Capítulo 10: Desmoronándose Todo

2671 Words
Fausto Estamos por la avenida y está haciendo *corte de pastelillo a diestro y siniestro. En las luces no para de apretarse la nariz y respirar profundo. Realmente se ve cómica y sonrío de lado. El silencio es nuestro aliado, me permito seguir viéndola y descifrar porque la Potra me trae de cabeza. No encuentro la lógica con ese maldito genio que gasta y siempre quiere mandar. Ella está maldiciendo los carros lentos, su trenza está toda deshecha y tiene paja, se ve follable. Es curioso antes quería degollarla viva y al verla nerviosa, fuera de sí, tenía que estar a su lado. Aún me es increíble recordar cómo fingía ser fría y desconectar. No tenía fundamento porque su cuerpo gritaba por mi cercanía. Ella no quiere aceptar que nuestros cuerpos se llaman. Me enojó su actitud de la más puta y sin sentimientos. Por eso perdí el control, estaba decidido a retirarme con mi poca dignidad y dejarla ganar. Sin embargo, al verla tan descolocada por su sobrina, me hizo ver que ella era toda máscara ante el mundo y su defensa es atacar. Por eso estoy aquí para apoyarla y demostrarle que no está sola. Le tocan la bocina porque se comió una luz y ella le saca el dedo del medio al chófer. Espero que lleguemos al destino vivo. Sin pedir permiso, cambio la estación de la radio y consigo la atención de la Potra. —Insolente, no estás en tu tronca —me riñó—. No seas confianzudo —se detiene en una luz y sus ojos azul verdosos me atraviesan como rayos láser. Sin palabras me empiezo a reír, eso no le agrada a la Potra y frunce el ceño. En eso suena la canción "Calma de Pedro Capó y Farruko". —¿En serio? —me cuestiona seria—. Te ríes en mi cara… —Ya cállate, Potra —la interrumpo y veo sus ojos asesinos —. Nada más conduce, gracias a Dios que no tienes el poder de mentes. Le señalo hacia el frente, habla entre dientes y aprieta el volante. Me suponía que no se quedaría callada y alza su voz. —Estás bruto si crees que me callarás a mí —suelta el volante y se apunta con su dedo índice, su bonito pecho. No se da cuenta de que cambió la luz, entonces los de atrás empiezan a tocar bocina y eso la prende más. Baja la ventanilla, golpeó el techo del carro y luego saca el dedo del medio mientras acelera. —Vienen lentos, ahora tienen prisa, son idiotas —mira por el retrovisor y sigue con su parloteo. —Sabes los guardaespaldas vienen atrás, te puedes bajar —actúa con sus ínfulas de vieja altanera—. Llamaré para que te lleven a la finca, aquí solo me estorbas y esto es serio… —¡Maldita sea, mujer! —golpeé el dashboard consiguiendo que cierre su pico de cotorra—. Dame un maldito respiro, no iré a ningún sitio y no siempre tendrás el poder de mangonear —mi tic del ojo debe estar en toda su gloria, siempre que me altero se luce—. Quiero que te metas en esa cabezota —apunté mi sien con el dedo índice y me di cantazos para que entienda cómo saca el monstruo de las personas con sus actitudes—. Podrás manejar a todos a tu alrededor como marionetas —tomé aire y sus manos en el volante ejercen fuerza mostrando sus nudillos por explotar— pero a mí no —negué y la Potra se mantiene enfocada en la carretera—. Este Insolente te demostrará que no será así. Subo el volumen de la radio, siento su mirada y la ignoro cantando. Vamos pa' la playa Pa' curarte el alma Cierra la pantalla Abre la medalla … Entramos al estacionamiento del apartamento y veo por el espejo retrovisor que entran las dos camionetas de los guardaespaldas. La Potra se bajó a las millas y me quité el cinturón para ponerme cómodo en lo que espero. Para que entre aire abrí la puerta y me recosté. —¡Eh, Insolente! —bramó la Potra y me giré buscando su voz—¿Qué esperas? —su mano se puso en la cintura—. Ven, no me hagas perder el tiempo. Me sorprende que me invite a pasar cuando en el camino maldecía mi presencia. Kendra no se puede quedar quieta, mueve sus pies y es visible su impaciencia. Decido aceptar, me bajo del carro y la sigo hacia el elevador. Ella pone la llave en el panel y permanecemos apartados. La Potra ha puesto la línea invisible entre nosotros y llegamos al piso quince. Al salir al pasillo nos encontramos con más guardaespaldas. Kendra los saluda con la cabeza y enseguida entra al apartamento. Me quedo viendo la elegancia que nos recibe y la vista hacia la playa es preciosa. La Potra se va por el lado izquierdo, me acerco hacia la pared de cristal y solo observo. ... Kendra Estoy en el pasillo, voy directo hacia el cuarto de Camil y he dejado al Insolente en la sala. No hemos hablado desde su arrebato o mejor dicho, su falta de respeto. Nada más recordarlo me hierve la sangre, cierro los puños y me detengo en seco. «No puedes estar pensando en estupideces, ahora importa Camil», me concentro en lo que verdaderamente es mi vida. Alcé la mano en un puño y la puerta es abierta por mi sobrina. —Tía, supuse que el imbécil de Otto iría donde ti —su voz es sarcástica y deja la puerta abierta mientras se adentra al cuarto. Enseguida noto dos cosas: me llama tía y está alerta. La palabra correcta sería agresiva. No conseguiré sacar nada con esta Camillia y decido evaluar a mi alrededor. En una esquina vislumbré ropa tirada, camino hacia allá y con mi bota muevo la ropa. —¿Ahora eres investigadora? —su pregunta es con mala intención—. Es mi ropa, ¿no puedo ser desorganizada? —resopló y la ignoro mientras caminaba hacia el tocador—. La perfecta Kendra Figueroa, la que nunca se equivoca, está aquí y me discrimina por no ser limpia como ella —su bocota no puede cerrar y se aproximó a mi lado—. No todos podemos estar a tus pies, tía. Se coloca al frente mío, dándome la visión de sus ojeras, unos ojos rojos de llorar y está más pálida que de costumbre. Tiene su pelo mojado suelto, la ropa dispareja, incluso su camisa está al revés y me duele verla tan mal. Sus palabras no son nada para mí porque la conozco y está perdida en su dolor. Siento unas ganas increíbles de asfixiar al causante de poner en este estado a mi princesa. Recuerdo las palabras de Otto, sin hablar, levanto su camisa y ella se aleja asustada. —¡No me toques, vete, no vuelvas a tocarme! —Sus ojos están desorbitados y eso confirma mi mayor miedo. Está abrazada a su cuerpo, agarrando fuerte su camisa y mis ojos siguen viendo el morado en su cadera. Camino hacia ella y se aparta chocando con su mesita de noche. —Tranquila Cami, princesa —estoy sollozando y no me di cuenta. Ella niega con la cabeza, cierra sus ojos al verme llorando y mi maldito corazón frío se está quemando. —¡Lárgate, no quiero tu lástima, vete, vete! —Camil enloqueció y sus gritos me duelen. Mi princesa se ha vuelto desquiciada y me lanza la lámpara. Logré girarme y me golpeé el brazo izquierdo. Agarra un control lanzándolo hacia mí y corrí hacia ella. Empieza a retorcerse, la abrazo fuerte y su estado me ha dejado aterrada. Entra al cuarto Fausto y los guardaespaldas vienen detrás. Camillia aprovecha esa interrupción para empujarme y se va corriendo hacia el baño. Intenté detenerla, pero ya era tarde. Camil cerró con llave y empiezo a golpear la puerta. —¡Sal de una vez Camillia, no me iré hasta que hablemos y te calmes! —La paciencia se está perdiendo y el miedo se anidó en mi pecho. —¡Te odio, vete, no te quiero ver! —grita descontrolada y sus palabras están destrozándome. —¡Rompan esta maldita puerta, pero sáquenla ahora! —grito a los guardaespaldas y limpio mis lágrimas. Se acabó la tía blandita, es hora de que esta niña conozca a la cabrona. Si antes me odiaba sin sentirlo, puedo hacer sus palabras realidad. Los guardaespaldas me hacen caso, el que es más gorila se impulsa y de una abre la puerta. Siento la mirada de Fausto en mi nuca y los gritos de Camillia por verse acorralada me llevan a la locura. Entro al baño, Camil está arrinconada en el jacuzzi con sus rodillas en su pecho y sus manos abrazadas a las piernas. —Se acabó te levantarás por las buenas y nos iremos —ella niega con su cabeza, me aprieto el tabique de la nariz y respiro profundo —. Tú ganas será por las malas. —¡No me iré, no te perdonaré esto, tía! —se levanta gritando y me volteo hacia el gorila. —Les doy autorización para sedarla, la llevan a la finca y con ello el registro de las personas que han entrado y salido del apartamento —Camillia al escucharme se desgalilló y no se cansa de enfatizar que me odia. La miré por encima de mi hombro—. Después me agradecerás por sacarte del infierno que te encuentras. Salgo del baño dejando a los gorilas con mi princesa. Mis piernas flaquearon un poco y me sostengo de la pared, pero rápido me ayuda el Insolente. No quiero ser débil frente a él y de nadie. Lo encaré para negarme, sin embargo, sus ojos me ruegan que no joda más las cosas. Aunque quiera llevarle la contra, no puedo y le doy las llaves del carro. Cuando estoy segura de poder caminar, me suelto de su agarre y él me sigue. Escucho a mi sobrina llorar desconsolada y acelero más el paso. Al estar en el ascensor camino de un lado a otro en el pequeño espacio y Fausto está callado. El dolor me causa estragos y me encuentro como un animal acorralado. Llegamos al estacionamiento y soy recibida por mis guardaespaldas. Los paso e ignoro, me apoyo en el techo del carro y respiro profundo. —Vamos Potra, te sacaré de aquí —increíble que la voz del Insolente sea un bálsamo en este caos que es mi mente. Aún escucho sus gritos, sollozos y palabras, pero lo más que veo es ese morado en su cadera. Me incorporo y el Insolente mantiene la puerta abierta para mí. Eso me hace sentir como mierda. Fausto ha tenido que soportar mis desplantes y al verme jodida me ayuda. Subí en el carro, él cierra la puerta y lo visualicé por el retrovisor hablando con los guardaespaldas. Al montarse saco a mi bruja interna y consigo sacar mi voz. —No te acostumbres, Insolente, jamás seré débil. —Nuestras miradas fuertes están unidas y él la rompe. Encendió el carro y se puso el cinturón con su mandíbula tensa. —No tienes que darme las gracias, Potra, no las necesito. —Coloca el brazo en mi respaldo y voltea su cabeza por encima de su hombro. Lo observo dar marcha atrás y salimos del estacionamiento. Este hombre tiene unos modos de sacar mi genio. Detiene el carro y su mano que está en el respaldo la coloca en mi cuello. Me giro a la defensiva, me toma desprevenida acercándome hacia él y me besa rudo. Me trato de zafar, aunque es una batalla perdida y termino rozando su lengua. Cuando el beso se intensifica, me agarra el pelo fuerte y soy apartada de sus labios. Mi mirada se posa en esos labios carnosos y los quiero en mi sexo húmedo. —No siempre tienes el poder, Kendra —sus ojos recorren todo mi rostro y son caricias sin tacto—. Eso no te hace débil, te hace más mujer y malditamente más apetitosa. Me suelta y arranca el auto con esa media sonrisa. Aturdida me pongo el cinturón. Mi corazón está desbocado. Me remuevo en el asiento queriendo terminar esto, pero no hay un nosotros. Tengo que aceptar que por primera vez estoy cediendo en el sexo. Estoy metida en un gran lío. Mi mundo se está desmoronando y estoy sintiendo muchas emociones con este semental a mi lado. Mi Camillia está destruida y estoy ganándome su odio. La solución no es Fausto. En este auto he perdido mis bragas con tan solo un beso. Él sabe que está llegando a dónde nadie ha llegado y eso me asusta. «No puedo confiarme», despierta Kendra. El Insolente con su voz gruesa me saca de mis pensamientos asustadizos. —Potra, sé que te cabrearás, me insultarás y me dirás que soy un metido —lo volteé a ver—. Cuando estabas en el mom… proble… —Ya ve al grano, ¿qué pasó? —Cambié la mirada a la ventanilla, observando los carros y tratando de mostrar tranquilidad. Lo menos que tengo en estos momentos. —Agarré el celular de tu sobrina, sé que no debí —me giro inmediatamente y en su mano derecha veo el Galaxy con el cover de *Stitch de Camillia. Sin pensarlo se lo arrebato de su tosca mano. «¿Ahora es tosca?», me burlo de mis pensamientos. «Esas manos toscas te tocaron de maravilla», calla maldita voz de mi sucia conciencia. Pongo el password en el celular para averiguar algo del misterioso novio maduro y no puedo creerlo. La ha cambiado, mi sobrina nunca había sido así. Camil cambió bajo mi nariz y fui una ilusa en no darme cuenta. Siempre su password fue "Arken03" y no tengo acceso. No entiendo por qué tanto secreto conmigo. —Me has dejado incrédulo, estoy esperando que me grites e insultes. —¿Dónde lo encontraste? —lo interrogo y mi mente divaga. «Kendra, mientras evaluabas el cuarto no estaba el celular. En el suelo vi un condón usado y por ningún rincón lo vi», pensé. —Estaba sonando, no estaba a la vista y seguí el insistente tono —Fausto me da miradas de reojo—. Estaba en el suelo al lado del tocador y seguía sonando. En la pantalla salió el nombre de Yamil mi corazón y como seguía llamando tomé la llamada. —Adelante, sigue —con mi mano lo animo a continuar. Estamos en una luz, Fausto me mira con esos ojos azules y espero ansiosa. —Al escuchar a ese tipo puedo entender por qué tu sobrina está en ese estado. Mi corazón me grita que será feo. Sé que sus palabras cambiarán el rumbo de mi vida y vendrá arrasando mi mundo. —Suéltalo, Insolente, no más vueltas —exijo saber y él traga duro. —Potra, ese hombre pensaba que era Otto, estaba furioso qué hubiera contestado el celular de su mujer —aprieto el celular fuerte—. Le dije que no era Otto, pero ese hombre no escuchaba. Estaba endemoniado y me insultó en todos los idiomas… —¡Me tienes desesperada! —grité y la luz cambia logrando que su mirada siga el camino. —Amenazó con que no sabía con quién se había metido Otto y que nadie jodía a Roco. Escuchar ese nombre me hace sentir un escalofrío de los pies a la cabeza. Mi princesa está con el hombre que me amenazó. No solo a mí, si no súmale a mi familia, incluida ella y Otto. *corte de pastelillo- maniobra en la cual alguien se mete salvajemente en el carril donde uno va conduciendo. Ese condenado me hizo un corte de pastelillo. *Stitch- es el protagonista de la serie animada Lilo & Stitch.
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