. Ella levanta la mirada apenas nota mi presencia, y apenas hacemos contacto visual, siento que esas dos esmeraldas que tiene por ojos serán mi perdición.
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