Querido jefe II parte

CAPITULO 13

Estando dentro de ese lugar vi que habían muchas mesas y elementos extraños en ellas, al fondo podía observar meseros y bartenderes, al parecer hacían la respectiva limpieza.

—Melania, volveré a repetir mi advertencia, mientras hable con ese cliente permanecerás en silencio ¿lo entendiste?

—Sí, lo entendí.

No sabría por qué, pero en ese instante mi conciencia actuaba como si me indicara que debía poner atención a lo que ellos hablarían.

Seguidamente entramos a una oficina, la cual era de gran amplitud. Allí nos recibió un hombre de bigotes amarillos, el cual lucía un poco calvo y portaba ropa ajustada, viéndose muy afeminado con ella.

—¡Antonio! pero que gusto que me visites, cuando me llamaste no pensé que vendrías tan pronto —ese hombre que para mí era un extraño y quien no paraba de mirarme desde que llegamos hablaba en un perfecto francés mientras daba un trato muy efusivo al sujeto que me había traído

—¿ Y esta belleza que traes a tu lado? ¿No me digas que es la mercancía de la que hablamos? porque de ser asi quedara magnifica para mi negocio.

Al escuchar lo que refería mire horrorizada a Antonio, sentía un miedo terrible al escuchar semejante comentario, pero como pude me mantuve en silencio, acatando la orden de no argumentar nada.

—Así es mi estimado amigo y te traje a la mejor de todas

—Bien, siendo asi tomemos asiento —enfatizaba el hombre llamado Geovanny

—Antonio, aun no me has dicho como se llama la chica

—Melania Simond, Geovanny

—Espera, ese nombre me suena, y viéndola bien, me parece conocida. Cariño ponte de pie —tras su petición y la señal que me transmitía la mirada de Antonio obedecí y me levante como quería

—Ahora date la vuelta, quiero detallarte mejor

—Porque no la aprecias sin ropa, Geovanny, de esa manera tendrás mayor visualización

—¿Lo crees?

—Por supuesto, se de lo que hablo. Melania, obedece y desvístete—ante esas palabras que profería, de nuevo me miraba, aunque esta vez su expresión daba alusión como si lo que estaba ordenando fuese un acto del que dependiera mi vida. Por esto con lágrimas que empezaban a brotar, las cuales trataba de ocultar con el cabello inicie desvistiéndome como quería.