¡No soy su secretaria!

2570 Words
Antes de empezar a trabajar como la guardaespaldas de Gustavo Bustamante, me he dado una escapada con Danna. Una chica que conocí en una app de citas para lesbianas. Necesito un desfogue antes de empezar a tener una agitada vida como escolta de un hombre que estará el 95% de su tiempo dedicado a su trabajo y viajando a distintas partes del país y del mundo, según me lo dio a conocer su asistente personal. Lleras fue muy sincero antes de la firma del contrato, y me dijo que, por lo general, los escoltas de los empresarios no tienen vida privada, y que es algo parecido a escoltar al presidente de un país. De hecho, la única razón por la que se interesaron por contratarme —aparte de la recomendación de Carlos, por supuesto —, más que por mi impecable historial militar, fue por el hecho de ser una mujer soltera y sin hijos. Y creo que ni siquiera me hubieran contratado por ser mujer. Este es un país muy machista, y en el sector privado no es muy común ver que una escolta mujer se encargue de la seguridad de un hombre tan importante. Dejo de pensar en Gustavo cuando la impresionante mujer con la que compartiré la noche se me desnuda al frente. Ummm sí. Tiene unos senos naturales impresionantes. Un poco caídos, pero es lo apenas normal después de haber pasado por dos embarazos. Sí, ella tiene hijos. Estuvo casada hace unos años, pero su esposo lamentablemente falleció en un accidente hace dos años, y aunque todavía le guarda luto, tiene necesidades qué atender, y quiso buscar placer en las mujeres. No somos novias. Desde el principio dejamos muy claro eso; que lo nuestro solo es algo de amigas con derecho a roce. No me gusta andar acostándome con una mujer distinta cada semana, como sí le gusta hacerlo a mis idiotas amigos. Siempre he creído que el acto s*xual es un poderoso intercambio de energías, y que hay que escoger muy bien a las personas con las que elegimos intimar, así que prefiero tener una pareja s*xual estable, a andar de culialegre por ahí. ¿Y por qué no mejor tener una novia si me gusta la estabilidad? La respuesta es muy fácil: hasta hace unas semanas, yo era militar. No quería hacerle el daño a ninguna mujer de ilusionarla con una vida juntas, para que después tuviera que enterrarme porque me mataron en alguna misión, y ahora que trabajaré como guardaespaldas, tampoco quiero tener una relación porque sé que simplemente no tendré tiempo para esas cosas. Creo que a la final no les podré dar nietos a mis padres. Danna gatea en la cama para llegar hacia mí, observando mi cuerpo con ardiente deseo. —Eres tan perfecta —ronronea ella, ubicándose entre mis piernas y observando mi centro con hambre —. Deliciosa. Danna asegura que no le gustan las mujeres. Que solo entró a esa app de citas lésbicas por mera curiosidad, pero que yo sí que le gusté por mi sensualidad. Tengo un buen cuerpo. Senos ni muy pequeños ni muy grandes y firmes, buen culo, abdomen marcado y medidas de miss universo; todo eso en parte se lo debo a la genética, pero fue el extremo ejercicio físico que hice en el ejército el que me ayudó a tener el cuerpo que tiene a muchos deseándome. Gimo cuando siento la traviesa lengua de Danna en mi vulva, lamiendo y chupando como ningún hombre nunca lo hará, y no es que yo haya estado con muchos hombres como para saber qué tal lo hacen, pero por la única experiencia que tuve con Nicolás, me hago a la idea. Nicolás se esforzó por darme una buena primera vez, en serio que trató. Me hizo sexo oral para tratar de lubricarme lo suficiente como para que no me doliera la penetración, pero lo único que hizo fue empeorar las cosas, ya que él metió mucho su lengua en mi v****a virgen, y me dolió. Posteriormente, cuando me penetró, si bien lo hizo con cuidado, me dolió aun así, y solo duró dos minutos en el acto. Él estaba tan excitado por estar haciéndolo con una chica virgen, que no aguantó de a mucho, y me dejó viendo un chispero, pero al fin y al cabo cumplió con el objetivo: romperme el himen de la manera menos traumática posible, y ayudarme a dar un pasito en ese difícil proceso de superación del abuso que sufrí cuando pequeña. Danna hace un buen trabajo con su lengua, chupando, succionando y mordiendo con cuidado mi clítoris, mientras que yo me aferro a las sábanas y gimo, arqueando mi espalda. Joder. Esto es tan placentero. Los hombres ni siquiera saben en dónde está el clítoris. Danna me hace explotar en un húmedo orgasmo que le llena la boca con mis jugos, y entonces cambiamos de posición; ella se acuesta boca abajo con las piernas abiertas, y yo meto la cabeza entre ellas y le doy lengüetazos a su centro, haciéndola gemir y retorcerse del placer, y cuando la hago venirse, pasamos a toquetearnos todo el cuerpo y a penetrarnos con nuestros dedos, teniendo varios orgasmos. Lo bueno del sexo entre mujeres es que podemos durar toda la noche en la faena, mientras que los hombres no aguantan más de dos veces, porque a la tercera ya se les seca totalmente la leche. Carlos se jacta de ser un semental y aguantar hasta cinco veces en una noche, pero Luciano ya lo echó a la olla al decir que Carlos puede hacer eso solamente si se toma algo que le dé esa ayudita extra. No voy a negar que a veces he querido acostarme con Carlos solamente para confirmar qué tan cierto es lo que asegura de ser un semental en la cama, pero eso nunca pasará. Carlos se ha acostado con muchas personas a lo largo de su vida, tanto con hombres como mujeres, y no quiero que me traspase todas esas malas energías que ha absorbido de todos esos encuentros s*xuales. Danna y yo duramos varias horas en la faena, hasta que considero que ya es hora de irme. No quiero llegar trasnochada a mi primer día de trabajo. Mientras me visto, Danna se queda en la cama, mirándome con algo de melancolía en los ojos. Sé lo que debe estar pensando: que nosotras seríamos una pareja perfecta. Tenemos mucha química, nos respetamos, nos entendemos en la cama y me llevo bien con sus pequeños hijos. Tal vez las cosas puedan darse entre ambas, más adelante. Conduzco con mucho cuidado hasta el edificio en donde vivo. Nicolás y yo no somos adinerados, así que vivimos en una zona considerada “marginal” de Bogotá. Es una comuna en donde si bien hay conjuntos residenciales, estamos colindantes con vecindarios de gente muy humilde en donde abundan las pandillas. Es peligroso para el que no viva aquí, pero a los que llevamos años residiendo, los ladrones ya nos conocen y no nos hacen nada. Ingreso al pequeño apartamento que comparto con Nicolás siendo la una de la mañana, y cuando escucho gemidos varoniles y el sonido de los muelles de la cama golpeteando contra la pared, entorno los ojos. Alejandro está aquí, de nuevo. El gato de Nicolás se me enrosca en las piernas, como si estuviera pidiendo auxilio. Lo alzo en brazos y lo acaricio. Pobre señor Bigotes. Las cosas que debe escuchar... De seguro Nico quiso aprovechar que yo me iría por unas horas para así poder intimar con su novio sin tener que pagar una habitación de motel, pero se les alargó la cosa. Detesto tener que aguarles la fiesta, pero necesito dormir algunas horas, así que les toco la puerta para anunciarles que ya estoy aquí, y les digo: —Que esta sea la última ronda, porque necesito dormir. Por un momento se escucha una pausa, pero los sonidos de los muelles de la cama golpeando contra la pared se reanudan a los pocos segundos, esta vez sin el sonido de los gemidos de ambos. Cuento hasta 30, sabiendo perfectamente lo que se demora Nicolás en correrse cuando se concentra, y cuando los golpeteos cesan y escucho un gemido ronco de Nicolás y un quejido de frustración de Alejandro por todavía no haberse corrido, he confirmado que todo ha terminado y podré dormir en paz. Me pongo mi pijama y me meto bajo las sábanas de mi cama de tamaño individual, sintiendo un frío del putas y teniendo que buscar una sábana extra. Oh, no tengo más. La gente adinerada de esta ciudad tiene calefacción en sus hogares, pero eso es algo que Nicolás y yo no pudimos permitirnos en su momento. Tal vez ahorita sí podríamos, pero no pensamos quedarnos viviendo mucho tiempo más en este apartamento. Nicolás mandó a construir una bonita casa de campo en una finca que compró en el Eje Cafetero, y yo pienso...pensaba regresar a Medellín apenas me gradúe de mi carrera de ingeniería de sistemas. Los planes me han cambiado ahora que trabajaré como guardaespaldas de Gustavo Bustamante. Deberé quedarme en Bogotá hasta...hasta quién sabe cuándo. Duermo solamente por dos horas, ya que la ansiedad por mi primer día de nuevo trabajo no me dejó conciliar muy bien el sueño, y para cuando suena la alarma de mi celular, hago una mueca de frustración. Son las 5:00 a.m. No debería estar despertándome a estas horas para ir a trabajar. Debería hacerles caso a mis primas y aprovechar mi belleza para conquistar a un hombre adinerado y nunca tener que volver a trabajar, poder despertarme a las 9 a.m., ir a desayunar con otras esposas mantenidas, ir al pilates, almorzar en lujosos restaurantes, pasarme toda la tarde de compras, y llegar a casa a soportar a mi marido por algunas horas. Carlos me tenía prometida esa vida de la señora de las lomas, pero yo por dignidad no quise, y ahora esa vida la tiene Luciano, el italiano que le robó el corazón a Carlos. Yo todavía estoy procesando el hecho de que mi aparentemente muy hetero amigo resultó casándose con un hombre. Yo sabía que los que somos de la comunidad LGBT tratábamos de rodearnos de gente como nosotros, pero en el caso de Carlos yo creía que era una coincidencia que la mayoría de su grupo de amigos fuésemos jotos, y él, supuestamente, no. Me meto al baño a darme una ducha, y aunque dejo que el agua caiga durante algunos minutos para calentarse, no deja de salir fría. Puta madre. Otra vez está fallando el calentador. No tengo tiempo para ponerme a arreglarlo, así que me meto así, con el agua helada, y me doy una ducha de 20 segundos, como tenía que hacerlo en el ejército. Yo era de las fuerzas especiales, por supuesto que bañarme con agua helada en un clima de 10 grados centígrados no es tan terrible para mí. Me enseñaron a soportar métodos de tortura mucho peores que este. Salgo del baño temblando por el frío, y me visto rápidamente con el elegante traje que deberé usar desde hoy hasta nueva orden. Me recojo la cabellera en el peinado militar que me acostumbré a hacerme desde que ingresé a la escuela militar siendo apenas una niña de 18 años y me calzo con unas zapatillas blancas reebok. El código de vestimenta no me impide usar tenis formales. Total, tendré que estar parada la mayor parte del tiempo, y tal vez corriendo de aquí allá. Quiero estar lo más cómoda posible. No me aplico mucho maquillaje. Solamente un corrector de ojeras y ya está. Voy a trabajar, no a un concurso de belleza. Voy a la cocina con la intención de prepararme el desayuno, y me encuentro a un recién levantado Nicolás que ya está preparando el desayuno de todos. Lo abrazo por detrás mientras él está picando un tomate para hacer los huevos “pericos”, que es como le llamamos por estos lares a los huevos revueltos preparados con mantequilla, cebolla picada salteada y tomates. Me gusta hacer esto. Abrazarlo mientras está cocinando, apoyando mi cara en su fuerte espalda y aspirar su aroma varonil. El traumático recuerdo de mi primo besándome y tocándome indecentemente mientras intentaba penetrarme queda reemplazado por los bonitos momentos que he pasado con Nicolás, Jorge y hasta con el idiota del Carlos. Ellos me ayudaron a sanar. Antes de conocerlos, yo le tenía pánico al contacto con los hombres. No los soportaba. La ansiedad me tragaba viva cuando por algún motivo, ya fuera social o laboral, debía quedarme encerrada en unas cuatro paredes con puros hombres, pero fue mi cuadrilla de idiotas los que me ayudaron a superar aquello. Pero el único que sabe sobre el abuso que sufrí cuando pequeña, es Nicolás. No he querido decírselos a Jorge ni a Carlos, mucho menos a Carlos, porque sé lo que sería capaz de hacerle a ese primo. Matarlo solo sería premiarlo. Lo torturaría de la manera más inhumana posible, y aunque eso es lo que se merece mi primo por haberme hecho lo que me hizo, por haberme arruinado la vida de esa manera, prefiero dejar que sea la justicia divina la que actúe. —¿Te divertiste anoche? —me pregunta Nico mientras sirve los platos. Yo tengo que dejar de abrazarlo a regañadientes para que pueda moverse con soltura. —Sí. Danna es...increíble —le digo mientras lo ayudo a servir el café —. Me dejó irritada la vulva. —Ok, demasiada información —dice Nico, y mientras nos sentamos en nuestra pequeña mesa de comedor a desayunar, lo miro con diversión. —Y tú también te divertiste anoche, por lo que pude escuchar —le digo, y él sonríe como idiota enamorado. —Alejo es...insaciable. Nicolás resultó de novio con el hermano menor de Carlos, y el que parece conocer mejor a Gustavo. Ese me beneficia. Si llego a tener algún problema con mi jefe, sé que Alejandro podrá darme una manita. Termino de desayunar y corro hacia mi habitación para buscar la mochila que me llevaré al trabajo, ya que en la noche tengo que ir a mis clases de la universidad, y me tropiezo con Alejandro. El joven veinteañero tiene la misma cara de Gustavo, pero en versión más joven. No parecen primos, sino hermanos. —¿Hoy ya empiezas a trabajar como la escolta de mi primo? —pregunta el muchacho, y yo asiento —. Él puede llegar a ser muy pesado a veces, y como cualquier Bustamante, le gusta que las cosas se hagan como él diga, pero es buena persona. Lo de buena persona lo dudo mucho. Ese idiota ha aparentado toda la vida ser un chico problema y un playboy. —Por favor tenle paciencia —insiste Alejandro, con esos ojitos de ángel que fueron los que enamoraron a Nicolás —. Él es buena onda. Decido creerle a Alejandro y pensar que tendré un jefe buena onda, pero hora y media después, cuando estoy en la sala de espera y me lo encuentro, él se queda mirándome durante unos segundos, y con esa seriedad que tienen todos los jefes cascarrabias, me dice con voz de mando: —Prepáreme un café, y venga a mi oficina. ¿Qué le prepare un café? ¡No soy su secretaria! ¡Soy su guardaespaldas! ¡Idiota!
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