—Sabía que querías irte sin verme, y por si te preguntas lo del auto… simplemente lo puse en piloto automático, volverá en unos minutos. Estos autos último modelo con inteligencia artificial son grandiosos, ¿no crees?
Ella lo miró con los ojos muy abiertos, antes de retroceder un paso y hacer el intento de correr a su habitación, pero él la abrazó desde atrás, apoyando su rostro en su hombro.
—Nora, por favor, escúchame. —Su voz suplicante la hizo flaquear por un momento—. Ni siquiera era tan necesario que me quedará aquí, podría haberme ido hace meses y no lo hice… por ti. No quería admitir lo que sentía, pero no podía alejarme de ti… y no quiero hacerlo. Mi esposa… nunca la toqué, no me interesa, ni siquiera compartíamos habitación.
—¡¿Y esperas que te crea?! —Se zafó de su agarre y volteó a verlo con odio—. ¡¿Por qué me dices esto?! ¡Nada cambia que eres un hombre casado y ya te acostaste conmigo siéndolo! ¡Eso no cambia cómo me hiciste sentir con lo que me ocultaste y con lo que hiciste, Aiden! ¡Pudiste decírmelo desde el principio y nunca lo hiciste hasta el peor momento posible!
—Ni siquiera es un maldito matrimonio real. —Frotó sus sienes con fuerza—. Ni siquiera me molesté en fingir frente a las cámaras, yo solo soy un trofeo para mi… esposa. —Soltó la palabra con dificultad—. Soy otro regalo de su padre para su niña preciosa. Todo lo que hago con ella es dejarla llevarme de un lado a otro para presumirme en fiestas y revistas.
—¿Esperas que te crea el juego del hombre inocente después de que te acostaste conmigo sin decirme la verdad sino hasta que ya estaba hecho? —Lo miró con frialdad.
—Olvidémonos del hecho de que tú eras la única sobria y yo trate de detenerte, claro, como quieras —masculló con sequedad, antes de soltar una fuerte exhalación—. Bien, admito que soy un bastardo, una basura o como quieras llamarme, está bien.
—Evidentemente empecé a tener sentimientos por ti y los negué hasta el último momento, diciéndome que solo quería ayudarte, que solo éramos amigos, pero ya no lo haré. Yo… —Se atragantó por un segundo, antes de mirarla con firmeza— te amo —confesó, para luego soltar aire, como si se hubiera quitado un enorme peso de encima.
Nora no pudo sostenerle la mirada.
Ja, era increíble… parecía que tenía una fuente interminable de lágrimas.
—Yo… desde hace tiempo quiero escuchar eso… —Frotó sus ojos con fuerza— pero ahora…
—Deberíamos haber hablado de esto antes de cometer adulterio, soy consciente. —Se dejó caer en uno de los sofás—. Pero es que tampoco lo consideró así… mi matrimonio no es real, habló en serio. Solo es un… maldito papel en el registro civil… y un contrato que me da una posición de poder en el imperio de su padre. —Apartó la mirada, teniendo la decencia de parecer avergonzado.
—Mira, dejaré de justificarme, pero quiero que dos cosas queden claras. Primero, no tengo nada emocional ni físico con ella. Siempre fui un trofeo para ella, no sé si por mi apariencia o logros, y ni me importa, ella solo se la pasa de viaje, de vacaciones, con sus amigas. Siempre se embriaga tanto que hasta olvida mi existencia, y yo empecé a largarme de la casa también, por eso estoy aquí. Jamás tuvimos nada más allá de fingir para las cámaras.
Nora hizo una mueca, incrédula.
Apartó la mirada, recordando comentarios de sus compañeras de orfanato de que los hombres eran todos unos mentirosos, que solo querían sexo. ¿Aiden también era así?
—Segundo… me divorciaré. —Nora volteó a verlo con los ojos muy abiertos—. Y no soy cómo esos idiotas de telenovelas que dicen que se divorciaran y nunca lo hacen porque se le murió el maldito perro a la pareja que no quieren y están buscando el momento perfecto, ya mandé a hacer los papeles, mis abogados se los enviarán la próxima semana.
Nora lo miró boquiabierta, sin saber qué decir.
¿Debería creerle?
—Creo… que necesito pensar… —Se llevó las manos a la cabeza, sintiéndola hasta doler por la cantidad de emociones complicadas que tenía en ese momento.
—Muy bien, me parece perfecto… pero ¿podrías comer algo mientras piensas? Llevas dos días y los dos sabemos que tienes un gran apetito. ¿O acaso era mentira que te encanta mi comida, rubiecita? —Le sonrió divertido.
Al ver sus ojos tan suaves y su sonrisa casi tierna, Nora fue incapaz de gritarle por el apodo ese que no le gustaba.
—De acuerdo. Comeré.
La verdad sea dicha, tenía hambre.
Aiden ya tenía preparado algo para ella. Le dio su espacio mientras comía en el comedor, pero siguió cerca de la puerta, como si temiera que se escapara en cualquier momento. Ganas no le faltaban, para ser honesta.
¿Cómo creer que todo lo que dijo era cierto? Si le ocultó que estaba casado, ¿podía confiar en que lo conocía tanto como creía conocerlo? ¿Podía confiar en sus ojos y su sonrisa como solía hacerlo antes?
Se veía tan sincero… le ablandaba el corazón inevitablemente el solo verlo, pero… tenía miedo de creerle y luego acabar con el corazón roto.
Sin embargo, incluso si era mentira eso de que solo era un esposo trofeo para una niña rica, si se divorciaba y estaba dispuesto a estar con ella… ¿aceptaría? Un hombre infiel no podía ser de fiar, ¿no es cierto? Pero… él era todo su mundo, hizo tanto por ella, lo amaba tanto…
Además, era cierto que él intentó detenerla cuando hicieron el amor, sin embargo… ¿y si fue todo solo una mentira? No sabía qué pensar.
Los siguientes días estuvieron distantes.
Nora renunció a su trabajo en el bar y empezó a buscar uno nuevo, esta vez asegurándose de que fuera en un lugar donde la trataran como un ser humano y no una muñeca inflable, cosa difícil porque a pesar de que ya sabía leer y escribir no tenía ni siquiera el título de la primaria. Maldita sea, ni siquiera tenía documentos. Salió del orfanato sin nada.
Aiden había comentado que debía registrarla en la ciudad, pero los dos lo dejaron pasar muchas veces y ahora ella no quería recordárselo porque no quería hablar con él.
Simplemente siguió buscando empleo, esperando encontrar algún lugar donde la aceptaran.
Ignorar a alguien era difícil cuando vivían en la misma casa, y más después de haber pasado una noche de ilícita pasión. Nora aún recordaba todo con claridad, y muchas veces en vez de alejarse de él acababa acercándose, mirándolo, deseando volver a repetir lo que hicieron antes… y sabía que él quería lo mismo.
Se notaba en su mirada, pero luego él parecía volver a sus sentimientos de culpa y apartaba la mirada, lo cual solo la llenaba de más confusión.
Estaban solos, tenían una casa entera para ellos. ¿Qué los detenía? Ah, sí, que él estaba casado.
A pesar de que dijo que se iba a divorciar, Nora no estaba segura de sí creerle o no, e incluso si le creía ¿realmente era correcto quedarse con él después de destruir su matrimonio? Ni conocía a la mujer y ya se sentía como si le hubiera arruinado la vida.
Odiaba pensar que era la otra mujer, la amante, la villana para esa otra pobre mujer que de seguro amaba mucho a Aiden, porque era tan maravilloso que era imposible no amarlo.
Esto tan fuerte que sentía por Aiden… lo mejor era olvidarlo. Sería lo correcto.
Sí, olvidarlo sería lo mejor… y, sin embargo, de todos modos, acabó volviendo a caer en sus brazos cuando pasó otro par de días.
Fue inevitable, porque recibió un paquete en la casa mientras Aiden trabajaba, y allí vio la primera confirmación de que, tal vez y solo tal vez, él en verdad le decía la verdad.
Una copia del contrato de divorcio llegó a la casa por correo poco antes de que él llegara de trabajar. Nora vio su firma ya en el papel, leyó un poco lo que habían escrito los abogados, y entonces Aiden llegó a casa y ella no pudo contenerse. Se le tiró encima a besarlo.
Eso selló todo, en ese momento ella no lo supo, pero cometió el peor error de su vida.
Claro que no estaba cien por ciento segura de si era verdad o no, pero en ese momento sintió que eso era una buena prueba, y ella quiso creerlo. Lo amaba tanto, había extrañado sus conversaciones, su cercanía, y, aunque solo pasaron una sola noche de pasión, también había extrañado eso. Extrañaba todo de él.
Aiden no estaba mejor que ella, todos esos días la había anhelado más de lo que sus células anhelaban el oxígeno para vivir, pero respetaba que ella no quería avanzar más hasta que se divorciara. Cuando finalmente tuvo la oportunidad, tampoco se resistió a tomarla en sus brazos otra vez.
Volvieron a la habitación, se besaron, se acariciaron, se desnudaron, se amaron, toda la noche, una y otra vez. Ese día, y al día siguiente, y al día siguiente. Nada más les importó, solo existían ellos dos.
—Te prometo que no volveré a fallarte… —susurró él una vez mientras ella dormía en sus brazos, besando la coronilla de su cabeza—. Esta vez haré las cosas bien.
Y claro, esa fue la mayor mentira de Aiden, una mentira que ella no vio hasta que fue demasiado tarde.