Capítulo ocho: Su segundo gran error

1066 Words
—Nora… por favor sal de ahí… tienes que comer… Nora no levantó el rostro de su almohada. Habían pasado dos días desde que ella se enteró que era casado, y él le había dicho muchas cosas en el transcurso de esos dos días, con eso de recordarle que tenía que comer no iba a convencerla, menos porque no tenía apetito. Después de enterarse de que estaba casado, la invadió un ataque de llanto insoportable y doloroso que la hizo sentir tan débil y desesperada que corrió a su habitación como si estuviera buscando refugio, como si quisiera esconderse para que él no la lastimara de una forma todavía peor. Al principio él no la molestó. Ella se pasó el día entero llorando recostada en su cama, sintiendo todas sus ilusiones rotas, sintiendo que no lo conocía, que todos sus sentimientos por él estaban mal, que ella era una mala persona y una completa estúpida. Después de llorar hasta que literalmente se quedó sin lágrimas, solo con un sentimiento amargo envolviéndola, se levantó para darse una ducha, intentando quitarse el sentimiento de suciedad que sentía impregnado en su piel. No funcionó. Volvió a la cama y cambió las sábanas, dobló toda su ropa, ordenó todo en la habitación de pies a cabeza, pero siguió sintiéndose miserable. Se recostó en la cama otra vez, ahogándose en su amargura hasta que se quedó dormida. Aiden había golpeado varias veces a la puerta, pero fue hasta la mañana siguiente que empezó a hablar, aunque ella no le respondiera. —¿Recuerdas mi empleo? —preguntó, con voz triste y afligida—. Ser CEO de una importante farmacéutica no es fácil… no llegué ahí con facilidad… soy muy joven, aunque tengo mis méritos, mis estudios y cierto reconocimiento, nunca habría podido ser jefe de todo un equipo científico y manejar varias fábricas para una empresa tan importante con solo veinticinco años, no podría haber logrado sin sacrificar algo… —No me enorgullece decir que tomé el camino fácil —continuó—. Lo vi como un simple negocio, una manera rápida de conseguir lo que quería. —Lo oyó suspirar—. Me casé con la hija de mi jefe… la empresa que manejo es parte de un imperio de otros negocios, él solo me dejó la parte farmacéutica con la condición de casarme con su hija. —Nunca tuve interés en ella, pero ella se fijó en mí y… todo lo que hice fue no rechazarla. Nora se cubrió los oídos con la almohada. ¡No quería escuchar toda esa basura! —No la amo. —Su voz llegó amortiguada, apenas audible, pero llegó—. Nunca sentí nada siquiera parecido al amor por nadie… hasta que te conocí. —Cállate… —susurró, aunque sabía que no la escuchaba. —Quería decírtelo, pero… —¡Cállate! —No lo soportó más y arrojó la almohada con fuerza a la puerta. Eso lo hizo cerrar la boca un par de horas, mientras ella descubría que después de todo si le quedaban algunas lágrimas. Él volvió hablarle horas después y siguió hablándole el resto del día, intentando convencerla de salir y poder conversar cara a cara, luego intentando convencerla de comer. Se escuchaba genuinamente preocupado, pero le daba igual. Ella se negó a abrirle la puerta o a decirle nada más. —Nora, por favor… —Él no dejaba de insistir, y ella sentía que a veces se le ablandaba el corazón, pero igualmente no cedió en ningún momento. Le gustaría decir que mantuvo esa actitud todo el tiempo, que nunca cedió ante él, pero… lastimosamente, lo que pasó después fue lo que terminó por condenarla. Apenas juntó fuerzas para dejar de deprimirse y salir de la cama más tarde ese día, volvió a ducharse y juntó algo de ropa restante que le quedaba en una mochila, preguntándose qué tan buena idea sería salir de la casa por la ventana de su habitación. Estaba en un segundo piso, no había árboles cerca y tampoco tenía otra cosa con la que sujetarse. ¿Debería hacer una cuerda con sábanas? No estaba segura de sí estaba tan desesperada como para hacer esa locura… además, su maleta seguía en la sala. Aiden no había estado yendo a trabajar esos días, sospechaba que estaba trabajando desde casa ya que de todos modos cuando volvía de trabajar siempre se quedaba haciendo trabajo extra en la computadora. Ella sabía que su trabajo le importaba más que cualquier cosa, así que, incluso si su historia de que se casó solo por su trabajo era cierta, le daba igual, por que eso igual era horrible y le demostraba que él era un hombre frío que solo pensaba en sus negocios. Lo malo era que no salía nunca de la sala y ella no quería ni siquiera verlo, pero si lograba encontrar un momento en el que estuviera distraído o en su habitación o algo… podría simplemente tomar la maleta e irse por la entrada principal Aunque a regañadientes, se aseguró de estar atenta a cada sonido, buscando un momento en el que él se fuera de la casa o por lo menos que se fuera al patio trasero o a su habitación para que la sala estuviera despejada y entonces pudiera irse de una buena vez por toda y alejarse de él que resultó ser solo otro hombre horrible en su vida. Luego de un tiempo, escuchó un milagro: Aiden salió de la casa, y también escuchó el sonido del motor de su auto y cómo se alejaba. ¡Sí, esta era su oportunidad! Rápidamente tomó su mochila y un abrigo y salió de su habitación, bajó a la sala, tomó su maleta y corrió a la puerta, entonces la abrió y… vio a Aiden con los brazos cruzados, mirándola con cansancio. De la sorpresa se le cayeron todas sus cosas, y hasta la mandíbula. En ese momento no fue capaz de hacer nada más que quedarse boquiabierta, pero debería haber intentado correr, alejarse de él y de sus mentiras, pero no lo hizo… se quedó estática mientras lo veía entrar a la casa y cerrar la puerta con llave, se quedó estática mientras él la miraba con arrogancia, y fue así como dio paso a lo que sería su segundo peor error… Y todo porque en ese momento no tuvo la suficiente valentía para alejarse de él.
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