—Muchas gracias señor Pierre, me encantaría que me llevara a mi casa, no me gustaría ir con ciertas personas. —exclamó la rubia viendo al guapo moreno con mucha molestia. Andrés la mira sin desinterés y no le presta atención a sus palabras, entonces, voltea su mirada hacia Pierre y le dice: —Oye amigo, préstame algo de dinero, mira, el Nonno me dio las llaves de mi camioneta azul, quizás mañana me de una de las tarjetas y te p**o todo lo que gaste. Vamos, no seas tan malo, necesito salir de este encierro y apartarme de ciertas personas algo tontas. —y quedó mirando a la joven cocinera de mala gana. Astrid pone sus ojos en blanco, porque la actitud de Andrés le parecía muy inmadura. Para ella, el hombre tenía veintisiete años solo en porte y estatura, pero de mentalidad ni siquiera un po