Capítulo 13: Dejarla Volar (Parte 1)

2179 Words
Kendra Al levantarme me duele todo el cuerpo. Esos guardaespaldas me matarán. Espero que sea gimiendo, aunque sea una vez, me conformo con unas buenas patadas y luego en la cama nos emparejamos. Mi tío me presentó a Emmett, mi nuevo profesor de defensa. Es un calvo sexy de ojos grises y mirada imponente. El rubio Tobías no se queda atrás, es sensual y menos intimidante, no por eso es inferior. Como dice el refrán: “Del agua mansa líbreme Dios, que de la brava me libro yo”. Son unas máquinas esos dos, cuando dicen entrenar, no se detienen. Entrenamos en el primer piso, era el cuarto de visita. Lo moldeamos y hoy están ajustando detalles que ellos pidieron. Comí la lona muchas veces, si dijera que coqueteé mentiría. Luego que nos presentaron me enseñaron lo básico y mi mente estaba cargada en aprender. Me sentí cómoda con ellos, incluso cuando me los presentaron no desconfié y, en cambio, me sentí segura. Tobías es hablador y Emmet es callado. Mi tío apareció al final, nos observaba en una esquina y dio por terminado mi primer día. Me calmó diciendo que Solimar estaba bien y que le diera espacio. Intenté llamarla, pero lo apagó. Me mostró la foto del tal Roco y detalles para reflexionar. Bloqueé todo lo referente a Fausto y estar agotada me ayudó mucho. Me dio la llave del cuarto de Camillia, estaba gritando y él se encargó de ella. No quise preguntar como la calló, simplemente me aseo y al acostarme quedé dormida como bebé. ... Estoy viéndome en el espejo de cuerpo entero. Llevo una falda larga de color negra, en la pierna derecha tiene su apertura y muevo la pierna sensual. La camisa es con los hombros al descubierto de manga larga blanca y con el ombligo al descubierto. Tengo el cabello mojado y suelto, me lo revuelvo con la mano. En mi armario agarro la cartera negra de paja y rápido paso las cosas. Listo Kendra, estás preparada para el difícil día que te espera. Tengo que hablar con Camillia y si ella quiere irse, la dejaré volar. Solo tengo que esperar que haya tomado mis consejos en serio y pueda recuperarse. Ayer mi tío me hizo entender que nada ganaba manteniendo su jaula encerrada. Salgo del cuarto y a cada paso me voy preparando para darle cara a mis temores. Los gritos de Camillia empezaron desde las siete de la mañana y ahora está en silencio. Se acerca Solimar, viene con la ropa de ayer, sus tacones asesinos en mano y sus ojeras saludando. Intento ver señales de su estado, no las consigo, está neutral y se detiene frente de mí. —Quiero que sepas que Ramón está de nuestra parte, tiene sus motivos para… —Acabo de hablar con él —me interrumpió Sol—. Entiendo todo —silenció y volvió a la carga—. Ayer no estaba de humor para entender nada y necesitaba desaparecer. Suelto una carga menos, tenía miedo de perder a las dos a la vez. En eso escuchamos ruido en el cuarto de Camil, cristal rompiéndose y nos quedamos mirando la puerta. —A eso iba a hablar con ella. —Paso mi mano por el cabello. —Sabes que no la podemos retener, tan pronto entres debes ser la zorra que amo y sé fuerte por nosotras. Déjala tomar sus decisiones, aunque todo indique que va directo hacia el risco. —Sol aprieta su mandíbula y mis ojos se humedecen. Infiernos que esto duele, es imposible no dudar. Quisiera meterla en un sótano hasta que vuelva mi princesa. Aunque no sea lo correcto. —¿Listas? —Me saca de mis pensamientos horribles, Ramón, con su pregunta. —¿Qué haría papá Anselmo? —me descolocó la pregunta de Solimar. —Lo que ella cree que le hice sería nada, comparado con papá. Él era el mejor padre, pero su mano era firme y protector a muerte. —Exactamente, si me dejan la puedo sacar del país y ocultarla de Roco —propuso mi tío. —De ninguna manera —niego con la cabeza y me fijo que Soli me apoya. —Dejarla ir es lo mejor, que aprenda por sí misma y madure de una buena vez. Será a lo crudo —susurra Sol y camina con pasos seguros hacia el cuarto de Camil. Nos quedamos en silencio, estamos en frente de la puerta y mi tío la abre. Antes de entrar suelto mi cartera en una mesa del pasillo. Respiro profundo y desconecto, necesito ser fría. Dejamos entrar primero a Ramón. El cuarto es un caos, sus objetos rotos, cristal por el suelo y tiene una tijera en la mano picando su ropa. Tiene la misma ropa, la misma puta camisa al revés y eso me ayuda a enojarme. Ese maldito hombre la tiene en sus garras, no está en sus cabales y solo quiere morir por él. Al verse acompañada nos empieza a lanzar la ropa. Mi tío camina hacia ella y lo apunta con la tijera. Ramón alza las dos manos, está intentando que se calme y no coopera la niña. Estoy mirando cada detalle de este momento porque quiero grabarlo para cuando me cobre con ese cerdo y siento que me rozan el hombro. —Esa no es la niña de tus ojos Kendra —murmura Soli en mi oído. En realidad es ella, pero lastimada por los que cree familia y refugiándose en la persona incorrecta. Esa niña ha tenido el dolor de no sentirse amada por su madre y ahora su tía la encierra, no es para menos. Tengo que estar consciente de que ella fue engañada y no la culpo, es joven. Sus ganas de sentir amor la ciegan y por más que le di mi corazón no fue suficiente. Los ojos verdes asustados de Camillia me recuerdan a un cervatillo y sus ojos conectan con los míos. Sin pronunciar palabra alguna me informan lo herida y decepcionada que está de mí. Si pudiera tener poderes le dejaría entrar a mi cabeza y corazón para que sintiera todo. «Es necesario esto Kendra. Niña, solo dame la última puñalada». —Tú eres la peor de todos —me señala con la tijera—, no te perdonaré Kendra. Camino hacia ella, mi tío me intenta detener y niego con la cabeza. Camillia apunta esa tijera hacia mí y sin pensar agarro con mis dos manos la mano que la tiene. —Tranquila, Camillia, necesitamos hablar. —Estamos forcejeando. —¡No tengo nada que hablar, solo me quiero ir de tu casa y vida! —grita con odio y en ese instante la pisé fuerte consiguiendo que suelte la tijera. Por el rabillo del ojo veo que Ramón agarra la tijera, Camillia se queja y la suelto. Menos mal que no llevaba tacones hoy porque la pisé fuerte y debo agradecerle a mis dos cubre culos, Tobías y Emmett. —Bien, ahora que estás sin peligro en tus manos, podemos aclarar las cosas —dije intentando ser calmada, tragando la desesperación que tengo por dentro. Camillia está sentada en la cama sobando su pie. Mi tío me da el celular de Camillia y lo meneo en su rostro lleno de lágrimas. —Dámelo, me quiero ir —súplica y me tenso. Me aprieto el tabique de la nariz y respiro profundo. —Calma tu llanto, Camilia, te quieres ir, bien. Saldrás de esta mierda de casa con nuestras condiciones —sus ojos se agrandan como bolines—. Llamarás a tu amado y querido novio para que dé la cara a tu familia. —¿Qué familia? —Esa era la respuesta que deseaba de su parte. —La única familia que has tenido por dieciocho años, la pequeña e imperfecta que tienes a tu alrededor. No importando si sentías amor de su parte, siempre estuvieron pendiente de tu bienestar. No era lo que soñaste, no obstante, es lo que tienes —tomé aire y reúno fuerzas—. A la cual le mentiste, cambiaste todo eso por el amor de un desconocido que no es lo suficiente hombre para mostrarse ante tu familia. Si te ama, me puedes explicar por qué amenaza a tu familia —Mis palabras salen cargadas de dolor y me golpeo el pecho. Necesitaba liberarlas porque ella saldrá de esta finca sabiendo la verdad de su amor. —Por favor, ¿qué tienes en mente Kendra? —Se da golpes en la sien burlándose Camil. —El amor que tanto proteges está jodiendo a mi familia, empezando contigo. —¿Por amarme Yamil? —se levanta de la cama furiosa. —Niña malcriada, el hombre que llamas Yamil o Roco, amor, sugar daddy, cómo diablos le llames, está detrás de las amenazas —afirmó Solimar mientras se acercó hacia nosotras, pero sin los tacones asesinos. —Eso no es cierto. Nunca lo han visto, no lo conocen. —Nos mira desconcertada. Ramón está de brazos cruzados, pendiente de todo y su rostro muestra exasperación. —¿De casualidad tu amorcito tiene la nariz torcida? —hago la pregunta con altanería. Anoche mi tío me mostró la foto del susodicho. No puedo culparla porque el tipo es guapo, obviando la nariz. —Terminemos con esto, llámalo, que dé la cara y aparezca en la finca —Sol la retó alterada, me pidió el celular con la mano y se lo pasó a Camil, pero ella no lo sostuvo dudosa—. Espero que madures de una vez y salgas de esa burbuja en que vives. —¿Para qué quieres que salga de esa burbuja? —Camillia encara a Sol y salen a flote los años de dolor por no tener amor de madre. —Porque no todo es color de rosa, despierta y te tocará de la peor manera —murmuró Sol y presenciar la negación de Camil me tiene devastada. —No quiero despertar de mi mundo soñado para ver la porquería de mundo que me espera. Cada vez que te miro me reprochas en la cara tu error y asco. —Basta, no tengo todo el día para esto —Ramón nos mira a cada una. —¿Qué esperas? —apresuro a Camillia. Solimar le da el móvil, de mala manera lo sostiene Camil y desbloqueó. Esperamos que lo llame y puso en la oreja. —En altavoz, niña —aclara Ramón y gracias a Dios que no cuestiona. Lo activó, suena, suena y nada que contesta. Estamos desesperados, me paso la mano por el cuello y a la segunda llamada el tipejo responde. —Hasta que por fin sé de ti —su voz prepotente—. No estoy de humor para los reclamos, niña. Ni un hola mi amor, te extrañé, querida o te amo. Todo es superioridad, eso hace que le arrebate el dichoso celular a Camillia y ella se queda con la boca abierta. —Mira imbécil, soy Kendra, ¿sabes quién soy? —es una pregunta retórica y prosigo—. Te espero en la finca, en este momento. —¡Yamil, búscame, bebé te necesito! —llora a moco tendido la niña y me contengo de abofetearla. —La tía zorra, sí, sé quién eres. Nunca imaginé que estuvieras ansiosa de verme. Disculpa, obviamente, me desearías. —Se jacta el cerdo. Aprieto mi mano en puño, jamás pensé que le ganaran en insolencia a Fausto y este hombre le saca ventaja. —Roco, no soy ingenua —se queda callado—. Te espero, no tardes, imbécil. Cuelgo, lanzo el celular a la cama y me marcho del cuarto. Me llevo la cartera, necesito un trago de Don Q, siento pasos detrás y no volteo. Me voy hacia el despacho, al llegar me sirvo Don Q con Coca Cola y hielo. —Kendra, ese hombre es peligroso, su voz me erizo la piel —la voz de Solimar está nerviosa. —¿Tenías dudas? —No tengo respuesta, me iré a bañar para estar presentable para nuestro invitado de honor. —Oye, Sol de mi vida —se gira con el pomo agarrado en la puerta—. Lleva esos tacos asesinos por si los necesitamos. Nos empezamos a reír, me saca la lengua y se retira. Mi celular sonó y lo saco de la cartera. Es mi mejor amigo Peter. —Zorra, estoy en la oficina y no te veo. —No creo que llegue ahora, dame dos horas a lo mucho. —Cerramos el contrato con la academia, necesitas un decorador. El regalo de Camillia, eso fue directo al hígado. Todo seguirá en marcha con ella o sin. Será un proyecto en mi vida. —Hazte cargo de eso, por favor. —Estás muy rara, perra. Necesitamos charla de chicas. —Eso, deseo —tocan a la puerta—. Te veo al rato, besos —desconecté la llamada—. Adelante —le hablé a la persona detrás de la puerta y asoma la cabeza, el Insolente.
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