Capítulo 16: Nada es Cómo Creí, Todo es una Falsedad (Parte 1)

4441 Words
Kendra Tras la partida de Fausto detuve mis emociones. Tenía que concentrarme, enterarme de que mi padre y tíos ocultaron su negocio, me ha dolido. Traficantes de armas, nunca me imaginé eso de Anselmo y odio que no esté presente para encararlo. Intento entender, siento que mi esfuerzo es sucio. Será que mis logros no existen. La sombra de Ramón estuvo facilitando mi vida. Eso me hace cuestionar lo que he logrado. Fui toda una bicha con tío antes de saberlo. Al encontrar a Fausto y esa niñata con la lengua hasta la garganta del Insolente, perdí mis cabales. Luego que me cuenta sobre el negocio fui peor, si se puede llegar a serlo, borde rayando en exceso. No puedo seguir cobijándome en la sombra del árbol de mango. Si este mundo que con tanto esmero ocultaste ha llegado a mí lo abrazaré y tengo una emboscada que realizar. Es momento de actuar, monto a la yegua Nube y me preparo para lo que viene. ... Estoy en la Hummer con mis dos guardaespaldas y en el baúl tengo a una muy enojada Rebeca. Está atada y amordazada. No es lo correcto para hacer, pero ella me obligó a llegar a esto. Vamos de camino hacia Naranjito. Mi tío me contó de la casa en donde tenían sus negocios y curiosamente siempre ha usado. Increíble, si no es por la maldita de Rebeca, nunca me entero de sus negocios. Miro la pantalla del celular, apenas son las seis y media de la tarde. Espero que todo esté bien con ellos. No quiero reflexionar en el riesgo que se exponen. Aunque tengan a su favor a la estúpida hija de Roco. Mencionarla, me transporta a su beso. Luego el insolente lo disfrutó, en ningún momento la apartó. Detente Kendra, no es tiempo para pensar en el Insolente. El camino se me hizo largo en silencio y las curvas en la carretera angosta no ayudaban. Tras pasar varias fincas, estamos al frente de un portón blanco y mis ojos se humedecen al leer el nombre pintado de n***o, “La Potra”. Se baja Tobías y abre el portón. —¿Mi tío no puede poner un portón eléctrico? —Pregunto sarcástica y Emmett me mira por el espejo retrovisor. —Puedes darle tu toque desde hoy a la finca. —Por cinco minutos nos quedamos viendo y retira la mirada él primero. Entra y se detiene para esperar que Tobías cierre. Mis nervios me consumen. —Kendra, todo irá bien —el apoyo de Emmett me funciona—. Te cuidamos ese culo sexy. Emmett consigue hacerme reír, pero no una sonrisa tímida es duro y él se gira a verme. Nos interrumpe Tobías al subir a la Hummer. —¿Qué demonios sucede? —interroga Tobías y consigue hacerme reír, si es posible más, con su cara de perdido. Emmett me señala con su largo dedo índice y continua por el camino oscuro. —No es nada del otro mundo —formulé entre risa y mis ojos han reunido lágrimas—. Es bueno saber que cuidan mi culo sexy. —Por ese culo sexy podemos matar —agrega Tobías mirando por la ventana. Esta finca está abandonada, el camino lleno de baches y Emmett condujo despacio. Realmente el camino es tenebroso con árboles grandes que se unen haciendo un arco. La grama alta y no quiero imaginar los animales que saldrán. Se acabó el arco de árboles, subimos una loma y justo en ella se encuentra la casa. Al detenerse al frente me quedo enamorada. A pesar del descuido es bonita. Es de dos pisos, con una marquesina abierta y una terraza arriba. Sin esperar me bajo y camino hacia la marquesina. Escucho a Tobías pedirme que me detenga y lo ignoro. El suelo tiene hojas y sucio por todos lados. Llego hacia el final y suspiro al ver el paisaje. La brisa acaricia mi piel, las estrellas me saludan y las montañas me traen paz. Desde donde estoy de pie puedo ver la mayor parte de la finca. Hay árboles regados por la parte de atrás del terreno y la grama alta pidiendo cariño. Me percato que detrás más apartada hay una piscina. Está muy oscuro para poder ver con claridad. Siento a Tobías refunfuñando a mi lado y se queda observando al igual que yo. —Mujer, esta casa no está asegurada —su sermón no me importa—. No te apartes de nosotros. Solo asiento observando la hermosa naturaleza que me rodea. —Emmett fue a dar un recorrido —Tobías está en modo trabajo—. Quédate aquí encenderé la luz. Se marcha y veo en la esquina unas cajas en el suelo. Mis pies me llevan directo a ellas y me agacho. La caja está cubierta de polvo. Tienes que dejar de ser metida Kendra y me levanto para evitar tocar esa asquerosidad. Al mirar de nuevo me llama la atención una caja abierta. Es como si estuviera esperando que la descubra y saco mi celular para encender la linterna. Mi corazón se acelera y me olvido del sucio al ver muchas cartas. Agarro una y veo la letra de Os. Las cartas son todas para mí y me agacho en el suelo. Se enciende la luz y guardo el celular. Sin pensar empiezo a agarrar las cartas. Siento que Tobías se acerca, no me importa y se me escapan lágrimas. Siempre creí que me había olvidado y no puedo creer lo que tengo en mis manos. Hay como veinte cartas y en el fondo hay una caja envuelta. —Kendra, vamos, la vieja está en el sótano y hablando mierda. —Habla Emmett y acerco a mi pecho las cartas. Ponen una mano en mi hombro y el sonido del *coquí nos envuelve en el silencio. Dejo caer mi cara cerrando los ojos y me lleno de rabia. Ese sentimiento lo suelto y que me ayude a levantarme de este inmenso dolor que me quiere tumbar. Mis cubre culo se quedan callados. Se lo agradezco porque necesito recuperarme. Estoy desconcertada, al parecer nunca conocí a mi padre y coloco las cartas de vuelta. Me levanto y con mi antebrazo limpio mi rostro. La mano en mi hombro me aprieta. Eso me da ánimo, me hace recordar mis motivos de estar en esta casa y me giro hacia ellos. —Quiero esta caja en la Hummer —la pateé con la bota—. Déjale saber a Ramón que estamos en esta finca y esperemos que lleguen. —Tobías quita su brazo de mi hombro y agarra la caja. Camino hacia Emmett que estaba estoico a la distancia. En su mirada de ojos grises encuentro lo que deseo y eso es ganas de atacar. Además de ponernos en marcha. Es asombroso como estar con Emmett me calma y a la vez enciende. —Vamos a empezar, estoy harta de mentiras y quiero sacar esta frustración. —Mi voz es cargada de odio y Emmett sonríe maliciosamente. —Te ayudaré en eso mi querida Kendra —me ofrece su mano y deposito mi confianza en ese apretón—. Vamos a soltar los demonios. Entramos a la casa mugrosa, el olor es insoportable y los muebles tapados con sábanas. Es enorme, un laberinto y no recuerdo el camino. Bajamos al sótano y me empiezo a reír al ver a Rebeca en el medio. Se encuentra en una silla con las manos y pies atados. Al verme sus ojos me transportan al pasado y camino hacia ella dándole una bofetada. —¡Zorra loca, déjame ir! —gritó y se retuerce. Emmett se acerca con una jeringa y va hacia la espalda de Rebeca. —¿Qué es eso? —grita eufórica y levanta el mentón. En eso soy idéntica a la maldita, jodida y atrapada. Sin embargo, de frente a lo que venga. —No se preocupe —Emmett le muestra la aguja—. Esto es solo suero de la verdad —lo cuenta como si fuera a darle café—. El efecto pasará pronto. —¡Qué bajo has caído zorra, estás jugando sucio! —bramó Rebepiente y dejó de moverse. Es curioso cómo de fiera se convierte en dócil. Nos deleita con su presencia Tobías. Se acerca hacia mí y pegó su boca a mi oído. —Ramón me ha llamado, está endiablado y viene tan pronto se desocupe —se detuvo y por la voz de Tobías está preocupado—. No será amable el viejo, cuando se enoja es el diablo —susurra y los ojos de Emmett preguntan si me echo para atrás. No hay arrepentimiento y con un movimiento de barbilla hacia adelante le doy la respuesta. Sé que le ha inyectado en el antebrazo el suero al ver la incomodidad en el rostro de Rebeca. El pentotal sódico es una droga derivada del ácido barbitúrico que es utilizado en medicina como anestésico y que se la conoce como el "suero de la verdad". —Con esto no conseguirás nada —su cambio es radical—, si no haces las preguntas correctas —dijo con voz suave moviendo la cabeza de un lado a otro. La sonrisa en su cara es de burla y por más que intenta ser valiente se ve desorientada. —¡Bienvenido sea el diablo! —le respondí a Tobías—. No creo que esté más enojado que esta zorra que tienes al frente. —Es mi respuesta y me encamino hacia la mala madre. Tobías se ha quedado asimilando mis palabras. Mis ojos vislumbran a esta patética mujer que ha jodido mi vida siempre. —Solo haré tres preguntas —indiqué con mis uñas bien cuidadas—. No es necesario un historial de tu vida —comenté sarcástica. —Recuerda que esto no es seguro —conecta sus ojos con los míos—. Los efectos le harán difícil mentir. —Emmett continúa detrás de Rebeca. —Lo tengo todo claro —hablé con seguridad y he cortado la distancia que nos dividía. La agarro por el pelo fuerte y Rebeca tiene sus ojos idos. Controlo las ganas de abofetearla. —¿Qué quiere Roco? —Empecé mi primera pregunta. Sus ojos se le cierran y jalo su cabello consiguiendo que vuelva abrirlos. —Roco, es un psicópata… Tenía que… —sus ojos se cierran y los abre de inmediato— hacerlo… No tenía más opción. —¿Qué quiere Roco? —Vuelvo a preguntar. —Su cocaína y dinero —sus ojos los dirige en dirección de Tobías—. Oye bombón, ¿me das una mano o las dos? —Rebeca empieza a reírse, intenta coquetear con Tobías que sigue donde lo dejé. —¿La tienes tú? —murmuré asqueada. —No, no… —risa descontrolada y me contengo de golpearla—. Eres una zorra y tenía que hacerlo…. —¿Hacer qué? —Suelto su cabello y me aparto de ella, me está desesperando. Me aprieto el tabique de la nariz y respiro profundo. —Culparte… —su rostro suda y se ve que se esfuerza en no ceder a la droga—. Te metí en esto… Me lo debías por nacer. Escuchar cómo merezco su odio y mierdas es lo que hace que explote. Me acerco furiosa, cierro el puño y golpeo su ojo. La cabeza de ella rebota y se queda cabizbaja. Jamás imaginé que terminaría golpeando a mi despojo por madre. Intento calmarme, abro y cierro mis puños. El dolor en la mano me ayuda con la rabia que tengo en este instante. Camino de lado a lado y quiero acabarla, verla sufrir. Vuelvo y me acerco. Levanto su patético rostro por la quijada. —¿Me amaste? —No me juzguen, necesito saber. —No, no… —en sus ojos no hay culpa—. No me arrepiento de haberte dejado y gracias a… —No la dejo terminar agarro fuerte su boca. —Eres peor que Roco —las emociones se mezclan y estoy al borde de explotar—, mereces morir en sus manos —tomé aire—. Para mí has muerto desde hoy —mis palabras salen amortiguadas. Me marcho del sótano, sé que me siguen y no recuerdo por donde salir. Subo las escaleras y doblo a la izquierda, pero me agarran por el codo. Me detengo abruptamente y me volteé por encima de mi hombro. —Sígueme, intenta respirar —al saber que es Emmett no le reñí—. Cuenta del uno al cien, lo que mierdas, te calme —ordenó rudamente. Agarro mi cuello, uno. Sigo detrás de Emmett, dos. Necesito aire, tres. Maldita sea, esta casa es un desafío para salir. Después de seguir contando hemos salido. Respiro el aire de la naturaleza. Necesito gritar y no me intimido, lo hago. —¡Ahhhhh! —solté años de abandono y dolor—. ¡Odio no tener el control y odio que ella respire! —liberé mi carga—. No puedo… —soy apretada por esos fuertes brazos que rodean mi cuerpo. No quiero su lástima y me remuevo para apartarlo. Fue imposible, lo intento, pero no me suelta. —Tengo tu culo sexy, cálmate —susurró en mi lóbulo—. Eres fuerte, no te dejaré caer —su agarre no retrocedió y paré de luchar con la mole. —No quiero hablar, quiero follar y ahora. —Fui directa admitiendo que el sexo es mi calmante. —Pues tómalo, cógeme duro. Me aparta un poco, sus ojos grises oscuros no dudan y me besa fuerte. Sin miedo, nada de reproches me lanzo a seguir el ritmo y me llevó hasta una pared. Una mano agarra mi pelo fuerte, su boca desciende por mi cuello y da leves mordiscos en el camino. Agarro sus nalgas, me froto en su paquete y él gime. Suelto sus nalgas y recorro su cintura. El paquete que me comeré es abundante. Suelto su botón y zíper logrando meter la mano en su calzoncillo. Su mano libre adora mis senos, dándole caricias y necesito tenerlo dentro. —Poséeme, luego nos degustamos —exigí. Su mirada es hambrienta, me trepa a horcajadas y me lleva hacia un armario. En sus brazos me olvido de todo. Solo quiero que me dé la porción enorme que sentí y no importa si es en este pequeño cuarto. Enciende la luz, es un cuarto polvoriento con cajas y bloqueo los pensamientos de las cartas. —Privacidad —dijo con su voz cargada de promesas y me bajo al suelo. Me bajo el leggings, en estos momentos es que lamento haberme quitado la falda y sin rodeos lo bajo por debajo de las rodillas. Emmett con su mirada hambrienta saca de su bolsillo un condón y con rapidez se saca el apetitoso pene. Lo bombea, relamo mis labios y se coloca el condón. Me volteo, me inclino hacia delante dejando mis pompas arriba. Siento las manos de Emmett amasando mis nalgas, me muevo la braga hacia un lado y me giro sobre mi hombro. Emmett está comiendo con sus ojos mis pompas, tiene el pantalón bajado y una mano agarra fuerte mi cintura mientras la otra se aventura en mi sexo. Sus movimientos lentos en mi protuberancia me hacen cerrar mis ojos, introduce un dedo, luego el otro y con movimientos lentos comprueba lo mojada que me encuentro. —¿Preparada? —Me río ante su pregunta —Siempre estoy abierta a las aventuras —ronroneé coqueta. Sus dedos se retiran dando paso a la cabeza y la frota de arriba abajo. Mi mano busca su pene, lo intento agarrar y me da un leve golpe en mi mano. —Sus manos al frente, chica aventurera —de momento me penetra rudo consiguiendo un gemido por mi parte. La satisfacción al sentirme llena me adormece. Sus estocadas me desestabilizan y sostiene con sus dos manos mi cadera. Se escucha de momento la voz de mi tío Ramón y no me importa. Solo me concentro en sentir placer. Emmett con una mano me estabiliza y la otra frota mi clítoris. Sus estocadas son intensas y coloco mis manos en la pared. Mi cuerpo pronto explotará. La sensación se intensifica y se me escapa un gemido. Fue inevitable y me muerdo mi labio inferior. —Shh… —Emmett me silencia agitado—. Aunque el viejo nos encuentre, no soltaré este sexy coño —su tono de voz intenta ser bajo, pero su tono ronco se lo hace difícil. Emmett entra y sale. Sin perder el ritmo en sus estocadas y sus bolas chocando con mis nalgas bailan a la par. —¡Qué se joda! —ronroneo y me tenso— ¡Oh, sí! —el pudor lo he perdido. Sus dedos aceleran el ritmo y pongo mi puño en la boca al soltar todo. Me estremezco, su dedo sigue con los movimientos y me da una última estocada consiguiendo su clímax. Se recuesta en mi espalda, estamos sudados y calmando nuestras respiraciones. —¡¿En dónde demonios se encuentra esa niña malcriada?! —grita Ramón. —No creas que esto es el final —su demanda me enciende—, te comeré desde la punta del dedo gordo hasta tu cabello oscuro —murmura en mi oído y sopla consiguiendo que me dé cosquillas. Su pene aun dentro le da movimientos circulares y voltea mi cara robándome un beso. Nos despegamos al escuchar los golpes fuertes en la puerta. Emmett me da un azote quemando mi nalga derecha y esta posición inclinada con los leggings abajo me tiene incómoda. Me impulso hacia atrás demostrándole que no me intimida. Sale de mí, me acomodo la braga y subo a las millas los leggings. Estoy toda mojada y me han follado en este reducido espacio a la perfección. Una sonrisa se formó en mi rostro y me echo el pelo hacia un lado. Aún estoy de espaldas a él y golpean de nuevo. Tengo el cuerpo de Emmett en mi espalda y el lado del cuello expuesto lo roza con su nariz. Este hombre es un buen amante. Ha conseguido que me ponga toda melosa y muerde mi lóbulo. —Te daré un pase VIP, solo por esta vez —recalco—. Tu tranquilo, mi cubre culo. Me gira bruscamente y me mira con su particular seriedad. Le ofrezco mi mejor cara de bicha y acaricio su cabeza. Consigo una risa pequeña por su parte y lo hace ver adorable. No entiendo esta cercanía que siento a su lado. —Es el mejor trabajo hasta ahora que he tenido —su voz es tan varonil y seduce hasta la más monja—. He disfrutado cubriendo este culo sexy —baja lentamente su mano por mi espalda hasta llegar a mi nalga izquierda. —Solo enfócate en el culo sexy y aparta el amor —es importante poner las cartas en la mesa—. Hazme ese favor. —Aclaro, le doy un beso casto y me zafo de su agarre. Me sacudo las manos, aliso la camisa y con el dorso de la mano limpié el sudor de mi rostro. Emmett se acomodó la ropa y se ve bastante presentable. —Por ahora enfrentemos a Ramón —es la respuesta de Emmett y asentí. Una vez listos abro la puerta encontrándome con un amplio público. No entiendo la cara de mi tío, solo drogué a esa maldita y un ojo n***o le di de adorno. Lo paso de largo con mi prepotencia y me encuentro cara a cara con Fausto. Su mirada azul cielo me hace dudar de mi seguridad y evado su mirada hacia la novia de mentira. —Kendra, detente, me tienes que explicar lo que pretendes. —Exige Ramón y me giro enojada. «Saca la furia, olvida a Fausto y sus ojos». —Quiero que dejen de mentirme, no soy una niña —empiezo a sacar todo de mi interior—. Por una maldita vez entender el porqué me ataca ese Roco —la rabia resurge mientras doy un paso más hacia mi tío—. Sobre todo quiero saber por qué encuentro una caja con cartas de Os dirigidas hacia mí y nunca lo supe —con cada palabra que solté me acerqué a Ramón y estamos cara a cara. El rostro de Ramón sin ningún tipo de señal. Emmett se para al lado mío y estamos hombro a hombro. Realmente es mi cubre culo este pelón. —Vamos adentro, hablaremos —murmuró Ramón y me intenta agarrar del brazo, pero me zafo. —En confianza habla ahora, somos de fiar. —Mis palabras salen cargadas de sarcasmo y reproche. —¡Bien, niña malcriada! —alzó la voz y aplaudió furioso—. Cuando dejes de hacer tonterías te pondré al tanto de todo —agitó su mano dando énfasis—. Cuando no esperes amor de esa puta que jamás te quiso y ni lo hará hablaremos. —Sus palabras son tan certeras que maldita sea duelen. «Kendra, no vas a llorar, no en frente de todos», me di palmadas en la espalda alentándome. Empujo el pecho de Ramón consiguiendo que me jale el pelo Yulimar. —Te advertí que lo respetaras, niña malcriada. —Me colma al oír sus odiosas amenazas y la piso fuerte logrando que me suelte. Rápido me giro y la agarro por su cuello con las dos manos. Estoy demasiado herida y cansada. —No vuelvas a meterte entre mi tío y yo —hablé harta de sus amenazas apretando la mandíbula—. Tenemos mierda que arreglar y no estás incluida. —Fausto está detrás de su novia y mi tío intenta apartarme. —¡Suéltala, Kendra! —Me ordena Ramón y realmente la chica es bajita. No soy idiota, tampoco me creo que están preocupados por ella. Sé que intentan protegerme y con justa razón porque apenas estoy aprendiendo a defenderme. Lo que ellos no cuentan es que bajo coraje hasta el más pendejo muerde y asesina. La chica es dura, está sin apenas respirar, sin moverse o atacar y sus ojos miel me evalúan. —¿Entendiste? —aprieto más fuerte para dejar claro el punto. Yulimar se ve con falta de aire, pero no se preocupa. Sé que puede contra mí y no lucha. La suelto y la veo como busca aire. Ella disimula sin tocarse el cuello y la vislumbré apretando sus puños. Le doy la espalda para enfrentar a mi tío. Esa chica al menos es justa. Entiende que se ha metido en lo que no debe y se ha retirado en paz. —Escucha esto, Ramón, no volveré a anhelar una madre. He sido una tonta —me di con el puño cerrado en el pecho—, pero no por más tiempo —soy lava en este instante—. Esa puta ha muerto desde hoy. Me aparto de todos, me aprieto el tabique de la nariz y respiro profundo. —Tenemos que hablar Kendra —la voz de mi tío ha bajado de tono. —Ramón, mañana hablaremos largo y tendido —el agotamiento del día me consume—. Vamos Emmett. —No quiero hablar y rápido el pelón se arrimó en mi culo. —¿Me quedo con la vieja? —pregunta Tobías. —Mi tío se encargará de ella, estoy cansada y necesito relajarme —susurré provocativamente para mi público. Tobías me tira una guiñada y me encamino hacia la camioneta. Sin embargo, me detengo abruptamente cuando me agarran fuerte del brazo izquierdo y enseguida Emmett aparta a Fausto de mí. Lo tiene agarrado en una llave, Dios, este pelón está atento a todo. —¡Suéltame, no le haré daño! —se ve endemoniado Fausto y forcejea con el agarre del pelón—. ¡Dame un minuto Kendra! —Su semblante salvaje me hace concederle ese tiempo. —Suéltalo, Emmett —sus ojos me buscan y lo suelta de mala gana. —Ven Fausto —camino un poco retirado de todos. —Diablos, ¡¿me piensas volver loco?! —Se pasa la mano por su pelo, lo tiene bastante largo. Mis dedos pican por acariciar ese pelo y los cierro para contenerme. No entiendo por qué él me atrae. —Es bueno verte vivo. —Listo lo admití y su boca se quedó abierta. —Eso pensaba hasta que te veo recién follada y no fui yo el que te dejó en ese estado. —Su reclamo está bañado entre la rabia y el dolor. —No somos exclusivos —levanté un hombro demostrando ser la zorra que no quiere ver—. Tampoco soy una joven esperando al príncipe azul —Fausto tiene que abrir los ojos y olvidar el amor de verano—. Esto es lo que soy —extendí los brazos a los lados y me endurezco—. No busco amor, acéptalo. —Eres una niña herida —su dolor me atraviesa y lo hundo—, para ti todo es a base de sexo. Se marcha dejando a la niña herida sola y ciertamente el sexo me calma. Camino hacia la Hummer y espero por mis cubre culos. La caja está puesta en el asiento y agarro una carta. Rompo un lado del sobre, respiro profundo y saco mi celular para alumbrar. Para: Kendra ¿Kendra, por qué no puedo dejar de enviar las cartas? Esa es mi pregunta a diario. Prometimos comunicarnos. Eres mi primera vez en muchas cosas, incluso, en ser ignorado. Solo espero que te encuentres bien, corriendo de arriba abajo la finca y siendo feliz. Te extraño… No termino de leer, acerco la carta hacia mi pecho y me reclino en el asiento. «Perdóname Os, no sabía. Nunca hubiera roto nuestra promesa, te abandoné», el dolor es inmenso. Cierro los ojos y escucho a mis cubre culo hablando por lo bajo. La puerta de mi lado fue abierta. Cansada, sin ánimos de hablar, abro mis ojos y me encuentro con el serio de Emmett. Me empuja como si nada, logrando ponerme en el medio del asiento y se acomoda en donde hace apenas estaba sentada. Emmett me vuelve a arrastrar como muñeca y me lleva a su enorme pecho. No tengo fuerzas y me acomodo bajo su protección. El pelón coloca su mano junto a las mías sin darle importancia al papel que aferro y me acaricia el dorso. Mis ojos se cerraron mientras el carro se ponía en movimiento.
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