Capítulo 15: Aliados (Parte 2)

4736 Words
Estamos frente a mi tronca y no puedo creer que esta chica esté con la boca abierta admirando mi chatarra. —¡Wao, realmente es preciosa! —exclamó acariciando la camioneta—. Tengo que conducirla y sacarme fotos con ella. —¿Sacarás más fotos? Desde que la vio le sacó fotos y hasta selfie con la tronca detrás. —Oye, vaquero, deseo de corazón ir en tú tronca, pero no será posible —se escucha desilusionada e ignora mi pregunta. —¿Me dirás siempre vaquero? —¡Rayos, eres extraño! —dio un cantazo con su palma abierta en su pierna—. Preguntas cosas que no van. Te llamaré vaquero, depende de mi ánimo —rueda sus ojos—. Volviendo al asunto tenemos que ir en un carro que nos camuflase. Camina por un sendero que conecta al frente de la casa y voy detrás de ella. Pasamos unos arbustos podados a la perfección. Paquita deja este jardín hermoso. Esa doña es un amor. Recuerdo su sonrojo al encontrarnos en el despacho y se me escapa una sonrisa. Delante de las escaleras tienen una imponente fuente en forma de nube rodeada en círculo con unos cuatro balaústres. Cada esquina tiene un ángel de pie y tiesto con helechos. Sin embargo, el círculo no está cerrado. Está abierto por los cuatro lados dando caminos estrechos en concreto. Dando su rutina de vigilancia hay un guardaespaldas de complexión atlética y la pequeña rubia se detiene a esperarme. —Soy bueno en ser indiscreto, tengo que mejorar novia mía —bromear con Yulimar es natural. —Te ayudaré, vaquero —me saca la lengua—. Te imaginas en la noche gritando: ¡sigue vaquero, átame con tu soga! No puedo aguantar y empiezo a reírme fuerte. El guardaespaldas se gira al escucharme y la pequeña rubia corre hacia él. El hombre la espera con sus grandes brazos. Decido acercarme cuando se despegan de su abrazo meloso. —Es bueno verte, pequeña —comenta el grandullón y tiene su pelo oscuro en cola de caballo. —¡Estoy feliz de estar en estas tierras! —grita eufórica—. ¿Dónde está tu espíritu de vaquero? El guardaespaldas le saca el dedo del medio y ella le saca la lengua. Es fácil adorar a esta pequeña rubia. Su personalidad es un imán. —Si lo encuentras me lo envías —responde sarcástico el hombre. Estos dos tienen una gran amistad. La manera en que se relacionan cuenta una historia. —Trato hecho —se chocan las manos—. Necesito tu Hummer. —Señala la máquina estacionada al otro extremo. Sin problema alguno le lanza la llave y sin esfuerzo la atrapa. —¡Gracias, Marlon! —se dirige al lado del conductor. —Te aconsejo que te pongas el cinturón de seguridad, chico. —No exageres Marlon —se defiende Yulimar y me dirijo hacia la Hummer. Marlon se queda sonriendo y Yulimar se levanta la capucha antes de subir al carro. —¡Cuidado, Marmar! —En los ojos del guardaespaldas se ve el gran cariño que le tiene, es un amor fraternal. Estamos saliendo de la finca y cuando arrancó entendí todo. Me puse el cinturón de seguridad. Esta chica es un peligro al volante. No hay hoyo que no conozca las ruedas de la Hummer. Es tarde frenar cuando ve el hoyo por la velocidad. Estoy agarrando el asiento fuerte. En dos ocasiones estuvimos a nada de chocar y la pequeña rubia normal. —¿Marmar? —Recuerdo el apodo. Ella desvía la mirada hacia mí, va muy rápido y señalo al frente. —¿Asustado? —Se burla y casi estamos llegando a mi barriada. Le he dado las indicaciones y varias veces se pasó por ir demasiado rápido. —Vas volando bajito, Marmar. —Es una broma —sonrió pensativa—. Él se llama Marlon y tenemos la sílaba mar en los dos nombres. La suya empieza y la mía termina. —Se llevan muy bien, demasiado. —Ese hombre me entrenó, gracias a él soy otra —su emoción al mencionarlo es real—. Es como mi hermano. —Yulimar no despega los ojos del camino. Nos quedamos callados, solamente le indicaba por dónde girar. Siento que necesitaba ese silencio y se lo concedí. Hemos llegado a la casa de Joel, no está su carro y al bajarnos Yulimar mira alrededor. Antes de entrar a la barriada, ella dio varias vueltas para despistar y créanme que con su manera de conducir pierde a quién sea. Llegamos al balcón, la puerta está abierta. —¡Mamá Fer! —llamo en voz alta y nada que sale. Por la puerta metálica veo que Oreo viene por el pasillo. Esta pequeña rubia no puede estar quieta, camina por detrás de mí y recorre con la mirada el área. —¡Hola guapetón! Mamá salió a entregar pasteles. —Deja la puerta metálica abierta, invitándonos a pasar y al ver a Yulimar toda oculta en esa capucha, Oreo la miró raro. No es para menos con este calor. Prácticamente, Yulimar debe estar toda sudada. La dejo pasar y corrió hacia la ventana. La paranoia la tiene alta y cierra las cortinas. —¿Dónde está King Kong? —Logro que Oreo fije su atención en mí. La pequeña rubia no ayuda paseando por el pasillo y cierra la puerta que da acceso a la terraza. Regresa hacia la sala, nos pasa callada y abre la puerta metálica. Sale y la vemos cerrar la puerta de entrada que dejé abierta. —No sé qué carajo pasa, pero la chica nebulosa está en mi hogar —dijo con carácter Oreo y la enfrentó. A las mujeres les ha dado por competir en el día de hoy. Los que piensan que solo ocurre con hombres están equivocados. Yulimar se acerca a Oreo, se quita la capucha y le ofrece la mano. —Me gusta esta chica, soy Yulimar y tienes esta casa muy abierta —suelta como si estuviera hablando de ropa—. Mi identidad aún no debe ser vista por ahora. No me agrada ocultar mi rostro y peor sentir este sofocante calentón. —Se para debajo del ventilador de techo y se olvida del saludo no correspondido. —Eso fue lo primero que supuse al verte toda encapuchada. Luego entraste como perra sabuesa y dije: tal vez se escapó de la prisión. Últimamente, el guapetón está metido en cosas raras. —Oreo camina hacia la pequeña rubia y se saludan al fin. Estas dos se han llevado bien por increíble que suene. Después que han hecho las paces, Oreo se lanza hacia mí. La atrapo, sus piernas en mi cintura y Yulimar alza una ceja silbando. —No sabía que tenías novia, vaquero —se sienta en el mueble y se queda mirándonos. Es como si estuviera en la sala de su casa. Oreo se baja y se empieza a reír. —No somos novios, tranquila, chica rara —se burla Oreo y camina hacia la cocina. —Yulimar te presento a Oreo —sale Eliza con una cajita y me relamo los labios. —¿Oreo? —pregunta Yulimar y Oreo se sienta a su lado. —Soy Eliza, mucho gusto —le tiende la cajita—. Toma galletas de chocolate chip hechas por mi mamá. Sin pensarlo, Yulimar agarra una y cierra sus ojos al masticarla. No puedo con la tentación y busqué una. —Hay que tener cuidado con este —su dedo me acusó—. Se las come de una sentada. —Me difama Eliza y sonrío de lado. —Si amas tus manos, mejor apartarlas de estas deliciosas galletas. —Me amenaza Yulimar y vale la pena correr el riesgo, agarro otra a las millas. —Oreo, ¿dónde está tu hermano? —Llegué del trabajo y no había nadie en casa, solo una nota de mamá diciendo que fue a entregar pasteles. —Alza los hombros y coloca sus piernas en forma de indio en el mueble. —Lo llamaré —no llego ni a sacar el celular y abren la puerta. Se levanta de un salto Yulimar y tiene la capucha puesta. Es rápida la chica y su mano con la pistola apuntando a Joel. Enseguida me coloco al frente suyo con las manos alzadas y desvía su mirada en alerta hacia mí. —Tranquila, es mi amigo King Kong —vuelve a enfocar su atención en él y me volteo por encima de mi hombro, los ojos de Joel miran enojados a Yulimar. —De acuerdo, si me haces el favor, cierra la puerta —Yulimar le pidió moviendo el arma hacia fuera—. Soy desconfiada. —Se sienta como si nada y guarda la pistola en su sobaquera que tiene en la cintura. Dejo caer mis manos, veo nerviosa a Oreo y la pequeña rubia le sonríe de oreja a oreja. —Eres un peligro Yulimar, me das miedo. —Oreo se toca el pecho. —Solo soy precavida con los amigos, pero soy inofensiva —Yulimar agarra otra galleta—. Si no me cucan soy un amor. Joel se acerca tenso a nosotros, tiene una gorra negra puesta y una mariconera en la cintura. —Vamos a la terraza —comenta Joel y sigue por el pasillo. —Vengo luego, me dejan galletas —hablé por lo bajo notando el mal humor de mi hermano. —Apresúrate, no creo poder aguantar. —La pequeña rubia me tira una guiñada y me marcho hacia la terraza. Joel está con una cerveza en la mano y al entrar me mira preocupado. Supongo que Freddy lo llamó y contó todo. —Hermano, toma el dinero —se ve aturdido—. Hay seis mil —se quita la mariconera de su cintura y me la arroja—. No puedo acompañarte —sus puños cerró duro y me dio alivio—. Me siento mal y un cobarde dejándote solo. Se quita la gorra y la aprieta fuerte en su mano. —No te sientas mal, he venido a pedirte, mejor dicho, a suplicarte que no me acompañaras. Logro que se quedara quieto había estado caminando de un lado a otro. —Freddy me envió un mensaje, me pide que lleve lejos a madre y Eliza —golpea el puño en su palma—. Corren peligro y eso me tiene asustado —mi hermano admitió su miedo y él oculta sus emociones—. Sabes que jamás te abandonaría, es mi familia y tengo que protegerla. Odio verlo en ese estado y todo por mi culpa. Los he puesto en peligro. —Demonios, no me tienes que explicar —murmuré angustiado y lleno de culpa—. Tienes que protegerlas, no me perdonaría si algo les ocurre. —Cuando vayas nada será como acordaste. Te envió a decir que… —Joel se traba y prosigue—, si tienes que atacar para sobrevivir que no lo dudes —en sus ojos se ven las ganas de luchar conmigo—. No pierdas tiempo que él tampoco. Te ayudó mientras pudo y ahora es por tu cuenta. —Gracias por el mensaje, lucharé y quiero que sepas que no iré solo. Les daré batalla y no me rendiré —mi hermano asintió de acuerdo—. Aunque la jodí muchas veces, esta vez iré sabiendo en qué mierda entré. —Me siento con las manos atadas —se dio golpes en la cabeza—. Eres mi hermano porque demonios que lo somos y tengo que huir —se oye en conflicto—. Además, mi primo está en peligro —se frotó los ojos con el dorso de la mano—. Odio admitir que deseo que salgas vivo… —se detuvo y tragó duro— aunque tengas que enfrentarte a mi primo y si tienes que ir al puto infierno a vender tu alma que así sea. Se acerca a mí, sus ojos están húmedos y miro al suelo. Me acerca y me abraza fuerte. —Lucha hermano, espero ver tu rostro de guapetón —susurra en mi oído. —Si no tienes donde ir puedo ayudarte —me ofrezco y se aparta de mí. Tengo un nudo en la garganta. Son mi familia y los he jodido. —Tengo todo planeado, solo ve y sal de esa mierda. —Da palmadas en mi mejilla y sin poder evitarlo se me escapan unas lágrimas. Abrazo a este gorila y solo espero que nada les suceda. Nos despegamos, me limpio las lágrimas y me duele no poder ver a mamá Fer. —Dile a mamá Fer que la amo y siempre fue mi segunda madre. —King Kong asiente y caminamos hacia la sala. Las chicas están hablando y sonriendo. Esas dos conectaron de una. —Lamento informarte que no te dejé nada. —La pequeña rubia me enseña la caja vacía y finge pena. Joel camina hacia la cortina y mira por la ventana. —Eres muy cruel —dije como niño enojado. Se levanta Oreo y se va corriendo para la cocina. Yulimar me señala con la cabeza que vaya detrás de Eliza y se levanta del mueble. Tengo que despedirme de esa morena y la veo sacando una bolsita de chocolate chip. —Oreo, necesito que sigas a Joel y no te pongas difícil —susurré al pisar la cocina. Sus ojos preocupados posó en mi dirección. Odio verla de esa manera y me acerco a mi Oreo. —No soy una niña, sé que todo va de mal a peor —su voz sale nerviosa. —Necesitas ser la chica brava que conozco y cuidar a mamá Fer. Empieza a llorar mi Oreo, la sostengo por sus mejillas y con mi pulgar limpio sus lágrimas. —Cuídate, vuelve a nosotros —rogó entre lágrimas—. Eres mi hermano y te quiero, guapetón. . —Prometo volver —levanto mi mano derecha y la golpeó. —No promesas, solo regresa —puso el paquete en mi mano—. Toma estas galletas, te protegerán de la kriptonita. Sostuve el pequeño paquete. Estoy seguro de que con esas poderosas galletas todo mejorará. No dudo de que me reanimaran. Eliza sonríe en medio de las lágrimas y la abrazo fuerte. Tengo que cumplir mi promesa. Saldré de esta, no me puedo ir sin dar batalla. Antes de soltarla beso su frente y salimos a la sala. En la ventana están conversando Yulimar y Joel sin matarse. Es hora de irnos, basta de sentimentalismo. —Vamos Yulimar. —Se coloca la capucha y salimos. No miro hacia atrás, salimos de la casa callados y sostengo las galletas. Pienso en el amor que siempre me dio mi mamá Fer y cierro los ojos recordando su sonrisa. —Oye, vaquero, los volverás a ver. Ellos te aman, no te dejaré solo y de esta saldremos. Al escuchar a la pequeña rubia y su convicción sé que lo haremos. —No te pienso dar de este paquete, es poco. —Lo agito delante de ella y soltamos algo de tensión riéndonos. ... Llegamos a la finca y nos estacionamos por la parte de atrás. Están reunidos los guardaespaldas con Ramón. Nos bajamos, Yulimar saluda a los chicos y recorro con la mirada en busca de la Potra. Kendra no se encuentra y necesito verla antes de partir. Ramón se acerca con su sombrero puesto y me imagino a la pequeña rubia provocándolo. —La Potra está cabalgando, asimilando las cosas —el viejo me informó y lo agradezco. —Toma, necesito hablar con ella —le doy la mariconera y me mira confundido—. Tranquilo viejo, el dinero está dentro. —Tienes media hora, avanza —el viejo sí es un dolor de culo—. Tus padres están instalados en el primer piso y tu tío dormirá en el cuarto detrás de las caballerizas. Demetrio no asimila el cambio, se encuentra muy alterado —no lo dudo—. Espero que no lo encuentres hasta que se calme. —Gracias por asegurar a mis padres —junté mis manos como si fuera a rezar y me incliné de corazón—. Tampoco quiero encontrarme a mi tío, tengo poco tiempo. —Me giro sin esperar respuesta. Estoy corriendo hacia las caballerizas en busca de Máximo y el caballo relincha al verme. —Hola Máximo, te necesito. —Mi voz asfixiada, me recuesto de la portilla y respiro profundo. Me apresuro, le coloco la montura y en ese tiempo menos mal que no apareció Demetrio. Me dirijo hacia el árbol de mango, sé que la encontraré en ese lugar. Cabalgamos veloces, la diviso sentada debajo del árbol y aprieto más el ritmo. Al llegar veo a Nube, la yegua que le conseguí y amarro a Máximo del árbol. Sus ojos me escudriñan y la encaro. —Debes estar con tu novia entregando el dinero. —Mira su reloj y se levanta del suelo. —Sé lo que tengo que hacer. —Doy un paso, necesito sentir a la Potra. Me desconcentro con esa apertura en su pierna, su vestuario es provocativo. La Potra lleva una falda larga de color negra. —Obviamente, no sabes, Insolente, mi rostro está acá —se apunta el rostro. Doy otro paso, cortando la distancia y nuestros zapatos están frente a frente. —Si no estuviera en frente de la fría Kendra, diría que está celosa. —Me gusta verla por el techo. —¿Celosa? —se toca el pecho con su actitud de altiva presente—. Tengo en estos momentos muchas cosas pasando por mi mente —su voz es lenta y la siento decaída—. Gente que creía conocer y me mintieron —tomó aire—. No estoy para celos, lárgate de una vez. —En este momento quisiera crear un mapa en esta zona tuya —acaricio su vientre al descubierto y se tensa—. No tengo tiempo, el mapa tendría evidencias y explicaría tu estado actual. Sostengo sus caderas y mis manos toscas siguen el rumbo de su piel. —Hazme un favor, cierra tu boca cuando estés con esos cerdos. Sé que es imposible en ti, pero por lo menos ten en cuenta las consecuencias que causarás. —¿Te preocupa que me pase algo? —alcé una ceja. —Tu familia te necesita. —Intenta zafarse y no lo permito. No creo que noten mi ausencia, a excepción de mi madre. No necesito ese rollo en este instante. —Pésima excusa Potra —la acerco a mi boca y murmuro rozando sus labios—, ¿consideras que tú y yo podremos tener algo? —No lo creo, aléjate y sigue tu camino. —Es una experta en máscaras, contrario a su cuerpo que reacciona a mí. —Quiero que sepas que estoy aceptando el plan de tu tío y haré todo lo que esté a mi alcance para protegerte. —No permito que su bocota suelte una barbaridad y la beso. El beso es posesivo, muerdo su labio inferior y la suelto. Me voy hacia el caballo, solo se escucha el ruido de ellos y pájaros alrededor. —¡Insolente, cuídate! —gritó la Potra y aparta su orgullo. Me retiro con mi sonrisa de lado. Sus ojos tormentosos los llevo grabados. Son un enigma, unas veces azules con toques verdosos y otras grises tormentas. He confirmado que esa Potra, por más negación, soy importante en su vida. ... Estamos en el estacionamiento acordado fuera del mall Plaza Río Hondo. En el pueblo de Bayamón. Los carros están bastante retirados, pero de suceder algo tenemos mejores opciones. El de la idea fue Joel, un sitio neutro para ambos. Tengo el dinero en un sobre manila todo doblado en mis manos. A un lado tengo a Yulimar encapuchada. En el otro a Ramón. Solo vinieron dos guardaespaldas. Marlon y el otro llamado Tito, el de la cicatriz en la mejilla. Llegan dos todoterrenos hacia el área donde estamos. Se bajan jaquetones, dos hombres y con sus manos puestas en sus armas. La puerta de la parte de atrás es abierta, se baja Argenis y en su rostro me deja ver que no está feliz de verme. —Enhorabuena, es bueno volver a verte Fausto —con voz fuerte habla Argenis mientras sus hombres le abren espacio. Camina seguro, es de estatura baja, pero eso no le quita fuerza y cada paso que da hacia mí me regala su sonrisa malévola. —No tenía deseos de verte, en cambio, tu recibimiento cálido me está haciendo sentir arrepentido. —Siento la tensión de Ramón al abrir la boca y lo ignoro. No puedo cambiar mi esencia, menos por este desgraciado que tengo delante. Doy un paso hacia él dejando a Yulimar y Ramón atrás. —Siempre tan bocón, me agradas. —Levanta la mano derecha y hace un chasquido de dedos. Se baja del todoterreno Popeye y saca a la fuerza a Freddy todo golpeado. Me tenso al ver a mi amigo en esa situación, se zafa del agarre de Popeye y camina solo hasta llegar al lado de Argenis. Nuestras miradas se enfrentan, sin soltar palabra puedo ver en sus ojos unas ganas de venganza. Recuerdo las palabras de Joel, me concentro en Argenis y cómo saldremos de esta. —Te quedas callado, ¿no encuentras la lengua? —Se jacta Argenis y empuja a Freddy provocando que se tambalee. —Toma el dinero —lanzo el paquete a los pies de Argenis. —El tiempo de la deuda expiró —uno de sus hombres agarra el dinero y Argenis se carcajea—. Todo ha cambiado, tienes que venir conmigo y dejar de jugar a que puedes vencerme. —No iré contigo a ningún lado —murmuré seguro—. He cumplido mi parte y me importa tres carajos si expiró o no. —Acerco a Yulimar a mi cuerpo y se quitó la capucha. Habíamos hablado que aunque Roco no apareciera, ella saldría a la luz y Argenis sería el mensajero. —Mira cerdo le avisas a mi querido papá —logra la atención de todos—. Oh, sí, idiota, soy la niñita que jugaba en sus laboratorios. —Roco te está buscando… —se sobresaltó Argenis y Yulimar lo interrumpe. —Pues nunca me ha importado, el mensaje es alto y claro, no jodan a mi futuro marido —acaricia mi rostro y sonrío de oreja a oreja al ver la reacción de ellos. —¡Arderá Troya, muchacha! —comenta Argenis autoritario. —Eso debió pensar antes de meterse con la familia Figueroa —aprovechó el viejo para entrar al juego—. Todo ha cambiado, se unen aliados y llegan guerras por ganar. —Ramón, mientras habla se coloca a nuestro lado. Sucede todo en un borrón, Freddy golpea a Popeye con el codo y se va corriendo hacia nuestro bando. No puede evadir el disparo que le dio Popeye y todo se vuelve un caos. Tengo un arma lista para defenderme y todos están pendientes si nos atacan. —¡Retirar, vamos mi gente, retirarse! —grita Argenis y todos se van hacia el todoterreno. Se marchan chillando goma, la gente está curioseando y se escucha el ruido de patrullas. Corro hacia Freddy, lo hirió en su pierna derecha y me pongo en cuclillas. —Freddy, perdóname, nunca quise joder tu… —Maldito —se retuerce de dolor—, te aconsejé que salieras y te metes de lleno. Freddy muerde su labio y agarra mi camisa fuerte. Los demás me gritan para irnos porque viene la policía y los ignoro. —Te cargaré, te llevaré al hospital —él niega maldiciendo. —¡Lárgate, ahora! Lo ignoro y le grito a Marlon que me ayude. —¡Ayúdalo, avanzando y pitando de aquí! —grita Ramón. Marlon agarra sus piernas y lo sujeto por las axilas. Freddy se queja y lo colocamos en una de las Hummer. —¡Yo manejo, todos marchando! —grita Yulimar y se monta en la Hummer que estoy con Freddy. Ramón se monta en el asiento del pasajero. Los guardaespaldas nos siguen. Salimos justo a tiempo. En el auto todos están tensos. Ramón está hablando por celular indicando que llevara a un herido pronto. Es la clínica para Freddy y respiro al escuchar eso. En eso Freddy se quita la camisa y hace un torniquete en su pierna. —Viejo gruñón, quita esa cara, salió todo bien. Roco estará… —Peor que demente —se atreve a meterse en la conversación Freddy—. Puedo comentar, me jodí ayudándote y de por sí jodiste lo que había logrado —murmuró hacia mí. —¿Quién eres Freddy? ¿Para quién trabajas? —Ramón se voltea en el asiento y su rostro está furioso. —Vas cantando porque juro que te haré más agujeros en tu cuerpo. —Lo amenaza Yulimar. Freddy se ríe, golpeo su hombro y me ignora. —Soy un agente encubierto, el cual les propone que me ayuden a encerrar a esos dos y los protegeré de la cárcel. —Rayos —farfullo y en eso Yulimar se parquea de momento en la acera. Se baja, abre la puerta de Freddy y lo jala de las trenzas apuntando su rostro con el arma. —Te estamos llevando a la clínica, te aconsejo que no amenaces idiota desagradecido. Marlon corre hacia la pequeña rubia. Ramón solo se queda sumido en sus pensamientos. Mi loco amigo no es el malo de la película, tiene sus buenas intenciones y siempre pensamos que era un maleante por gusto. —¿Qué sucede Marmar? —Quiere saber Marlon y no deja de mirar posibles amenazas. —Es un sapo, después de todo no necesitaremos la clínica —contó hecha furia Yulimar. —Nos conviene, Yulimar, suéltalo —el viejo ordenó—. Conduce hacia la clínica y haremos un trato con él. Ella duda, quiere cuestionar y apretar el gatillo. Lo veo en su rostro y con la culata lo golpea haciendo que gire el rostro de Freddy. —Vamos a la clínica, te sangra la mejilla. —Finge preocupación y lo empuja cerrando fuerte la puerta. Freddy está callado, se le ve enojado y solamente empiezo a reír. Yulimar se queda hablando con Marlon. —No encuentro la risa, eres un cobarde que se mete bajo la protección de una loca y qué se puede esperar por ser hija... No lo dejo terminar, cierro el puño y conecto con su boca. Me lanzo encima de su cuerpo y golpeo dos veces más. La pequeña rubia se monta, gira su rostro y me sonríe por mi hazaña. —No vuelvas a abrir ese maldito hocico, solo salen idioteces —hablé agitado—. Debes reconsiderar que no estás en tu hábitat en este momento y debes tener un poquito de humildad —estiré mi cuello de lado a lado—. Para que vean que no soy el único bocón. —Les aclaro a mis nuevos socios y Ramón carraspea. —Demonios, vaquero, qué caliente te ves encima de ese sapo y con esa rabia. —Me lanzó una guiñada Yulimar y me aparto de encima de Freddy. Freddy se limpia la sangre de la cara con su mandíbula tensa y lo escucho gemir de dolor. —Bienvenido Fausto Dionisio, sabía que eras el indicado —Ramón, me halaga—. Vamos Yulimar tenemos cosas que aclarar y dejar en claro. —El viejo me cae bien. Esa pequeña rubia solo sonríe y arranca consiguiendo que Freddy se eche adelante cuando frena de momento. —Oye, sapo, ten cuidado con el asiento —la pequeña rubia volteó a observarlo—. Oh, debo recordarte que soy peor que Roco. Ella escuchó a Freddy y aunque él disimula el miedo sé que está muy cagado. No me gustaría estar en sus zapatos. Se expuso y confió que por ser quién era lo adorarían. Tampoco tildándome de cobarde me iba a ganar. «Ten humildad, sé jugar tus cartas, Freddy», pensé. … *Morón- en Puerto Rico, se dice especialmente de una persona que padece idiocia, un trastorno de las facultades mentales o un idiota.
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