Capítulo 16: Nada es Cómo Creí, Todo es una Falsedad (Parte 2)

3052 Words
… Escucho voces lejanas, me acurruco más en algo duro y siento que acarician mi pelo. —No puedo creerlo, el serio Emmett de oso de peluche —escucho a Tobías burlarse y abro mis ojos. Lo primero que visualizo es una camisa negra, segundo un cuerpo para comerse y recuerdo que me acomodé en el cuerpo de Emmett. —Calla tu boca y lleva esa caja al despacho —gruñe Emmett y me levanto de cantazo. —Llévala a mi cuarto —me acomodo el cabello y froto mis ojos adormilados. Recuerdo la carta que estaba leyendo, mis manos están vacías y empiezo a mirar por el carro. —La carta está en la caja, Kendra —me avisa Emmett y se baja del carro. Vuelve me arrastra hacia él, me levanta y me abrazo a su cuello recostándome. Él me lleva sin ningún esfuerzo por la parte de atrás y sube las escaleras conmigo. Al llegar a mi cuarto enciende la luz Tobías y Emmett me acuesta en la cama. Me abrazo a la almohada y observo a Emmett. Es un serio todo tierno y uno se acostumbra a los mimos de él. Tobías suelta la caja en una esquina y Emmett me quita las botas. —¿Necesitas ayuda para quitarte la ropa? —Tobías camina hacia la cama—. Soy un experto —se jactó con una sonrisa. En serio, estos dos son lo mejor que me ha pasado en estos momentos de mi vida. Le lanzo una de tantas almohadas fallando en darle. —Lárgate Tobías, lo tengo todo cubierto —ordenó con voz autoritaria Emmett y lo expulsa del cuarto. —Aguafiestas —suelta, Tobías antes de irse. Nos quedamos solos, recuerdo lo asquerosa que estoy y brinco de la cama. Por mi impulso consigo que Emmett se ponga alerta y me empiezo a reír. —No pasa nada —risa y risa—, solo que estoy toda sucia. Emmett negó con la cabeza y no puedo dejar de reírme. Empiezo a quitar las almohadas de la cama y las tiré al suelo. Mi cubre culo se va al otro lado opuesto de la cama. —Eres lunática, no estás sucia, solo asquerosamente follada. —Se burla y me ayuda a quitar las almohadas. —Soy maniática, créeme en esa finca, en ruinas cogimos el ébola. Quito la colcha y somos un buen equipo desvistiendo la cama. —Listo, ahora a darnos una buena ducha —aplaudo y camino hacia el baño quitándome la camisa. —Dime dónde está la ropa de cama y la dejaré preparada en lo que te bañas. —Sus ojos se dilatan y su mirada me acaricia. —No seas cochino, mueve tu culo y te duchas en este instante —lo escaneé con la mano de arriba abajo. Le doy la espalda, no espero por él y entro al baño. Sus pasos no se hicieron de rogar. Me quito el resto de la ropa y enseguida me dirijo a la ducha. Coloco el agua tibia, me sumerjo en el agua y cierro los ojos al sentirla escurrirse. El enorme cuerpo de Emmett se acurrucó en mi trasero y su pene rozando lo convirtió en un descarado. Al abrir los ojos me percato que agarra el jabón de pelo y se aparta. Lo encaro y estamos de frente al otro. Es curioso tenerlo en mi baño y justamente en la finca. Nunca he follado en esta finca, siempre ha sido en mi nido. Él se colocó el jabón por su cuerpo y le quito la botella. —No pensaba gastarlo —habla Emmett y me unto champú en la mano. —Lo usaré cubre culo, en mi oscuro cabello —lo molesto y él sigue con la cara estoica—. Por si no sabías lo que era, es champú. —Me burlo y él sonríe sexy. Su mano la pasa por su delicioso pene erecto, me relamo y observo sus movimientos. —No quiero utilizar tus productos personales, si eres maniática asumo que odias que usen tus cosas. Me he quedado pasmada porque odio que usen mis cosas. Debo parecer una idiota con la mano abierta con la porción de champú. —Tienes toda la razón, esa soy yo —me lavo la cabeza y me giro para no perder tiempo. —Jamás cruzaría esa línea —susurra en mi oído y sus grandes manos acarician mis senos. Cierro los ojos, me gira y mis manos están quietas en mi pelo. Emmett baja mis manos, abro mis ojos y me tira una guiñada. —Cierra los ojos —me pide y enseguida lo hago—, quitaré el champú. Me empuja al chorro, sus manos acarician mi cráneo y me olvido de las reglas. Solo por esta noche me dejo cuidar. Su boca en mis labios me cautiva y lo beso rudo envueltos de agua. Emmett se aparta consiguiendo que abra los ojos, enojada. —Terminemos el baño o busca el condón porque quiero jugar —demando ansiosa por tenerlo dentro. —Te bañaré porque debo cumplir mi palabra de chuparte entera —con esa promesa sus manos me adoran y soy su diosa. No fue fácil resistir a semejantes toques en la ducha, pero me dejé. Estaba cansada de llevar el mando. Esperar a poner la cama era imposible, lo arrastro al mueble, nos devoramos la boca y somos unos salvajes. —¡Hora de chupar! —bramó con voz seductora y su mirada salvaje promete. Su boca no miente, no hay parte de mi anatomía que no chupó y no puedo quejarme. ... Estamos inertes, tirados en el suelo con las manos a los costados y cansados. —No quiero ser aguafiestas, sin embargo, el suelo nos matará la espalda —susurré chupada. Estamos mirando el techo, nuestros hombros rozando y se levanta como si nada. Acaricio su pantorrilla, Emmett alzó las cejas juguetonas y me gusta lo fácil que saca sonrisas en mí. —Dime dónde están las colchas y enseguida hago la cama. Extiendo mi mano para levantarme y me ayuda. —Iré yo, espera —me detiene pegándome a su cuerpo desnudo. —Lo haré, dime o buscaré yo. —No me resisto, en el armario —señalo la puerta—. Justo al lado derecho, verás al final las colchas. Me desplomo en la otomana, me siento liviana y mi mente desconectada, por ahora adormecida. Sale Emmett con el juego de cama y me levanto para ayudarlo. —No te muevas, lo tengo todo set —me detiene con su mano y vuelvo me siento. Estamos desnudos ambos, verlo flexionar sus músculos me enciende y es hora de sacar a pasear la zorra que hay en mí. Espero que termine de poner todo, incluso cambió el forro de las almohadas. —Eres bueno en servicios domésticos también, es bueno saberlo para posibles vacantes. Golpea una almohada y su mirada traviesa me indica que es mejor en otros trabajos. —Déjame decirte que este color de colcha te sienta bien, listo —acomoda la última almohada y el color que se refiere es rojo—. Ahora te dejaré dormir en tus aposentos. Me abro de piernas, mi mano acaricia mi sexo y sus ojos tienen hambre. —No tengo ganas de dormir —introduzco un dedo— ¿Jugamos? He conseguido mi cometido, su m*****o me saluda y camina hacia mí con pasos grandes. Emmett me levanta de la otomana y chupo mi dedo seductoramente. Me lanza a la cama, suelto un grito y sin perder tiempo su boca me devora mi sexo. Entierro mis manos en sus hombros. Joder, me declaro culpable por querer que me coman a diario. Su lengua se detiene, me da lametazos en el ombligo y sigue subiendo hasta subir a mis senos. Los adora, muerde y consigue gritos de placer. Sube hasta mi boca, nos besamos y lo empujo fuerte logrando treparme encima de su cuerpo. —Estas toda una fiera, me encanta, sé mi leona —me agarra de la cintura y lo detengo con un leve golpe en su mano. —Alto, buscaré gorrito, sin él no podemos festejar. Me arrastro hasta la mesita, mitad de cuerpo encima de él y la otra en la cama. Saco el condón de la gaveta, lo abro con mis dientes y me acomodo a horcajadas en su potente cuerpo. Sostengo fuerte su pene, antes de poner el gorro me deslizo para atrás y chupo su cabeza consiguiendo que cierre sus ojos. Lo introduzco lentamente en mi boca, luego subo bajo y lamo su cabeza dándole placer. —¡Joder, joder! —susurra y agarra fuerte mi cabello. Lo saco de mi boca, coloco el condón y lo introduzco de cantazo. «Es hora de montar, Kendra». Desesperado me ayuda a subir y bajar. Nuestros cuerpos están resbaladizos y somos animales saciándonos. Con cada estocada mis gemidos aumentan, aprieta mis senos duro y araño su pecho. Emmett tiene una mano en mi seno y la otra en mi clítoris. Nunca me había pasado y siento ganas de llorar. El dolor me invade en mi pecho por quién me he convertido y me tenso. Me cubro la cara sin poder evitarlo y lloro. Emmett se gira bruscamente quedando arriba de mí. —Kendra, mírame —quita mis manos y las sujeta con una mano arriba de mi cabeza. Lo miré con los ojos nublados a los suyos grises. Emmett ralentiza las estocadas, sus movimientos circulares me llevan al borde y con la mano libre limpia mis lágrimas. Sigo su ritmo, lo beso para que no hable y me haga olvidar por un momento. Su dedo me ayuda a llegar al clímax y con nuestro beso ahogamos los gemidos. Sin preguntas me abraza fuerte dejando mis manos libres y me refugio en él. Lloro en silencio como una niña perdida y para rematar la mirada dolida de Fausto me hace sentirme peor. —Duérmete —sale de mí y se quita el condón. Me arropo, me acomodo en posición fetal y escucho ruido en el baño. La hora marca las 5:15 am. El sueño me está envolviendo, siento que me arrastran y un cálido pecho dónde sentirme protegida. ... Despierto, acelerada, con los gritos de Peter y está pasmado en la puerta de mi cuarto. —¡Zorra, te felicito por la tremenda bestia que te has comido! —Sus ojos abiertos grandes y se relame los labios. No es para menos, Emmett está con su pecho al descubierto y mis ojos deciden desayunar. Al seguir recorriendo su cuerpo me topo con sus ojos grises y él está sonriendo de oreja a oreja. Típico en Emmett, alerta siempre, no dudo que estuviera cubriendo mis sueños. Levanta su mano y con su dedo índice lo pone debajo de mi barbilla. —Cierra la boca, hay visita —su voz juguetona me hace sonreír. Es bueno saber que puedo sonreír por pequeñas cosas. —Eres un libertino, te gusta mostrar y seducir. —Acaricio su pecho y carraspea Peter. —Mira quién habla, la que está mostrando sus tetas a la visita mañanera —rebatió Emmett. Bajo la mirada, sí, aquí estoy mostrando sin decoro mis lolas. —Déjame cerrar la puerta para tener privacidad —habla emocionado Pet. Me entra la risa al ver la expresión de Emmett. Está serio enseguida y agarra la sábana completa. —¿Tienes frío? —me burlo y él alza una ceja. Peter camina hacia la cama con su mirada en el cuerpo de Emmett. —Podemos hacer un trío, pero no me gustan las mujeres —al girarme con mi cara de bicha alza sus manos—. Ojo, eres una diosa Kendra —su voz me endulza—. Eres una zorra apetecible. —Ahora si estamos en la misma página mi Pet —me coloco a horcajadas de Emmett y logro que su mirada vuelva a mí. —Estoy satisfecha, Pet —me meneo para despedirme de su bestia a lo Kendra—. No se corten, pueden jugar en mi cama mientras me baño. Me levanto de la cama sin ningún pudor, me tongoneo hacia Pet y lo beso en su mejilla. —Amigo, no tengo nada en contra tuyo —murmuró Emmett y Pet se lo come con los ojos—. Debo dejar claro que lo mío es meter y tener ese cuerpo de diosa en todas las posiciones —con su dedo me apunta. El pelón se levanta de la cama sin taparse y por supuesto que Peter no perdería esa oportunidad. Voy hacia mi percha, me coloco el batín y decido ayudar a Emmett de ser atacado por mi amigo. —Emmett, date una ducha fría —mi ayuda me agradeció con sus ojos—. Me llevaré a Pet a desayunar algo que no sea… —Berenjena —ronronea Peter y me parto en risa. Emmett se fue hacia el baño sonriendo por las locuras de mi amigo. Logro sacar del cuarto a Pet y me marcho riendo. Vamos por el pasillo y al verme en el espejo me detengo. Recuerdo que ahora Fausto vive en la finca y para joder con novia falsa. —¿Qué sucede Kendra? —Mi amigo se da cuenta de mis nervios. —Sigue a la cocina, iré a lavarme la boca y ponerme decente. —Lo empujo hacia la escalera. —Será que quieres ir a darle una mano a tu guardaespaldas con esa erección mañanera, arpía, te conozco —se cruza de brazos fingiendo enojo. —No puedo salir recién follada y sin apenas lavar la cara, mírame —me apunto y el desgraciado hace muecas de asco. —Prestando atención, sin distracciones —puso un dedo en su barbilla y con sus ojos avispados escaneando mi cuerpo bien follado—. Sí, estás fatal, ojeras y el olor a sexo que desprendes sin apenas abrir tus piernas —aspira profundo y luego se tapa la nariz. Si no lo amara tanto le golpeaba su nariz. —No exageres, eres un envidioso. Me giro dejándolo con sus payasadas. Al entrar al cuarto camino enseguida hacia mi armario y busco algo ligero. Una camisa sin mangas gris, un jeans azul y por supuesto ropa interior. Al salir del armario sale Emmett, se mira todo fresco y de vuelta su seriedad. —Buenos días, Kendra, que tengas buen baño —me pasa de largo y me volteo hacia él. —Cubre culo —se detiene antes de agarrar el pomo de la puerta—, ¿entrenamos? Se gira por encima de su hombro. —No te escaparás de eso, culo sexy, lo tengo cubierto y no estaría mal unos moretones adicionales en el. —Me tira una guiñada y se marcha. Respiro profundo, nada ha cambiado entre nosotros y eso me hace sentir bien. Un problema menos en mi vida. … Me aseé de volada porque Pet me espera. Salgo corriendo con mi sombrero puesto y botas. Antes de que venga Peter a rugirme voy por el pasillo y estoy leyendo unos mensajes en el celular. El terreno de la academia oficialmente es mío y se me estruja el pecho. Acelero el paso chocando con alguien, alzo la mirada y me encuentro con los ojos azules. Joder, esos ojos se ven sin emoción alguna y fríos como el hielo. Sostengo fuerte el celular, no encuentro nada adecuado que decir y lo evado, pero Fausto me impide irme. —¿Qué quieres? —Me sale la bicha natural. —Desearte los buenos días, ser educado —todo su cuerpo está a la defensiva—. No puedo olvidar que eres mi jefa después de todo —la insolencia se pasea por sus poros—. Gracias a tu gran gesto dormí mejor que nunca y con buena compañía. Necesito irme, no quiero caer en su trampa, intento salir y me bloquea el paso otra vez. —Insolente, hazte a un lado —ordeno y se niega con la cabeza. —Tranquila, respira, no vaya a darte un ataque —me agarra de los hombros—. A tu edad y con esos trotes que te gastas pueden pasar factura. El imbécil se ríe en mi cara. «¿Mi edad?». Claro, quiere recordarme que él es un niñato. —Preocúpate de llegar a mi edad y tener este aguante —agarro su camisa de cuadros y lo acerco a mí—. ¿Probamos en este momento? —Beso sus labios, solo un toque y él se aparta. No voy a mentir, sabía que lo había perdido. Sin embargo, uno siempre anhela equivocarse. —No quiero sentir tus fríos besos, eres un témpano de hielo. Me marcho esperando que me detenga y se retracte de sus palabras, pero no sucedió. Seguí caminando y con cada paso lejos de él mi corazón se estaba quebrando. ... Fausto Deseo descongelar ese corazón y si para lograrlo tengo que romperlo en el proceso, eso haré. Kendra necesita sentir, esa es la única manera de despertarla y si me odia al final del camino me apartaré sabiendo que lo logré. Me tocan el hombro, la Potra se ha ido y mis ganas de seguirla son inmensas. Quiero abrazarla y poseerla por siempre. —Vamos vaquero, tengo hambre y por lo que veo el desayuno en esta casa será divertido. —Me acomoda la camisa estruja Yulimar y con eso confirma que estaba escuchando todo. —Es de mala educación escuchar conversaciones. —La regaño seriamente y ella alza sus hombros. Se pone de puntillas y susurra en mi oreja. —Es de mala educación levantarse después de un polvo y huir como si nunca hubiera sucedido. Se marcha dejándome solo en el pasillo. Por imbécil me acosté con ella y en todo momento veía a la Potra. La rabia me tiene en su poder. Tengo que salir de la finca y no se podrá. El viejo nos reunirá a todos. Me imagino que la Potra folla y ni siquiera piensa en mí. Me he jodido, ahora la veo hasta cuando sueño. «Qué mal te ves Fausto Dionisio, este juego puede quemarte, no solo su hielo», mi mente se nubla. Aunque perderla me matará por completo.
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