—Pero no puedo, no quiero que me veas, me haces sentir incomoda
—Entonces lo haremos a las malas preciosa —tras decir esas palabras comenzó a romper mi ropa, a pesar de que yo me resistía y le suplicaba que no lo hiciera, pero él era más fuerte y me hacía daño con sus manos, debido a esto no pude hacer mucho y pudo lograr desvestirme, dejándome completamente expuesta ante sus ojos.
—¡Vaya, que diosa eres! ya entiendo porque ese idiota es tan protector y celoso contigo
—¿A quién te refieres?—inquiría, cubriendo con mis manos mis zonas intimas
—Calla y de una vez empieza a ducharte que nos esperan —con ese ímpetu en que me ordenaba me llevo de mala manera al baño para que empezara a asearme, acción que empecé a realizar ya que no quería que se exaltara más de lo que estaba.
Estando bajo la ducha recibiendo la caída de agua en mi cuerpo, no paraba de sollozar, no sabía a donde me llevaría y seguía sin recordar quien era y todo lo que conllevaba mi vida en general.
Al salir me cubrí con la ropa que índico que me colocara, estando en ello permanecía allí sin dejar de mirarme. Me sentía muy incómoda, no me agradaba la reacción en su rostro, esa que dejaba en evidencia el morbo que transmitía hacia mí.
—¡Vámonos! —exclamo para tomarme del brazo al comprobar que estaba vestida.
Al haber salido del hotel donde estuve esa noche me subió de nuevo a esa camioneta en la que me había traído, la cual emprendió la marcha rápidamente. No sabría cuánto tiempo había transcurrido ni hacia donde me trasladaban ya que estuve mucho tiempo en el vehículo hasta que este se detuvo.
—Llegamos, más te vale que guardes silencio como buena chica, sino te las veras conmigo Melania.
Estaba tan nerviosa que solo obedecía lo que decía, habiendo bajado de ese auto donde me trajo pude visualizar a donde habíamos llegado. Era un sitio muy extraño, daba alusión de ser una especie de club nocturno. Posteriormente el hombre llamado Antonio se aproximó a uno de los hombres que estaban afuera del sitio, aparentemente eran los que cubrían la seguridad del lugar.
—¿Se encuentra tu jefe, Geovanny?
—¿Quién lo necesita? —respondía uno de los hombres que estaban allí, el cual era de apariencia robusta
—Solo avísale que su amigo Antonio llego con su mercancía.
El hombre asintió con la cabeza y al mismo tiempo me miraba para luego adentrarse a ese extraño lugar.
El atuendo que lucía no era para nada de mis favoritos, diría que solo era cómodo, se trataba de una camiseta simple de color blanco, acompañado con unos jeans ajustados y unos tenis, el cabello preferí dejarlo suelto en vista de que aún permanecía húmedo.
Pasado un momento, el hombre de aspecto robusto salió nuevamente.
—Sigan adelante, los está esperando en su oficina.