Capítulo 17: No Sabía que Dolería Tanto (Parte 1)

3889 Words
Kendra El desayuno fue espantoso, intenté comer en el despacho con Peter y mi tío con su carácter de demonio se negó. No pude escapar con mi corazón adolorido. Solo quiero poner al tanto a mi mejor amigo de todo y leer juntos las cartas de Oscar. Las palabras de Fausto hicieron mella en mí. Tal vez, si leo las cartas, recuerde la niña que fui y que amaba con el alma antes de convertirme en esta zorra. Para terminar de joder no estábamos solos, tenía de invitado a Fausto y su novia no tan de mentira. Los padres del Insolente no quisieron desayunar en el comedor. Fallé en el intento de no mirar a Fausto, quería ver su arrepentimiento por sus palabras y para él no existía en ese comedor. Ni una sola vez desvió sus ojos hacia mi dirección. La única que hablaba era Yulimar y mi tío. Me acabó de rematar ver la unión de ellos. Mi tío era lo único que tenía paternal. Yulimar es dichosa, tiene a los dos hombres que de alguna forma desestabilizan mi ordenado mundo. Durmió con Fausto, por lo que veo metieron mano. Además, en el desayuno llamó la atención de mi Ramón. Mi tío no puede quedarse por su vida en New York y cuando resuelva mis peos se irá. Lo resolverá con vigilancia y se olvidará de la niñata que solo da dolores de cabeza. Tampoco olvido que mientras estoy jodiendo mi cabeza, Camillia está con ese sicópata. Quiero creer que está feliz, pero me es imposible. Recuerdo la mirada de ese cerdo y sé que es malvado. Solimar no durmió en la finca de nuevo y mi tío aseguró que está bien. —¿Terminaste de jugar con la comida? —La voz de mi tío Ramón me saca de mi mente. Solo he dado tres mordiscos al pancake y es mi comida favorita. Levanto la vista del plato, detengo el tenedor y siento la mirada de todos en la mesa. —¿Terminaste de hablar con tu querida Yulimar? —respondo con otra pregunta. Ramón se levanta de la silla de mala manera haciendo ruido al arrastrarla para atrás y suelto el tenedor fuerte en el plato. —Todos al despacho, ahora. —Se marcha, espero que todos se vayan y me aprieto el tabique de la nariz y respiro profundo. Peter me codea, lo miro y sus ojos están evaluando mi estado. —Oye, Ramón está colérico —consigue que me ría a carcajadas—. Quiero aclarar que siempre ha sido un hombre serio, aunque hoy está demasiado… —*Encojonado —termino por él la palabra y asiente. —Esa es la palabra adecuada, encojonado. No puedo dejar de reír, en serio que tenerlo en estos momentos es lo mejor para mí. Me señala con su dedo índice. —Vamos a la reunión, que tú y yo tenemos pendiente una charla de chicas y es larga. —¿Tan mal me veo? —Peter, asiente—. ¿Peor que recién follada? —insisto. —Querida mucho peor, tus ojos… —se queda callado y besa mi frente— se ven desolados —mi amigo sabe leerme—. La prueba es la comida —señaló el plato—, nunca dejas de comer ni en las peores circunstancias de tu vida. Se me aguan los ojos y me levanto rápido de la silla. No puedo llorar, no es el momento. Peter me sostiene la mano y me lleva al despacho. Al entrar, Ramón está detrás del escritorio con sus manos unidas bajo el mentón. Peter me guía por el hombro a la silla vacía al lado de Yulimar y me hace sentar. Me fijo que Fausto está detrás de su novia y siento que Peter me aprieta los hombros. Me hace aterrizar, me siento segura con él y consigo mi fuerza, levanto el mentón hacia Ramón. —Hubiera querido reunirme contigo anoche y solos —empezó Ramón su diálogo—, pero no fue posible —el reclamo es directo—. Por eso llamé a Peter, tu abogado. No entiendo a dónde quiere llegar esta reunión y me tenso. —Antes de que cometieras estupideces, nosotros… —señala a Fausto, Yulimar y por último él— estábamos poniendo nuestras vidas en peligro y tú como siempre sin pensar en las consecuencias de tus actos. Me levanto de cantazo, odiando tantos reclamos y ofensas hacia mí. Cansada de respirar tan siquiera. —Ve al puto grano, ¿qué carajo sucedió? —abro mis brazos a los lados—. No los veo heridos a ninguno de los tres. —Mi mirada los recorre. —¡Típico en ella, jamás escucha! —grita Ramón y golpea el escritorio para ser más macho. —Se trata de eso —me reí falsamente—, perdón tío por no esperar que me contaras sobre las cartas de Oscar —dramáticamente coloco mi mano derecha en mi pecho—. Perdón por querer saber los motivos de Roco —mi voz cargada de sarcasmo—. Perdón por no esperar sentada en mi cama y decidir follar como coneja para olvidar —un resoplido de Yulimar me hace ser más cínica—. Sí, señores y señoras, para olvidar que tengo todo y a la vez nada. Todos me observan, me aguanto el cuello y camino por el despacho. —Ve al grano, necesito irme —no me puedo detener—. Habla porque te juro que seguiré por mi cuenta. Así vaya por el camino incorrecto, me da igual —tomé aire—. Mi corazón es frío, soy un témpano. —Mi voz suena alta y en carne viva, así me siento. —Freddy es policía, el moreno de las trenzas —habla mi tío y consigue que me acerque al escritorio—. Se dieron cuenta de que ayudaba a Fausto y lo iban a usar como cebo. Me vuelvo a mirar a Fausto y sus ojos son indescifrables. —No sabía que era policía —aclara Fausto. —En medio del alboroto le disparan y Fausto decide traerlo. —Ramón cuenta y me siento de nuevo. —¿Dónde está? —pregunto llena de intriga. —Encerrado en el almacén de los caballos —entrecejo los ojos—. Hay un sótano, no podía dejarlo lejos de nosotros —Ramón se ve preocupado—. Él es nuestra salida. —Vas a negociar con los del FBI, cierto, entregar la droga y al cerdo de Roco. —Las palabras salen llenas de rabia, sabiendo sus movimientos y sus planes de dejarme fuera. Mi tío asiente, no soy la niñata bruta que todos pensaban. —La droga está aquí en la finca, eso mencionó Rebeca —murmuré a la defensiva—. Todo está bien planeado, excepto por una cosa, Camillia —intento no alterarme (cosa que me es imposible) y prosigo—. ¿Una vez que lo atrapen ella no corre peligro? —pregunté con ironía y seguí parloteando—. No soy ingenua, él la usará, ella es su salvavidas —hice un chasquido con la lengua—. Mientras Roco siga con vida, Camillia estará en peligro. —No podemos, Freddy tiene que entregarlo vivo —se ve muy angustiada por su padre—. Es la condición —comentó Yulimar y la observé. La chica no soporta a su padre y lo odia, pero algo no me cuadra. —Quiero hablar con él y luego veremos —exigí. —No creo que sea adecuado —encaré a Ramón y su negativa es por nervios—. Kendra, no te metas, ¡por favor! —escuchar a Ramón suplicando me para los pelos. —No haré nada sin consultarte, confía en mí por esta vez. Nos quedamos mirando, no cederé, tengo que hablar con Freddy. —De acuerdo, Fausto, lleva a Kendra —hace una pausa—. Yulimar, ve al cuarto de Rebeca y tráela —mi tío dio sus órdenes—. Peter, te quedas conmigo para hablar de los papeles. Yulimar se marcha sin apenas hablar y me acerco a Pet. —Tan pronto salgamos de esta mierda, necesito la charla. Me abraza y susurra. —Tú puedes con todo zorra, eres una arpía. Me aparto sonriendo y veo que Fausto me espera en la puerta. Nos retiramos del despacho en silencio, voy al lado suyo, bastante retirada de él. En eso se acercó trotando hacia nosotros Tobías. —Kendra, no te desharás de tu cubre culo favorito, me llamó Ramón —muestra el celular—. Así que mantendré tu sexy culo seguro. —Soy muy afortunada por tenerlos, eso fue lo bueno de este lío. —Menos charla y más rapidez —con voz ronca, Fausto se entromete y se adelanta. —Rayos, cuánta rudeza. —Se burla Tobías. Al llegar al almacén, bajamos la escalera y la humedad nos recibe. Hay con Freddy un guardaespaldas de pelo largo y está verificando su herida. —Sobrevivirás de ese balazo, esperemos que sepas jugar bien las próximas movidas y saldrás para contarlo. —El guardaespaldas se mofa y al sentirnos se voltea. —Te puedes ir por ahora, Marlon —Tobías ordena al guardaespaldas y le da palmadas en la espalda. —Por favor, puedes buscar a Emmett —le pido al guardaespaldas y él se inclina ante mí. —Enseguida —se marcha y me acerco a Freddy que está semi acostado en un catre. Me parece raro que no se encuentre atado y hay una puerta a la izquierda, asumo que el baño. Jamás había venido a este sótano. El calor es insoportable y limpio el sudor de mi frente. —¿A qué se debe el honor Fausto? —Freddy habla sarcástico y veo que no se encuentran en buenos términos. El Insolente está tenso, su mandíbula cuadrada tiesa y arrastra una silla de madera hacia mí. —No necesito sentarme. —Fui grosera. —Siempre tan agradecida ella. —Fausto me habla estrujado y me parece bien. —Es curioso, parece que hubieran tenido una pelea matrimonial —nos señala Freddy y sonrío con las muelas de atrás. —Freddy —consigo su atención y me siento a su lado consiguiendo sorpresa por parte de todos—, ¿es tu nombre o no? —Kendra, no quieres mi silla, bien —Fausto se altera—. Solo recuerda que mencionaste no hacer ninguna estupidez. —Me recuerda mis palabras. —Kendra es bastante grandecita —la voz de Emmett, me hace seguir con mi confianza y sonrío abiertamente. —Perfecto, tenemos su protector —farfulla el Insolente y Emmett se sienta en la silla que rechacé. Tobías se sienta al otro extremo del catre y Freddy queda en el medio de nosotros. No sé, si cuando pase esta mierda quiera dejarlos ir. Somos un equipo increíble. —Te pido que si no vas a decir nada importante te marches, Fausto, y si te quedas te prefiero callado. —Nos quedamos retando con la mirada y al dejar los puntos claros soy la que quita la mirada. Se queda en una esquina recostado de brazos cruzados y me da igual si está o no. —Increíble como manejas a todos los hombres. —Freddy me habla como si fuéramos amigos y eso no me parece adecuado. Sin ningún miedo golpeo su pierna herida y me trepo a horcajadas encima de Freddy. Estoy llena de rabia y pego mi rostro hacia el suyo. —Escucha, en el día de hoy me han llenado el vaso con bastante mierda y está desbordado —mi dedo índice puse en su barbilla—. Tú y yo hablaremos por las buenas o por las malas. Si manejo a los hombres con mi cuerpo o con mis golpes es mi puto problema. —Fausto corrió detrás de mi culo. Me vuelvo a sentar al lado de Freddy como si no hubiera pasado nada, él sostiene su herida que está sangrando y su cara fruncida me indica que entendió. Al mirar la cara tensa del Insolente me hace suponer que intentaba cuidarme. No todo es odio por su parte, al menos obtengo algo de Fausto. —Empecemos de nuevo, te pido que disculpes mi falta de tacto —hablé tranquila, controlando mis arrebatos—. Debes entender que tener a mi sobrina con ese tipejo me hace perder la cordura. Jamás en mi vida he sido de estar en el camino de armas, drogas y menos lastimar. No obstante, por mi familia no me importa caer bajo. Se habla de entregar a Roco. ¿Mi sobrina saldrá viva de esa casa? —es urgente esa respuesta—. Tú que has estado con ese cerdo, sabes que está loco. —Loco, no —logra mi total atención—, es demente y no puedo asegurar que esa niña regrese bien. Me levanto del catre y no puedo con esta insoportable calor. —No puedo con este horno —me paso la mano por mi frente—. Para que veas que no soy mala y confío en tu buena voluntad te daré una mejor bienvenida —conseguí que todos me observen—. Tendrás acceso libre por la finca —siento la mirada intimidante de Emmett y lo miro para que se calme —. Tienes que cooperar con nosotros —me giré hacia Freddy—, quiero todo lo que sepas de Roco y lo más relevante ayuda con Camillia. —Déjame pedir disculpas por faltar el respeto —Freddy unió sus manos en posición de rezar—. Bajo presión no soy la mejor persona y quiero mi libertad. Soy de palabra y eso puede dar fe Fausto. —Lo señala y por instinto busqué al Insolente. —Freddy tiene razón, es leal y si él da su palabra la cumple —asegura el Insolente y está de vuelta en la pared recostado todo sudado. —Basta de cartas de recomendación, aquí lo que cuenta son los actos y te aseguro, si jodes a Kendra te verás conmigo. —Amenaza Emmett a Freddy. —Tengo todo claro, mientras más tiempo perdamos en esta caldera será peor de manejar con mi gente —se oye seguro Freddy—. Ellos necesitan saber de mí y soy la pieza clave de ustedes. No se hagan los héroes. —Te pondrás a eso tan pronto salgas y te pones de acuerdo con Ramón —comento rápido. —Antes de salir debo decir que el mocoso que golpeamos —se detuvo y respiró profundo—. No estoy muy feliz de mis acciones, pero tuve que participar. Recordar que golpearon a Otto y no pude evitarlo, me enfurece. —No vayas por ese camino —mi voz sale fuerte y aprieto el tabique de mi nariz y respiro profundo. —Deben saber que él es espía de Roco e informa todo lo que ve. Me he quedado sorprendida. Ese niño de mierda un soplón y lo tengo en mi finca como todo un rey. Es que me escuchará. Soy detenida por Fausto, se atreve a bloquear mi paso de nuevo y no creo que vaya a darme un beso de amistad. —Sal de mi camino Insolente porque no tengo tiempo para insultos y tengo que ver a un maldito traidor. Siento a mis cubre culos detrás de mi cuello respirando y si el Insolente no se mueve me gustará verlo comiendo el polvo de esta caja de fósforos. —Usa la cabeza, Kendra —se apuntó la sien—, podemos usar esto a nuestro favor —ha logrado que baje la revolución—. Lo sabes Emmett —sus ojos miran a cada uno y vuelve a posarse en mí—. No quiero joder tu brillante cacería de sentir poder, estoy opinando por tu sobrina y sabes que tengo razón, Potra. Escuchar que me vuelva a llamar Potra me hace dar un paso atrás y chocar con Tobías. Fausto me pone la mano en el hombro. —Cuenta lo que tienes en mente. —Me aparto de su cercanía y me pongo en la puerta del baño, necesito aire. —Tenemos que hacer creer a Otto que tenemos la coca y el dinero —Fausto no se dio cuenta o si lo hizo ignoró mi estado por su cercanía—. Envolverlo, que él informe y tender una trampa. —Puede ser, solo que Roco atacará con todo y no le temblará el pulso si tiene que llevarse de por medio a personas —aboga Freddy y eso no me agrada. —La finca de Naranjito es alejada y no expondremos a inocentes —propone Emmett y todos lo miran. —Debemos ponernos de acuerdo con mi tío, lo apruebo —separada del Insolente, he vuelto a mi piel—. Solo no piensen que me quedaré sentada mientras mis caballeros van a la guerra. —Eso veremos si vas a la guerra —habla entre dientes Fausto. —Eres un insolente —suelto alto y me acerco a Freddy—. De acuerdo empecemos de nuevo, Freddy —ofrezco mi mano y espero que él se ponga en pie con dificultad—. Soy Kendra. Es alto, no le suelto la mirada y él me sostiene la mano. Mi agarre es firme como me enseñó mi papá. Freddy se nota que es un bastardo y es seguro. Puede llegar a ser un grano en el culo, pero no tengo más remedio. —Un placer Kendra, quiero que sepas que tu sobrina está en las peores manos —su crudeza me hace tragar duro—. Si no sale de esa, no me eches los veinte a mí —iba a cuestionar y él niega con su cabeza—. Espera, no estoy excusándome —alzó su mano—. Ese hombre toma a la mujer duro y salvaje, las hace adictas. No deja más que una chica seca y sin voluntad. Tienes que saber que ese hombre es un monstruo. La confirmación hace que quiera ir ahora mismo y sacar a Camil de ese infierno. Trago fuerte antes de hablar. —Espero que Camillia tenga madera y pueda resistir —susurré asustada. Necesito aire, suelto a Freddy y me marcho de ese sótano. Siento que me siguen, subo las escaleras y me encuentro a Marlon sentado en una silla hablando con Yulimar. —Terminó la charla, qué bien ha llegado la niñata —comentó la chiquilla con sorna y la ignoro. —Marmar, no te pases —la reprende Marlon y ella sonríe. Aparentemente, son muy unidos estos dos y hasta apodo tienen. —Ve adentro Marlon, te espera Emmett —le ordena Tobías y veo que Yulimar se acerca hacia Fausto. —Vamos dinamita, ¿tienes todo? —Fausto pregunta a Yulimar. «Kendra, debes seguir tu camino y no meter las narices. No funciona la paz, al carajo todo». —Dinamita, Marmar, ¿tienes otro apodo? —interrogué alto y claro. —Cuando eres brillante como yo —la chica se indica orgullosa—, todos quieren dar su toque personal —responde sonriendo y Fausto coloca su mano tosca en la parte baja de su espalda. Pude ser más obvia en los celos. Mi cubre culo carraspeó y vuelvo en sí. —Lo entiendo, eres un sol y nunca estás fría —me marché de allí sin esperar sonrisas y menos miradas con reproches. —¡Espera culo sexy! —mi cubre culos Tobías me sigue. —Voy a buscar a mi amigo, luego pensaré que hacer para ayudar a mi sobrina. —Crees que no me doy cuenta de las cosas, estas que babeas por Fausto y él por ti. No te preocupes por Yulimar, esa niña no te quitará nada, lo perderás tú. —¡Genial, bravo! —grito hacia el cielo y extiendo mis brazos—. Soy lo peor, la puta Kendra y eso me agrada por ahora. —No soy tu enemigo querida, solo quiero decirte que tienes las gringolas puestas y estoy dispuesto a ver por ti. —Sabes que me estoy encariñando con ustedes dos y no sé si los dejaré marchar cuando todo acabe. —Lo admito y Tobías me pega a su pecho dándome un abrazo fuerte. —Si me pide el culo sexy que me quede no me iría, me gustan estos lares —susurró en mi lóbulo—. Nací aquí y es bueno volver a mis raíces. Lo abrazo de vuelta al escuchar sus palabras, en eso nos empujan y al ver es Emmett. —¿Qué sucede? —cuestiona Emmett. —Nuestro culo sexy no puede vivir sin nosotros. Emmett me mira curioso y espera que aclare. —No me mires de esa manera, quiero que sigan siendo mi cubre culo por siempre —afirmé. —No creo que eso le agrade a Ramón —se cruza de brazos Emmett. Me aparto de su lado y camino hacia la casa. Es que sabía que con él sería imposible. Veré cómo hacer para que se quede. Emmett me agarra por la cintura y me carga. Sonriendo me agarro de su cuello. —Eres una altanera y siempre quieres tener la última palabra —lo vislumbré con actitud—. Eso no se puede todo el tiempo —me sermoneó Emmett. —¿Es que ustedes son mis psicólogos en el día de hoy? —rebatí. —Le tendremos que subir el pago por ese trabajo —comenta Tobías y camina a nuestro lado. —También el cargarla —añade Emmett, mientras me pasa como saco de papas y Tobías me carga. Estos dos tienen un relajo conmigo y han conseguido por un momento hacerme feliz. —Pobre Ramón se quedará sin sus mejores guardaespaldas. —Emmett habla serio y empiezo a gritar como loca. Al llegar a la parte de atrás de la casa, nos topamos con Rebeca y no está nada feliz de vernos. —No pierdes el tiempo, zorra Kendra, no somos tan diferentes. —Suelta su veneno Rebepiente y sonrío al recordar el apodo que le dio Pet. —¿Cómo dormiste anoche, Rebepiente? Me bajo de los brazos de Tobías y los cubre culos están todos pendientes de esta víbora. —¿Rebepiente? —pregunta Rebeca y veo que se acerca Pet. —Permíteme contestar mi querida zorra —me pide mi amigo y asiento—. Eres una serpiente y si unes tu nombre viene cayendo perfecto —Pet mueve las manos mientras explica—. Rebepiente, una madre es para proteger, no para dañar y abandonar. Márchese con su veneno para otro lado y, deje a mi amiga ser feliz sin tener que verla. —Me iré por ahora, pero necesitarán mi ayuda y me estaré riendo a lo lejos de verlos desesperados. Se marcha dejándonos solos y aplaudo. —Bueno, vamos Pet, necesito tener nuestra charla. —Lo agarro por el antebrazo y mis cubre culos nos miran extrañados. —¡Arrivederci bombones! —les lanza un beso Pet y lo arrastro hacia la casa. —¡Entrenamos en la tarde floja! —grita a lo lejos Emmett y le doy un dedo pulgar arriba.

Read on the App

Download by scanning the QR code to get countless free stories and daily updated books

Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD