Viernes. La cuenta atrás avanzaba, lentamente. Demasiado lentamente. Ya llevaba cuatro días en ese hospital. No quería ni pensar en que a lo mejor me quedaban otros cuatro... Aunque yo me encontraba mucho mejor. Esa mañana estuve paseando, eufórico por haber dejado atrás los días de reposo absoluto. Tal vez pudiera irme antes, como había dicho el doctor. En cualquier caso, hasta el domingo nada... Y el domingo parecía tan lejos... Yo no podía saber que aquel día era el principio de algo nuevo. Que mi vida, irremediablemente, iba a cambiar a partir de entonces. Parecía un día más y lo fue. Después del paseo volví a mi habitación y estuve haciendo deberes. Luego vino Aidan, contento porque su último libro saldría definitivamente en quince días: llevaba dos meses de absurdos trámites, esper