Capítulo 13: Dejarla Volar (Parte 2)

3171 Words
Fausto tiene una camisa negra de segunda piel y puedo notar su potente cuerpo. Al ver sus ojos cielo me fijo en su ojo izquierdo y me saluda su tic. Camina hacia mí trayendo a mi morbosa mente el recuerdo de la caballeriza. Por tanto, revolú no había dado la debida atención a ese detalle. Tengo que calmarme y con mi dedo índice muevo el trago. Siendo zorra lo chupo y el Insolente no pierde ningún detalle. En cambio, corta la distancia entre nosotros. Me mantengo neutral y acerco el vaso a mi nariz. El olor no me calma del todo y doy un trago. —Potra, intento alejarme de ti, sin embargo, la vida se encarga de ponerte en mi camino. —Posa sus toscas manos en mi cadera y sus dedos rozando mi piel. —Estás maldito, este ciclón que tus manos tocan justo ahora no te dará atención —golpeo su mano y me alejo de su lado. Necesito distancia con él, nuestros cuerpos se incendian cada vez que se unen. Suelto el vaso en la barra y me giro hacia el Insolente. —Mientes fatal —se lanza como guepardo, me levanta, pone mis piernas en su cadera y me besa. Señores, intenté apartarme, pero su agarre era de hierro y mis hormonas siempre están revueltas. —Estaba —besos en mi cuello— por callarte —lengua en mi boca— a besos. Intensifica el beso, sus palabras me desatan y aprieto mis botas en sus nalgas. En eso se escucha un alboroto afuera, quiero seguir comiéndonos, pero es imposible. Siento unos pasos apresurados que se acercan. Muerdo a Fausto, me suelta maldiciendo y señalo mi oído. —¡Demonios! —me suelta y me deslizo en su duro cuerpo—. Al menos te quité lo fría. Me aparto toda mojada y loca por demostrarle lo caliente que soy. Me doy palmadas por saber lo mal que lo tengo, se intenta contener y su mandíbula cuadrada se ve toda sexy en tensión. Estoy seca, me refiero a la garganta, agarro el trago y me refresco al sentir bajar el líquido. En eso abren de cantazo la puerta dejando ver a Paquita, Fausto le da la espalda y al ver la cara toda sonrojada de la vieja toso para ocultar la risa. —Disculpa por … —titubea y junta sus manos, inclinándose, avergonzada— no tocar. —No te preocupes, no ha pasado nada —mi voz dando énfasis para el Insolente—. ¿Qué sucede afuera? Fausto se gira hacia Paquita y le tira una guiñada el descarado. Me quedo sorprendida, la vieja no es ciega. Se ha fijado en su paquete aún despierto y carraspeo para conseguir la atención suya. —¡Oh, sí! —exclamó la vieja toda azorada y consigo su atención—. El señor Ramón me mandó a buscarla —se ha puesto pálida la vieja—. Han traído al joven Otto golpeado y el hombre que lo trajo como saco de papas se llama Roco. — En sus ojos veo molestia al nombrar ese nombre. Hasta la vieja siente asco por ese hombre. No sé qué rayos sucedió con Camillia. —Enseguida salgo, ve a buscar a Solimar y cuéntale. Se marcha, me siento mal, olvidé por completo ese niño y la amenaza. —Por más que le advertí, ese crío no me quiso dar bola —se queja Fausto y me quita el vaso de las manos. Termina lo poco que quedaba del trago y lo suelta en la barra. —¿A qué te refieres? —Después de ser echado como basura ayer —no pierde tiempo para dar su berrinche—, conseguí su número y lo advertí de la amenaza. Fue para nada, él no le dio importancia —Fausto se exaspera—. Espero que esté bien. No entiendo, ¿por qué está Roco en la finca? —Sencillo, antes de que vinieras a causar estragos —hice una pausa y Fausto me da una mirada de orgullo—, estaba esperando a ese imbécil. Si mi sobrina se quiere ir con ese bastardo, bien, será sabiendo quién es su Romeo. Rayos, con todo lo que pasó ayer, no pensé en ningún momento en Otto, eso me hace sentir pésimo. —No es el momento para lamentos, vamos —me tomó de la mano y la aparto de inmediato. —Tranquila, hemos hecho cosas más allá de las manos. —Este hombre no tiene remedio y me sonríe pícaro. —Nada de manos, además quiero informarte que no saldrás. —Quiero que entiendas que no me das órdenes —me pone el dedo índice en la sien—. Saldré contigo, ese hombre es peligroso. —Mi tío está y los guardaespaldas —le peleo irritada—. No te necesito —soné bien perra y él se echó para atrás el cabello. —Tú y tu bocota —me roba un beso y mi boca lo acepta. Me suelta y se marcha. Vuelvo en sí y voy hacia fuera. Salgo de mi estupor y veo que Soli baja de dos en dos las escaleras y se acerca a nosotros. Salimos los tres, el sol nos recibe y mis ojos no pueden creer la escena frente a mi casa. En un todoterreno blanco, recostado, se encuentra Roco y al frente de sus pies tirado Otto de costado y no se mueve. Mi corazón se agita, espero que ese niño no esté muerto y me apresuro a bajar las interminables escaleras. Mi tío está en posición de defensa, mis guardaespaldas al lado de Ramón y cuatro más con escopetas, todos alertas. Nosotros los superamos en números y él solo vino con dos matones o cómo sea. Ese tipejo demuestra que sabe que nadie le hará daño porque Camillia está de por medio. Necesito cerciorarme que Otto respire y camino hacia él, pero soy bloqueada por Emmett. —¿Por qué no lo ayudan? —sin esperar respuesta hablé entre dientes—. A menos que esté muer… —me interrumpió la detestable voz de Roco y me enoja. —Mi querida tía, ese metido niño está vivo. Solo no dejaba de quejarse como marica y lo golpeamos. Dale unos analgésicos y en tres días volverá a ser el mismo chiquillo entrometido. Siento a Fausto detrás, Tobías a mi izquierda y Emmett se posicionó a mi derecha. Solimar está al lado de Fausto. Al Insolente lo veo descolocado y no comprendo su expresión. —Eres despreciable, te vas a dejar de rodeos y me dirás que pretendes. —Tú me invocaste, no era el tiempo que estimé, pero soy un guerrero y me ajusto a los cambios con facilidad. Me fijo que el matón que está con Roco no ha dejado de darle miradas a Fausto, es de color n***o, tiene muchas trenzas y su pantalón casi en el suelo. No disimulé mi observación y el desgraciado de Roco mira a su matón y luego a Fausto. —Oye Popeye, ¿ese muchacho es el que debe dinero a Argenis? —Señala a Fausto, ganándose la mirada de todos los presentes. Me tenso, siento un terrible miedo por el Insolente, no quiero que le suceda nada y busco su mirada de cielo. Él es increíble, está al descubierto y no se amilana. Parece que siente mi mirada y conecta sus ojos con los míos. Me importa un carajo si fue irresponsable, no dejaré que nada le pase. —Tampoco es que le debo mucho —el Insolente bromea y lo reprendo con la mirada. —Si no fuera por Freddy no estarías tan campante. Parece que el del flow con trenzas es amigo de Fausto y está nervioso. —Eso no viene al caso, ¿por qué joder con mi sobrina? —Intento atraer la atención hacia mí y que dejen al Insolente. —Ve, busca a Camillia —ordena mi tío a un guardaespaldas. Mi tío se da cuenta de mi idea y me da una mirada fuerte. Esas miradas que te indican que tendrás una larga charla con él. —Quiero lo que es mío y me corresponde. Por ahora te daré tiempo para que te apartes y prometo no tocar a tu niña mimada. Me lanzo por él y me sostiene Emmett por el brazo. También siento unas manos toscas en mi cadera y no tengo que mirar para saber quién es el dueño. —No entiendo tu juego, habla claro —grito histérica y el maldito se rio en mi cara. —Tienes las agallas, mujer —su asquerosa sonrisa me asquea—. Se me antojó probarte —se relame los labios y se aprieta su m*****o. La voz de Camillia discutiendo con el guardaespaldas nos acompaña, la suelta y baja corriendo las escaleras. Me quedo pasmada al verla en ese estado. Ella está desesperada por ese degenerado. Me aprieto el tabique de la nariz y respiro profundo. Verla abrazada de ese hombre me dan ganas de matar, él la acaricia y me mira lascivamente. —Niña malcriada, no ves lo que hizo tu amor a Otto —mi amiga apunta al pobre niño en el suelo—. Tu mejor amigo herido y casi patidifuso —Camil agrandó sus ojos al verlo—. Ese hombre te va a lastimar y el daño que te he hecho se quedará corto. Me sorprendo al oír la voz de Solimar derrotada y se retira. —¡Nunca te he importado, lárgate, nunca he existido para ti! —bramó Camil sin querer abrir los ojos. Solimar sube con elegancia las escaleras y sin mirar sé que está llorando. Su voz estaba entrecortada y se marcha antes de derrumbarse. No llorarás Kendra, sé fuerte y preocúpate por Otto. —Tobías y Emmett, por favor, suban a Otto al Hummer —tragué fuerte—. Vamos a la clínica. Cumplen mi orden, mis cubre culos. Me percato que Camillia mira a su amigo con tristeza y sé que debajo de esa máscara está mi princesa. No se quedará, está obstinada en irse y buscar su felicidad. Solamente sigue su sueño de amor. Lástima que caerá desde tan alto. —¿Estará bien? —Camillia le pregunta a quién lo golpeó, a ese malnacido que ella cree amar. —Oh, claro que sí —hablé con sarcasmo—. Tu amorcito solo lo golpeó leve y Otto está en el paraíso de los golpes. Que te vaya mejor que Otto —la despedí con la mano arriba y doblé los dedos soltándola—. Siempre serás bienvenida en esta finca. —Me encamino hacia la Hummer y la detestable voz me detiene. —Nos volveremos a ver muy pronto tía. —Me amenaza Roco y me detengo girando hacia ellos. —De eso estoy segura, cuando te canses de tus juegos me llamas. Tienes mi número nuevo, si no Camillia te lo pasa y esta vez me llamas con tu horrible voz. Me marcho dejando parte de mi corazón en sus manos, debe volar. Al llegar a la Hummer Tobías me espera con la puerta abierta del pasajero porque Otto está acostado atrás. —Me puedes traer la cartera, está en el despacho de color n***o, te lo agradecería. —Me ayuda a montar y su mirada recorre toda la finca. —Enseguida le traigo, te dejo en manos de Emmett. —Me sonríe antes de marcharse. Emmett observa alrededor y rodea la Hummer hasta llegar a mi lado. —Se han marchado y se acerca su amigo Fausto —habla en voz baja, solo para mí. Me bajo del asiento, veo que mi tío viene también y me preparo mentalmente. Pobre chico todo herido y nosotros dialogando mientras él está inconsciente. —Él está bien, sus golpes son superficiales. Eso me calma y asiento hacia Emmett. —Potra, tengo que explicarte… —alzo la mano para que se detengan Fausto. —No es el momento, cuando regrese hablaremos. —Mientras hablas conmigo en este momento —mi tío pone su mano en el hombro de Fausto y no quiero estar en sus zapatos. —No tengo nada que ocultar —ha dicho normal el Insolente. Llegó trotando con mi cartera Tobías y me vuelvo a montar en el asiento. —Kendra, está todo arreglado para su llegada en la clínica, los recibirán y no preguntarán nada —dijo Ramón. Tobías se montó con Otto atrás y colocó la cabeza del chico encima de sus piernas. —Vamos, mis cubre culos. —Mi tío niega con la cabeza y mis gorilas sonríen. —La dejo en sus manos —golpea mi tío el techo de la Hummer y salimos de la finca. Fausto me observó tenso y con mis ojos le cuento que hablaremos a su tiempo. El camino hacia la clínica fue corto, es privada y nos queda a media hora. Mi tío le paga una buena suma de dinero para que sean discretos. Al llegar fuimos escoltados, el médico nos dejó en una habitación cómoda con un TV plasma y he cambiado todos los canales. Estoy que nada me saca de esta angustia, estamos en cero y no sabemos qué quiere Roco. Tras esperar que fuera examinado y hecho mil cosas, el médico nos informa que podemos pasar a ver al paciente. Al entrar nos mira Otto, me regala su sonrisa a pesar de estar todo amoratado. —Otto, qué bueno verte despierto, lamento tanto que estés en esta situación. Me sostiene la mano, él vive con su madre y tengo que informarle. Esperé que despertara para preguntarle si estaba de acuerdo en quedarnos callados y contar una historia distinta. —No fue tu culpa, no te disculpes. —Tengo que avisar en tu hogar. —Niega y se queja al moverse. —Déjame quedarme en la finca en lo que me recupero, no quiero preocupar a mi madre. —Claro, pues vamos a la finca. Lo siento nervioso, pero es normal le han dado senda paliza. … Necesitaba ir a la oficina, me quedé con Tobías y Emmett fue a llevar a Otto. Cuando entré mi secretaría ratoncita estaba hablando con Peter y es curioso verla normal. —Arpía, estaba casi por irme. —Se acerca con su meneo. Me abraza y me da mis dos besos en la mejilla. —Luisa, es bueno verte sonriendo —tiene la mirada baja y espero que la levante. —Es bueno tenerla por aquí, señorita Kendra —su voz es suave y armoniosa. Esta chica puede ser asustadiza, sin embargo, en su trabajo es excelente. Peter está echando ojitos a Tobías sin disimular y no lo culpo. —Gracias —con esa palabra abarco mucho. Me voy hacia mi oficina, siento que Peter entra detrás y me acomodo en mi espacio. Tobías asoma la cabeza, mueve la mano en saludo y Pet mueve su mano demasiado, muy enérgico. Le lanzo con un bolígrafo que le cae en su hombro y se voltea frunciendo su ceño. —Compórtate, hay trabajo, Peter —dije con mi voz seria y nada más mencionar trabajo consigo traer su lado profesional—. Tobías, no seas payaso y déjame trabajar. —Lo acuso, pero su cara me hace sonreír abiertamente y él se toca el pecho. Realmente les he tomado un gran cariño a mis cubre culos. Sé que llevo un día de entrenamiento, sin embargo, soy cómo una niña con juguete nuevo. —Necesitas comida, el entrenamiento te espera y será fuerte. —Me recuerda Tobías y sé que mi tío tiene que ver mucho con su preocupación. —No soy una niña, por Dios. —A veces lo es —se entromete Pet—, una bien traviesa, por cierto, es una *carajita —mi amigo bate sus pestañas hacia Tobías y el maldito cubre culos, me tira una guiñada. —Lo han conseguido, comida y luego trabajo. Luisa nos trajo el menú del día de mi restaurante y Emmett llegó justo a tiempo para pedir. Luego de decidirnos qué ordenar, por fin estamos todos en mi oficina comiendo. Sí, hasta mi secretaría ratoncita, está más abierta y menos torpe. Se siente bien comer tranquila, sin problemas y con mi amigo Pet, todos nos reímos, incluso Emmett que de todos es el seriote. Somos distintos, unos más extrovertidos que otros y hemos encajado a la perfección y sin etiquetas. Me he dado una *jartera de arroz chino criollo y tostones. —No te retiras sin antes comer este delicioso cake de chocolate. —Pet me pone un pedazo de bendición en mi nariz y me rindo. —¡Por supuesto que lo devoraré! —se lo quito de su mano y él contento agarra otro. Nos damos cuenta de que tres pares de ojos nos observan, pero no me importa. Soy glotona y por eso Pet me ama. —¿No sé cómo pueden seguir comiendo? —Se acaricia su vientre, Luisa. —Se han comido todo eso y ese enorme pedazo de bizcocho —nos señala Tobías y agarra un pedazo—. Eso no es nada, comparado conmigo y Emmett, somos moles. Nos empezamos a reír todos. Luego de recoger el reguero que hicimos, estoy trabajando con Peter. Luisa y Tobías están en recepción y Emmett decidió salir afuera. Hablamos en videollamada con los encargados de mis negocios. Me expusieron detalles que había que agregar y prometí pasar la otra semana a visitarlos. Estoy satisfecha de ver los negocios en ascenso. Tras terminar con el trabajo, puse al día a Pet de todo lo sucedido con Camillia y quién es su amor. —Estoy impactado, debiste darme un call —me agarra la mano—. Siempre estaré para mi arpía favorita. —Lo sé —aprieto sus cachetes—, sabes que se me hace raro que Roco cree que tengo algo suyo. Aparentemente, es importante para él y eso me perturba. —Escuchando todo y viendo desde las gradas, apuesto por la malévola rebepiente. Alzo mis cejas al escuchar esa nueva palabra: rebepiente. —Es Rebeca y serpiente. Únelo y tienes rebepiente. —Se echa para atrás en la silla y coloca sus pulgares arriba. —Me gusta el apodo, eres el mejor —levanté el dedo pulgar arriba y mi amigo asintió—. Necesito emboscarla para que suelte el misterio —mi dedo índice puse en mis labios—. Espera Pet —con la mano abierta lo detuve de hablar. Hablo por el intercomunicador y pido que haga pasar a mis cubre culos. Ellos al entrar se han quedado viéndome y mi cerebro está en acción. Mi plan se ha formado y me parece que podrá funcionar. … *Carajita- Niño. Generalmente, se utiliza para referirse a los niños que están jugando en las calles y haciendo mucha bulla. En República Dominicana. *Jartera- La misma hace referencia al estado de saciedad extrema luego de haber comido y bebido mucho.
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