Capítulo 6: Mi Escape Seguro (Parte 1)

4061 Words
Estoy a una semana de la llegada de Rebeca, una semana del beso rudo y aún quiero probar ese semental. Estoy leyendo los documentos que investigó Peter de Rebeca y muestran sus años turbios. Entre ellos dinero fácil, vender su cuerpo y la más sorprendente, estuvo de amante de un narcotraficante. Él acabó en la cárcel. Por eso ha vuelto, está sin dinero, su cuerpo no es apetitoso y se pasa de casa en casa. Es una pésima empleada en tareas domésticas, se ha atrevido a exigir más dinero y siempre tiene una queja. —Admiro tu temple, querida, has manejado este asunto como toda una guerrera —habló Peter con sus manos debajo de la barbilla. Debo agradecer su ayuda, él ha demostrado que es de confianza y efectivo. —Con este equipo de trabajo y tu ayuda fue mejor caminar en el infierno. En eso dan dos toques en la puerta del despacho, son apenas las once de la mañana y al ser viernes me tomé libre de la oficina. La persona detrás de la puerta no puede ser Solimar, está en la tienda y hubiera entrado sin invitación. —Adelante —alzo mis cejas y espero—. ¿Quién será? —susurré para mi amigo y él alzó los hombros. Entra Camillia, he estado evitándola desde ese día, pero no por hacerla sufrir. En cambio, no quiero expresar algo que luego lamente. —Necesitamos hablar, ¡por favor! —súplica con la mirada de ojos verdes. —Querida, te veo en la noche. —Se levanta Peter y se acerca hacia mí para abrazarme. Aprovecha nuestro apretón y susurra en mi oído—: Sé buena con Camillia, con esos ojos de ternero degollado tiene suficiente y no la termines de espantar. —Me guiña el ojo, se aleja y saluda a Camillia con dos besos en cada mejilla. —Tranquila niña, tu tía está recién vacunada contra la rabia. —Le da dos leves palmadas en la mano y ella sonríe forzada. Nos quedamos solas en el despacho, sostengo la bandeja de sandwich de mezcla y se la ofrezco. Ella camina insegura y agarra un pedazo de sandwich. —Gracias — mastica y el silencio es raro en nosotras—. Necesito aclarar todo y que hablemos de una vez. —Claro, toma asiento —señalo la silla y se sienta en la esquina. Está lista para salir corriendo al parecer. Al bajar la mirada recuerdo los papeles y los reúno todos y los guardo en la gaveta con llave. —Tengo muchas cosas que decir, no sé por dónde comenzar —mueve sus manos abarcando sus palabras—. Sabes que preguntaste quién eras y la contestación es que eres todas —se mantuvo callada y tomó aire—. Depende de mi estado de ánimo, podrías ser mi confidente, consejera, en fin, muchos títulos y jamás te lastimaría. No podemos seguir apartadas y enojadas. Sé que dudé y te herí por ingenua. Me levanto, rodeo el escritorio hasta quedar de frente a Camillia. Espera por mí, sus pies bailando y sus ojos llenos de esperanza. —¡Oh, por favor, Camillia, tranquila! —sostengo su mano—. No puedo negar que dolió, pero siempre serás mi niña y mi tesoro. Ven aquí —abro mis brazos y se lanza mi niña. Estamos abrazadas, por más enojo y dolida, ella es primero y siempre la protegeré. Acaricio su cabello rubio, al apartarnos enseguida vuelvo a mi piel dura. La sonrisa radiante de Camillia me contagia y sonrío. En eso suena su celular, observo como sus ojos se emocionan y una alarma se enciende dentro de mí. Me recuesto en el escritorio y ella contesta. —¡Buenos días! ¡En serio, vas a ir, es genial! —juega con un mechón de cabello en su dedo—. Te hablo luego. Al colgar la llamada suspira y vuelve de su burbuja. —Me preocupa ese suspiro, suenan alarmas. —Deja el drama —me besa la mejilla y agarra la bandeja de sandwich de mezcla —. Me voy, nos vemos en la locura de arreglarnos. Se va caminando de espalda, sonriendo y me lanza besos. Mi celular sonó, lo agarro del escritorio y antes de responder a Sol, vuelvo mi atención hacia Camillia. —Te salvas por esto —muevo el celular y muestra sus dientes blancos perfectos—. Quiero saber todo sobre esa llamada, por la cual tus ojos brillaron. —Luego sabrás, aún no es seguro nada. —Se gira y escapa del despacho. Respiro profundo para atender a la histérica de Sol. Por cierto, esta noche Solimar tiene un desfile presentando su nueva colección de la tienda y en conjunto con una gran diseñadora. Es Eva Zaragoza, está abriéndose paso en el mercado de la moda y juntas son dos expertas. No puedo negar que desde que Sol le dio oportunidad a Eva, las ventas y clientelas aumentaron. —Kendra, recuerda que a las tres llega el equipo y vestuario. ¡Por favor! —pausa—. Necesito que logres que Camillia no ponga peros, llega con ella y las veo acá. Su voz es agitada, se escucha de fondo su equipo de trabajo y sé cuán importante es para ella. —Tranquila, respira y no hagas tanto estrés. —Escucho a una mujer preguntándole: —¿Los modelos a qué hora llegan? —A eso de las cinco —responde Solimar por fuera de la línea—. Sabes que es imposible estar sentada de brazos cruzados, Kendra. —Entiendo, ¿por qué te quedarás? Le pregunto por qué ella siempre viene y salimos juntas. Le gusta estar presente para que todo salga a su manera y quedarse es raro. —No preguntes estupideces, solo logra que la niña mimada aparezca. ¡Bye! —¡Por Dios, mujer!, date un revolcón para que bajes esa intensidad. —Escucho que se ríe y en serio que está rara al otro nivel. —Tal vez siga tu consejo, bye. Me cortó la llamada, está, tiene un amigo y lo confirmó. Al menos para que no sea tan recta y amargada. Decido ir a las caballerizas antes de jugar a las princesas y hadas. El aire cálido me abraza, voy con pasos largos y con mi mente en aquel beso. No he podido dejar de imaginar los miles de escenarios y hasta que no tenga a ese semental en mi cama no me detendré. Se acerca Demetrio, es un hombre apuesto y maduro. Mirándolo de cerca tienen en común mucho, empezando por su altura y sus facciones. —¡Señorita, que bueno verla! —se quita el sombrero y su mirada fuerte puesta en mí. —Hola, Demetrio, dando un paseo por mi finca —recorro la finca con mis ojos y él asiente. —Es bueno que aprecie esta maravilla —susurró alegre y abarcó con la mano el terreno—. Antes de irme y dejarla sola le agradezco por darle trabajo a mi sobrino. —Su sincero agradecimiento me descoloca, si supiera que lo único que pienso es llevarlo a la cama. —No hay nada que agradecer, espero que no lamentemos haberlo contratado. —Lo veo enfocado y le sienta bien la finca —dijo Demetrio decaído. «Kendra, porque dañas todo con tus comentarios», me reté. —¿Está trabajando en las caballerizas? —hice la pregunta como jefa, casual. Demetrio me mira extrañado, me pongo de mal humor y no soy buena en ese estado. Me aprieto el tabique de la nariz y respiro profundo, él carraspea. —Mi sobrino está libre hoy, lo pidió por asuntos personales —lo veo nervioso. —Está tomando días personales muy pronto, ¿no crees? —mi tono de voz es autoritario—. Olvídalo, Demetrio, la próxima vez… —me detuve y con la mano lo despedí—. Nada —me giro molesta. «¿Qué rayos te sucede?», me regañé. Respecto a los peones, siempre Demetrio ha estado a cargo y me pongo furiosa por un día libre. —¿Sucedió algo que deba saber? —cuestiona Demetrio. Me he delatado y cierro mis manos en puños. —Continúe con su trabajo, nos vemos. Me marcho hacia la casa, a poner mi mente en blanco para esta noche. No puedo defraudar a Solimar. ... Después de arreglarnos, nos encontramos en la limusina y estoy dando sorbos a una botella de agua. Mi niña está preciosa con un traje largo de color blanco en forma de corsés. La cola del traje tiene una apertura en la pierna izquierda y encima una chaqueta blanca con botones en metal dándole un toque juvenil. —Realmente estás matadora Kendra, toda de color rojo —me sonríe Camillia. Estoy envuelta en un traje de manga corta, queda ceñido hasta debajo de las rodillas y termina con una cola de campana que tiene toques de rosas. Al igual que el costado con transparencia. —Esa es la idea del traje, atraer —me sacudo un pelo encima de mi falda ceñida—. Solimar quería tu pelo en moño, pero aun llevándolo suelto te ves preciosa. —Se acomoda el pelo y asiente. Siempre han tenido esa obsesión ambas de llevarse la contraria. —Nunca es conforme, Solimar —dijo con rabia Camillia—. Al menos no tuviste que soportar a tu madre detrás de tus orejas recordándote que no debiste nacer. —Se voltea a mirar por la ventana y sin verla puedo imaginar sus ojos húmedos. —Ningún escenario es favorable. Las palabras sobraban, habíamos sufrido ambas y eran dolores presentes. Ninguna habló, el silencio nos acompañó hacia el Sheraton Old San Juan hotel. Al pisar en el centro de convenciones somos atrapadas por una tromba de fotos. Solimar está radiante y sonriente. Posando con su familia en traje rojo, demasiado corto y en forma de corazón el escote. —Vamos hacia los asientos, las ubicaré y luego voy a verificar que todo esté set. —Nos guía a través de las personas. El lujo se desborda y mis ojos buscan posibles amantes para esta noche. —Solimar está todo perfecto, no tienes que preocuparte más y disfruta —sé que cada palabra es en vano, pero intentar no cuesta nada. —El burro hablando de orejas —ataca sarcástica Solimar y sonríe a unas señoras al otro lado de la pasarela. La música alta suena con tecno, meseros con aperitivos y copas están entre la gente. La pantalla de pasarela muestra imágenes de la tienda, modelos con la ropa y anuncios. Está todo en perfecta sincronía y me enorgullece, Sol. Nunca pensé que la tienda estuviera en este nivel. —¿Solimar qué te parece mi cabello? —Camillia se despeina su pelo rubio y le lanza una guiñada a Sol. —Hoy no estoy para tu mierda, niña —susurró por lo bajo y sonriendo forzado para el público—. Al menos tienes porte, eso me debes agradecer a mí… —se señaló con su dedo índice su cuerpo— porque tu donador de esperma es un neanderthal. —Gracias por recordarme que aún existe, estoy reflexionando en rastrearlo y agradecerle por haber creado el dolor de cabeza de Solimar. —Se marcha Camillia y agarra una copa del mesero más cercano. En serio, tienen que dañar todo. Ellas con su juego de herirse en todo momento. Solimar está taconeando con su mandíbula tensa y veo el miedo en sus ojos al mencionar a ese peón. Se acerca Eva elegante con un traje n***o, manga larga y falda en campana. Es sencilla, con una belleza natural y se acerca con esa sonrisa contagiosa. —Solimar, te estaba buscando —me sonríe y me besa la mejilla acelerada. Su cabello castaño lo tiene recogido en una dona alta—. Kendra, perdona, pero me la llevaré —se disculpó agitada—. Necesitamos ajustar unos toques y la devuelvo. —Es toda tuya —la empujo bromeando y ella vuelve a la realidad—. Vayan, me portaré mal. Se fueron y justamente veo a Peter, me alegro y voy hacia él. —¡Hermosa mi chica, estas que das veinte patadas a todas! —Peter pone su mano en el corazón y me gira. —¡Gracias, gracias! —lo abrazo y nos apartamos—. Por tu halago y por tu presencia. —No seas perra, ¿a poco no estoy hermoso? —pregunta y da una vuelta para que lo admire. Tiene traje de etiqueta gris, su camisa blanca con círculos azules y lo mejor es su pelo azul. —Siempre lo estás, aunque hoy estás más hot. Entre risas, comentarios bobos y evaluando todo pasó el tiempo. Estamos viendo el desfile y hay modelos mixtos. La ropa es de mujer y hombre. Estoy chat con un amigo para quedar esta noche y me codea Pet. —¡Tus ojos al frente y es ya! —su voz emocionada y al levantar mis ojos chocan con una torre sólida de músculo. Debí haber dejado mi boca abierta porque Pet me da dos leves cantazos en mi mandíbula. Los ojos azules me envuelven y encienden. En la cara del insolente se percibe sorpresa en su rostro, pero disimula enseguida y continúa mirando hacia el frente. No puedo creerlo, Fausto, el semental, modelando y en apenas un traje de baño diminuto de color rojo. —¡Por Dios, Kendra, te comió con la mirada al igual que tú a él! —habla rápido Pet y apretó mi brazo emocionado. Sin embargo, no puedo despegar la vista de su culo y caminar de Fausto—. Es lógico si está para chuparse cada músculo de él. —Es una torre sólida de músculos quién lo diría —logré formular. —¿Lo conoces? —No del todo, es el semental que te mencioné. —¡¿El sobrino de Demetrio?! —se sobresaltó mi amigo. —Ese mismo. —Peter abre sus ojos grandes. —¿El beso fue con ese semental? —indicó con su dedo la pasarela y agrandó los ojos. —Sí, y puedo ver por dónde van tus pensamientos, Pet. —Ese modelo de ojos azules picantes, nariz perfilada, labios comibles —asiento a mi dramático amigo—. ¡Oh, su rostro redondo! —movió sus manos recreando al modelo—. Es perfecto, desde su melena negra cayendo en sus ojos haciendo que se vea más sexy —suspira—. No pude dejar de notar sus músculos, su piel incitando que lo toquen y su pa… —lo corto. —¡Es él, cállate, Peter! —cubrí su boca agitada por la noticia y él no coopera—. ¡Demonios, de peón a modelo! —mi amigo asintió y solté su boca. Nos levantamos, aplaudimos y agradecemos el final. Necesito averiguar qué sucede. La prensa corrió hacia Solimar y Eva. —Esa mirada la conozco Kendra, ve por ese bombón —Pet me empujó conociéndome a la medida. —Si preguntan por mí no menciones nada —le hice saber por si acaso. —Me hiere que dudes de mí, lárgate zorra. Me tira una guiñada, me alejo, paso por detrás del escenario y esquivo a las modelos abrazándose. Estoy buscando, pero no lo veo y me empiezo a desesperar. Era él, no vi visiones y su mirada confirmó que era Fausto. Busco por el área, pero se lo tragó la tierra. —¿Me buscabas Potra? —Esa voz de creído me toma por sorpresa y me giro arisca. No pensé que estaba tan cerca y casi nos tocamos. Fausto tiene una delgada camisa blanca y unos jeans. —Soy tu jefa, así que respeto, irrespetuoso —murmuré con actitud. Él sonríe burlón, me enerva y por más sexy no manda. —En la finca Arken usted es mi jefa, pero en modelaje no lo eres, Potra. —Recorre con su dedo índice mi mandíbula tensa y me aparto. —¿Qué demonios haces de modelo? —cuestioné endiablada por su actitud—. ¿Es un juego perverso estar trabajando para ambas? —No estoy para mierdas de creídas viejas con ínfulas que las persiguen. —Se voltea y sostengo su brazo. —Solimar Estrada es mi hermana y socia. Él se gira, baja la mirada hacia mi agarre y lo suelto. —No tenía ni puta idea, sabes, no soy un estafador. Le puedes preguntar a tu hermana —se ve disgustado por mi reclamo—. Soy modelo, hago fotos y he trabajado para ella en otras ocasiones. Necesito dinero y pues mi tío me ayudó a entrar a la finca —extiende sus brazos y le creo. Él habla raspado, pero tiene ese modo de ser abierto. —Es bueno saberlo —murmuré y alisé mi vestido. —Kendra, tú acá —Sol se tocó el pecho, escandalosa—. Me lo cuentan y no doy crédito —alardea Solimar y nos mira. —Me pareció ver a mi empleado, ¿qué supones? —Solimar se confunde y nos mira a ambos—. Estaba en lo cierto. —Espera, Fausto, tu empleado —lo señala—. Es broma, ¿cierto? —No, no es broma —se ve alterado Fausto—. Soy empleado en la finca Arken, necesito dinero como cualquier persona. En estos momentos prefiero pasar el tiempo divirtiéndome, no estoy en horas laborales —se inclinó el insolente—. Hasta luego, jefas. —Nos sonríe cínico y se marcha con su arrogancia. —Es increíble, jamás pensé que mezclarías el trabajo con revolcones. ——Todavía no ha pasado —contesté de mala manera. —Eso quiere decir que lo obtendrás, no te culpo porque es potable. —Para que sepas es el sobrino de Demetrio y no confabulé para tenerlo en mis bragas por medio del trabajo —aclaré siendo directa. —Recuerdo que te pidió que lo ayudarás —Sol se ha quedado pasmada—. Las vueltas que da la vida, por algo, es redonda. —Es una falacia mencionar que la tierra es redonda y plana —refuté y Sol me dio una mirada de bicha—. Es más bien una patata. —Perdona, sabia Kendra —se inclina ante mí y sonrió orgullosa. —Por cierto, debes avisar que tienes modelos así de potables. —La sabia Kendra se imaginaba modelos con tres cabezas, caras verdes y enanos —se mofó. —Algo semejante, con tu amargura iban de la mano. Nos reímos, en eso pasa un mesero y Sol agarra una margarita. —Por cierto, debes echarle un ojo a Camillia —habló por encima del vaso de cristal—. Está afuera con un hombre bastante maduro para ella. Me tenso, recuerdo la llamada y sus ojos iluminados esta mañana. Sostengo por los hombros a Solimar y ella me mira con su sonrisa malévola. —¿Dónde está? —la invadí con el interrogatorio—. No podías fingir preocupación y averiguar. —Por favor, sabes bien que nada más acercarme estallaría tu niña mimada ——alzó la voz y sonrió—. ¡Hoy estoy feliz, muy feliz para arruinarlo! La suelto, me marcho recorriendo con la vista por si los veo. Al salir me recibe la brisa y me estremezco. Camino en su búsqueda, pero no la encuentro y decido llamarla. Después de dos intentos fallidos, recibo un mensaje de Camillia. Estoy en una fiesta con amigos (a), todo bien. ¡Te amo!!! Pero puede textear la niña mocosa. ¿Se puede saber quién es tu amigo mayor? ¡Hablamos después, chao!!! Es pérdida de tiempo insistir y necesito despejar la mente. Paso de largo varios grupos de personas, sin darme cuenta, estoy alejada y cerca del estacionamiento. Escucho un quejido, golpes y maldiciones. Mi corazón se acelera, faltaría que me ataquen y correr con estos tacones sería imposible. Estoy pensando en las opciones de vida. Puedo quitarme los tacones y correr. Llamar a los policías, pero mi chofer llegará primero. Me percato que son tres hombres de n***o y golpean a alguien en el suelo. Estoy sola, sin ningún plan y solo sé que debo tratar de ayudar a esa persona. —¡Acabo de llamar a la policía, lárguense! —grito desesperada, mis dedos tiemblan y desbloquear el celular es imposible. «Rayos, Kendra, por qué no se te ocurrió llamar antes», pensé tarde. Ahora te matarán en vez de ayudar al herido. Ellos corren hacia una furgoneta negra, se marchan chillando goma y me tranquilizo. Camino lo más rápido que me permite el vestido y los tacones. El hombre está boca abajo, escupiendo e intenta sentarse. Sin pensarlo me agacho, lo ayudo a sentarse y se me escapa un grito al ver a Fausto. —¡Llamaré a la policía o ambulancia! —me quita el celular y se arruga todo. Está oscuro, pero puedo ver por medio del farol, sus ojos azules y sus heridas. Ojo morado, ceja izquierda sangrando y su labio cortado. —No llames a nadie, Potra —susurra y escupe sangre—. ¡Maldición! Se levanta la camisa, se toca las costillas y se ve un moretón enorme en su costado. Maldice por lo bajo, recorro alrededor y no veo a nadie. —Pueden volver, matarnos a ambos. —Muevo la cabeza de lado a lado y él me sostiene por las mejillas. —No lo harán, tranquila, Potra —me atrapan sus ojos y ahí está su tic en su ojo izquierdo—. No volverán, me necesitan vivo, si no estuviera con una bala entre ceja y ceja ahora mismo. Me suelta y se aparta de mí. Tenían pistola, ¿en qué lío anda? Me pudieron matar por querer ser salvadora. Es increíble que aún esté viva. —Sé que no es el momento, pero por favor no me despida —su voz es un ruego y es raro en el insolente—. Debe pensar que soy: desde drogadicto, estafador y acosador. En fin, un sinnúmero de cosas depravadas —tomó aire—. Necesito el dinero, ahora más que nunca y con esta cara jodida será un poco difícil modelaje. —Se le escapa un quejido y cierra sus ojos. —Dame mi celular —abro mi mano y él posa sus ojos en mí. Veo su dolor y temor a ser despedido. Mi mente sabia me exige que me aparte y lo despida. Pero la obstinada Kendra, la que maneja a su antojo las cosas, está intrigada por este hombre. —No llames a nadie, me iré a casa —se ve nervioso—. Solo me tomo mi tiempo. —Me entrega el celular y envío un mensaje a mi chofer. —Mi chofer nos recogerá, tranquilo. —No necesito pon, mi tronca está más abajo. —Insolente, solo tomas algo y te largas a tu tronca. En eso se acerca mi chofer, respiro aliviada y me levanto. Veo que intenta levantarse, se remilga todo y lo ayudo. Al incorporarse, se aparta y le doy su espacio. El chofer se asusta al ver a Fausto y nos mira angustiado. —¡Señorita Kendra! ¿Se encuentra bien? —Lo asaltaron, es un empleado. Estoy bien, gracias por preocuparte. —¡Llamaré a la policía! —iba a sacar su celular y veo el miedo en los ojos de Fausto. —Todo está bajo control, no llames. —De acuerdo —abre la puerta de la limusina. —Fausto entra, te llevaremos a tu tronca. —Damas primero, Potra —se sostiene el costado y sonrío sin poder evitarlo. Estamos sentados uno al lado del otro, le sirvo un trago de Don Q con Coca Cola y lo agarra sin quejas. —¿Se puede saber que da risa? —da un sorbo grande y agarro dos kleenex. —Pues que él insolente todo golpeado tenga modales. Se toma otro sorbo, le ofrezco los kleenex y los agarra. Hecha un poco del trago en la toallita y se lo pasa por la ceja. —Lo salvaje no quita el sentido de protección. —Se limpia la boca y me quedo observando cada movimiento suyo.
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