En la mañana del día domingo, Andrés y Astrid se encuentran solos en la mansión para cocinar. Lo que ellos no saben es que el abuelo los ha unido porque ambos poseen cualidades excepcionales para la cocina. El heredero aprendió gastronomía en diferentes países; carrera que estudió solo porque su madre se lo pidió antes de morir. Por ende, tiene conocimientos técnicos muy significativos del arte culinario, los cuales no ha llevado a cabo porque le ha dado poca importancia. El moreno de 27 años lo único que le gusta es festejar y derrochar la fortuna familiar. Sin embargo, su abuelo el señor Salvatore decide castigarlo quitándole lo que a él más le gusta: el dinero, para que madure y se ocupe de los restaurantes sabores de Italia.
Entonces, Andrés al verse sin un centavo no le queda más remedio que acatar las ordenes de su abuelo, y tiene que cocinar para poder recuperar su vida de lujos y placeres. Por otro lado, Astrid es una chica la cual tiene un don innato para cocinar. La rubia puede hacer una receta gourmet a la perfección con tan solo leerla o verla en algún programa de TV. Es por eso, que el señor Salvatore ve a la chica como un “diamante en bruto” que necesita pulirse un poco más ser de gran ayuda en alguno de sus restaurantes a futuro. Pero hay un gran problema: Andrés y Astrid no se llevan bien, y esto es debido a la fuerte personalidad que cada uno posee.
La pregunta del millón es: ¿Podrán los dos llevarse bien y hacer un gran trabajo?
En aquel momento, el rebelde Andrés se encuentra de pie mirando a Astrid con algo de rabia, ya que minutos atrás la rubia le había hablado sin ningún temor como si él fuera una persona común y corriente, cosa que él consideraba una falta de respeto porque veía a la chica como una simple sirvienta. El heredero estaba acostumbrado a que todo el mundo le rindiera pleitesías; todos le temían, incluso su abuelo Salvatore quien lo evitaba a toda costa para no tener ninguna discusión con él. Entonces, Astrid lo desafía con la mirada y le da un sorbo a su taza de café
—¿Qué tanto me miras?, ¡pareciera que estuvieras enamorado de mí! —exclamó Astrid sarcásticamente.
«¡Que te crees rubia tonta!, ¿Cómo te atreves a mirarme y hablarme de esa manera?... Soy Andrés Cavalieri, y no sabes con quien te metes »pensó el heredero.
Enseguida, Andrés al escuchar sus palabras suelta una carcajada muy ruidosa de manera burlona, ya que la actitud de la joven le pareció muy fuera de lugar. Entonces, mientras se ríe el apuesto heredero saca un cigarrillo de su bolsillo, lo enciende, le da una aspirada y luego que suelta el humo le dice:
—¡Já! ...ni que me pagaran ahora mismo cien millones de euros me enamoraría de ti flacucha tonta. ¡De paso, no me gusta tu actitud!
—exclamó—. También debes recordar que yo soy tu jefe cuando nadie está.
—Yo a ti no te considero jefe… a mi me contrató fue el señor Salvatore —contestó Astrid.
—Pues yo soy su nieto, y tu simplemente eres la sirvienta. —respondió Andrés —¿O es algo muy difícil de entender para ti?
En ese instante, la joven arruga la cara, se tapa la nariz y empieza a toser haciendo caso omiso a las palabras de Andrés y alejándose lo más que puede, ya que no soportaba el olor a cigarrillo. Enseguida él capta que a ella no le gusta el olor, entonces decide soltar humaradas más grandes para que la cocina se llene de humo y la rubia se enoje aún más. Al ver esto, la rubia decide retirarse de la cocina y se va a sentar para la sala. Enseguida, Andrés va tras ella porque quiere seguirla molestando con el humo del cigarrillo, ya que cuando alguien le caía mal, el heredero se portaba aún peor. seguidamente, el hombre la encuentra sentada en el sofá y estando de pie le pregunta mirándola de manera malévola:
—¿Entonces no te gustan los hombres que fuman?
—¡No!... más bien me dan asco. —contestó Astrid en tono despectivo.
Al escuchar esto, el moreno se llena de ira y aspira su cigarrillo muy fuerte echando una gran humarada hacia el rostro de la rubia. Ella al inhalar el humo comienza a toser y corre rápidamente hacia el fregadero para enjuagar su rostro, ya que quiere quitarse el olor a nicotina de una vez por todas. Por otro lado, Andrés al ver toda la reacción de Astrid empieza a reírse a carcajadas. Luego la chica sin secarse el rostro se acerca a él muy furiosa para enfrentarlo.
—¿Qué te sucede?, ¿Por qué me haces esas cosas?
—Porque me da la gana.
Andrés enciende otro cigarro sin sentir nada de empatía; él solamente veía a Astrid como una sirvienta rebelde la cual tenía que poner en su sitio. La chica muy molesta se dirige hacia él y le quita el cigarrillo de sus labios desafiando al maleducado heredero.
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—¡Que respuesta más estúpida acabas de dar! —exclamó Astrid —, además no deberías fumar en la cocina.
Andrés al ver que Astrid le quitó el cigarrillo de su boca se enfurece tanto que se levanta rápidamente de la mesa, y se acerca a ella amagándola con pegarle una cachetada. El orgullo y la prepotencia del heredero hicieron que reaccionara de esa forma, ya que no iba a permitir que una simple empleada se comportara así ante él.
—¿Cómo te atreves a quitarme el cigarrillo?, ¿dime quien te crees? —gritó Andrés con su mano levantada hacia Astrid.
La rubia se asustó mucho al ver a ese hombre de un metro noventa de estatura reaccionar de manera tan violenta; su corazón del miedo latía tan rápido que parecía que se le iba a salir de su pecho. Sin embargo, por mucho temor que ella sintiese no iba a dejar que Andrés por muy rico que fuera, la tratara de esa forma. Así que, reunió algo de valor y mirándolo fijamente se atrevió a desafiarlo.
—¡Si me vas a golpear pues hazlo, veamos si eres capaz!
Andrés al escuchar esas palabras se sorprende mucho ya que era la primera vez en toda su vida que una mujer o alguien de servicio, lo enfrentaba. Era obvio que él no la iba a golpear ya que si lo hacía se metería en graves problemas con su abuelo, cosa muy perjudicial para su actual situación.
—¡No vale la pena que ensucie mis manos contigo!... además, si te golpeara te llevarían a emergencias ahora mismo estúpida sirvienta —respondió el moreno empujando a la chica bruscamente.
En ese momento, Astrid al verse en el piso le hierve la sangre porque la manera en que la trató Andrés fue muy denigrante. Entonces, ella muy furiosa se levanta y va directo hacia el closet para tomar sus cosas ya que quería salir muy rápido de ese lugar. Ella pensó que prefería vender pastelitos en la calle a estar con ese hombre tan malvado encerrada en esa cocina.
—Me largo de aquí, ¡no me importa! .Sé que perderé mi bono y mi trabajo, pero ¡no te soporto! —gritó Astrid.
Andrés se sienta en la mesa y por tercera vez enciende otro cigarrillo. A él no le importa si Astrid se va o se queda, ni siquiera siente remordimientos en lo que le hizo a la chica anteriormente, ya que es un hombre que nunca le han importado las consecuencias de sus actos, pero esta vez iba a ser muy diferente. Entonces fumando de nuevo le dice a Astrid de manera desinteresada.
—Si, lárgate.
Entretanto, Astrid a punto de abrir la puerta principal, se acuerda de otra cosa que quiere decirle a Andrés antes de irse. Por lo que ella se devuelve y regresa de nuevo a la cocina. Él al ver que ella llega de nuevo coloca los ojos en blanco, y sigue en su celular revisando los mensajes de textos que sus decenas de amantes le enviaban; las cuales no podía ver, porque no tenía ni un centavo.
—¡Que fastidiosa eres, ya lárgate de una vez!
—Pues claro que me voy, pero antes de irme quería decirte que eres lo peor que he conocido y al menos no me van a echar a la calle como a ti por no acatar la orden de tu abuelo. ¡Entonces hasta nunca futuro pordiosero! —dijo Astrid retirándose de la mansión.
Enseguida, al escuchar esas palabras, Andrés abre sus ojos y su boca, porque quedó en estado de shock por unos segundos ya que todo lo que dijo Astrid era muy cierto, que lo iban a botar de la mansión si no cumplía con la tarea que le dio su abuelo en las próximas 24 horas. Esta vez, el señor Salvatore no bromeaba, por lo tanto, si no hacia lo que él le dijo el orgulloso heredero terminaría en las calles de Bruselas como un mendigo como lo dijo la rubia.
—¡La estúpida sirvienta tiene razón! Si no hago lo que el Nonno dijo, me van a botar de aquí. Yo no puedo ser pobre! —dijo Andrés, golpeando la mesa con uno de sus puños.
Rápidamente, al hombre le empiezan a sudar las manos y camina de un lado a otro por toda la cocina pensando que iba hacer. El sabia que Astrid estaba muy molesta con él por todo lo que le hizo. Así que se dio cuenta de que estaba en graves problemas.
—Creo que me excedí en tratarla tan mal. ¡Pero es que se lo tenía merecido! ¡Nadie la mandó a hablarme de esa forma! —exclamó Andrés.
El hombre estaba hecho un manojo de nervios porque no sabía que hacer, ya que si se disculpaba con Astrid sentía que se iba a rebajar ante ella; cosa muy humillante para el egocéntrico millonario. Por otro lado, la rubia camina hacia donde está Vladimir para que la lleve hasta su casa. Mientras ella caminaba, recordaba con mucha ira ese amargo momento que le hizo pasar Andrés.
—Ese idiota cree que porque es rico me puede tratar como le da la gana…pues no, no lo voy a permitir.
Entonces la rubia no pudo contener más sus sentimientos y comenzó a llorar de la rabia, ya que la manera en que la trató el heredero fue muy humillante para ella. Por esta razón, prefirió irse y perderlo todo que estar junto Andrés Cavalieri. En aquel momento, Vladimir el chofer, desde lejos observa que la joven sale de la mansión con su bolso, cosa que le parece muy extraña para ser tan temprano.
«¿La joven Astrid a esta hora? ¿Viene llorando? »dijo Vladimir mentalmente, viendo a la chica desde lejos.
Entonces el conductor no aguanta la curiosidad y empieza a correr hacia la chica y la intercepta rápidamente. Al estar cerca de ella ve que está hecha un mar de lágrimas y enseguida la abraza diciéndole:
—¡Joven Astrid! ¿Qué le sucede? —preguntó Vladimir algo asustado.
—¡Me quiero ir de aquí… Lléveme para mi casa!
—¡Pero dígame señorita, quisiera saber que le pasó! ¿El señor Andrés le hizo algo?
—¡Sí! ¡Me humilló demasiado! Por eso no quiero verlo nunca más. Solo quiero estar con mi abuela en estos momentos. Vamos, lléveme a mi casa.
Enseguida, Vladimir saca un pañuelo, seca las lágrimas de la chica y la abraza como si fuera un padre consolando a su hija. El conductor veía a Astrid como una tierna jovencita que necesitaba ayuda, ya que conocía como vivía y no se merecía estar en ese lugar. El empleo en esa mansión era el boleto que ella necesitaba para tener una mejor vida, y por culpa del maleducado de Andrés lo iba a perder; el conductor ya conocía el comportamiento del heredero. Es por eso, que al verla así trató en hacerle entrar en razón.
—Pero señorita, porque mejor no habla con el señor Salvatore y le explica el asunto. Quizás él pueda reprender a su nieto, pero no se vaya por culpa del joven, mire que usted tiene un contrato. Además, si fuera por Andrés tampoco nadie estuviera trabajando aquí. Vamos, no se vaya señorita, este es un buen empleo así que no caiga en las redes de ese hombre malcriado ¡ No le dé el gusto!
—Mmmm no lo sé... —contestó Astrid.
Mientras los dos conversan, se escucha un grito desde lejos.
—¡Astrid espera! —gritó Andrés sintiendo algo de alivio al ver que Astrid aun no se había ido.
El hombre muy asustado corrió como un rayo veloz, porque se dio cuenta de que necesitaba de Astrid para poder recuperar su antigua vida acaudalada. Por esta razón, decidió humillarse e ir tras ella para pedirle perdón por todo lo que le hizo hace treinta minutos atrás. Mientras corría, la rubia y el señor Vladimir lo vieron con desprecio. Rápidamente, va hacia donde esta Astrid y con voz agitada le dice:
—¿Po-podrías regresar a la cocina por favor?
Él no sabía cómo pedirle perdón a las personas ni tampoco como disculparse. Entonces el disculparse con Astrid era toda una hazaña para el heredero de 27 años.
—¡No! —contestó Astrid con mucha dureza.
«Ahhh, ¿Por qué se hace la dura? »pensó Andrés.
Luego, Vladimir no aguanta su enojo ya que la manera en que Andrés se comportó no fue la mejor. Él necesitaba que el joven se disculpara con Astrid. Por lo tanto, el conductor trata de interceder por ella y le habla con mucha franqueza al heredero.
—Señor Andrés, creo que si Astrid regresa a la cocina usted debería tratarla mucho mejor. Ella no se merece malos tratos de usted ¡lo único que quiere es trabajar! Por ende, necesita algo de respeto de su parte —exclamó Vladimir.
El guapo heredero se rasca la cabeza, ya que para él esta situación era muy extraña; el pedir disculpas no estaba en su ADN, así que se queda callado ante las palabras que le dijo Vladimir. Por lo tanto, el pedir perdón le estaba costando cada vez más.
Por otro lado, Astrid apartó la mirada de Andrés y se alejó de él. Enseguida, el hombre muy desesperado va tras ella y la toma del brazo diciéndole:
—¡Oye no te vayas!... ¡piénsalo bien!... si te vas, mi abuelo te puede demandar por incumplimiento de contrato. —comentó Andrés con el corazón algo acelerado.
Astrid le quita las manos de encima bruscamente ya que no quiere saber nada de Andrés, ella lo único que quiere es salir de la mansión, y estar lo más lejos de él posible. Ni siquiera le interesa el contrato que firmó con el señor Salvatore.
—¡No me interesa! ¡No voy a trabajar contigo! —espetó Astrid — ¡Demándenme!
Entonces, Andrés al ver que ella no cedía se le acelera el pulso y la desesperación cada vez se le notaba en su rostro. Él no quería ser pobre por lo tanto no le quedó más remedio que pedirle perdón a la chica, así que va tras ella nuevamente y la sujeta del brazo diciéndole:
—¡Oye flacucha fue solo una broma lo siento ¿sí? …te prometo que me portaré bien perdóname. Mira, sé que necesitas el dinero y pues yo también, pero te pido perdón por lo que te hice. —exclamó Andrés muy desesperado.
Astrid queda mirando fijamente al heredero, y queda sorprendida por la manera en que se comportaba, también el señor Vladimir quedó atónito, ya que su forma de actuar era como cuando a un drogadicto le quitan su vicio. ¿Y cuál era el vicio de Andrés? pues era el dinero y los placeres de la vida que su abuelo le había quitado. Por lo tanto, el hombre iba hacer hasta lo imposible por convencer a la chica.
«Esta tonta es un hueso duro de roer. Debo hacer algo más convincente para que se quede »dijo Andrés mentalmente.
Entonces el moreno al ver que la rubia lo veía con menosprecio y que no respondía a sus súplicas, hizo lo que nadie jamás en la mansión Cavalieri pensó ver, y era a Andrés Cavalieri arrodillándose para volver a pedirle perdón a la chica.
—¿Dime que más quieres que haga para que cambies de opinión? Mira cómo me tienes, perdóname por favor. —rogó Andrés con un nudo en la garganta de la vergüenza que sintió en ese instante.
Al ver esto, Vladimir y la hermosa joven, abren sus ojos como dos huevos fritos de lo estupefactos que estaban. Ambos jamás pensaron, que el orgulloso y rebelde Andrés Cavalieri, iba hacer semejante hazaña.