Capítulo 12: Un Día de Suerte

3592 Words
Fausto Necesito salir de esta finca. Estoy colérico, con ganas de entrar a ese despacho, arrastrar a esa potra y hacerla entrar en razón a base de besos. Con ella no sabes en qué estado estás, por momentos te trata bien (bueno, lo más parecido a bien, en su lenguaje), en otras soy el insolente e irrespetuoso que odia. El aire me recibe al salir de la casa, salgo por detrás y me dirijo hacia mi tronca roja. Al abrir la puerta veo mi sombrero desgastado en el asiento, lo había dejado en las caballerizas cuando estaba con Rubión. Sí, antes que llegara la Potra y nos revolcáramos, no tiene otro nombre. Levanto el sombrero, veo un papel doblado y miro alrededor. Esto no me da buena espina, será que me vieron con la Potra en su apogeo y quieren chantajear. Si no lo agarras nunca saldrás de dudas. Decido terminar con esta incógnita y al desdoblarlo leo la nota. Fausto Necesitamos hablar urgente, enseguida que leas esto, por favor llamar a este número 939-460-0001. Eres el único que me podría dar la mano. Espinas Rápido recuerdo el domingo, cuando vine a informar a la Potra de Roco y me topé con Rebeca. *** —Hola guapo, ¿vienes a trabajar un domingo? —entrecerró los ojos y respondió por mí—. Lo dudo. —La doña estaba fumando recostada de la cerca. La he visto varias veces limpiando o fumando, sus ojos marrones siempre están tristes y llenos de remordimientos. Si sabré, veo eso a diario en mi familia. —Tienes toda la razón, vengo a otros menesteres. —Adelante, no te interrumpo joven —con la mano me despidió—. Cuidado que no te quemes en el intento. —Apaga el cigarrillo con sus zapatillas y me inclino despidiéndome. Sus palabras no me asustan y decido ignorarla. Paso de largo hacia la entrada de atrás y me detengo al escuchar a la señora. —Soy la mamá, no importa mi opinión, pero aun así la diré —se tomó su tiempo—. Eres lo que ella se merece y se negará a aceptar. Me giro por encima de mi hombro y vislumbré su dolor luchando con el remordimiento. En su voz se oye tanto dolor. —Luche con su mierda, consiga balancear su vida y salir de ese infierno que veo en sus ojos. —Soy las espinas en su vida y siempre las seré. No me justifico porque no lo siento —pobre mujer con sus batallas internas—. Todo lo que hice fue por mi cuenta y ahora estoy pagando mis actos con lo más que amo. Recuerda, soy espinas. —Se empezó a reír fuerte y me marché dejándola con su locura. *** Mi día se puede poner más interesante, genial. Aparté el sombrero poniéndolo en el asiento del copiloto, doblé el papel y lo guardé en mi bolsillo trasero. Me largo de esta finca y mi cuerpo se siente tenso. Mi mente vuelve a la Potra, esa mujer me tiene chupado y no puedo apartarme por más que desee. Su sabor al comérmela fue exquisito, pero su maldita boca siempre despotricando. Cuando la lamí sus gemidos me enseñaron que no era tan fría como ella quiere hacerme creer. ¡Demonios, olvidé a Otto! Ese hombre se empeñó en que era ese niño y lo amenazó. Tengo que llamar a mi tío Demetrio para pedirle el número de ese crío y ponerlo al tanto. Le marqué a mi tío, activé el altavoz y respondió a las millas. —Hasta que por fin apareces —está con voz enojada—. ¿Por qué de todas las mujeres tiene que ser la señorita Kendra? Increíble, por primera vez siento que estoy ayudando y no jodiendo, pero me sermonea. Aparentemente, no soy bien recibido, mi tío está sufriendo un infarto y solo quiero dar la mano. —¿No entiendo cuál es el problema? —indagué. —Idiota, su tío está en negocios raros y vino a preguntar de tu vida. No entendía por qué saliste con su sobrina y eso mismo me pregunto —se alteró Demetrio—. Si la cagas de nuevo, no será bonito Fausto, esa es la niña de sus ojos y al mínimo daño que le hagas lo pagarás —se oye preocupado—. Apártate, si el tío está aquí ocurre algo feo y no quiero que te metas. No puedo prometer alejarme. Quiero ayudar a proteger a esa cínica, sabiendo que no me agradecerán, lo haré. Mi vida es sosa, debo dinero y no me importa. Necesito ver segura a esa Potra. —Escucha, no estoy por joder —mi tío soltó una maldición—. Fui a ayudarla en el día de hoy. Tranquilo, si me hundo, no te llevaré conmigo. —¡Jódete! —Mi tío se ha puesto demasiado maleducado y lo callo con mi pregunta. —¿Tienes el número de Otto? —No puedo dar sus datos, menos a ti. Golpeo el volante, estoy saliendo a la civilización y mi tío en su negatividad. —Intento ayudar, no te interpongas, soy tu sangre —hablé amortiguado—. Sabes que soy irresponsable, busco líos —me detuve y acepté todas mis imperfecciones—. Sin embargo, cuando doy mi palabra, eso es ley. Ese niño corre peligro, es lo único que te diré. Estoy listo para rendirme y esperar a mañana para hablar con el crío. —Te enviaré un texto con su número, espero no arrepentirme Fausto Dionisio —cuelga sin darme tiempo. Espero que Otto esté bien, ese hombre realmente está demente. Necesito alcohol, compraré en el puesto, que se joda la deuda. Total, si quieren me matan, gastar en unas botellas no empeorará mi estado. Escucho la notificación, después de media hora llega el número y le doy a llamar. Me estaciono en el puesto, espero que conteste y nada. Le marcaré al rato, me bajo y camino hacia el puesto. Fui directo al área de alcohol, agarro tres botellas de Vodka y las coloco en el mostrador. El señor está absorto en su celular, tamborileo los dedos y alza su mirada. Sin exagerar su rostro es de aborrecido, se rasca la cabeza con entradas y le sonrío. —¿Te llevas las tres? —Señala las botellas. —No veo a nadie por aquí —miro a los lados y atrás—. Tengo una fiesta. «Una fiesta, si claro», me burlé en mi loca cabeza. Eso no tiene que saberlo, señor aborrecido. Se queda serio, rápido saco mi tarjeta de crédito y en vez de dársela en la mano la arrastro hacia él. Lo ignoro, vuelvo, llamo a Otto y al segundo tono responde. —Hola —su voz adormilada—, ¿quién es? Firmo el recibo, con mi hombro pillo el celular y guardo la tarjeta. —Soy Fausto —murmuré enseguida. El señor se pierde en su celular, al guardar la cartera volví a sostener el móvil y pillo las tres botellas en la otra mano. —Que bueno que me llamas, no me dejaron entrar al cuarto de Camillia esos gorilas —su voz es de alivio. Menos mal que una señora abrió la puerta y le tiré una guiñada de agradecimiento. «No puede ser mi suerte peor», pensé. Recostados en mi tronca hay tres tipos con cara de pitbull. Sí, los mismos que te dieron senda paliza. —Escucha Otto, tienes que tener cuidado con el novio o lo que sea de Camillia —apresuré la charla a lo verdaderamente importante—. Te amenazó. Camino a pasos lentos hacia mis justicieros. —Siempre me amenaza cuando llamo a Camil, no te preocupes. —Él habla como si fuera insignificante. —Te advertí, me tengo que ir. Oprimo la tecla de cortar y guardo el celular en mi bolsillo trasero. —¡Wepa, corillo! —Los saludo normal haciendo el saludo de general y sigo seguro hacia mi tronca. Ellos se apartan de mi puerta. No estoy tan salado, en ese justo instante aparece una patrulla y sonrío de oreja a oreja. Con mi seguridad abro la puerta, me subo a la tronca sin dudarlo y deposito las botellas debajo del asiento del pasajero. —Te envía un mensaje Argenis: tienes esta semana y solo porque Freddy intervino. —Soy un cabrón con suerte —me burlé en su cara y mi sonrisa en mi cara los enerva—. No te preocupes que si no me ahogo en alcohol tendrán su segundo round. Si me permiten me voy a reunir el dinero y vaciar el contenido de mis botellas. No pierdo tiempo y me largo. Al mirar por el retrovisor me reciben sus rostros amenazantes y me cuentan de varias promesas que tienen para este servidor. Luego de estar pendiente si me seguían, me calmé, igual saben dónde encontrarme y acabar todo. Estoy entrando por la barriada, pero no quiero ir a casa. Así que continúo directo, al pasar por casa veo el carro de tío y fue lo mejor seguir de largo. He decidido visitar al único amigo (se puede decir que tengo) y su nombre es Joel. Su madre y hermana son un amor conmigo. Me estaciono, no veo el Honda Civic rojo de él, pero siempre su mamá está en la casa. Al bajar de la tronca, observé por todas partes y no se vislumbra nada extraño. Lo menos que quiero es traer problemas. Me apresuré con pasos largos, botellas en mano y subo los dos escalones. La puerta metálica se abrió y soy recibido por unos brazos cálidos. —¡Ay, guapetón! —exclama en mi oído y al soltarme me da su hermosa sonrisa—. No te pierdas tanto, haces falta. Me golpea el brazo fuerte (tiene fuerza) y es como mi segunda madre. Fernanda es una señora mayor, rellena por todos lados y con cabello corto en rulos. —Tampoco exageres, mamá Fer —besé su ceño fruncido. El olor de galletas de chocolate chip invade mis fosas nasales. Su mano en la comida y postres es única. Ese olor hizo que mis tripas se remuevan. —Oh, vamos a alimentarte guapetón —sonrió y acarició mi estómago—. Antes de que se bajen esas tres botellas. —Señala con su grueso dedo hacia las botellas. Alzo mis hombros y ella niega con la cabeza. Mamá Fer abre la puerta metálica y la sigo dentro de la casa. Llegamos a la cocina enorme, su casa es normal, sencilla y hogareña, hasta que llegas a la cocina equipada y amplia. Su pasión es cocinar, vende *pasteles todo el año y galletas. Mi amigo le agrandó la cocina, tiene una alacena a la izquierda, en el centro un mesón, el comedor se divide con una barra y todo es de concreto. Al entrar por el arco que tiene la cocina suelto las botellas en la barra. Me acerco a uno de sus hornos y abro la tapa. Bingo, el aroma me saluda. Las galletas recién horneadas se ven tentadoras y me golpea la mano mamá Fer. —Luego el postre, deja que se enfríen —se coloca los enormes guantes y me empuja con sus caderas—. Llegas justo a tiempo guapetón. En eso me tapan los ojos, coloco mis manos en sus manos, acaricio sus brazos, sigo tocando y con una mano bajé hasta su cadera consiguiendo que me suelte. —Tramposo, guapetón —se queja y me giro para darle un abrazo a mi *Oreo. No les he contado que en esta casa me llaman el guapetón. Acá son todos de piel oscura y toscos. —No tengo culpa que seas cosquillosa, *Oreo. Oreo es una morena alta con su cuerpo voluminoso, su pelo rizado esponjado, usa lentillas de color verde y con su color llaman la atención. Nos abrazamos, la giro y ella enroscó sus piernas en mis caderas. —¡Te extrañaba, guapetón! —grita eufórica, me detengo y espero que se estabilice en el suelo. —Prometo no perderme —alzo la mano derecha. Eliza se burla haciéndome muecas. Es lógico, ella sabe como soy. Siempre me pierdo y más sumido en la mierda me aparté. —Sí, claro —camina hacia el mesón y agarra una galleta. La madre la golpea en la cabeza, se aparta soplando la galleta y sonriendo. —Eso no es justo *Oreo. —Se tongonea hacia mí y pone la galleta en mi rostro. —No seas mala, sabes cuánto le gustan. —Al voltearse hacia su madre comete el error y muerdo el pedazo mordido de galleta. Ella se trata de alejar sorprendida, le es imposible muerdo sus dedos en el proceso y me golpea el hombro. —¡Idiota! —finge estar enojada y le lanzo una guiñada. —¡¿Dónde está el cabrón mayor?! —Se escucha gritando desde afuera a Joel. Me preparo para su llegada, él es un n***o calvo, ancho y de estatura me pasa. Le decimos *King Kong. Es nuestro gorila todo robusto. Entra corriendo, me hace una llave por el cuello y lo golpeo en su panza logrando que me suelte. —¡King Kong! —dije efusivo y nos abrazamos. Es bueno sacar tiempo para desconectar y compartir con los que verdaderamente te aprecian. —¡Diablo el guapetón, *in the house! —bramó mi hermano—. Vamos a ponernos al día. —Joel pone un brazo en mi hombro. —Espera, —levanto mi dedo índice y me aparto buscando en la barra las tres botellas— ahora sí. —Me uno a ustedes, no piensen que me quedaré por fuera. —Eliza nos señala y me quita una botella. Siempre hemos estado unidos los tres, tenemos veinticinco años los dos, Joel por un mes es mayor y Eliza tiene veintitrés. —Vayan que les serviré la comida. —Nos empuja mamá Fer y nos marchamos por el pasillo. —Pondré esta botella a enfriar, el Vodka se toma frío —con sus ojos me reprocha—. No como otros que lo toman caliente —bromeó Eliza y se adelantó a la nevera que tienen en la terraza. Salimos a la parte de atrás, tienen una terraza con barra y radio. Luego que Eliza puso la botella a enfriar, puso música mientras nosotros nos fuimos al mesón de la barra. —En serio, me alegro de verte hermano. —Saca dos vasos de cristal pequeños y las palabras de *King Kong son reales. Él es un loco, pero leal. Siempre ha estado para mí. Se pone a preparar dos tragos de Vodka con *jugo de china y hielo. —Lo sé, no puedes vivir sin mí. —Le doy dos palmadas en su espalda y se nos une Oreo. —Cuenta el lío que tienes y ahora —me exige Oreo con voz fuerte. Esa chica es de armas tomar, como que se crio con machos y su mamá es una fiera. —Tomemos asiento, es largo de contar. —Agarré el vaso de trago que hizo King Kong y me senté en la hamaca. Mis amigos me siguen arrastrando unas sillas y sale mamá Fernanda con la comida en una bandeja. —Pueden comer mis hijos, iré a entregar unos *pasteles. —Va hacia el mesón y deja la bandeja. —¿Madre comiste? —pregunta King Kong serio y mamá Fer asiente—. Si *mija porque estás muy ajetreada y no piensas en ti. —¿Me puedo ir papá? —pregunta ruda y pone sus manos en sus caderas. —Sí, cuidado —respondió mi amigo normal y buscó la bandeja. Nos da los platos, comemos arroz blanco con habichuelas y pollo frito mientras les cuento mi mierda. Están atentos y veo a King Kong que está muy callado. —Eres increíble, Freddy me había contado y me negaba a creer que fueras tan estúpido. —Nos quita los platos y los lleva adentro. Está molesto y necesita tiempo para calmarse. Recuerdan a mi amigo Freddy, el de trenzas largas y pantalones caídos dejando ver su bóxer. Ese mismo que trabaja con Argenis, es primo de Joel. Él me ayudó a saber del tal Roco y a pesar de estar en ese mundo es parte de la familia. —La cagaste, eso no es broma, guapetón —Eliza me trae al presente—. Nos preocupamos por ti, eres familia y aunque lo ves todo gorila, él no quiere que nada te suceda. —Se cruza de brazos Oreo y me paso las manos por mi pelo. No quiero aceptar la seriedad de este asunto y la ignoro. Encuentro que la Potra está peor. Total, solo soy un gran dolor en el culo ahora mismo, dando preocupación a esta alegre familia. Me levanto de la hamaca y abro la segunda botella. La primera murió después de la comida. Sin mezclar pego la boca en el pico. Necesito olvidar por un momento. —Nada se arreglará con acabar botellas, guapetón —la voz de King Kong me hace girar—. Tengo un dinero guardado, es tuyo hermano. —De ninguna manera —me voy por el camino de afuera. Puedes salir por un portoncito que da acceso a un camino bien cuidado de mamá Fer. Voy con pasos largos, escucho maldiciendo a King Kong y Oreo le grita que me deje marchar. No lo conseguirá, conozco a ese gorila y seguirá jodiendo hasta que lo escuche. Al llegar a la tronca doy otro sorbo de la botella y la guardo en la camioneta. Siento la mirada endemoniada de King Kong a mis espaldas y me volteo hacia él. —Suelta esa rabia, n***o —lo insto a darme pelea. Me empuja por el pecho, me doy fuerte en la espalda y maldigo. Sin darme tiempo me agarra la camisa y nuestros rostros están pegados. —Sabes que cometí muchas idioteces, déjame ese papel a mí —va disminuyendo el agarre—. Te conozco, sé que piensas que eres un estorbo y solo molestas. Sí, puedes llegar a serlo, aunque no de la manera que crees. Hay estorbos que valen la pena tenerlos, te hacen seguir adelante y tú eres uno de esos en mi vida. Levanto una ceja y cuando iba a cuestionar lo de estorbo, él vuelve a hablar. —Déjame ayudarte, confía en mí, hermano —sus palabras han llegado profundo—. Reacciona, esa gente te tiene vigilado, saben de tu familia y créeme que no les temblará la mano para lastimarlos. —Me jalonea y rápido me suelta. —Tranquilo, hermano. —Alzo mis dos manos y él se queda serio. Soy un idiota, siempre he sabido que me tienen vigilado. Solamente me rehusé a pensar en las consecuencias. —¿Cuánto tienes? —murmuró Joel. No lo dejará pasar, demonios, solo quiero irme. —Tengo dos mil, no quiero meter a nadie en mis errores. Hermano, esto me rebasa. —Me paso la mano por mi pelo. —De acuerdo tengo el resto, llamaré a Freddy para decidir la entrega —su rostro está decidido—. No irás solo. Se marcha, evitando que me arrepienta. —King Kong, te juro que te pagaré todo. Se detiene y me mira por encima de su hombro. —Eso es mejor que estar en un ataúd —se fue hacia la casa. … Estoy acostado en mi cama rebotando una pelota pequeña contra la pared. Al llegar me bañé y ayudé a mi madre con unos paquetes del supermercado. «Diantre, la nota», recordé. Salgo pitando de la cama y busco en la cesta el pantalón sucio. Tengo la nota en mano, me siento en la cama y agarro el celular que está en mi almohada. Sin darle más vueltas hago la llamada. La misteriosa Espina responde y se escucha música alta. —¡Hola! —grita compitiendo con el ruido. —Espina —me recuesto en la cama y espero que reaccione la doña. —No cuelgues —su voz se animó de pronto y la escucho insultando—, hasta que por fin te dignas a llamar. El ruido se escucha distante. —Lo que importa es que llamé, después de todo no era obligación —respondo seco y cansado de que quieran joderme. —Está bien, tienes razón —relajó su voz la doña—. Escúchame atento y espero que seas bastante listo para no tener que repetirlo. No habrá otra charla, me están vigilando y este número no seguirá activo. Me mantuve escuchando cada palabra de la doña. Era increíble como era un imán para las cosas turbias. Tal vez, cometía un error al confiar en ella. Por loco que suene estaba dispuesto porque después de todo las personas necesitan ser oídas. Aunque sea una sola vez. … *Pasteles- Cuando decimos pastel, nos referimos a una masa de guineo o yuca, rellena de pollo o carne de cerdo y envuelta en hojas de guineo. *Oreo- es una marca de galletas tipo sándwich creada por la compañía estadounidense Nabisco. *King Kong- es el nombre de un gigantesco primate ficticio que habita en la Isla Calavera, y que ha sido el protagonista de varias películas. *Mija- En Puerto Rico es la abreviatura de 'mi hija' y es una muletilla que se usa mucho en el diario hablar. Se utiliza de cariño entre las personas. *Jugo de china- jugo de naranja.
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