Capítulo 15: Aliados (Parte 1)

4454 Words
Fausto Mis ojos siguen el Hummer en el cual se marchó la Potra. Estoy hirviendo de rabia e impotencia. No es mía y quiero que lo sea. Odié como miraba a esos guardaespaldas y hace apenas estaba mojada por mí. Tantas cosas que tengo por preocuparme y no me interesan. Solo quiero tener a esa Potra terca en mi vida. Mi maldita suerte es única. Encontrarme con Freddy acá me dejó mal y él no disimuló. Luego me exponen ante todos y vi el odio de ese Roco al mirarme. Sé que será otro problema que sumé a mi vida. El tío de Kendra mueve sus dedos en mi hombro sacándome de mi atormentada mente. Volteo a verlo y su mirada fuerte me cabrea. A todos les ha dado por sermonear o amenazarme. Intento calmarme, es el tío de la Potra. —Acompáñame —Ramón ordenó y se marchó. A regañadientes lo sigo, no tengo más remedio. Solo espero no cargarme más enemigos. La lista es larga. Ramón camina lento, entiendo que quiere que lo alcance y me apresuro. —Vamos a buscar los caballos y nos apartamos para tener privacidad. —No pregunta si estoy de acuerdo y pues me mantengo callado. La tensión de ambos es palpable. Al llegar al establo escojo a Máximo. Ese caballo tiene la melena negra. Si tuviera dinero lo compraba y acaricio por detrás de sus orejas. Lo bauticé con ese nombre y hemos conectado. Estamos cabalgando y por un momento olvido todo, solo disfruto el montar. El simple hecho de estar admirando estas tierras y ver las montañas a lo lejos me calma. Nos apartamos bastante y llegamos al límite de la finca. Nos bajamos, amarramos los caballos de la cerca y nos quedamos a un pie del otro. —Listo, estamos lo más apartado de todos para que así me puedas matar y dejarme tirado. —No puedo evitar ser charlatán y se cruza de brazos. Este hombre es peor que mi tío Demetrio. Nunca lo he visto sonreír y eso si es ser pobre. —Vamos al grano Fausto —su voz es directa—. Estoy intentando no sacar la rabia que tengo acumulada contigo —apretó su puño y con la otra mano sobaba sus nudillos—. No es fácil si abres esa maldita boca —el hombre no tiene filtro—. Te pido que si vas a hablar sea algo que no me haga añadirte más adornos en el rostro de modelo. Me empiezo a reír, me cae bien el viejo tío y él se rasca la barba canosa. Definitivamente, él me ha investigado y sabe de mi trabajo de modelo. —No prometo nada —alzo mis hombros. Ramón se exaspera y acaricio a Máximo. —Te soporto porque he visto cómo te babeas por mi niña malcriada. Alzo una ceja y me sumergí en mi mente. «Tan abierto soy cuándo la tengo a mi lado. ¿Soy un tembleque?», la duda me carcome. —Quita esa cara y sí, se nota a leguas —el viejo hizo un chasquido con la lengua—. Cuando estás a su lado eres otro. Por no decir idio… —No lo termines viejo —corto su insulto. —No me importa a quién demonios le debas dinero o si eres un irresponsable. —No conozco a ese Roco, tampoco sabía que trabajaban juntos. Cometí la estupidez de apostar con Argenis y perder sin dinero. —Siento que debo poner las cartas sobre la mesa. —Reitero no me interesa, por lógica fuiste un gran *morón y eso es normal en un charlatán como tú —su dedo índice me señaló—. Debes pensar antes de hablar y luego actuar. No siempre saldrás ileso —al menos es un consejo, un poco rudo, pero lo sigue siendo—. Espero que madures. Me siento pequeño ante su regaño. Aunque merezco sus palabras. —Hoy iré a saldar la deuda —arrastré la bota en la grama, preocupado—. Espero que todo salga bien. —Tengo la sensación de que no saldré de esta y que mi bocota una vez más me metió en líos. —Te necesito para proteger a Kendra hasta de ella misma. Dudo mucho que te dejen ir así de fácil y encima hoy te ganaste de a gratis el odio de Roco. —Rayos, ¿usted se dio cuenta? —Ramón asiente. —Escucha, conozco a Roco y a Argenis —su mandíbula se ve tensa—. Sé la calaña que son. Se han metido con mis chicas y los haré pagar —percibo la rabia en sus palabras—. Kendra no sabe del negocio de armas que manejo, menos sabe que su padre estaba metido —sus ojos puso al horizonte y percibo la angustia por ese tema—. Ella piensa que solo tengo un burdel en New York. —Es buen momento para que le cuentes, es grandecita y comprenderá. —Lo sabrá —afirmó y me dio su imponente mirada—. Ahora lo importante es que me dejes ir contigo a la entrega. —Mi amigo me acompañará y no lo quiero poner en peligro —niego con la cabeza—. Si usted va puede complicarse todo y no me perdonaría si le pasara algo a mi hermano. —Escúchame, no entiendes que estás en el infierno —movió sus manos al frente de mi cara bruscamente—. Esa gente no te dejará ir sin pedirte algo a cambio —su semblante es de roca—. Iré contigo y con mi gente. Tendrás protección y cuando estemos allí le demostraremos que no somos débiles. —¿Por qué no los llamas y se reúnen? —Tengo que indagar sus motivos. —No servirá de nada, hablé con él antes de que Kendra y tú bajaran, no quiere negociar. Ese psicópata solo menciona cosas sin sentido y no suelta lo relevante —su mano puso en su cinturón—. ¿Qué demonios tenemos? —escupió la grama y volcó su atención en mí—. Cuando Argenis me vea le irá con el chisme, eso sí Roco no aparece, a ese tipejo le gustan los acertijos. Llamé a Argenis, está dándose importancia y no quiere verme —se ve bien molesto el viejo—. Por eso tengo otros planes. —Se rasca la barba y su mirada es penetrante. —O sea que este plan estaba rondando en tu mente —afirmo—. Usted me investigó y luego ató los cabos. Me atrevo a apostar... —Ramón me interrumpe. —Yo que tú no vuelvo a apostar en muchos años. —Se burla el viejo y aunque está serio se le escapa una media sonrisa. —Una apuesta segura es inofensiva, no arruinará más mi vida. Estoy sumergido en lodo hasta el fondo —con el dedo índice pasé en horizontal en el cuello—. Algo me grita que si apostara ganaría —Máximo relincha y acaricio su cuello—. Desde hace tiempo sabes que le debo dinero a Argenis y también que sería un as bajo la manga. —No eres idiota, lo intuí, eres la llave que falta —me dio un leve cantazo en el hombro—. Cuando llegues al sitio acordado, no solo serás el charlatán que se mete en líos, ellos verán a un enemigo. Desde hoy perteneces a mi negocio, usarás tu chulería con ellos y saldarás tu deuda. No cederás ante cualquier petición de esos tipejos —nuestros ojos mantenemos conectados—. Tu mensaje es directo, nunca debieron interponerse en tu camino y te presentarás con tu novia. —¡¿Novia?! —grito y él saca su celular mostrándome una foto de una chica con cabello rubio y corto. Si digo que es fea les miento. Es malditamente hermosa y sus tatuajes en los brazos la hacen ver ardiente. Sus ojos miel se me hacen conocidos y Ramón guarda el celular. —Te presento a la hija de Roco, se llama Yulimar y odia a su padre —los ojos heredó del papá—. Llegarás agarrado de la mano con ella, si tienes que dramatizar lo harás y eso joderá a ese malnacido. Una hija por otra hija, eres su objetivo como quiera y le echaremos sal a la herida. —¿La idea es ayudar o matarme? —Levanté una ceja viendo peligro por todos lados. El viejo sonríe irónico, me voy imaginando su respuesta y nos reímos ambos. Maldita sea, no hay tiempo para el miedo. Estaba jodido en este mundo y si por estar al nivel de la Potra tenía que unirme a su lucha, por supuesto, lo haría. —La única forma que salgas vivo de esta mierda es siendo uno de los míos y jodiendo al enemigo. Todos corremos peligro, pero créeme que de nuestro lado no estarás solo —silenció y evaluó sus próximas palabras—. Te estoy dando la vía libre con mi niña malcriada. El empujón que necesitas, ella no te toma en serio porque estás a sus pies —el hombre es un viejo astuto—. Cuando Yulimar aparezca en el escenario tendrás a la zorra de Kendra. No jodas las cosas —puedo presenciar en sus ojos lo que me haría si lastimo a su niña—. Espero que estés a su altura, esa niña está a un nivel adelantado. —¿Qué negociarás con ellos? —silencio y formulo otra pregunta—. ¿Camillia? —Quiero verlos caer a los dos, sé que Rebeca tiene mucho que ver y le debe algo. Esa perra no habla conmigo, pero cuando Roco esté inestable empezará a cantar lo que quiere. Ese hombre es un amante de jugar con sus enemigos, meter cizaña y podrir de a poco. Su hija lo odia por matar a su madre, es un lío entre ellos y esa niña fue a mi burdel ofreciendo trabajar para mí y ayuda para hundir a ese cerdo. La preparé, la quiero como una hija y es sangrienta cuando tiene que serlo y un amor cuando quiere. Cuando menciona a Rebeca me pone tenso. Es la mayor causante del sufrimiento de Kendra y la estoy ayudando. Bueno, no entiendo muchas cosas y estoy yendo a ciegas. —Acepto, estoy cansado de que me amenacen —tomé la decisión—. Quiero nivelar la balanza —alcé la barbilla escogiendo mi bando—. Desde hoy cambiaremos la mierda. Ramón me tendió su mano y la estrecho sin dudar. —Sígueme, iremos a conocer a Yulimar —soltó su caballo y se detuvo a darme una intimidante mirada—. Te aconsejo que las cuides a ambas —me habla el Ramón protector—. Debes ser sincero con ellas y si las lástimas me tendrás detrás de tu culo. Nunca hagas nada que no quieran y cuídalas con tu vida. Se monta al caballo y desamarro a Máximo. —Soy un caballero, no lo dudes viejo. —Me subo al caballo. —Eso espero. —Se marcha galopando y lo sigo. Tengo que convencer a Joel, no puede acompañarme. Aunque tenga que rogarle. Presiono con mis piernas el costado de Máximo y avanza. Me reclino adelante, cada vez más veloz y logramos alcanzar a Ramón. Estamos cabeza a cabeza, levantando polvo al cabalgar y muevo mi cadera hacia delante y hacia atrás para pasar a Ramón. Logro llegar primero a las caballerizas. La adrenalina recorre todo mi cuerpo y con una sonrisa en mis labios me bajé. Entregamos los caballos a los empleados. Antes de irme le doy un beso a Máximo. Me encanta este caballo y le doy varias caricias. Después de la despedida de Máximo nos marchamos hacia la casa. —Ese caballo te gusta mucho —afirmó el viejo y asiento con la cabeza. —Me has leído de nuevo —lo miré mientras caminábamos—. Soy un libro abierto para ti. —Debes aprender a poner cara de póquer y ocultar tus sentimientos. El viejo me da consejos y apenas nos conocemos. Sin embargo, lo pondré en práctica. No sabía que era tan fácil de leer o este viejo es experto. —No pongas esa cara —el viejo resopló—, tengo seminarios con personas tercas y los años me han ayudado a evaluarlos. Nos dirigimos por la puerta de atrás, menos mal porque evitamos las largas escaleras. —La Potra es una terca con mayúsculas. —He tenido el placer de conocerla y soportar su terquedad. —Exactamente, es una niña malcriada, pero cuando entras en su corazón obtienes lo mejor de Kendra —eso, deseo, poner cara de póquer, Fausto—. Te leí, sé que puedes —me dio en la espalda y sonreí por la ironía del asunto—. Oye, mandé a buscar a tus padres con mi gente —mi cara se transformó a seria de una—. No te preocupes, también a tu tío Demetrio —me detengo de inmediato y Ramón esperó—. Estarán a salvo en la finca. Me siento tranquilo porque por irresponsable que sea nunca me perdonaría que le sucediera algo a mi familia, incluyendo a mi padre. —Muchas gracias, pero la Potra no tomará bien su decisión. —Kendra es dura, pero con la familia no juega. Eso se lo enseñó Anselmo que en paz descanse y cuando hable con ella entenderá. Nos movemos y al entrar a la finca aparece un guardaespaldas. —¿Dónde está Yulimar? —Le pregunta Ramón. —En el despacho esperando como usted ordenó —responde con las manos puestas hacia atrás el guardaespaldas. —¿La vio alguien? —lo interroga Ramón. —Negativo —el hombre tiene una cicatriz en su lado derecho por la mejilla. —Quiero vigilancia en todo momento y cuando llegue Kendra le dejas saber que necesito hablar con ella. El hombre asiente, pasamos de largo y me paso la mano por el cabello. —Tengo una duda, ¿Kendra sabrá todo? Ramón asiente, estamos llegando al despacho y me detengo. —Si le dices que es mi novia de mentira, no ganaré nada con eso. Esa Potra es fría cuando quiere y solo se burlará. —Créeme conozco a mi niña malcriada y eso sacará de quicio a su zorra —es un juego riesgoso que estoy dispuesto a jugar para ser algo más que un insolente—. Tengo una corazonada y es que Kendra se cuestionará muchas cosas que daba por sentadas. Tienes que saber manejar esta situación. Aunque no lo creas, soy lo mejor que te ha pasado —alzó el dedo pulgar arriba por sus palabras y agrandé mis ojos. Ramón, sin darme tiempo a más preguntas, abrió la puerta. Al entrar veo de espalda a una delgada rubia. Está ubicada al frente de la ventana, curiosamente donde estaba Rebeca. Tiene una camisa blanca sin mangas y sus tatuajes en los brazos sirven de mangas. Al sentirnos se gira, al ver al viejo le regala una hermosa sonrisa y me percato de que la debilidad de Ramón son estas mujeres. Déjenme decir que su sonrisa estuvo hasta que sus ojos miel se enfocaron en mí. Me mira desconfiada, se acerca a nosotros y cada paso es meticuloso. —No mires de esa forma a tu novio. —Ramón me señala y ella lo abraza. El viejo se ve pasmado, sin embargo, es por mi presencia. Cuando ella se aparta le da un beso en su mejilla y le agarra sus cachetes. Ramón golpea sus manos y lo suelta sonriendo. —Es bueno volver a verte viejo gruñón —se burla y me da su atención—. Debo agradecerte. Cuando me contaste el plan y lo de los novios estaba realmente preocupada de que estuviera feo y tuviera que actuar. Sabes qué odio fingir, lo mío es directo y al grano. Empieza a rodearme y me quedo quieto esperando su cateo. La rubia se coloca al frente mío y sigue hablando. —No porque sea mala actriz —negó con su mano abierta—. Aclaro soy buena en todo, solo que viéndolo desde todos los ángulos esta buenote el vaquero y ajustado. —Me tiende la mano. Es pequeña la rubia y me llega al pecho. Su cuerpo está tonificado y se nota que entrena. Como seremos novios y debemos ponernos en confianza la jalo por la cintura robando un beso. Descubro que la chica no se intimida y es buena improvisando. Sin pudor abre su pequeña boca. Sus labios delgados y rosados me dan acceso libre. Besarla es tierno y jamás su beso se puede comparar con la Potra con esa bocota fogosa. No está mal, lo admito. El beso es cálido y dulce, podría pasar una tarde endulzándome. En eso escucho unos aplausos, dudo que sean de Ramón y nos separamos. La Potra está en la entrada del despacho con sus ojos rabiosos y vuelve a aplaudir como loca. La pequeña rubia no se amedrenta, se queda con un brazo en mi cintura y la otra mano en mi pecho. Sus dedos tienen vida propia rozando en círculos lentos por encima de la camisa. Me fijo que la Potra está siguiendo los dedos de Yulimar. En otro momento hubiera detenido esto, lo he dicho, no será hoy, juguemos pequeña rubia. —¿Se puede saber qué hace el Insolente y esta chica chupándose en mi despacho? —con su mano señala despectivamente a Yulimar—. Te recuerdo tío que es mi despacho y finca. Te he dejado hacer y deshacer solo por el respeto que te tengo. No me hagas perderlo. Cada palabra la soltó tensa, sus ojos los intercalaba en los tres y de pronto se quedó mirando a Yulimar. Si fueran sus ojos balas estaría muerta la pequeña rubia. —Kendra, te recuerdo que estoy aquí y seguiré en tu finca porque me preocupas. Le prometí a tu padre, que era mi hermano, cuidarte —el tono de Ramón subió—. Nunca te pondría en peligro, adrede, no quiero volver a repetir mis motivos. Esa desconfianza y actitud de bicha conmigo no la volveré a tolerar. Es tu tierra, lo sé, también soy tu sangre y merezco respeto siempre —tomó aire y se ve ofendido—. No solo cuando te conviene. Las palabras de Ramón salieron cargadas de dolor. La tensión entre estos dos es obvia y veo la vergüenza de la Potra al saber que metió las patas. En cambio, no sé si acepte su error porque esta mujer es fría y aunque esté mal sigue en su terquedad. —Me pasé tío, entiéndeme —me ha tomado por sorpresa la Potra—. Llegar y ver este espectáculo —su rabia la puedo oler—. Para colmo mi tío estaba sentado en las gradas aplaudiendo y me voló la poca paciencia que tengo —se hincó la nariz y respiró profundo—. Repito, ¿quién es esta vampira? —Camina hacia el escritorio, se sienta en la majestuosa silla y coloca sus manos en el escritorio. Es una experta en evadir las disculpas esta mujer, me fijo que Ramón continúa molesto y se cruza de brazos. —Esta vampira se llama Yulimar, es de confiar y es una hija para mí —Kendra se asombra—. ¿Increíble, verdad? —Ramón usó el sarcasmo—. Te recuerdo que fuera de esta finca tengo personas importantes en mi vida a las que he dejado en stop para protegerte y no es una carga, lo haré siempre. Yulimar se tensó, su expresión ha cambiado y es hostil. —Por lo visto te gusta el drama y te sale bien —habló Yulimar y fija su mirada miel en mi Potra. —No tengo nada que hablar contigo, niña —dio fuerte con sus palmas abiertas en la madera—. ¡Lárguense! —grita tensa, Kendra y Yulimar se atrevió a reír. —Fausto, ve con Yulimar a buscar el dinero —Ramón intervino—. Nos vemos acá —ordenó el viejo y asiento. Los movimientos del dedo de Yulimar continúan. —De acuerdo —le respondo a Ramón. —¿Vas protegida? —Interroga a la pequeña rubia y ella se aleja de mí. Sin hablar se sube la camisa dejando ver su pistola y señala su pierna. —Siempre, viejo gruñón —su voz sale calmada al hablarle a Ramón y me fijo en los celos de Kendra al ver la cercanía de ellos. —No te dejes ver, todavía no, usa tu capucha. Ella asiente, camina hacia mí y pone su mano en mi espalda. —Les aconsejo que vayan a terminar de chuparse en las caballerizas, a Fausto le encanta el heno —suelta su bocota odiosa y estábamos de espaldas para irnos, pero me detengo. Yulimar me mira y noto en sus ojos que entendió todo. Kendra con su indirecta se ha expuesto. Si hubiera cerrado el pico hubiera pasado como altanera. Sin embargo, ha confirmado ser celosa y niña malcriada. Por mi parte me alegra verla ardiendo en rabia por todos los corajes que me hace pasar. —Gracias por el consejo, dalo por seguro que la llevaré a gozar. —Le tiro una guiñada y no pudo ocultar su rostro enojado. Está a punto de que sus ojos giren poseídos y le regalo mi sonrisa de lado. La pequeña rubia camina hacia el escritorio. Ramón se sienta en la silla y resopla. —Niña malcriada, quiero que sepas que soy de tu bando —comentó Yulimar. —Espero que sea la última vez que me llames de esa forma, de tu boca no quiero oírlo —golpea con su mano abierta la madera. —Acostúmbrate, niña malcriada, eso es lo que he visto en ti. Si tú tienes cojones, te aseguro que los míos son el doble que los tuyos —se ríe a carcajadas—. Son a veces dementes, sangrientos y a veces tiernos —detuvo de golpe la risa y se puso seria—. No juegues con mis cojones, niña malcriada, que me encontrarás. Se despide de Ramón dándole un beso en la mejilla y sonrisa genuina. Me alcanza en la puerta, giro el pomo y se detiene la pequeña rubia. —Una advertencia, niña malcriada —encaró a Kendra—. Te veo faltando el respeto a mi viejo gruñón o dudando de él de nuevo y te haré entrar en razón. No quieras saber cómo. —Este el colmo, en mi casa me amenazas y tu callado —señala ofendida a Ramón y él solo la mira serio. Estas dos mujeres nada más con sus pisadas explotarían toda una isla. —En guerra avisada no muere gente —sale del despacho Yulimar. Mis ojos buscan los ojos de la Potra y en ellos puedo ver el ciclón que he desatado. Correré el riesgo de los daños. Alcanzo a la pequeña rubia, llegamos al frente de las escaleras y se detiene en el barandal. —Vamos por la salida de atrás, tengo estacionado mi tronca en esa parte. —Bonita manera de llamar a tu auto —comenta sonriendo—. Antes de irnos tenemos que ir a nuestro cuarto. —¿Disculpa? —baja el escalón que había subido y se acerca a mí. Se pone de puntilla, me abraza por el cuello y me inclino un poco, sigo su juego. Mis manos sostienen su pequeña cintura, acerca sus labios a mi lóbulo y susurra. —Necesitamos que sea creíble, en esta finca deben tener espías. Conozco bastante bien al hombre que me dio la vida y lo peor siempre es la persona que menos piensas. En ese momento sale de la sala Otto y al vernos tose. Yulimar se aparta, su mano la deja en mi pecho y debo confesar que su tacto me gusta. Al mirarme sonreímos ambos. —Fausto, no sabía que tenías novia. —Otto habla tímido y verlo de pie me alegra. Por supuesto que está todo jodido, al menos está vivo y se sanará. —Te equivocaste, te presento a mi novia. —Oye niño, ¿te caíste de un caballo o chocaste con un camión? —Curiosea Yulimar y Otto se tensa. No es para menos, está vivo de milagro y su mirada es distante. —Ninguna de las opciones —frunció el ceño—. Fue por tonto y no seguir consejos. Por eso estoy en esta situación. —Se marcha hablando entre dientes. Este crío ha quedado mal de la cabeza y la pequeña rubia se queda observando su partida. —¡Vamos a nuestro cuarto, dinamita! Esta chica tiene capacidad para crear alboroto. Es pura dinamita. —¡Yee haw, vaquero! —me empuja juguetona y sube dos escalones—. Avanza —me insta subiendo de dos en dos. La alcanzo y vamos a la par. El cuarto que nos dieron queda alejado de la Potra. En la cama hay una maleta y la pequeña rubia saca un abrigo n***o con capa. Se lo coloca, es largo, queda por sus rodillas y se sube la capucha. Impresionante como se ve tan inofensiva y le oculta el rostro por completo. —Listo, identidad protegida —saca una navaja en su funda y la ajusta en su brazo—. ¿Sabes protegerte y usar armas? —Antes solía entrenar con mi padre, sé defenderme y de armas lo normal —susurré mientras Yulimar ponía su arsenal de armas. —¿Qué pasó con tu padre y su comunicación? Tengo entendido que ambos viven y vendrán a vivir acá. No quiero entrar en esa plática y me paso la mano por el cabello. —Sí, ambos viven, si a eso se le puede llamar vivir. Pues con mi padre no tengo relación por ahora. —Trato de no mostrar mi frustración con el tema y me analiza con esos ojos miel. —En eso soy experta, no tengo ninguna relación con ese cerdo. Tendremos tiempo y noches para ponernos al día con nuestras vidas. —Apunta la cama bien puesta, odio verla tan perfecta. La jalo de la esquina y Yulimar se va al otro extremo. —Está muy arreglada para mi gusto —confieso. Ella saca dos almohadas y las arroja al suelo. —Muchas almohadas para mi gusto. —Se burla y sonreímos. Esta chica es una cajita de sorpresas. A primera vista parece débil hasta que saca las uñas.
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